Carles González
10-1-04
¡Qué escandalazo! Resulta que el ex de la protorreina se plantó el jueves en un programa de la televisión nacional en el que contestaba a una serie de preguntas cortas.
El
chico va de intelectual así es que respondía en tono de monstruo de la cultura
o de megaescritor, como si se le hubiera olvidado que no lo entrevistaban por
sus méritos literarios sino por su pasado affaire con Doña Leticia
(vuelvan a disculparme la “c” pero les prometo que la corrección automática
de mi PC por ahí no pasa).
Lo bueno fue cuando le preguntaron sobre la sexualidad. Y como
la gracia (presunta) de la entrevista estaba en el juego de preguntas cortas y
respuestas fulminantes al chico no se le ocurrió otra cosa más que contestar:
creatividad.
Fue entonces, lo siento, cuando creo que a toda España le
vino a la cabeza la misma maldad. A mí por lo menos se me desmoronó el encanto
de la princesa blanca y pura, como aprendimos en los cuentos (¿podría la
monarquía haber salido de algún lugar que no fuera un cuento?).
Parece que las princesas le pegan al sexo creativo, que es
como esclarecer que también tienen su puntito picante. ¡Caray! ¡Cómo han
cambiado las cosas!
Esta perversión de las esencias ha traído una nueva generación
de princesas divorciadas, con exmaridos que van por ahí proclamando poco menos
que el amor libre. Salpicando, de rebote, el marfil de la inmaculada sexualidad
regia. Porque digo yo, que en algo conciernen al pasado de la princesa la
opiniones de su ex marido sobre la sexualidad.
Se acabaron las reinas pulcras como los jarrones de porcelana,
las sonrisas simplemente benéficas, la mera sexualidad monárquica de la
procreación. Los antecedentes de las monarquías ya no son conquistas y grandes
tratados, el pasado de la corona es ahora el sexo creativo. ¡Buen salto!.
Lo peor es que hay quién vea en eso el germen de un progreso.
Yo en tanto sexo creativo sólo veo la impune redención de las contradicciones
de la no-república. Así da gusto ser conservador. .