Capítulo 14
del libro "Un rey golpe a golpe"
Juan Carlos: Fortuna privada: Alma de negociante
Kalegorria
Tenía
cinco o seis años cuando el rey reconoce haber hecho el primer mal negocio de
su vida. Fue en Lausana. Un español que había ido a visitar a su padre le
regaló una pluma de oro. Justo delante del hotel Royal, donde vivían entonces,
había una tienda en la que los niños solían comprar caramelos y chocolate.
Como "Juanito" no tenía un céntimo en el bolsillo tuvo la luminosa
idea de venderle la pluma de oro al portero del hotel por cinco francos, y
correr a gastárselos en golosinas. En cuanto Don Juan se enteró, fue a ver al
portero y tuvo que compensarle con diez francos para recuperar la pluma. "¡Me
has hecho perder cinco francos!", le riñó al hijo que, con el tiempo, le
haría perder muchísimo más.
Siempre tuvo alma de
negociante, que afloraba a la mínima ocasión. Ya adulto, continuó demostrando
escaso talento para los asuntos económicos, haciendo tratos poco afortunados,
como cuando le cambió al periodista Jaime Peñafiel, habitual en La Zarzuela,
una cámara fotográfica Nikkon moderna que éste tenía, por una valiosa
Leika-Flex con motor propiedad de la Casa Real.
Dicen los que lo
conocen que desde niño se ha preocupado de proveerse de cierta seguridad económica,
para librarse de los fantasmas de las penurias del pasado, cuando su pobre padre
tenía que "mendigar" yates, palacios y Bentleys a los amigos para
poder vivir sin renunciar a los dry martinis. Y se señala como un rasgo típico
de su carácter cierta obsesión compulsiva por no perderse las oportunidades
que ve a su alrededor. El editor José Manuel Lara fue testigo en una ocasión.
Llevaba ni se sabe ya cuántos años persiguiendo al ex secretario del rey,
Sabino Fernández Campo, para conseguir con sus memorias lo que sería uno de
los mayores best-sellers de la edición española. Pero Sabino siempre lo
rechaza, alegando que "lo interesante no lo puedo contar y lo que puedo
contar, no tiene ningún interés", que es un argumento muy honrado por su
parte. De todas maneras, Lara no dejaba de insistir, y un día que coincidieron
en un restaurante, se lo recordó nuevamente, llegando a ofrecerle un cheque en
blanco. Y Juan Carlos, que almorzaba con Sabino, saltó para decir: "Pero
yo llevo una parte, ¿eh?".
Pese a no tener gran
agudeza para los negocios, Juan Carlos ha sabido rodearse toda su vida de buenos
colaboradores que le han ayudado en este terreno, como otros lo han hecho en lo
político. Aunque algunas operaciones poco sutiles fueron sonoros fracasos, en
general no le ha ido mal. La etapa en el Gobierno del PSOE fue especialmente
fructífera. Aunque él no figurara en ellos oficialmente, sus amigos íntimos
no se quedaron fuera prácticamente de ningún gran acontecimiento: Ibercorp,
Expo 92, KIO, etc. Luego todo les explotó en las manos. Pero, que se sepa, no
tuvieron que devolver ni una peseta.
Con talento o sin él,
casi siempre utilizando mecanismos -como se verá- muy simples, Juan Carlos ha
logrado ir amasando a lo largo de los años una modesta fortuna personal. Como
su vida está sujeta al control de la opinión pública, no puede hacer gran
cosa con ella. De todos modos, casi todos los gastos se los paga el Estado. Pero
al parecer sí ha tenido la previsión de situarla en bancos extranjeros, cosa
que no había hecho Alfonso XIII y de ahí los problemas que hubo de sufrir su
hijo don Juan. Algún día, si las cosas se tuercen en el Estado y tiene que
salir corriendo, tanto él como su familia tendrán las espaldas cubiertas con
unos ahorrillos,depositados en bancos suizos, que actualmente se calculan en
unos 6.000 millones de pesetas.
