¡VÁYASE  SR. BORBÓN!  

 José Dalmau 

Febrero 2004         

 

                    En su día le dirigí una carta abierta Sr. Borbón , en su calidad de actual inquilino de la Zarzuela, que se publicó en el País, si bien echando agua al vino al cambiar el título de “¡váyase Sr. Borbón!” por el de “real democracia”.

          Dos son los hechos que me mueven a volver a reproducirla:

          Uno el compromiso anunciado del futuro enlace morganático, que de llevarse a cabo ¡ojalá!, por el Sr. Borbón hijo, derramará por un sumidero su aparente legitimidad histórica, impuesta por la “soberana voluntad” del general Franco, y sin haber declarado lealtad a su padre también Sr. Borbón cuando este se la pidió.

          Otro segundo el no haber recibido contestación debida por una elemental norma de educación, a no ser que su realeza considere al firmante como un simple vasallo y no un ciudadano del pueblo hijo de obrero y a mucha honra.

 

¡Salud y República!               

 

Copia de la carta  ¡Váyase Sr. Borbón!

                                                            Con motivo de los 29 años de aquella remota dictadura, más de un partido político, tras definirse como republicanos en boca de sus líderes o (eso es lo malo, el que existan líderes, cuando el único que debería serlo es el pueblo llano) siguen afirmando que su elección hace 29 años no fue entre monarquía o república, sino entre dictadura o democrácia, haciendo gala de su condición de taumaturgos.

                                                            ¿Cómo se puede ser demócrata cuando hay un señor que es inviolable y no está sujeto a responsabilidad? Malamente, pero eso es lo que instituye la Constitución Española de 27 de diciembre de 1978 (por un día nos salvamos de ser los Santos Inocentes).

                                                            Aunque unos pocos votamos que nones al ser de nacimiento republicanos, es decir demócratas de verdad y sin sofismas, la acatamos por la ley de la mayoría que el pueblo quiso y no los políticos advenedizaos, al parecer por su condición de venir en aquel entonces reciente del extranjero.

                                                            Si es cierto (y no me permito dudarlo) todas las virtudes que le adornan según panegíricos, muestran su real gallardía imitando a algún antecesor suyo y váyase para que España pueda alcanzar una real (sin rey) democrácia en sustantivo y sin adjetivos que la desvirtúen.

                                                            Será la única manera, dada la actitud de los que nos dicen representar, de que todos seamos iguales en estos pagos y seguro que así pasaría a la historia como un auténtico soberano de sus actos.

                                                            Por cierto que tengo algún vecino que también es inteligente, simpático y bien nacido que podríamos elegir, de presentarse, como presidente sucesor para que no existiera solución de continuidad.

                                                           Con mi agradecimiento de antemano por su futura decisión pues la esperanza es lo último que debe perderse, de poder disfrutar de la III República, que será la buena, por aquello de que no hay dos sin tres y que a la tercera va la vencida.

                                                             José Dalmau.     Madrid

 Publicada en cartas al director de  EL PAIS.

 




 
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