Un
Borbón cabeza abajo
Rafa
Esteve-Casanova
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Diarios
del Siglo XXI 1
de Octubre de 2007 |
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Hace
algún tiempo visité la ciudad de Xàtiva, en el País
Valenciano, y aproveché la ocasión para visitar el
museo del Almudí y ver, una vez más, la foto de
Felipe V, antepasado del actual Borbón que nos
gobierna, colgada cabeza abajo. Hace trescientos años
las tropas de Felipe V llegaron a la ciudad de Xàtiva
y después de derrotar al ejército de los Austrias
pasaron la ciudad a sangre y fuego, Xàtiva fue
literalmente quemada por sus cuatro costados y,
todavía, a sus ciudadanos se les sigue llamando “socarrats”,
quemados en el catalán autóctono. Además la
ciudad fue obligada a cambiar de nombre y, en honor
al monarca incendiario y al santo de su patronímico,
pasó a ser conocida como “Lugar Nuevo de San
Felipe”. Trescientos años después otro Borbón
nos gobierna aunque últimamente la monarquía española
no pasa por sus mejores momentos y Juan Carlos I,
rey de España, anda últimamente, al menos en
imagen, cabeza abajo.
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La imagen de Felipe V.
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Durante
los últimos treinta años los Borbones han vuelto a lucir
la corona en sus testas tratando de aparentar que todos
ellos son como cualquier otro ciudadano de este país aunque
no paguen impuestos. España se acostó franquista una noche
de noviembre y al día siguiente, con la muerte del
dictador, se levantó monárquica para pasar con el
transcurso de los años ha reconocerse “juan carlista”,
especialmente después de la televisiva actuación real la
madrugada del 23-F. Juan Carlos, vestido de jefe supremo del
Ejercito, evitó una noche de cuchillos largos y tal vez un
exilio como el que los coroneles griegos recetaron a su cuñado
Constantino. A partir de dicha fecha subieron las acciones
de la corona en el parket de la bolsa de la ciudadanía.
Pero nada es eterno y al mismo tiempo que la familia han ido
creciendo los problemas para la realeza aunque todos ellos
siguen disfrutando de buenas vacaciones en lujosos yates y
llenando las páginas de las revistas del “colorín”
intentando poner buena cara al mal tiempo y ganar el corazón
de los españoles para la causa real. Hoy ya no son tantos
los autodenominados “juan carlistas” y cada día aumenta
el censo de los republicanos. Y tal vez la familia Borbón
está ganándose a pulso que las enseñas tricolores vuelvan
a ser vistas en las calles y en el ojal de muchas solapas.
Primero llegaron las críticas al viaje a Rusia para abatir
a tiros de escopeta a Mitrofan, pobre oso al que
emborracharon, tal vez con “bourbon”, para que fuera una
presa fácil. Después llegó el secuestro de la revista
“El jueves” con la caricatura de los Príncipes de
Asturias en una postura más o menos habitual entre las
parejas. Se subió al carro de las críticas el ahora
senador Iñaki Anasagasti que tildó a la familia real de
“pandilla de vagos” quizás aludiendo al cómodo trabajo
que realizan algunos de ellos, ya que presidir o ser miembro
de diversos consejos de administración es una bicoca lejana
para el común de los mortales. Llegó después el
nombramiento de un Interventor para la Casa Real con el fin
de que audite en qué se gastan los 130 millones de las
antiguas pesetas, libres de impuestos, que cada año les
concedemos los españoles mediante los Presupuestos
Generales del Estado. Y a finales de Agosto el prestigioso
The Times publicaba un profundo reportaje en el que se da fe
de que cada día va bajando entre los españoles la
popularidad del Rey de España. Y hasta el llamado “pequeño
taliban de sacristía” de la emisora episcopal ha llegado,
en una de sus soflamas, a pedir la abdicación de la corona
y que sea el Príncipe heredero quien asuma el papel de Rey.
Estos días las fotos de Juan Carlos I van a la hoguera
cabeza abajo, los jóvenes independentistas catalanes cada día
se sienten más fuertes y con esas ansias que dan los pocos
años lanzan cada día su mensaje de protesta contra una política
que consideran nefasta para Catalunya mientras las tres
fuerzas que forman el llamado “tripartito” han pedido
formalmente que sea el Presidente del Gobierno y no el Rey
quien ostente el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Tal
vez ha llegado ya el momento de que sin alharacas ni quema
de fotos y banderas este país comience a debatir sobre la
conveniencia o no de regirse mediante un régimen
republicano. Al fin y al cabo nadie es más que nadie y la
sucesión real no garantiza que el nuevo Rey vaya a ser tan
aceptado e inteligente como el anterior. No olvidemos que a
los españoles nadie nos preguntó si queríamos a Juan
Carlos como Rey, su figura nos fue impuesta por el viejo
dictador Francisco Franco cuya sombra, más de una vez, nos
parece ver revoloteando alrededor de una corona cuya sucesión
comienza a ser cuestionada. Una corona es difícil de
sostener sobre la cabeza cuando se está boca abajo.
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