Liquidando las
propiedades de Alfonso XIII
La República que hizo
salir corriendo a Alfonso XIII en 1931, permitió que las joyas personales de la
antigua reina Victoria Eugenia le fuesen enviadas en sus correspondientes
estuches. Pero se quedó con sus propiedades en España, entre las que había
varios palacios, la mayoría oficialmente para pasar el verano: uno en
Santander, otro en Donostia, una isla en la ría de Arousa... Como ya se vio en
los primeros capítulos, aquello supuso un duro trastorno para los Borbones en
el exilio. Siempre se ha dicho que la Casa Real española es pobre, y no sólo
en comparación con casas reales como la británica, una de las mayores fortunas
del planeta, sino con muchas de las familias de la alta burguesía española y
no digamos ya de la aristocracia bancaria. Y necesitaron la ayuda continuada de
una serie de nobles para salir adelante durante los primeros años de su exilio.
Pero ya antes de que Juan Carlos accediera al trono, la situación se les fue
arreglando bastante.
Desde 1947, cuando
Franco convirtió oficialmente a España en un reino, el Gobierno comenzó a
pasarles una renta anual, cuya cifra inicial aquel año fueron 250.000 pesetas,
entregadas a Victoria Eugenia como reina viuda.
Además, ya en 1939
Franco les había devuelto oficialmente las propiedades incautadas por la república,
que a la muerte de Alfonso XIII pasaron a poder de Don Juan de Borbón, no sin
problemas. Alfonso de Borbón y Dampierre, el hijo de Don Jaime, siempre se ha
quejado con resentimiento, no sólo por el tema sucesorio, sino de que Don Juan,
según él, le había "robado mi patrimonio. Se ha quedado con todo".
A la muerte de Franco,
con su hijo ya coronado, lo primero que hizo Don Juan fue poner en orden sus
asuntos y comenzó a vender palacios a toda prisa, como si tuviera miedo de que
aquello de la monarquía fuera a durar poco. El palacio de Miramar, en Donostia,
fue la operación más sencilla. Don Juan ya había tomado posesión
oficialmente de él cuando en los primeros años 50 había enviado a sus hijos
"Juanito" y Alfonso a estudiar allí y nadie puso en cuestión su
propiedad. La venta del de la Magdalena, en Santander, resultó algo más
conflictiva.
El palacio había sido
regalado por los santanderinos en 1912 a Alfonso XIII para residencia de verano.
Se lo construyeron en estilo inglés para halagar a su esposa, con las
aportaciones populares de algunos miembros de la nobleza y de empresarios de la
ciudad. Los reyes veranearon allí de 1913 a 1930. Pero después, con la república,
recuperado por el pueblo, se dedicó a otros fines. El poeta Pedro Salinas fundó
en él la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (la UIMP), de la que fue
su primer rector y, aunque Salinas —como tantos otros- se fue al exilio después
de la guerra, durante todo el franquismo la Magdalena no dejó de estar dedicado
a sede de actividades académicas.
Pero en 1977 Don Juan
no tuvo reparos en invocar que era suyo. El ayuntamiento negoció la compra para
no tener que desalojar la UIMP de allí, tanto del palacio como de la península
(28 hectáreas de terreno), que también pertenecían teóricamente a Don Juan.
Protestó la oposición municipal la decisión del alcalde, Juan Ormaechea.
Consideraban la compra improcedente y se constituyó un organismo de partidos,
centrales sindicales y asociaciones de ciudadanos para revocar el acuerdo. Pero
no hubo nada que hacer. Eso sí, como estaba claro que aquello era muy anómalo,
sólo le dieron a Don Juan una cantidad simbólica de 150 millones de pesetas,
para lo cual el ayuntamiento tuvo que endeudarse con un crédito del Banco de
Santander de Botín. El trato se firmó el 25 de noviembre.
Poco después empezaron
a planificar la remodelación del palacio, que tardó en ejecutarse más de 10 años
y estuvo rodeada de irregularidades. Acabó costando más de 6.000 millones de
pesetas, aunque el presupuesto inicial aprobado en la adjudicación de la obra
era de sólo 895 millones. De nuevo, se contó con créditos del Banco
Santander, gestionados por el Gobierno municipal del PP. Y cuando el palacio
estuvo preparado, fue a inaugurarlo el rey Juan Carlos, en 1995. Dejaron una
placa de mármol en la sala de ordenadores de reconocimiento al que había sido
su fundador, Pedro Salinas.
