El
jefe de Tejero sigue en La Zarzuela.
Amadeo Martínez Inglés
UCR
22 de Febrero de 2009
Sí, sí,
el de Tejero, y el de Armada, y el de Milans del Bosch, y el de
Torres Rojas, y el de Ibáñez Inglés… y el de todos y cada uno de
los implicados en aquél falso golpe militar “a cargo de unos
cuantos militares y guardias civiles nostálgicos del anterior
régimen”, según la amañada versión oficial mantenida contra
viento y marea todos estos años, y que, como la mayoría de
ciudadanos españoles sabe a día de hoy (excepto, parece ser, los
responsables de TVE y Antena 3), solo fue una chapucera y
subterránea maniobra del propio rey Juan Carlos I para salvar su
corona de las iras de los generales franquistas que preparaban
contra reloj, para el 2 de mayo de ese mismo año 1981, su
particular venganza contra él por “perjuro y traidor a los
sagrados principios del Movimiento Nacional”.
Efectivamente, la mal llamada “intentona involucionista del
23-F” (como digo, una esperpéntica maniobra
político-militar-institucional nacida y planificada en La
Zarzuela) nunca tuvo nada de un verdadero golpe militar: los
golpes militares no se inician jamás a las seis de la tarde; ni
las fuerzas que intervienen en una de esas acciones ilegales van
dando vivas al jefe del Estado contra el que están atentando; ni
los tanques que utilizan las unidades rebeldes van completamente
desarmados; ni los golpistas dejan libre en su palacio al primer
mandatario del Estado para que pueda hablar por teléfono con
todo el mundo y hasta salir en televisión (siete horas después,
ojo) condenando su acción; ni los dirigentes de un golpe de
Estado son tan estúpidos como para llamar por teléfono a la
suprema autoridad de la nación, contra la que están actuando,
para explicarle sus movimientos futuros y, menos aún, para
obedecer sin rechistar sus órdenes; ni los carros de combate
rebeldes respetan los semáforos en sus correrías urbanas; ni el
jefe de los golpistas lleva en el bolsillo de su uniforme la
lista completa de su futuro Gobierno formado, no por personajes
de su entorno rebelde, sino por políticos pertenecientes a
partidos del propio sistema contra el que está actuando
ilegalmente…
Así que de golpe militar el 23 de febrero de 1981, nada de
nada. Muchos españoles ya saben la verdad después de que algún
que otro historiador militar (no miro a nadie) se haya pasado
media vida investigando esta chapuza histórica para contársela
después con pelos y señales a los crédulos ciudadanos de este
país. Los que demuestran no estar por la labor, obviamente, son
los supremos responsables de TVE y Antena 3 que, sin venir a
cuento en este 28 aniversario de aquél triste evento y
obedeciendo sin duda sutiles recomendaciones de La Zarzuela en
un año ciertamente “horribilis” para su titular, se han sacado
de la manga dos engendros televisivos o bodrios históricos (dos
mejor que uno), masivamente publicitados, en los que han vuelto
a incidir sobre la angelical tesis oficial: el rey Juan Carlos,
en aquél recordado día, nos salvó a todos los españoles y a la
democracia recién instaurada de los instintos criminales de unos
cuantos golpistas sin escrúpulos. Unos golpistas ¡ojo! a los que
él conocía muy bien pues hasta entonces habían sido sus validos,
sus cortesanos, sus hombres de confianza, sus generales, sus
confidentes… los planificadores de sus deseos, vamos.
Las
dos cadenas de televisión, la estatal TVE que, como todo el
mundo sabe, obedece perrunamente al Gobierno socialista (en la
actualidad el único defensor a ultranza de la monarquía
juancarlista) y Antena 3, propiedad del orondo marqués de Lara
(muy amigo ¡como no! del monarca) rivalizaron entre ellas
(coincidieron hasta en las fechas de emisión) en pretender
divinizar nuevamente al “valiente” rey de todos los españoles,
insultando con descaro la inteligencia de millones de
televidentes al presentar en pantalla unos pretenciosos
reportajes pseudo históricos, mal paridos, mal realizados,
falsos y ridículos. Con unos generales “golpistas” (Milans,
Armada…) que más parecían maestros armeros (con mi mayor respeto
para estos modestos profesionales de las FAS) a punto de
jubilarse, que autoritarios príncipes de la milicia con mando en
plaza; y un general Sabino Fernández Campo descolocado, con
aires melifluos de confesor regio.
