Argumentos contra
la monarquía
Jaume
d'Urgell 10
de Enero de 2006
¿Es legítimo el
puesto de trabajo del ciudadano Juan Carlos Borbón?
No, porque fue designado
por un delincuente, y su posterior refrendo popular se desarrolló bajo un
ambiente general de miedo a un nuevo golpe de Estado.
Además, no había posibilidad de votar un texto alternativo al oficial.
Por otra parte, no podemos olvidar por que su condición persona armada, el
ciudadano Juan Carlos Borbón debería mantenerse alejado de la política.
¿Es
el ciudadano Juan Carlos Borbón nuestro “mejor embajador”?
No, porque una persona
ajena al gobierno electo no debería inmiscuirse en los asuntos del Estado; además,
se debe evitar que los mandatarios de otros países duden acerca de que es el
interlocutor válido para relacionarse con España.
¿Es
verdad que el ciudadano Juan Carlos Borbón apenas tiene poder?
No, según el apartado
“h” del Artículo 62 de la Constitución Española de 1978, Corresponde al
rey: “El mando supremo de las Fuerzas Armadas”. De lo cual cabe interpretar
que en España, esa figura vitalicia y hereditaria ejerce el poder de un modo
completamente discrecional. En cualquier momento, se puede decretar el estado de
sitio o excepción, y hacer uso de la fuerza del Estado, que más allá de toda
legitimidad y representación, descansa en la amenaza del uso de la fuerza.
¿Es
cierto que el ciudadano Juan Carlos Borbón resulta barato al Estado?
No, solo durante 2006,
mantener al ciudadano Juan Carlos Borbón y su prole, supondrá para las arcas
del Estado un gasto de 8.048.510 Euros, según consta en el epígrafe 911M, de
la página 42998, del Boletín Oficial del Estado número 312, publicado el
viernes, 30 de diciembre de 2005, en el que se hace pública la aprobación de
la Ley 30/2005, de 29 de diciembre, de Presupuestos Generales del Estado para el
año 2006 (firmada, por cierto, por él mismo, si bien cuenta con el refrendo de
la firma del Presidente del Gobierno).
Pero ¿no es
cierto que tener una República sería más costosa?
Es de suponer que una República
implicaría cambios muy claros en cuanto a las altas instituciones del Estado:
primero, la desaparición de la Casa del Rey y todo lo que ello implica;
segundo, la creación de la Presidencia de la República; y tercero, un cambio
en la denominación de lo que hasta ahora viene siendo la Presidencia del
Gobierno, que pasaría a llamarse Oficina de la Primera Ministra o del Primer
Ministro. Aventurar con precisión el impacto presupuestario de dichos cambios
no parece algo fácil de hacer, pero... aunque el escenario resultante fuera
algo más caro… ¿qué persona honrada mantendría una forma de gobierno
antidemocrática, sólo porque resultara más económica?
¿Qué
beneficio aporta a España el cargo del ciudadano Juan Carlos Borbón?
Ninguno. La supuesta
estabilidad es más bien el tradicional inmovilismo de los sistemas
totalitarios, y por respeto al pueblo, debería ser solo éste, a través
de las urnas, quien ejerciera de árbitro de todos los poderes públicos.
¿Son
izquierdistas quienes defienden la República Española?
No, puesto permitir que
sea la ciudadanía quien elija a la persona que ostente la máxima representación
del Estado, no beneficia ni perjudica las fuerzas de tipo conservador, ni a los
partidos socialdemócratas, ni a los nacionalistas, ni siquiera a los
ecologistas u otros que hoy por hoy, son extraparlamentarios.
¿Es posible
considerarse republicano y al mismo tiempo “juancarlista”?
No, porque una persona
republicana siempre defenderá que sea el pueblo quien elija periódicamente a
todos sus representantes públicos.
¿Acumula el
ciudadano Juan Carlos Borbón méritos especiales para su cargo?
