Hasta donde llegan mis conocimientos, republicano es quien está
contra la Monarquía, venga ésta de donde venga, y contra toda la
banda de vampiros y parásitos que se posicionan a su alrededor, bien
sean estos de sangre azul o avezados cazadores de fortunas, con
premio Nobel de literatura incluido.
Desgraciadamente, todos los estómagos agradecidos que tuvimos por
clase política en el pasado reciente, con contadísimas excepciones,
no fueron sino lameculos de la actual Monarquía, tan sumisos y
agradecidos ellos que no dudaron en acatar esa bandera y esa
Constitución a las cuales tanto deben personalmente.
Me incomoda ser tan reiterativo, pero parece ser que estamos
obligados a repetir lo mismo una y otra vez, como en el colegio de
nuestra infancia, cuando nos equivocábamos y nos castigaban a
escribir cien veces en el cuaderno…en clase no se habla, que ya le
manda…
Abundando en lo anterior, uno no puede dejar de preguntarse cómo nos
verán nuestros sucesores dentro de 50 ó de 100 años.Han tenido que
transcurrir nada menos que la friolera de 33 años desde la muerte
del Dictador para que desaparezcan sus estatuas ecuestres del
paisaje urbano de nuestras ciudades, para que algunas placas, que no
todas, de las calles con los nombres de los vencedores de la cacería
del treintaises, fuesen sustituidas por otras más democráticas;
desaparecieron las lapidas con el listado completo de las víctimas
del terror rojo(que los republicanos exterminados por sus ideas no
eran hijos de Dios) y su eterno ¡PRESENTES! de las fachadas de los
templos; tuvieron que transcurrir tres larguísimas décadas para que
la placa del Gobierno Militar de esta ciudad, donde se ensalzaba la
figura del Excelentísimo Señor Don Francisco Franco Bahamonde,
Generalísimo de los Ejércitos, desapareciese de tan encomiable como
tan mal pagada institución, y eso porque la echaron abajo unos
rebeldes insumisos (sancionados por la acción posteriormente.)¿Puede
haber algo más humillante para un pueblo, que aún se siente
colonizado y dolido por las masacres llevadas a cabo en estas islas
por los Reyes Católicos hace 530 años, que tropezarse cada día con
el rótulo de la calle dedicado a éstos y a los capitanes que pasaron
a cuchillo y esclavizaron a millares de pacíficos aborígenes?
Hasta dónde alcanzará la generosa Ley de la Memoria Histórica aún
está por ver. De momento, ahí, resistiendo bajo el sol y la lluvia
de los años, impasible el ademán, que decía la canción de los chicos
de la boina colorada, en la fachada del colegio de las monjas de
María Auxiliadora de mi barrio, una placa de piedra muestra su
eterno agradecimiento, por la deuda contraída con tan honorable
señor: D. Francisco García Escámez.
Merece la pena recordar que este pavo fue uno de los capitanes que
el General Mola envió desde Pamplona en 1936, acompañado de 1000
falangistas y carlistas, en apoyo de los elementos fascistas
rebeldes de Madrid y para derrocar a la República. Se había
destacado en la guerra de Marruecos, donde fue condecorado con la
Laureada de S. Fernando. Todo un ejemplo de caballero español a
seguir para los zagales que acuden a diario a este centro y que
enriquece un poco más el desarrollo de la Educación para la
Ciudadanía.
¿Y aún se nos preguntará a los españoles qué nos ha hecho el clero?
Si en verdad hubo un momento en el que el español podía pregonar
bien alto su nacionalidad fue entre 1931 y 1939, que ni antes ni
después hubo mayores razones para ello. Antes porque no hay razón
alguna para sentirse orgulloso de pertenecer al Imperio que llevo la
muerte y la desolación más allá de los Pirineos y allende los mares,
por mucha cruz y mucha lengua que hasta allí llevasen; y después
porque la Dictadura de Franco redujo nuestros sueños al tamaño de
una nevera, un televisor y un coche, que no daba la cosa para más.
