El rey Juan Carlos I traicionó al pueblo
saharaui en 1975
Amadeo Martínez Inglés
UCR
17 de Diciembre de 2009
Ayer tarde se aprobó en el
Congreso de los Diputados una
proposición no de ley presentada por el
Grupo Socialista, que resultó aprobada
con el apoyo de todos los demás grupos
de la Cámara a excepción del PP que se
abstuvo, en la que se recogen una serie
de puntos trascendentes a tener en
cuenta en la política exterior española
en relación con el Sahara Occidental
administrado por España hasta el año
1975. Entre estos sobresalen el
reconocimiento del derecho de
autodeterminación del pueblo saharaui,
la necesidad de que finalmente se
celebre el referéndum auspiciado por
naciones Unidas y, también y
curiosamente, la realización de
gestiones “al máximo nivel” para
intentar solucionar política y
humanitariamente el caso Haidar.
Como dentro de este último eufemismo
político se esconde la recientemente
aireada y pedida intercesión del monarca
español para resolver “in extremis” el
contencioso hispano-marroquí nacido a
cuenta de la posición personal adoptada
por la activista saharaui, es de suma
importancia que el pueblo español
conozca que la actual situación de
abandono, menosprecio y sometimiento a
Marruecos del valeroso pueblo saharaui,
proviene de la traición personal del
actual rey de España Juan Carlos I que
en noviembre de 1975, desempeñando
interinamente la jefatura del Estado
español, pactó en secreto con el
Departamento de Estado norteamericano la
entrega incondicional de la antigua
provincia española del Sahara Occidental
al reino de Marruecos. Todo ello para
evitarse una guerra colonial con este
último país que España no estaba en
condiciones de enfrentar.
Este vergonzoso Pacto del
entonces príncipe de España con Henry
Kissinger y el rey Hassan II de
Marruecos, que como historiador militar
he estudiado a fondo, me permití ponerlo
en conocimiento del Presidente del
Congreso de los Diputados, señor Bono,
en una carta remitida con fecha 8 de
octubre de 2008, continuación de otra
del 4 de abril del mismo año en la que
le pedía la creación de una Comisión de
Investigación que depurara las
responsabilidades del rey de España en
una serie de presuntos delitos
relacionados con el 23-F, los GAL, la
malversación de fondos públicos y el
homicidio cometido en la persona de su
hermano, el infante Don Alfonso de
Borbón.
De esta última carta, que adquiere
especial relevancia en estos momentos de
creciente deterioro de las relaciones
con Marruecos por el caso Haidar y en
los que algunos se atreven a pedir, con
total desconocimiento de la historia,
que el monarca español interceda ahora
ante el reino alauí por aquellos a los
que él mismo traicionó en el año 1975,
transcribo a continuación, porque creo
que es de sumo interés para los medios
de comunicación y el pueblo español en
general, los párrafos más importantes
relacionados con el tema que nos ocupa:
“Y ahora paso al meollo del presente
escrito, es decir, a contarle algunas
cosas muy graves, muy graves, muy
graves… gravísimas ¡como no! del actual
rey de España, Juan Carlos I de Borbón.
Más que nada para que tome buena nota de
ellas, añadiéndolas en lugar preferente
al inventario de presuntos delitos que
ya le he remitido y que deberá ser
estudiado, cuando a usted le venga bien,
por la todavía nonata Comisión de
Investigación Borbónica Española (CIBE)
Me estoy refiriendo en
concreto, señor Bono, a tres nuevos,
espeluznantes, bochornosos, repugnantes…
delitos, que ni la historia ni los
ciudadanos españoles conocen todavía en
toda su profunda dimensión (algunos
historiadores, obviamente, estamos en
ello) cometidos en los últimos meses del
año 1975 por el entonces príncipe de
España, justo cuando desempeñaba la
Jefatura del Estado de una forma
interina pero con todos los poderes del
dictador en la mano. Presuntos delitos
que de entrada podríamos catalogar,
hasta que la citada Comisión
parlamentaria pueda pronunciarse, como
de alta traición, cobardía ante el
enemigo y genocidio. Sí, sí, no se
me ponga nervioso, señor Bono, que
enseguida paso a informarle largo y
tendido sobre el asqueroso hecho
político que acoge estas figuras
delictivas de Juan Carlos I, que para
eso soy historiador militar y, modestia
aparte, creo que de todo esto sé un
poquito, lo justo quizá para despertar
su mente y la de algunos miles de
ciudadanos españoles.