Al menos en la
Magdalena los reyes de España habían pasado algunos veranos, que era lo que
querían en su momento los que se lo regalaron, a fin de atraer el turismo a la
zona. Pero en la isla de Cortegada, en la ría de Arousa, sólo disfrutaron de
la visita real un día de septiembre de 1907. El tiempo justo para que Alfonso
XIII, a bordo de una canoa, fuese a tomar posesión y volviese a marcharse para
no volver jamás.
Cortega había sido
expropiada a los vecinos de Carril (Galicia) a principios de siglo, para regalársela
al rey con la misma idea en mente que tuvieron los santanderinos muy poco después
con más éxito. Querían que Alfonso XIII construyese allí su palacio de
verano, una idea del empresario local Daniel Poyán, que consideraba que sería
un gran negocio para Galicia. A su proyecto se unieron hacendados, hombres de
fortuna amasada en las Américas, empresarios, banqueros adeptos a la causa...
Para aceptar el regalo, Alfonso XIII, como si les estuviera haciendo un favor,
puso varias condiciones: la primera, que la donación se transformara en
escritura de propiedad en su favor con todas las garantías; y la segunda, que
la isla le fuera donada en su integridad. El ayuntamiento aceptó ambas cosas, y
como en ella había en aquella época 211 propietarios, familias de
mariscadores, hubo que expropiarlos a todos y obligarlos a abandonarla.
Aunque en la concesión
se planteaba la pertenencia a perpetuidad de la isla a la Corona, y con el
objetivo de que la familia real instalase su residencia de verano en ella, cosa
que nunca hicieron, setenta años más tarde, en 1978, el regalo real fue
vendido por su heredero, Don Juan de Borbón. De nuevo, se trató de una venta
irregular. Esta vez los compradores eran miembros de su propio
"Consejo", encabezados por Ramón Pais Ferrín, a través de la
inmobiliaria Cortegada S.A., constituida al efecto. El precio establecido, ridículo
pero cierto, fue de tan solo 60 millones de pesetas.
La empresa compradora
todavía es hoy la propietaria legal, aunque toda su existencia ha estado
rodeada de circunstancias oscuras que hacen que se encuentre perdida en medio de
un rosario de procesos contencioso administrativos abiertos. Pero lo último es
que la Xunta de Manuel Fraga quiere recomprar la isla con dinero público para
devolvérsela al pueblo. Cortegada S.A. reclama como compensación 20.000
millones, en calidad de perjuicios por no haber podido explotarla para el
turismo como quería, en una demanda actualmente en el Tribunal Supremo.
Don Juan continuó
todavía en años sucesivos vendiendo propiedades, sin que se sepa qué
necesidad tenía de tanta liquidez. En 1990, el alemán Klaus Saalfel,
empresario y abogado de patentes en Munich, propietario de una tipografía en
Lisboa, le compró su querida Villa Giralda de Estoril, a través de su
testaferro, Nils Peter Sieger. Un palacio que también había sido un regalo,
esta vez de los nobles que querían ayudar a Don Juan y su familia en el exilio.
Y una vez más, el precio establecido fue una cifra irrisoria: 85 millones de
escudos por un palacio que ahora, sólo 10 años después, su actual propietario
quiere vender a la Fundación Conde de Barcelona, formada en parte por los
mismos que se lo habían regalado en primer término, por un precio tres o
cuatro veces superior.
O Don Juan fue un
negociante pésimo, o algo hay detrás de todas esas ventas extrañas en las que
prácticamente regaló palacios y propiedades que en realidad eran de
titularidad más que dudosa. Pero nadie con capacidad legal para ello se ha
preocupado de investigarlo. Con todo, la suma de mal comerciante, dado el
volumen y calidad de las ventas, sumaron, sólo en lo que se ha repasado aquí,
casi 300 millones de pesetas, una cantidad que muchas personas no hubieran
considerado despreciable. Pero todo ha sido tan confuso y oscuro, que incluso se
ha llegado a publicar que cuando Don Juan murió, no tenía dinero para pagar la
clínica, y que en su testamento sólo dejaba dos millones de pesetas.
