Telma Ortiz
Arturo San Agustín
El
Periódico
6
de Septiembre de 2009
Siempre tranquiliza, alegra e incluso emociona comprobar
que algunas mujeres y hombres no sufren las
consecuencias materiales y psicólogicas del paro y otras
dramas similares. La infanta Cristina y su
marido, por ejemplo, hasta hace poco conciudadanos de
Barcelona, se nos han ido a trabajar a Nueva York.
Afortunadamente se trata de un trabajo seguro y supongo
que bien remunerado porque aquello, pocas bromas, es
mucho más caro que Pedralbes. Entiendo, pues, y celebro
que se les vea tan felices y enamorados en las portadas
de ciertas revistas que fueron a fotografiar su
felicidad a Nueva York.
Qué bonito, qué bien luce un matrimonio alto y rubio sin
los problemas del paro. La infanta y el exjugador de
balonmano se merecen esa felicidad, esa tranquilidad,
porque no ha de ser fácil ni cómodo formar parte o estar
emparentado con la familia real, con cualquier familia
real.
Alegrémonos por la felicidad ajena, por la suerte
laboral y económica de ese matrimonio rubio y feliz y
también por la suerte casi idéntica de Telma Ortiz,
la hermana de la princesa de Asturias, quien, según
supimos ayer, acaba de ser nombrada subdirectora de
Proyectos de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento
de Barcelona. Ojo: proyectos.
No, no piensen mal. No sean ustedes malvados. La
hermana, Telma Ortiz, eso leímos ayer, la que en
su día quiso empapelar a la prensa española porque
además de estar enchufada quería pasar inadvertida, es
una experta en proyectos de cooperación. No sé qué
pensarán ustedes, pero yo, francamente, vuelvo a
emocionarme. Si pienso en aquel abuelo suyo taxista y
compruebo el éxito social y económico de dos de sus
nietas me pongo a llorar. Pero de alegría. Soy un
sentimental.
No sé quién ha tenido la idea de fichar para el
Ayuntamiento de Barcelona a la hermana de la princesa de
Asturias. Pero el protagonista de esa gran idea, de ese
espléndido fichaje, ha decidido o casi decidido las
próximas elecciones municipales. Desde ayer vuelvo a
dormir tranquilo. Sinceramente, hasta Barcelona me
parece otra. Juraría que ya hay menos putas.