Petición
de Mano
Nuria CHACEL
Usan
la técnica de choque para sorprender la conciencia colectiva; interrumpen todas
las programaciones, enuncian la monárquica noticia y se dan al simulacro de
escenas que dicen representar toda la enorme felicidad colectiva en vivo y en
directo. Con ritmo frenético, repasan los últimos pasos de la novia con
retratos familiares y en movimiento. Gacetilleros de a pie aparecen en la
pantalla sin tener nada que decir. La puesta en escena está calculada en
coherencia con el noticiable al que sirven. Formato de guerra de los mundos de
Orson Welles. Su gusto lo gobierna el dictado rosáceo y cutre. La gente se
remueve, sublima frustraciones con el cuento regio de la cenicienta, aunque le
invada el resquemor hasta instalarse en el desprecio; al otro lado del espejo, sólo
delincuentes, materia informe con perfil de alimañas.
Cualquiera
puede ser elegida; al fin y al cabo, algunas plebeyas son honradas. A partir de
ese clima, la histeria se fabrica del mismo modo. El gacetillero recoge palabras
murmuradas por líderes políticos inquietantes. ¡Qué sean felices! Opinadores,
tertulianos y cofrades inician el panegírico. Semblanza y excelencias de los
herederos. Para las chicas malas, cumplimiento de castigo. Las estrategias
desarrolladas por los medios de comunicación, canales de TV y emisoras de
radio, expresan con nitidez el rol político que desempeña en el régimen
democrático. Es decir, la continuidad que impuso el dictador al dejarlo todo
bien atado. Al servicio de la ideología de ley y orden, los medios siembran
inquietud por la delincuencia, hablan de cierto estado de inseguridad, si no
fuera por el concurso de la corona, garantía de orden y de continuidad, en
dosis suficiente para que el capital, su sistema, aparatos policial y judicial
sigan campando a sus anchas, ordenando el consenso que precisa y enmascara su
fiasco, fácil de constatar en el nivel de la miseria de su filosofía. Para
todo ello, reclaman auxilio de lo que llaman opinión pública, la que ellos
moldean a placer para justificar sus tenebrosas propuestas, como guerras
anticipatorias, impunidad regia, evasión de capitales, fastos reales, desfiles
coronados y una ristra de ofensas permanentes contra la inerme mayoría social.
La opinión pública tiene poco que ver con lo que piensa la gente cuando decide
pensar.
La
opinión pública es un espantajo que airean a su gusto, con el objetivo de
vender lo que les sostiene y lograr más cuota de réditos. Sin espacio libre
para los que creen que es urgente cuestionar los mecanismos que manejan
para
potenciar la democracia auténtica, no la delincuente como la que tenemos, e
intentar comprender lo que hay tras cada fasto regio impuesto, como poner en
escena, en vivo y en directo, una petición de mano ante millones de cenicientos
y otras tantas cenicientas. Ninguna atención para el dolor y aflicción de sus
guerras imperiales, muerte y sufrimientos. Ninguna piedad para los niños reos
de Iraq que, seres humanos aunque no lo parezcan, sufren en soledad, aislados en
una enorme prisión en la que han convertido su tierra y su país todos los
aliados liberadores, monarquía franquista incluida, tierra vencida que excluye
a sus habitantes. ¿Encierro perpetuo? La respuesta del sistema consolida la
ruptura definitiva de esas personas, niños reos, mujeres reos, ancianos reos, jóvenes
reos, desesperados reos y parias de la tierra reos que reciben castigo por su
insurgencia contra los asesinos del eje del bien y por querer defenderse de la
agresión, reclamar la soberanía de su país y luchar por su libertad. Algún día
lo serán y recuperarán su independencia. Para entonces, habría que
preguntarse qué hicimos por ellos para reparar y paliar el escarnio a tantas
personas. Víctimas sí. No delincuentes. Delincuentes y asesinos son los
invitados de honor a las peticiones de mano reales.