Por mucho que nos catequicen los voceros del diario El País, por no
citarlos a todos, no nos van a convertir de republicanos a
juancarlistas. Quizás carezcamos del potencial económico para ganar
unas elecciones, pero lo que sí que está claro es que no vamos a
claudicar del viejo sueño de expulsar del país de nuevo a toda esta
mancha de parásitos que merodean en torno a la jefatura del Estado.
Desconozco qué encuentra este actor y los que así piensan en el
actual Rey de España. Como no sea que quiera que le prolonguen el
contrato de trabajo…
Como tantas veces se ha dicho y tantas habrá que repetir aún, el
mozo en cuestión fue sentado en el trono, nada menos que por el
verdugo del único régimen democrático que tuvo este país, a costa de
una cruel guerra civil que le costó al País en torno a 800.000
vidas. Con lo cual podemos afirmar, sin ningún género de dudas, que
esta Monarquía es el producto de un golpe de Estado e hija de una
cruel dictadura ejercida por un general fascista a lo largo de casi
40 años, por muchas pólizas y muchos sellos que les pongan a él y a
sus lebreles.
Resulta ya humillante que un tipo, puesto ahí por el resultado de
una cacería que empezó en Marruecos, se continuó en Asturias y
culminó en 1975 con la ejecución de 5 antifascistas, laureado y por
la gracia de Dios, apoyado por la misma religión que profesa la
Monarquía española, este tipo que tantos millones le cuesta al
erario, que no vale más que para inaugurar exposiciones y congresos
y leer lo que le cocinan sus acólitos para las Navidades en su choza
de Zarzuela, amigo de sus amigos, osease: el verdugo de Rabat que
encarcela y tortura, cuando no hace desaparecer a los miembros de la
familia saharaui que se atreven a salir a la calle para exigir la
autodeterminación para su pueblo (dime con quién andas…)Este modelo
de estadista que abandonó a su suerte a estas mismas gentes en 1975,
cuando accedió a la jefatura del Estado, dejando a aquella provincia
bajo la bota de ese miserable sátrapa. Resulta, no solo humillante,
si no un auténtico escarnio que deja en entredicho, no solo a la
institución que representa si no a todos los ciudadanos que tenemos
la desdicha de compartir nacionalidad con él. Porque si los crímenes
contra nuestro pueblo, cometidos por su máximo benefactor, no
prescribirán nunca, la villanía de aceptar el nombramiento de las
manos ensangrentadas de semejante delincuente hace que la sangre,
tan vilmente derramada, cubra eternamente la memoria de esta
dinastía y las venideras.
Afortunadamente, en este País no todo está en venta. Todavía queda
gente honesta y con memoria. Memoria de los días en que la alegría y
la ilusión desbordaban los barrios más humildes y los espacios donde
la palabra aún tenía un valor, con tal de que esas palabras fueran
pronunciadas por el Presidente Azaña, por Largo Caballero, por
Pasionaria o cualquiera de los lideres de entonces; y ciudades
enteras que no dudaban en partirse el alma con los generales
felones, por muchos legionarios y moros que trajeran, por defender
unos valores auténticamente democráticos y una bandera salida de los
corazones y de la memoria de estos pueblos.
Sí, siempre creí que ser republicano era creer en los valores de
entonces, por encima del posible carisma de este u otros monarcas.
Por las ideas de progreso, de igualdad de justicia, contra todas las
religiones que no buscan si no el beneficio y el sometimiento de las
masas. En memoria de los que, ahora y siempre, anteponen el triunfo
del racionalismo sobre cualquier otra ambición personal. En memoria
de los que en el pasado fueron arrojados a los pozos del olvido por
soñar con un mundo sin depredadores. Un mundo donde, por el sólo
hecho de nacer en una miserable aldea africana o del lejano
altiplano andino, no te veas condenado a escoger entre morir de
hambre o embarcarte en una barquichuela para tratar de ganar las
costas del paraíso capitalista; en honor a la palabra dada al pie de
la tumba donde descansan los restos de los camaradas caídos en la
lucha.
Preferimos mil veces morir a los pies de cualquier barricada que
extinguirnos de tedio bajo las banderas de una seudodemocracia
bendecida por un asesino golpista.
¡¡Viva la República!!