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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

Reyes guapos y ricos en un País de vasallos
Julio Ortega Fraile

UCR 17 de Abril de 2009

 

¡Guapa!, guapa le gritaron hasta desgañitarse a Leticia Ortiz muchos de los que se congregaron para contemplar a la Familia Real cuando hace pocos días, asistió a la misa del Domingo de Resurrección en la Catedral de Mallorca; unos súbditos por completo rendidos ante la mayestática postal del Rey, la Reina, los Príncipes de Asturias y las dos Infantitas, que ya están aprendiendo a saludar desde abajo con la misma gracia que pronto lo harán desde arriba, desde muy arriba.

No creo que los entregados asistentes conmemorasen con tal fervor dos días después, el 14 de Abril, el aniversario de la proclamación de la Segunda República, la misma que arrasó con las armas el alzamiento capitaneado por Francisco Franco, mentor a su vez de D. Juan Carlos.

Y yo me pregunto, ¿Leticia es guapa por ser Princesa?, ¿su belleza se debe a haberse desposado con un Príncipe?, ¿es hermosa porque es famosa?, ¿o por acudir a corridas de toros con su marido?, ¿tal vez porque suele estar presente en procesiones y ya se sabe que llamarle "guapa" a la Virgen, es un piropo habitual entre sus más devotos seguidores?, o quizás, ¿será porque en este País tendemos a confundir fama, riqueza y poder con valía y hermosura?.

"Es que el Rey es muy campechano", "es la que la Reina es muy solidaria", "es que el Príncipe es muy alto y simpático"... ¡es que somos necios!. Partidas millonarias para todos sus gastos, puesto de trabajo vitalicio y hereditario y falta de responsabilidad penal entre otras lindezas y todo lo que se nos ocurre, es babear ante su presencia, tratarlos como si fuesen deidades y jamás plantearnos el porqué de su existencia, la necesidad de su continuidad o la razón por la que sus derechos están muy por encima de los de cualquier otro; ¿no éramos todos iguales ante la Ley en la Constitución?.

¡Por qué no te callas!, me dirán algunos mientras recuerdan admirados la "valentía" de un Monarca al que le traicionó su ideario; cuestionar la Corona sigue siendo una muestra de irreverencia no sólo mal vista, sino penada en cuanto existe el menor resquicio legal para hacerlo y su consideración en el Código Penal, es tan exquisita como precaria la de otros seres que no gozan de la regia condición.

Pues a pesar de su presunta belleza, de su talante supuestamente amable y jovial, de que monten muy bien a caballo o de que sepan pilotar aviones, yo sigo sin comprender y sin estar de acuerdo con la pervivencia de su oficio. Casos suficientes de despidos y de cierres en otras empresas mucho más necesarias estamos viendo, como para que no llame la atención la permanencia de esta cuando al menos según mi impresión, en modo alguno se justifican los gastos que comporta con el producto que de ella se recibe.

A un obrero se le paga un salario por su trabajo y con él, ha de hacer malabarismos para llegar a fin de mes. ¿Por qué a esta Familia, además de retribuirle con cifras astronómicas no se sabe muy bien qué funciones, tenemos que costearle las cacerías del suegro y de la nuera, los toros del hijo, el yate de todos o los modelitos de cada uno?.

Todos los días me cruzo con gente más guapa que ellos, más sociable, más humana y cuya vida es no es un cuento de hadas sufragado con dinero público. A estos nadie les aclama pero eso es lo de menos, lo triste es que la indiferencia ante su desgracia, repetida hoy en millones de hogares, es tan manifiesta como notorias son las señales de adulación servil ante la Monarquía.

En este Estado moderno, justo y aconfesional, sigamos rindiendo pleitesía a los miembros de una Corona habitual de misas, cacerías, corridas de toros, cruceros y estancias palaciegas; pleitesía y una contribución económica inmensa para su mantenimiento, que supongo que en el fondo, el silencio social es como el administrativo: supone consentimiento. Guapos, ricos e intocables, así suelen ser los Reyes en un País de vasallos.

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