Y le voy a exponer el asunto,
en principio, señor presidente, de una
forma extractada y casi telegráfica
(aunque creo que muy comprensible para
usted, que me imagino tiene cierta
culturilla histórica, y para el lector
medio) pues no querría bajo ninguna
circunstancia que este escrito se
convirtiera en una larga y tediosa
lección magistral de historia de España.
Eso lo dejo, si a vuecencia le parece
bien, para deleite de las señorías a las
que les corresponda un día poner en su
sitio, de una vez por todas, a este
Borbón de medio pelo salido de las
cloacas del franquismo que ha tomado la
jefatura del Estado español como su
finca particular y su saneado negocio.
El hecho histórico a que me
refiero, señor Bono, no es otro que el
de la vergonzosa entrega a Marruecos, en
noviembre de 1975, de nada menos que
200.000 kms cuadrados del llamado Sahara
español (provincia africana según
Franco, territorio bajo administración
española según la ONU) por miedo a tener
que enfrentar una guerra con ese país
(que había organizado una marcha
“pacífica” de 300.000 ciudadanos
marroquíes y nos amenazaba con la
invasión pura y dura) y tras un pacto
secreto entre el jefe de Estado español
en funciones en aquellos dramáticos
momentos (el príncipe Juan Carlos de
Borbón), la CIA y el Departamento de
Estado norteamericano (Kissinger). Pacto
por el cual el heredero de Franco se
quitaba de en medio una muy probable
guerra colonial con nuestro vecino del
sur (que podía poner en grave peligro su
ansiada corona) y recibía además el
inmenso apoyo político yanqui para
estabilizar su tambaleante Régimen.
A cambio, claro está, de traicionar con
nocturnidad y alevosía, como ha sido
práctica habitual en él, al
pueblo español (ajeno a todo como
siempre), a sus Fuerzas Armadas
(que a pesar de su abandono operativo y
escasez de medios estaban dispuestas a
sacrificarse por defender el honor de
España y la legalidad internacional),
al pueblo saharaui (que sería
entregado desarmado al invasor y
bárbaramente masacrado en una desigual
guerra y en un oscuro genocidio que se
saldarían con más de cuatro mil
víctimas, y del que cualquier juez
imparcial pediría responsabilidades al
jefe del Estado español por cómplice y
colaborador necesario) y a la ONU
(que había decretado a través de su
Tribunal Internacional de Justicia y de
su resolución 380 la ilegalidad de la
acción unilateral de Marruecos y el
derecho del pueblo saharaui a la
autodeterminación).
Empecemos, pues, presidente, y
que nadie desdeñe el asunto como lejano
en el tiempo o meramente historicista
pues estamos hablando de hechos
gravísimos cometidos en su día por el
actual jefe del Estado español, como
son los presuntos delitos de “alta
traición a la nación española” tras la
acción consumada y no debatida en sus
órganos institucionales de la entrega a
una potencia invasora de una parte
importantísima del territorio nacional
sin intentar defenderlo siquiera y tras
un pacto secreto con el propio enemigo y
su socio geoestratégico; de “cobardía
ante el enemigo” por parte del jefe del
Estado español en funciones de
comandante en jefe del Ejército que
entrega sin combatir una parte
substancial del territorio nacional tras
un pacto secreto con el enemigo; y de
“genocidio” contra el pueblo saharaui,
en grado de colaboración necesaria con
el ejecutor directo del mismo (el
sátrapa marroquí), al haber puesto bajo
la bota de su Ejército, totalmente
desarmados, a los 30.000 habitantes de
la antigua provincia española, a los que
debería haber defendido con arreglo al
Derecho Internacional y a los derechos
humanos más fundamentales.
Repasemos, pues, esos lamentables
hechos, próximo a cumplirse su 33
aniversario:
21 de agosto de 1975
El departamento de Estado norteamericano
da luz verde a un proyecto estratégico
secreto de la CIA, financiado por Arabia
Saudí, para arrebatar la antigua
provincia del Sahara (270.000 Kms
cuadrados) a España. Un territorio vital
desde el punto geoestratégico, rico en
fosfatos, hierro, petróleo y gas, que
EE.UU no está dispuesto a dejar en manos
de España dada la situación en que se
encuentra el régimen franquista. El plan
consiste en invadir la zona mediante una
marcha “pacífica” de unos 300.000
ciudadanos marroquíes (Marcha Verde),
que se harían pasar por antiguos
habitantes de la zona.