Por otro lado, para
terminar con el conde de Barcelona, señalemos que, según distintas fuentes, él
era uno de los que estaban en la lista de los "perdonados" fiscalmente
por el PSOE, a los que se refería en enero de 1997 el secretario de Estado de
Hacienda, Juan Costa, cuando anunció que el Estado había dejado de ingresar
200.000 millones de pesetas en impuestos, de cerca de 600 personas físicas y
jurídicas, fundamentalmente instituciones financieras. Después de desatar el
escándalo, el Gobierno del PP no pudo o no quiso identificarlos, y la duda
sigue vagando en el aire.
El comienzo de la
fortuna personal del rey
Oficialmente, Juan
Carlos llegó al trono de España literalmente con lo puesto. Para viajar a
Atenas a visitar a su novia tenía que pedirle prestado dinero a su padre, que a
su vez vivía de lo que le daban los amigos nobles leales a la monarquía. Esos
mismos nobles tuvieron que sufragar el viaje de novios. Se cuenta, como si
hubiera sido una gran tragedia, que en su escala en Tailandia, la entonces
princesa Sofía se quedó prendada de un zafiro que vio en un escaparate de
Bangkok, y que Juan Carlos se sintió abochornado por no poder regalárselo. Por
ese y otros detalles, nadie se rasgó las vestiduras cuando se descubrieron los
primeros movimientos del príncipe para comenzar a consolidar un pequeño
patrimonio propio. Su ambición era, como la de cualquier españolito medio, ser
económicamente independiente.
Desde 1962, es decir,
desde su boda con Sofía, el banquero Luis Valls Taberner comenzaría a
administrar una "suscripción popular" que aportaría liquidez económica
a los recién casados, en la que colaboraban, además de otros banqueros, muchos
nobles y empresarios del franquismo. Valls Taberner fue un fiel juanista hasta
que se dio cuenta de que el futuro estaba en Juan Carlos, y se pasó a su bando.
Entonces intentó convencer también a los demás para que hicieran lo mismo. En
concreto, según cuentan algunas fuentes, se le resistió bastante Calvo Serer,
no ya en cuestiones de apoyo económico, sino político, a través del diario
Madrid que dirigía. Y, al parecer, aquella desavenencia tuvo bastante que ver
con la voladura del diario, en 1973, una decisión que Valls, con gran
influencia en el Régimen, ayudó muy activamente a tomar.
En aquellos años
comenzaba a despuntar en la vida económica del Estado español un Ruiz Mateos
todavía en ciernes, que improvisaba como mejor sabía lo que debía hacer para
estar al lado del poder. Su padre había sido alcalde de Jerez en la época de
Franco, pero él de política no sabía mucho. Era perito mercantil, y lo único
que sabía hacer bien era ganar dinero. Lo que se le ocurrió fue a ir a hablar
con Luis Valls Taberner y Gregorio López Bravo para que le asesoraran. Comentó
con ellos que ya llevaba algún tiempo acudiendo a ver a Don Juan a Estoril,
como primera medida. Pero Valls y López Bravo le dijeron que estaba perdiendo
el tiempo y el dinero. "Tú lo que tienes que ser es amigo de Juan
Carlos". Y Ruiz Mateos tomó nota y entró en contacto con La Zarzuela
inmediatamente. Comenzó la relación cuando Juan Carlos todavía era príncipe
y continuó después, siendo ya rey.
Ruiz Mateos contó -en
diversas ocasiones y a más de uno- que, al estilo de cómo se hacían las cosas
en aquella época, le llevaba grandes cantidades de dinero en maletas de Loewe,
directamente a palacio, donde los guardias de seguridad no ponían mucho empeño
en revisar lo que pasaba o dejaba de pasar por el control de la entrada. Ponía
la maleta sobre la mesa del despacho de Juan Carlos, éste la tiraba debajo de
un rincón y caía exacto siempre en el mismo sitio. "¡Cuánto ha tenido
que practicar!", decía Ruiz Mateos. No había ninguna cantidad estipulada
ni cosa parecida, y tampoco Juan Carlos le pedía nada, como cualquiera puede
suponer. Sencillamente, le llamaba por teléfono y se lamentaba como quien no
quiere la cosa de los apuros económicos que estaba pasando: "¡Es que no
tengo ni para pagarle al servicio!"; o bien: "Esto no puede ser,
Constantino me cuesta mucho dinero... son unos inútiles, no ganan dinero... No
puedo más". Y Ruiz Mateos rápidamente le tranquilizaba: "No se
preocupe usted de nada, Alteza. Usted dedíquese a los problemas del España,
que para lo demás ya estamos nosotros, estoy yo". A veces, Juan Carlos
también recurría al empresario del Opus para que "echara una mano" a
alguna amiga. En una ocasión le llamó para decirle que le iba a ir a ver una
"señora" de su parte: "Se trata de una persona que se dedica a
la beneficencia, que no tiene sede...". Y Ruiz Mateos, aunque la señora en
cuestión no tenía aspecto de pertenecer al club de la madre Teresa de Calcuta,
pues le compró un piso.