No, aferrarse a un cargo
medieval, cuya existencia impide que la ciudadanía pueda elegir a su máximo
representante a través de elecciones periódicas, no parece precisamente un mérito
especial. Por otro lado, su inexacta renuncia al ejercicio del poder, responde más
a su interés particular por hallar una “salida desesperada que le permita
conservar su estilo de vida”, que a un genuino compromiso con los valores de
la democracia y el bien público. Quizá trataba de evitar que se reprodujera un
escenario de libertad como el de Grecia. Y en cuanto a su relación con los
sucesos acaecidos durante el intento de golpe de estado del 23 de febrero de
1981… a ciencia cierta, nadie sabe nada. Por otro lado… ¿qué mérito podría
justificar que se regale a una familia el mando supremo del ejército con carácter
vitalicio y hereditario? Para recompensar hechos heroicos ya están las
condecoraciones, premios y monumentos.
¿Es posible que
el ciudadano Juan Carlos Borbón sea republicano?
No, sería un
contrasentido. Un monarca republicano, abdicaría de inmediato. Lo más seguro
es que el ciudadano Juan Carlos Borbón crea en su causa, del mismo modo que el
romano pontífice debe creer en la suya. Y por tanto, sería ilógico que
alguien defendiera una causa y al mismo tiempo pudiera ser tomado por un
defensor de la causa opuesta.
¿Lleva
el ciudadano Juan Carlos Borbón una vida ejemplar?
No hay forma de saberlo,
porque los medios de comunicación parecen actuar conducidos por la fantasía de
la literatura infantil, cuando no del estilo periodístico que se ha dado en
llamar “prensa rosa”, en lo relativo al máximo representante político del
Estado. De todos modos, ¿qué tendrá que ver la conducta privada de un único
ciudadano con la forma de gobierno su país?
¿Es
coherente el Título Segundo de la Constitución Española de 1978?
No, porque para empezar,
contradice el primer apartado del Artículo 1, dado que la monarquía constituye
la negación de la igualdad. También contradice el segundo apartado de ese
mismo Artículo 1, puesto que si los poderes del Estado realmente emanaran del
pueblo español, éste podría elegir a su Jefe de Estado, y eso no ocurre. Por
otro lado, el Artículo 14 consagra la igualdad ante la Ley, garantizando la no
discriminación, entre otros motivos, por razón de naci-miento, lo cual es
contrario a la existencia de la monarquía. Además, el Artículo 22, en su
quinto apartado, prohíbe las asociaciones secretas y las de carácter
paramilitar. Lo cual contradice la constitucionalidad del Título Segundo.
¿Es
verdad que el ciudadano Juan Carlos Borbón es aficionado a las motos?
Quizá. ¿y? ¿afecta eso
a su capacidad para gobernar? ¿no gobierna? Entonces… ¿por qué no puedo
elegir periódicamente a quien ostente la jefatura del Estado de mi país? El
que una persona tenga predilección por el mundo del motor,
o afición por las emisoras de radio de onda corta no revela más que su
condición de ser humano. Incluso se presta al humor fácil, puesto que denota
cierta necesidad de hacer algo serio después de una larga jornada de trabajo?
“Existen
problemas más importantes que el de la monarquía”
Un edificio se construye
empezando por los cimientos. Una sociedad, también. Todo el mundo sabe que la
democracia es el poder del pueblo. Sin democracia, solo queda la arbitrariedad.
El primer paso para que el pueblo resuelva sus problemas es no consentir que
nadie decida por él, porque quien, más quien menos, todo el mundo barre para
su casa, y la casa de todos es algo que solo todos pueden barrer. La dirección
de un país moderno no puede estar en manos de un negocio familiar. Primero:
democracia, después: todo lo demás.
“No
menciones el asunto de la monarquía, que tendrás problemas”
La existencia de conceptos
tabú, ponen de manifiesto que algo les ocurre a las libertades públicas en
nuestra sociedad. Desde posiciones de respeto, cualquier asunto debería ser
abordable. Sin la amenaza de litigios inmorales, la condena mediática al
ostracismo o el miedo al rechazo profesional (al estilo McCarthy).
