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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


S.O.S.: “Aquí la corona, nos hundimos”

 

Roberto Azaña

UCR 15 de Noviembre de 2007

Este año 2007 en el que nos encontramos marcará sin lugar a duda un punto de inflexión en la trayectoria de la monarquía en nuestro país.

Desde que Felipe contrajera matrimonio con Leticia el día 22 de mayo de 2004, la polémica y la crispación han sido la nota dominante en todo lo que concierne a la familia real. Su aparición en los medios se ha convertido en una constante diaria y la “vida real” forma ya parte de nuestras sobremesas televisivas.

El día de aquel enlace, ajenos a lo que estaban realizando, Juan Carlos y todos los que le rodean y apoyan se subieron a un barco cuyo destino sería la tragedia más absoluta.
Hoy podemos decir que el buque de la corona ha impactado contra el iceberg de la Democracia y la Soberanía Nacional, y que es tan solo cuestión de tiempo que el agua que comienza a anegar los salones de La Zarzuela termine por hundirles para siempre.

”¿Por qué no te callas?” ¿Cómo? ¿Perdona? Cualquier persona que tenga dos dedos de frente admitirá como yo lo hago que el señor Chávez se equivocó en las formas, en el momento y en el lugar. Pese a todo, cada palabra que decía era una verdad como un puño que golpeaba en la faz de “nuestro” rey. Así se explica la ira incontrolada que provocó el estallido de prepotencia y altanería de “su majestad”. Como bien dijo Chávez, lo único que le diferencia (le pese a quien le pese) del rey de España es que él sí fue elegido democráticamente, y por supuesto no ha de callarse porque el Jefe del Estado Español, designado como tal por un dictador fascista, se lo ordene.

Sí, Don Juan Carlos, sí. Usted fue erigido como Jefe del Estado por el General Franco, un dictador antidemocrático, un asesino, un terrorista político que secuestró un país entero durante cuarenta años. El fascismo más violento y represivo, ese que convirtió la libertad en un concepto filosófico y la justicia en una ironía, aquél que asesinó a sangre fría a miles de ciudadanos inocentes cuyo único delito fue oponerse al yugo de la dictadura, ese mismo, fue el que le aupó hasta su trono. ¿Se altera usted, majestad, porque el Jefe de un Estado democrático como el suyo, designado por la voluntad popular a través de un proceso electoral, le llame fascista? ¿Se cree usted, majestad, que tiene algún derecho especial, algún tipo de “inmunidad moral”, para ordenar a cualquier individuo que permanezca en silencio cuando no le guste lo que dice?

No se equivoque majestad, aunque su vida opulenta y ajena a la sociedad le haya hecho creer lo contrario, fuera de su fortaleza de oro y sus vehículos de lujo adquiridos todos gracias al trabajo de españoles de a pie como yo, para la mayoría de la gente, para esas personas que ya no creen en los cuentos de ranas que se convierten en príncipes y zapatos olvidados en oxidadas escaleras de antiguos castillos, es usted uno más.

Lo que más me ha llamado la atención del “follón” que se ha organizado con la orden directa del rey a Chávez se esconde detrás de los medios de comunicación. ¿Alguien ha visto en algún informativo a algún ciudadano expresando una opinión distinta a: “Sí, hizo bien”, “Tiene dos pelotas, así se habla”, “Es el rey, y le tienen que respetar”? Yo no. ¿Por qué? Si me hubieran entrevistado a mi, mi respuesta hubiera sido algo como: “El trabajo del rey es no hacer nada y para algo que hace, la caga.” ¿Soy el único que piensa algo parecido? Creo que no, pero supongo que no interesará hacer propaganda en contra del rey. Por este motivo todo el mundo tiene la idea errónea de que la popularidad del rey ha aumentado y que el noventa y nueve por ciento del país opina que hizo bien.

Como era de esperar el gobierno de Chávez ha puesto ya en marcha su maquinaria de represalias. “Para chulo, chulo, mi pirulo”, ¿no? Es sin duda una actitud infantil, pero que no debe coger a nadie por sorpresa. La situación es la siguiente. El Jefe del Estado español genera una crisis internacional con un país de Latinoamérica. Un país en donde los intereses empresariales y comerciales son unilaterales, esto es, a España le interesa Venezuela, pero a Venezuela no le interesa España. Chávez no tiene nada que perder y es consciente de que la Democracia que existe aquí es más sólida y que cualquier medida represiva para con la ciudadanía venezolana o cualquier acto semejante es totalmente inviable. Y piensa: “Pues a tomar por culo”. Una expresión que podría traducirse en: “¿Contratos estatales para empresas españolas? No. ¿Levantamos un poco la mano con las empresas españolas? No.”