También, alguna que
otra vez, el empresario jerezano había hecho transferencias importantes desde
Nueva York. De esas operaciones sí conserva los papeles. Y eso sí preocupó a
la Casa Real cuando, tras la expropiación de Rumasa, Ruiz Mateos, prófugo de
la justicia, huido en Londres, quiso utilizarlos para presionar y que el monarca
no le dejase tirado. La intervención del Banco de España supuso un batacazo
que no acababa de creerse. Pero el monarca, en plena euforia socialista, no le
hizo caso. Ruiz Mateos acusó entonces al rey de haber recibido mil millones de
pesetas, con lo que había supuesto José María que tendría las espaldas bien
cubiertas frente a cualquier acción del Gobierno. Se entrevistó con el
entonces secretario general de UGT de Banca, Justo Fernández, y le pasó toda
la documentación al respecto. Pero cuando Justo Fernández volaba de vuelta a
Madrid, ya estaban en el aeropuerto esperándole personas nunca identificadas
para explicarle cómo eran las cosas. Y algo bastante fuerte debieron de
decirle, porque se olvidó del asunto para siempre. Ruiz Mateos todavía siguió
insistiendo por su cuenta un tiempo y el Fiscal General del Estado le acabó
acusando de un delito de injurias al Jefe del Estado. Pronto comprendieron, sin
embargo, que aquello iba a ser un callejón sin salida. Ese juicio podría
haberse convertido en un verdadero circo y Ruiz Mateos se libró no se sabe bien
cómo. El Estado prefirió olvidar el tema y archivó la causa basándose en
tecnicismos.
Otro empresario muy
conectado al monarca desde sus tiempos como sucesor de Franco fue Camilo Mira,
el introductor de la cultura de la hamburguesa en España como pionero de la
instalación de los restaurantes McDonald´s. El granadino Camilo Mira había
conocido a Armada a través del general Juan Castañón de Mena, ministro del Ejército
con Franco. Además de presidente de La Unión y el Fénix, Camilo Mira era
entonces socio, en una empresa inmobiliaria, de Florentino Martínez, cuya hija,
Maita, estaba casada con Juan Castañón hijo. En 1969, aprovechando sus
conexiones en Zarzuela, consiguió que el príncipe acudiera a inaugurar el
selecto Club Las Lomas, una urbanización de lujo. El difícilmente explicable
apoyo del príncipe garantizó el éxito de la promoción de la urbanización.
Además de don Juan Carlos, asistieron los ministros más influyentes del
momento, como eran López Rodó y Silva Muñoz. Mira se convirtió en un
visitante frecuente de La Zarzuela a partir de entonces y congenió
especialmente bien con Armada, que hizo varios intentos de meterlo en el staff
de la casa que no cuajaron. Se dedicó de lleno a los negocios, pero siguiendo
todos los avatares políticos de cerca.
Los gastos de La
Zarzuela
En La Zarzuela tienen
25 perros y cerca de una docena de gatos, atendidos por un cuidador
especializado e instalados en modernas perreras con todos los adelantos. No es
excesivo, teniendo en cuenta que una vez, hace algunos años, tuvieron además
un guepardo. Estaban los reyes de viaje particular en Etiopía cuando el
entonces secretario de la casa, Alfonso Armada, recibió un télex anunciándole:
"Vamos con un guepardo, prepara alojamiento". No era una broma y
Armada tuvo que llamar al zoológico de Madrid para pedir ayuda a la hora de
recibirlo. Se informó bien sobre el tipo de comida que necesitaba y, en fin,
todo lo que interesaba saber para cuidar bien al animal más veloz de la fauna
terrestre. El guepardo vivió en palacio varios años, paseándose por los
salones y los pasillos como si tal cosa, hasta que murió de viejo. No fue antes
de que Sabino Fernández Campo sustituyera a Armada en el puesto de secretario.