“Tenemos
un buen rey”
A lo mejor sí, pero… ¿y
el próximo? ¿es moral, o ético dejar un asunto de semejante importancia en
manos del azar? Por otro lado, ¿es posible afirmar sin rubor, que la persona
que ha vivido y trabajado codo a codo con un delincuente habitual (el militar
golpista de 1936) sea la más idónea para representar hoy en día al pueblo
español? ¿alguien se imagina a la Cancillera alemana Merkel, viéndose
obligada a despachar con un monarca elegido por El Innombrable? Quizá España
sea diferente, pero sin duda, ésta es una diferencia a peor.
“Felipe está
muy preparado”
Mejor, así no tendrá
problemas para reconducir su futuro profesional. No se trata de ir en contra de
nadie en particular, sino muy al contrario, de ir a favor de la población en
general. El principal problema de la familia real no es el derroche económico,
ni las continuas ingerencias de un militar en los asuntos de la vida pública y
la política exterior, ni su falta de legitimidad de origen… no, el principal
problema de la institución monárquica es que su presencia colisiona con la
existencia de un poder político elegido por el pueblo. Una de las salidas
posibilistas, consistiría en comprometerse a mantener su tren de vida durante
algún tiempo, pero solo previa abdicación definitiva a la Jefatura del Estado.
Si el ciudadano Felipe Borbón desea involucrarse en política, debería
renunciar a su carreta militar, fundar o solicitar militancia en un partido político
legal, y a partir de ahí, convencer al pueblo, quien podría depositar su
confianza, por algún tiempo.
“El rey lo es
por designio divino”
Cualquier
credo religioso es digno de todo respeto. No obstante, hablamos de la vida pública,
de las instituciones del Estado. Por seriedad, por respeto a las diferentes
concepciones y formas de entender la espiritualidad (o su ausencia), un país
moderno no puede ser confesional, dicho sea de otro modo: ninguna religión
puede condicionar la forma de gobierno que el pueblo de España decida
otorgarse.
“La
Constitución Española de 1978 es inmutable”
Una sociedad no es una
piedra. España es hoy un país que poco tiene que ver con el que dejó tras de
si la etapa del fascismo totalitario. La realidad mundial es otra. El grado de
madurez de la ciudadanía, reclama para si lo que por simple reconocimiento
democrático le corresponde en justicia: la libertad para decidir. La Constitución
Española puede ser objeto de reforma, e incluso de completa derogación. Hoy,
España precisa de profundos cambios que respondan a unas necesidades de
organización territorial que los hechos se empeñan en definir como federales.
La inserción de nuestro país en modelos supranacionales como la Unión
Europea, el convencimiento en una mejor defensa del Medio Natural, la cuestión
de adoptar fraternalmente a quienes llegan a nuestro país en busca de un mundo
mejor, el inocultable espíritu pacifista, la búsqueda de la paz en el País
Vasco, la asunción de un Estado culturalmente plurinacional, la plena igualdad
de derechos de la ciudadanía y el respeto a las minorías, constituyen desafíos
que superan ampliamente el ámbito de la vieja Carta Magna. Y de entre todos
esos puntos el más evidente y vergonzoso, es el mantenimiento de una institución
medieval en la cúspide de la jerarquía de un país, en 2006.
“Otros países
tienen monarquía, y les va muy bien”
Hablamos de nosotros.
Sociedades distintas tienen momentos distintos. Otros verán por si mismos qué
quieren hacer, qué les dejan hacer, y cuándo deciden hacerlo. Los países
extranjeros son independientes del nuestro. Si algo ha caracterizado los Siglos
XIX y XX, ha sido la progresiva asunción del poder por el pueblo, en base a los
principios ilustrados de los pensadores franceses, alemanes, rusos, ingleses y
griegos clásicos, entre otros. De todos modos, incluso entre los países que
conservan la monarquía como símbolo, su nivel de madurez democrática es mucho
mayor que el de España. Nadie en Canadá ni en Australia consentiría que su
ordenamiento jurídico concediera mando efectivo en su país, a la reina de los
ingleses. Nadie en Japón permitiría que el emperador volviera a influir en su
política de defensa. Monarcas absolutos con mando supremo sobre el ejército ya
solo los encontramos en el Vaticano, Marruecos o los países de la península arábiga…
y España, claro. De todos modos, si vamos a hacer un análisis serio, las
razones por las que Holanda, Bélgica, Suiza, Reino Unido, Japón, Luxemburgo,
Canadá, Australia, Dinamarca o Noruega gozan de sistemas democráticos más
avanzados y mejor calidad de vida que las de España, no tienen su explicación
en la monarquía, sino en otros factores, el principal de los cuales proviene de
su grado de libertad en las anteriores siete décadas, en comparación con
nuestro país. Además, se hace difícil encontrar un país en el que, como en
España, el ejército se haya visto obligado tantas veces a adoptar un papel
represor contra su propia sociedad civil. Dicen que el diablo cuando se aburre
mata moscas… al ejército español, una vez perdidas todas las colonias, se
utilizó para reprimir protestas sindicales, destruir el gobierno legítimo,
prohibir lenguas y culturas autóctonas y atemorizar a al oposición.