Llevaba ya mucho tiempo el mandatario venezolano tirando poco a poco de la manta y advirtiendo de que determinadas empresas como Unión FENOSA, se estaban aprovechando en exceso de los recursos y facilidades que tenían en su país. Mil setecientos millones de euros, ni cinco ni seis, son los que empresas españolas llevan invertidos en Venezuela desde la llegada de Chávez al poder. Capital que sin duda queda ahora comprometido y pendiente de las consecuencias que esta “salida de tono” de su majestad, ataviada con lo que parece ser una “patente de corso” para imponer silencio, traerá consigo.

Pero sí, hagamos iconos para nuestro “Messenger”, tonos, politonos, sonitonos y videotonos para nuestros móviles, debatamos sobre “los cojones” que tiene el rey, riámonos a la hora del café con nuestros compañeros. ¿Nadie se da cuenta del problema real que esto va a generar? Su majestad ha puesto en peligro el trabajo que empresas como BBVA, el banco Santander y las antes citadas Unión FENOSA y Repsol llevan desarrollando allí durante años. Ha puesto en peligro los empleos de miles de personas que ahora tiemblan frente a las amenazas de Chávez que se encargará de levantar hasta la última piedra en busca de irregularidades. ¡Sálvese quien pueda!

Así pues, Hugo Chávez ha entablado contactos con una empresa portuguesa para asignarle una contrata estatal. Y es más, ha anunciado que todas las empresas españolas en Venezuela se verán sometidas a un exhaustivo control en todas sus transacciones y movimientos. Y entonces yo pienso en su majestad y me digo: “ ¡Joder, pero qué campechano es el tío!


Eso si, al menos muchos de nosotros estaremos de acuerdo con los participantes de las tertulias televisivas, ha tenido cojones. Ha tenido los santos cojones de exponer las relaciones internacionales con Venezuela por no poder controlar un ataque de prepotencia en una cumbre internacional. Se merece un olé, que es muy español, ¿no?

Ahora el “marrón” se lo come el gobierno, que tendrá sin duda que bajarse los pantalones para lidiar con esta situación, me imagino “las risas” que se echarán en el próximo Consejo de Ministros y lo mucho que se acordaran de su majestad en la próxima sesión de control al gobierno cuando los astutos militantes populares comiencen a lanzar sus ya habituales flechas recogidas de los árboles que van cayéndose, en este caso, del que derribó el rey.


Don Jaime de Marichalar (y algo más, supongo) y la Infanta Doña Elena, ¡se separan! ¡Genial! Todas las revistas del corazón se frotan las manos, las amas de casa corren despavoridas al quiosco a preguntar por la noticia, Jaime Peñafiel llama a la redacción de Telecinco: “En veinte minutos estoy allí”-dice.

Y claro está, micrófonos a la Castellana y a preguntar al “personal”: “¿Qué opina usted de la separación de los Duques de Lugo?” (ah, ¿también son Duques?) “Pues yo creo que hacen bien, son personas como cualquiera de nosotros y …”
Eh, eh, eh, eh, ¿por qué no te callas? No son personas como nosotros, no nos equivoquemos. Yo tengo que trabajar cuarenta horas a la semana para pagar la hipoteca de mi piso de cincuenta y cinco metros cuadrados en Leganés, pagar la letra de mi coche, y renovar mi nevera al menos cada cuatro años. Yo no tengo escolta, no viajo en aviones del ejército y dependo de “Ryanair” para poder pasar tres días en una pensión de Londres. A mi no me han hecho directivo de un banco por estar casado con una infanta ni me han nombrado duque de Leganés. Resumo: Yo no vivo a costa del resto de los españoles.
 Esta noticia que hace diez años hubiera sido un “boom” espectacular, hoy no significa nada. Es más, es una mancha más que salpica a la monarquía. Cada vez interesa menos, nuestra queridísima familia real ha traspasado los límites. “Lo poco agrada, pero lo mucho enfada”. Sus apariciones puntuales a bordo del Fortuna en las costas de Palma de Mallorca se han convertido en un “Show de Truman” a nivel nacional. Vemos como llevan a sus hijos al colegio, como bautizan a sus retoños, vivimos en primera persona el fallecimiento de la hermana de Doña Leticia, especulamos sobre sus separaciones y sus posibles reconciliaciones … ¿Pero esto qué es? ¿Gran Hermano? ¿Habrá un “cuarto sin cámaras en La Zarzuela?

 

El límite que habéis traspasado delimitaba la línea entre lo “campechano” y lo “extravagante”, de lo institucional y lo “rosa”.

Cuando la “vida real” se plasma día a día, con pelos y señales en todas las revistas de la prensa rosa del país, es que algo funciona mal.
Los españoles entran poco a poco en razón y comienzan a preguntarse por qué mantienen a semejante ejército de vividores.

 

Lo que yo decía, su barco se hunde majestad, el agua ha comenzado ya a entrar por las grietas del casco, y no seré yo el “Carpathia” que acuda a su rescate.

Se hundirá usted capitaneando su buque, asomado por la barandilla de proa y gritando desgarradoramente que es “el rey del mundo”.

 No se salvará, no le quepa la menor duda, porque cuando un barco se hunde, el capitán, se hunde con el barco.


Roberto Azaña.

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