El primer día que acudió a trabajar a la Zarzuela, no estaba sobre aviso y el
guepardo le dio un susto de muerte cuando entró en su despacho con total
naturalidad. Lo que más le preocupó no fue que pudiera atacarle, sino que
pudiera estar sufriendo alucinaciones.
Los que han mantenido,
durante los 13 años como príncipes y 25 años como reyes, el lujo africano de
Juan Carlos y Sofía en
Del presupuesto oficial de la Casa del Rey salen los sueldos del rey, de la
reina, del príncipe y de las infantas, el mantenimiento de la Casa, los coches,
las comidas, los regalos, todo tipo de material y el pago de los empleados. Juan
Carlos cuenta con dos ayudas de cámara para vestirle por las mañanas, y la
Reina, con dos doncellas. En total, incluyendo a los guardias, choferes y hasta
al cuidador de los perritos, unas 160 personas trabajan en la Zarzuela. Pero la
mayor parte es personal funcionario y sus sueldos corren a cargo del ministerio
de Administraciones Públicas. Los gastos de los viajes, recepciones y actos
oficiales también se pagan aparte, fuera del presupuesto de la Casa. Otras
menudencias, como el mantenimiento del yate Fortuna o del Palacio Real, corren a
cuenta de Patrimonio Nacional, organismo autónomo dependiente del ministerio de
la Presidencia del Gobierno.
A partir del
establecimiento de un presupuesto anual para la Casa, después de la Constitución,
también se pensó en la necesidad de que el rey hiciera la declaración de la
renta para que fuera un ciudadano más. Se consultó con el ministerio de
Hacienda para que aconsejara sobre lo que había que hacer, y entendieron que lo
mejor era que el rey se asignara a sí mismo una cantidad como sueldo, que serían
sus ingresos para calcular los impuestos a pagar. El sueldo del rey, que no se
suele hacer público, se rige por un convenio especial entre la Casa y el
Ministerio de Hacienda y se materializa en una nómina donde figuran los
correspondientes ingresos, los rendimientos del patrimonio personal y las
retenciones del IRPF. Lo que no se suele contabilizar son los regalos que
recibe, a veces millonarios... en cualquier caso totalmente fuera de control.
Algunos especialmente significativos, como el último yate Fortuna, obsequio de
un grupo de empresarios de Mallorca, cuyo precio estimado ronda los 14.000
millones de pesetas, se ha puesto legalmente a nombre del Patrimonio Nacional, a
fin de que este organismo corra con los gastos de mantenimiento.
La Zarzuela, que era en
origen un pequeño chalet para las cacerías de los últimos Borbones, elegido
por Franco para residencia de los príncipes por su proximidad a El Pardo, ha
sido rehabilitado varias veces desde que lo ocuparon por primera vez, en 1962.
La primera, poco después de que Juan Carlos fuera proclamado rey, fue una pequeña
ampliación; y la segunda, más ambiciosa, se realizó entre 1987 y 1988.
Aprovechando el desnivel en el que está ubicado el palacio se construyeron
nuevas plantas para despachos, salones de reuniones, oficinas, archivos, salas
de visitas y un salón de audiencias... La nueva superficie construida ocupa
2.660 metros cuadrados en la planta principal y 1.540 en la planta semisótano.
En total, 4.200 metros.
La parte antigua y la
moderna se comunican a través de dos largos túneles que discurren por debajo
del jardín y la piscina de la familia real. La construcción es noble, de
granito y mármol fundamentalmente. Los muebles y la decoración son una
combinación entre lo clásico y lo funcional, con piezas procedentes del
Patrimonio.
En aquella última
remodelación también se construyó un refugio antinuclear y se instaló un
moderno sistema informático y de comunicaciones, que cuenta incluso con un
pequeño estudio de televisión desde el cual el rey puede dirigirse al país
cuando quiera.