6 de octubre de 1975
El servicio de Inteligencia del Ejército
español informa a Franco, ya muy
enfermo, de los planes de EE.UU en
relación con el Sahara.
16 de octubre de 1975
La Marcha Verde es anunciada por Hasan
II, al mismo tiempo que el Tribunal
Internacional de Justicia de la ONU
rechaza las pretensiones de Maruecos
sobre ese territorio.
20 de octubre de 1975
Franco empeora ostensiblemente. Sufre un
nuevo ataque al corazón.
21 de octubre de 1975
El príncipe Juan Carlos de Borbón,
heredero del dictador, se niega a
aceptar la jefatura del Estado con
carácter interino. Quiere plenos poderes
para poder actuar en el Sahara.
22 de octubre de 1975
El presidente del Gobierno español,
Arias Navarro, con conocimiento de
Franco, manda a Solís a Rabat para
tratar de parar el órdago marroquí
prometiendo negociaciones sobre el tema
en cuanto la situación del dictador
mejore.
26 de octubre de 1975
Comienza la Marcha Verde en territorio
marroquí. Toda la planificación
operativa y la organización logística
han corrido a cargo de técnicos
norteamericanos.
30 de octubre de 1975
Juan Carlos de Borbón se hace cargo de
la jefatura del Estado español (artículo
11 de la ley Orgánica del Estado). Está
muy preocupado por la situación en el
Sahara pues tiene muy presente el caso
portugués. No quiere que la situación le
desborde.
31 de octubre de 1975
El príncipe preside un Consejo de
Ministros en La Zarzuela. Cuestión
prioritaria: el Sahara. Asiste invitado
el jefe del Estado Mayor del Ejército,
Carlos Fernández Vallespín. Juan Carlos
manifiesta su férrea determinación de
ponerse al frente de la situación. Sin
embargo, no les dice a los reunidos que
él ya ha enviado a su hombre de
confianza, Manuel Prado y Colón de
Carvajal, a Washington, para solicitar
la ayuda de Henry Kissinger. Es
consciente de que una guerra colonial
con Marruecos en aquellos momentos
podría precipitar los acontecimientos al
estilo de lo acaecido en Portugal y que
podría perder su corona antes de
ceñirla.
El secretario de Estado norteamericano
acepta la mediación solicitada por el
nuevo jefe del Estado español, intercede
ante Hassan II y en las siguientes horas
se pergeña un pacto secreto por el que
Juan Carlos se compromete a entregar el
Sahara español a Marruecos (vistiendo el
muñeco de la rendición con unas amañadas
conversaciones políticas en Madrid), a
cambio del total apoyo político
americano en su próxima andadura como
rey de España.
2 de noviembre de 1975
Juan Carlos de Borbón visita las tropas
destacadas en El Aaiun en un viaje
sorpresa. Está en tratos secretos con
los americanos para la entrega del
territorio, pero no tiene ningún reparo
en escenificar un “teatrillo castrense”
con los militares (a los que traicionará
en las siguientes horas igual que al
pueblo español, a los saharauis y a la
propia ONU) echando mano de la extensa
parafernalia castrense propia de estos
actos: formación solemne, desfile, honor
a los muertos, recepción en el Casino
Militar… En este centro, en el curso de
una bien regada copa de vino español,
hasta se permite el lujo de representar
el papel de un moderno “Escipión El
Africano a la española”, diciéndoles a
los oficiales de las tropas allí
destacadas: “España no dará un paso
atrás, cumplirá todos sus compromisos,
respetará el derecho de los saharauis a
ser libres” y también, hinchando el
pecho y subiendo la barbilla: “No
dudéis que vuestro comandante en jefe
estará aquí, con todos vosotros, en
cuanto suene el primer disparo”
6 de noviembre de 1975
La Marcha Verde invade la antigua
provincia africana española. En virtud
del pacto secreto (alta traición) entre
Kissinger, Hassan II y el flamante nuevo
jefe del Estado español (el viejo se
está muriendo en el hospital hecho un
guiñapo entre monitores y sondas) los
campos de minas de la frontera han sido
levantados y los legionarios españoles
prudentemente retirados. España hasta se
permite la desvergüenza de enviar al
ministro de la Presidencia para que gire
una visita de cortesía a los campamentos
marroquíes. La ONU, incómoda y sin saber
de qué va la cosa, urge a Hassan II a
retirarse y a respetar la legalidad
internacional. España mira para otro
lado ¡bastante tiene el principito con
asegurar su corona! y el tirano alauí no
hace el menor caso.