De
vergüenza ajena, amigos, esta obscena y nauseabunda operación de
“rescate” real puesta en marcha por el poder (el gubernamental y
el mediático) coincidiendo con la “emblemática” fecha del
vigésimo octavo aniversario de la traición borbónica española a
sus generales cortesanos. Un operativo mediático ideado, al
margen de historiadores y expertos, para tratar de recomponer
como sea la desprestigiada figura del rey Juan Carlos, un hombre
ya caduco, en el otoño de su vida y de su reinado, acabado
física y mentalmente, y que en los últimos años parece haber
encontrado en los viajes y saraos fuera de España su razón de
vivir. Y de reinar. Por cierto. ¿Hasta cuando vamos a permitir
los ciudadanos de este bendito país que este presunto golpista
institucional (lo de “presunto” es solo un bondadoso guiño al
Estado de derecho) que los españoles tenemos en la jefatura del
Estado, con título de rey por deseo testicular del dictador
Franco, siga pegándose la gran vida a costa del erario público
español (que alimentamos todos los contribuyentes) viajando a
destajo por todo el ancho mundo en plan turista de alto standing,
con el único objetivo (parece ser) de no aburrirse en su palacio
de La Zarzuela una vez que sus genes hipersexuales borbónicos,
jubilados por edad, ya no le permiten buscar con ahínco el
placer carnal de antaño u otros más llevaderos como la caza de
“mitrofanes” a 8.000 euros el ejemplar?
¿Pero es que puede ser de recibo en este país que el mismo día
que muchos españoles ponemos el televisor para enterarnos por la
pequeña pantalla del último dato negro de nuestra economía o de
los terroríficos dígitos de la penúltima cifra de parados y
víctimas de ERE,s asesinos, tengamos también que deleitarnos con
la gordinflera imagen de nuestro monarca “corriéndose de gusto”
(perdone el lector esta burda expresión coloquial) en la
escalerilla del avión oficial ante las formaciones de soldados/majorettes
de Trinidad-Tobago y Jamaica, rindiéndole honores vestidos de
lagarterana? ¿Es que tan esencial era para la agonizante
economía española estrechar lazos con estas dos grandes
superpotencias?
Ya
está bien, majestad, de tanto viaje gratis total y tanto sarao
intercontinental. Si quiere turismo institucional, apúntese al
Inserso como la mayoría de jubilados de este país. Y no siga
jugando con fuego que el horno no está para bollos y aunque su
puesto de “no trabajo” figure como indefinido (vitalicio,
vamos), las crisis económicas son capaces de trastocar en muy
poco tiempo las premisas políticas aparentemente más sólidas. Su
abuelo Alfonso XIII ya tuvo puntual constancia de ello en el año
1931, después de que la gran depresión económica del año 1929
acabara por llevarlo en volandas al exilio de Roma. Por si
acaso, y perdone majestad por este plebeyo consejo, sería muy
conveniente que mientras dure la actual crisis reduzca sus
salidas festivas al exterior. Y se dedique en cuerpo y alma a su
trabajo abandonado de “moderador de las Instituciones”, que
buena falta hace. No vaya a ser que en alguna de esas juergas
que se monta por los cuatro puntos cardinales se encuentre, de
pronto, con que no tiene billete de vuelta, debiendo quedarse en
consecuencia para el resto de su vida…en Las Maldivas, por
ejemplo. Que, desde luego, no debe ser ningún mal sitio para
vivir.
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Amadeo
Martínez Inglés es Coronel del Ejército Español
e Historiador
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