“La
Segunda República fue un caos”
Sí, sobretodo teniendo en
cuenta que tuvo que lidiar con los constantes embates destructivos provenientes
del nacional catolicismo de la ultra derecha, que finalmente, cansada de perder
elecciones y no poder imponer su voluntad como antaño, optó por dar un Golpe
de Estado, provocando la Guerra Civil Española. La Segunda República constituyó
una decidida apuesta de la mayoría de la sociedad española en busca de un
futuro de libertad, justicia, progreso, laicismo, igualdad, federalismo,
fraternidad, pacifismo… que se duró poco, apenas un lustro, porque ciertos
poderes fácticos no podían tolerar que un país como España completara
satisfactoriamente una experiencia cívica como la que se desprende de la
Constitución de la Republica Española, de 1931, que planteaba el respeto a las
culturas, la separación de poderes, la emancipación de la mujer, la defensa de
las clases desfavorecidas, el multipartidismo… demasiado bien, en muy poco
tiempo. ¿Y porque se repite tanto entonces, que la República era el Mal, que
se mataban sacerdotes, etc.? Muy sencillo: los partidos conservadores españoles
hace setenta años que demonizan la República, en la esperanza de que ésta no
vuelva jamás, y así poder conservar los privilegios que les ofrecen los
sistemas arbitrarios como el totalitarismo o la monarquía. ¿No es cierto? Si
no temieran la libertad, no la atacarían con tanto interés. Quien ataca la
existencia de unas elecciones libres… ¿qué teme de ellas? ¿el resultado? No
es una cuestión baladí: hablamos de que toda persona que tenga menos de 80 años,
se ha formado en un ambiente en el que se le repetía una y mil veces que la República
es el mal. Y en cuanto a la muerte de sacerdotes… “papá Estado” hizo algo
peor que quitarles la vida: les redujo las inexplicables subvenciones públicas.
“La República
es cosa de separatistas”
No, lo único que quieren
separar los republicanos son los poderes del Estado, en interés general, y para
garantizar el auto control y la transparencia, reducir el despotismo y
dignificar la clase política. Lo primero es conceder al pueblo la capacidad
para organizarse y decidir, y luego, lo que haya que ver ya se verá,
naturalmente, se verá en las urnas y en los parlamentos, y jamás de otro modo.
“George W Bush
es republicano”
Sí, pero no es lo que
parece: en efecto, el presidente de los Estados Unidos de América, es
republicano, como el presidente de Francia, es decir, son jefes de Estado
elegidos por el pueblo, por un período determinado, a través de elecciones
libres. Pero el presidente americano es republicano presidencialista, lo que
significa que los sistemas de control y las prerrogativas de su cargo no son
precisamente las descritas por los ilustrados franceses del Siglo XVIII. Además,
está la coincidencia de que el partido de George W Bush, se llame Partido
Republicano, de ideología es muy conservadora, en contraposición con el otro
gran partido estadounidense, el Partido Demócrata, que es de derechas.
Nuevamente cabe señalar: el extranjero es el extranjero, y España, es España.
“La República
es un sueño utópico”
No, con esfuerzo, razón y
paz, todo se puede defender, y todo se puede conseguir. Partiendo con un espíritu
derrotista, jamás se habrían conseguido logros tan grandes para la Humanidad,
como la abolición de la esclavitud, la equiparación de derechos entre la mujer
y el hombre, el sistema de la Seguridad Social, la seguridad jurídica, la no
discriminación racial, y un largo etcétera.