9 de noviembre de 1975
Hassan II da por alcanzados todos sus
objetivos en el Sahara y en espera de
las conversaciones de Madrid (ya tiene
asegurada su presa) retira los
campamentos de la Marcha Verde a
Tarfaya. Argelia protesta y retira su
embajador en Rabat. Los polisarios,
traicionados por España, se aprestan a
la lucha.
12 de noviembre de 1975
Comienza la Conferencia de Madrid entre
España, Marruecos y Mauritania, con
EE.UU de mandamás en la sombra.
14 de noviembre de 1975
Declaración de Madrid sobre el Sahara.
Se entrega a Marruecos toda la parte
norte de la antigua provincia española:
200.000 Kms cuadrados de gran
importancia geoestratégica, muy ricos en
toda clase de minerales, gas y petróleo
(descubierto por petrolíferas yanquis y
en reserva estratégica). A Mauritania
(que los abandonará enseguida en
beneficio de su poderoso vecino del
norte) se le transfieren 70.000 Kms
cuadrados del sur, los más pobres e
improductivos. Las Cortes y el pueblo
español no saben nada del asunto. Todo
se ha tejido entre bastidores, con la
CIA, el departamento de Estado
norteamericano y los servicios secretos
marroquíes como maestros de una
ceremonia bochornosa en la que el
príncipe Juan Carlos ha movido sus hilos
a través de sus validos y hombres de
confianza: Armada, Mondéjar, Torcuato
Fernández Miranda… mientras el Gobierno
del anonadado Arias Navarro, con Franco
moribundo y su porvenir político en el
alero, se ha limitado a ejercer de
convidado de piedra en la mayor
vergüenza política y militar de España
en toda su historia. Porque sí,
efectivamente, este país, después de su
flash imperial, ha padecido en
diferentes épocas derrotas sin cuento,
descalabros memorables y renuncios
espectaculares, pero nunca jamás había
traicionado de una forma tan perversa a
sus propios ciudadanos (los saharauis lo
eran en 1975), se había humillado de
tal manera ante un pueblo más débil que
él pactando en secreto su rendición, y
abandonado cobardemente el campo de
batalla sin pegar un solo tiro y después
de entregar a su envalentonado enemigo
acuartelamientos, armas y bagajes.
Una vergüenza histórica sin paliativos,
a cargar ¡como no! en el “debe” de un
príncipe sin principios morales de
ninguna clase, cargado de ambición,
bufón de un dictador sin escrúpulos,
ansioso de poner sobre su cabeza los
ridículos oropeles de una corona
trasnochada y profanada hasta la
saciedad en el pasado por reyes
despreciables de su propia dinastía, y
que se permitió el lujo de vender a su
propio país, a su pueblo, a la
sacrificada minoría étnica que, bajo
nuestras leyes y nuestra protección,
creyó en la promesas de España y en ser
libres algún día.
De todo esto que le cuento, señor Bono,
poca información han recibido durante
nuestra sacrosanta transición tanto el
pueblo español como su clase política.
Había que preservar, así lo estipula la
Constitución franquista del 78, la
imagen del rey que iba a salvarnos a
todos y a traernos los derechos y
libertades conculcados durante décadas
por su amo y señor.
Termino, señor presidente del Congreso
de los Diputados, y recuerde: alta
traición, cobardía ante el enemigo y
genocidio. ¡Casi nada! ¿No le parece
a su excelencia que quizá esa Comisión
de Investigación que tanto pavor le
produce debería comenzar su trabajo
analizando tan escalofriantes delitos?
Reciba, señor presidente del Congreso de
los Diputados, un afectuoso saludo
Firmo el presente escrito en Alcalá de
Henares a 8 de octubre de 2008
Fdo:
Amadeo Martínez Inglés, Coronel.
Escritor. Historiador.