Irene, la hermana de la
reina, tiene su propio apartamento en La Zarzuela. Y es que los reyes, aparte de
con la suya propia, corren con los gastos de la familia real griega, porque, al
parecer, no tienen cómo ganarse la vida. Irene, en concreto, se dedica a hacer
buenas obras, a través de una ONG suya dedicada a repoblar la India de vacas
lecheras, que cuenta con un despachito en la calle Barquillo cedido por Banco
Central Hispano. El ex rey Constantino vive en el exilio en Londres desde hace
unos treinta años, al parecer también con el apoyo de Juan Carlos. Su hijo
Pablo fue a estudiar a Estados Unidos con el príncipe Felipe a comienzos de los
90 en un prestigioso y carísimo college, pero rentabilizó los gastos al
emparejarse allí con la rica heredera americana Marie Chantal Miller (hija del
fundador y propietario de la cadena de tiendas libres de impuestos de los
aeropuertos, las duty free, más importante del mundo), con la que se casó poco
después.
El rey Juan Carlos
también se ocupó, hasta su muerte, de su padre y de su madre. Y, cuando fue
necesario, de sus hermanas Margarita y Pilar. Ésta última, la hermana mayor
del rey, tuvo que hacerse cargo al fallecimiento de su marido, Luis Gómez-Acebo,
de una deuda que había dejado como herencia en el Banesto. Para solucionarlo de
un modo discreto, el rey llamó a Mario Conde y a Conde se le ocurrió que, como
lo de perdonarle la deuda sin más ni más iba a quedar bastante mal, y lo de
pagar era algo descartado, lo mejor era darle un cargo en la Fundación Banesto,
para que fuese abonando lo que debía con su sueldecito. Y se le dio a Pilar un
despacho, sin nada que hacer, claro.
Rodeado de buenos
amigos
Se suele decir que la
corte española es "una corte sin cortesanos", y es cierto que los
reyes no han sido nunca demasiado amigos de aliarse con la aristocracia. En su
lugar, han preferido a empresarios, banqueros y nuevos ricos en general. Las
amistades de la reina, aparte de su querido Rostropovich y Alfonso Armada, son
poco conocidas. Salía mucho con la esposa del constructor Mario Caprile. Las
del rey han dado mucho más que hablar. Aparte de Manolo Prado y Mario Conde
(que son dos casos muy especiales), de todos los "tutores" (Torcuato
Fernández Miranda, Mondéjar, Armada, Sabino Fernández Campo...), y de sus
colaboradores políticos (Puig de la Bellacasa, Nicolás Franco, etc), con quien
el rey se toma las copas y habla de cosas de hombres es con dos grupos o clanes
de amigos, que tienen en común el dedicarse a "sus negocios" de una
forma que no en pocas ocasiones los ha llevado ante los tribunales.
En primer lugar,
destaca el conocido como "clan de Las Cuatro Estaciones", nombre del
restaurante de Miguel Arias, situado en la calle General Ibáñez del Ibero 5,
donde Arias tiene, además, un apartamento que también frecuenta el rey. En
este grupo de amigos estaban, entre otros, Miguel Arias, Joaquín Vázquez
Alonso y Cardenal Pombo. Aparte de reunirse para comer, hacían negocios juntos,
sobre todo en el sector inmobiliario, con no pocos asuntos turbios. Algunos
también aparecieron implicados en la trama Ibercorp. Están tan mezclados los
asuntos de unos con los de los otros, que resulta realmente complicado explicar
el historial de cada uno de ellos por separado. Para centrar un poco a los
personajes, que luego irán apareciendo cuando tratemos, a lo largo del capítulo,
algunos episodios concretos, basten por el momento unos breves apuntes.
Miguel Arias es el
propietario de la estación de esquí de Navacerrada, y tiene además varios
restaurantes en Madrid y en Mallorca. Pero también participa en negocios
inmobiliarios y le gusta jugar en la bolsa sobre seguro.
Jaime Cardenal Pombo es
socio de Arias en el restaurante Las Cuatro Estaciones y fue, además, socio de
Borja Prado (hijo de Manuel Prado, el amiguísimo del rey), en el sector
armamentístico.