“La República
es cosa de comunistas, masones y anticlericales”
No, por definición, la
República es cosa de todas y todos. Es cierto, que al principio había cierta
tendencia a identificar los valores de la República (igualdad, libertad,
fraternidad), con idearios comunistas… pero, con ser cierto en parte, esta es
una afirmación tendenciosa. También se ha confundido la defensa del laicismo
con el anticlericalismo, lo cual es otro error: una cosa es defender que el
Estado no debe estar mezclado con la jerarquía de ninguna religión, ni la católica,
ni el Islam, ni ninguna otra, y otra cosa muy distinta, es pretender que los demócratas
vayan a atacar a los profesionales de algún culto. Precisamente, garantizar la
libertad de culto es uno de los principios de la República, y por eso, el no
identificar al Estado con ésta o aquella religión, lo que hace es ser una
muestra de respeto hacia quienes profesen credos minoritarios. Sobre la masonería…
para que lo entienda cualquier profano, se trata de una asociación de amistad,
que defiende valores de respeto y ayuda mutua, y entre sus normas está el no
inmiscuirse en asuntos políticos ni religiosos, amén de promover la igualdad
entre personas libres y fraternas. Sin profundizar más… una organización así
(que además no es cierto que sea secreta), en modo alguno puede resultar dañina
para el interés general.
“Los
republicanos provocaron la Guerra Civil”
No, la guerra la hicieron
quienes tenían armas y las utilizaron en contra de las instituciones electas
por el pueblo al que precisamente habían jurado defender. Es muy grave mentir
en algo tan básico y fácil de comprobar. El revisionismo histórico movido por
intereses políticos, es algo que avergüenza al más pintado.
“Los
republicanos pretenden destruir España”
No, todo lo contrario. Los
republicanos (y las republicanas), lo único que persiguen es que todos los
cargos públicos de España sean elegidos en las urnas.
“Los
republicanos quieren matar al rey”
No, en la Francia del
Siglo XVIII, quizá, pero hoy en día, aquí, en España, lo único que deseamos
los republicanos es que el ciudadano Juan Carlos Borbón se dedique a otra cosa,
que tenga un trabajo como cualquier otro español, y que no entorpezca la vida
de las instituciones públicas del Estado, al frente de cuya dirección deben
colocarse personas elegidas en las urnas, por períodos razonables, y en situación
de recíproco control y supervisión. No hay que matar a nadie, eso sería
violento, y a los republicanos modernos nos repugna el recurso a la violencia
como instrumento para conseguir medios políticos. Simplemente, deseamos que la
ciudadanía de España no sea objeto de herencia familiar, como si de ganado se
tratara. Estamos en enero de 2006, nuestro país posee la octava mayor economía
del planeta (este año el Producto Interior Bruto español ha superado al
canadiense). Nadie quiere matar a nadie. Todo lo contrario, perseguimos la plena
legitimidad democrática del país.
“Los
republicanos se mueven por odio, revanchismo y envidia”
No, ni siquiera debería
ser necesario explicarlo: no hay odio, sino concordia; no hay revanchismo,
porque no hay reos ni objetivos personales, y envidia… solo envidiamos las
cotas de madurez democrática de la que otros países hacen gala, de la que la
propia España hizo gala en el pasado… en pleno 2006, las repu-blicanas y los
republicanos españoles, solo envidiamos nuestro futuro.
“Con la República
desaparecerían los valores culturales de España”
No, muy al contrario, con
la República, se enriquecerán los valores tradicionales de los pueblos de España,
con lo mejor de la filosofía política elaborado por el resto del planeta a lo
largo de toda la Historia. Bien conocido es el fragmento que el filme español
“La lengua de las mariposas” instaló para siempre en nuestra memoria:
“con solo una generación de españoles educados en los valores de la
Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, la semilla de la República habrá
germinado, y ya nunca será posible volver a los tiempos de la oscuridad”.
Jaume
d'Urgell
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