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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey» |
Los alaridos de su
majestad
Fernando Rico
argenpress.info
Hay
que acabar con la miseria y la pobreza en América Latina Hugo Chávez ¿Porqué no te callas? Juan Carlos I de Borbón |
Hay algo en esa frase que
impide que sea asimilada tranquilamente, como
una sencilla admonición o una réplica o como
parte de la reunión en la que se dicen tantas
cosas y se prometen muchas más menos pobreza,
menos diferencias sociales, etc, y se termina
haciendo todo lo contrario. En fin que pasa,
viene y va. Por eso, en general, el destino de
la conferencia debería ser anodino y mantener a
España como esa cabeza de puente del dominio
europeo: las inversiones claro está, las
tarifas, sin duda, la estabilidad económica,
evidentemente; el resto, fotos, abrazos y hasta
sonrisas; la hipocresía para jet-set en do
bemol mayor: Rodríguez Zapatero usó una
corbata con rayas azules muy propia, el monarca,
como siempre, rebosando de elegancia, Doña
Bachelet hizo gala del rojo que resalta su
personalidad, Chávez, como siempre, vestido de
rojo, etc.
Pero esa frase aún resuena en la sede de la
conferencia, tiene una clave y un tono y su
digestión es lenta, dura y ofensiva.
Obviamente, es el contexto, los protagonistas y
el momento que dan para todo un anecdotario
ilimitado e interpretaciones múltiples pero es
indudable que callar a Chávez ha sido un propósito
desde 1999 y aún antes cuando pronunció su
emblemático por ahora. Y, el buen rey, el rey
fascista, el rey de la transición, el rey
monigote, el rey católico, el rey de los
cuentos de hadas, el buen rey de ojos saltones
cuya transformación en sapo fue palmaria,
recogió como suyo ese clamor de todos los
poderosos de este mundo que quieren callar esa
nueva fuerza que emerge de las cenizas en la que
ellos han convertido a nuestra América, nuestra
Africa y parte de Asia. Sencillamente se exasperó:
Cállate, que seguimos robando y asaltando
continentes enteros sin que nadie nos perturbe,
podría ser parte de la continuación de la
secuencia.
Curiosamente, se trataba de defender a un
miserable como Aznar que, por mucho que haya
votado el pueblo español por él -como lo dijo
Rodríguez Zapatero en la grandilocuencia del
argumento- fue uno de los lacayos del conciliábulo
para invadir Irak y, por ende, artífice del
atentado más funesto que haya sufrido ese
pueblo, entre otras muchas felonías. Lo mismo
puede decirse de Bush, cuando miles y miles de
iraquíes mueren en esa guerra inventada y
orquestada por el patronato del petróleo y las
águilas de Washington. Muchos criminales de
guerra pueden haber sido elegidos democráticamente
pero no ello no les quita su carácter de
criminales ni les da la inmunidad ante la crítica,
ahora convertidos en turismeros de pacotilla.
También por eso, los españoles que quieren
revivir su memoria histórica no pueden callarse
frente al mequetrefe vestido de doncella que
vaga por el mundo regando su fascismo ni admitir
esa defensa a ultranza e hipócrita.
Su majestad, el excelentísimo señor don Juan
Carlos I de Borbón, rey de la monarquía Española,
huyó, entonces, del recinto. Se evaporó
mientras Ortega le replicaba la conducta de las
empresas españolas en el continente. No se
precisa más elocuencia para entender las
verdaderas intenciones de su majestad que aspira
acallar el tiempo como lo hicieron sus
antepasados. Cállate tú, rey de burlas y
falacias.