Joaquín Vázquez
Alonso fue el constructor que remodeló en su día el Palacio de la Zarzuela, y
socio de Cardenal Pombo y de Miguel Arias Molino en varios negocios
inmobiliarios.
Próximo a este grupo
de amigos, estaba Francisco Sitges, ex presidente de Asturiana de Zinc, y ex
propietario de los astilleros Mefasa. Gracias a su amistad con el rey, Mefasa
recibió la adjudicación del Patrimonio del Estado para la construcción del
segundo yate Fortuna. Pero Sitges estaba tan bien relacionado que en Mefasa
también se construyeron el Blue Legend, de Javier de la Rosa, y el Alejandra,
de Mario Conde. Mefasa acabó siendo mayoritariamente del Banesto de Conde, que
lo arrastró en su caída, lo llevó a la quiebra y al banquillo de los
acusados.
Otro sector
completamente distinto de amigos del rey es el clan de Mallorca, mucho más
aristocrático. Una de las figuras clave en este grupo es el príncipe Zourab
Tchokotua, "Zu" para los amigos, un aristócrata georgiano que Juan
Carlos conoció en el internado de Friburgo. A este personaje le debe el rey
importantes favores.
Fue Tchokotua el que,
en 1973, medió para que la Diputación Provincial de Mallorca le cediera a Juan
Carlos el palacio de Marivent, gratis total, siguiendo el modelo de las cesiones
que hicieron en su día distintas poblaciones a Alfonso XIII. El edificio
pertenecía, por donación del coleccionista de arte griego Juan de Saridakis, a
la Diputación. Pedro Salas, un acaudalado prohombre del franquismo, que había
sido presidente de la Diputación, y el suegro de Tchokotua, casado con Marieta
Salas, convenció al organismo oficial de que se lo cediera al futuro rey para
que lo disfrutase en vacaciones.
Aparte de estas
gestiones, Tchokotua es conocido desde que en 1978 un juzgado mallorquín ordenó
su procesamiento e ingreso en prisión en relación con una presunta estafa
inmobiliaria. En septiembre de 1992 se sentó de nuevo en el banquillo con una
acusación similar junto a su socio Oliver Mateu, otro amigo de Juan Carlos del
clan de Mallorca. Pero estas menudencias no han logrado quebrar su amistad con
el monarca.
"Zu" fue para
Juan Carlos un relaciones públicas excelente. En su casa se organizaban cenas a
las que asistían, junto al rey, Manuel Prado, Javier de la Rosa, Jaime Enseñat,
el multimillonario argentino Carlos Perdomo, Rodolfo Bay (presidente de la compañía
Spantax, ya muerto en accidente de tráfico), Bartholomew Tummy Beslard (cónsul
de EE.UU. en Palma), Giovanni Agnelli (el rey de la Fiat) o Raul Gardini, ex
presidente de Montedison, la más importante empresa química de Europa, a la
que Juan Abelló vendió su laboratorio Antibióticos con la ayuda de Mario
Conde. El rey fue fotografiado con él y con Agnelli el 7 de agosto de 1990 en
Puerto Portals, pocos años antes de que se suicidara, en 1994, al ser implicado
por los jueces italianos en temas de corrupción.
En el mismo círculo de
amigos están un grupo selecto de empresarios hosteleros: José Escaño (dueño
del restaurante San Marino), Alejandro Arroyo (cuñado de Mario Conde, y
propietario del restaurante El Capricho, en Puerto Portals), y José Oliver Rodríguez
(propietario de varias discotecas). Y también en ese entorno fue en el que Juan
Carlos entraría en contacto con Marta Gayá, una decoradora catalana muy amiga
de Marieta Salas, la mujer de "Zu", con la que vivió una larga
aventura, y mentora de José Luis de Vilallonga cuando éste escribió su
biografía autorizada del rey.
También alardea de su
amistad con el monarca en Mallorca Pedro Serra. Serra cuenta con orgullo que en
una ocasión en la que estuvo indispuesto y no pudo asistir a una de las
recepciones que en verano organizan en Marivent, Juan Carlos preguntó "¿Dónde
está el amo de Mallorca?". Y es que a Serra se le conoce popularmente como
el Ciudadano Kane de las islas. Tiene un grupo empresarial, Grupo Serra, que
controla el 90 por ciento de la información en la comunidad autónoma.