Asturias, Covadonga y la boda de Felipe, o cómo nos cuentan los cuentos

José A. Madiedo Piñera
Rebelión

 

La Nueva España, periódico de mayor tirada de Asturias, ha publicado una editorial rotunda y contundente desde el título hasta el último párrafo. Comienza con un título elocuente en sí mismo. Covadonga, impulso de Asturias.

En un primer momento intenté visualizar alguna mujer sobresaliente de la región que respondiese a ese nombre. Pero nada más leer el primer párrafo comprendí que la editorial no se refería a alguna personalidad de la sociedad asturiana. No, se refería al Real Sitio de Covadonga, enclave de la cueva en la que supuestamente Pelayo junto a algunos otros hombres y con la inestimable colaboración de sobrenaturales poderes religiosos, consiguió resistir el ataque moro para comenzar el proceso de reconquista de territorios de la península.

De principio a fin el artículo recurre a un popurrí de sentimientos patrióticos y religiosos junto con ciertos toques de utilitarismo económico. Así se mezcla la monarquía Asturiana, con la significación religiosa de Covadonga como centro mariano, y con el potencial turístico que ofrece.

Como asturiano, como español, y por encima de todo como ciudadano, me parece un insulto el sesgo que se le da a dicha editorial.

Atribuir ese carácter de símbolo indiscutible a Covadonga, sabiendo que los símbolos son fruto de una imposición simplemente empeora el carácter de dicha editorial. Covadonga tiene de símbolo lo que tiene porque la historia se escribe como interesa y se cuenta cuando más conviene.

Apelar a ese sentimiento religioso me parece cuanto menos una falta de respeto hacia los asturianos que no nos consideramos seguidores de ninguna religión. Cuando no un cierto atentado a la Constitución. Esa Constitución a la que tanto y tan fuerte se agarran algunos que quizá acaben por romperla. Porque la derecha ideológica de este país, entre la que se podrían incluir a destacados miembros del PSOE, parece haber olvidado que los artículos 14 y 16 de dicha Constitución garantizan la superioridad de la ley sobre religión así como la aconfesionalidad del Estado Español.

Pues bien, a toda esa derecha ideológica cabe decirle que la Iglesia y la religión para muchos de nosotros no representa más que un freno al desarrollo intelectual y moral de la sociedad. Saltar de los tiempos de Pelayo al momento actual, mezclando contenidos religiosos, y a la vez obviar los escabrosos episodios de la Inquisición y la innegable relación entre la Iglesia Católica y el dictador Franco es una muestra de irresponsabilidad cívica bastante grande.

Pero no solo se apela a la religión, sino que también se hace un importante recorrido, de doce siglos nada menos, para establecer un paralelismo entre Adosinda, esposa del rey Silo, y Leticia Ortiz, prometida de Felipe de Borbón y Grecia. Así, y de acuerdo a algunos destacados representantes políticos de nuestra región, entre los que se encuentran miembros del PP y del PSOE, este enlace supondrá para nuestra región un innegable trampolín para su desarrollo. Si hacemos caso a algunos de dichos políticos, debemos dar gracias por tener los Premios Príncipe de Asturias. Si esto es realmente así no quiero ni pensar lo que sería de esta región sin ellos, teniendo en cuenta lo que es con su existencia. La tasa más baja de natalidad de España, y una población en recesión. Por no mencionar el estado de cuasi quiebra financiera de la región.

Para aquellos que ensalzan la figura de Pelayo como precursor de la Monarquía, tratando de ver en ello un símbolo de progreso para nuestra región les recomiendo que lean el libro de Fulgencio Argüelles "Los clamores de la tierra". Además de disfrutar de una buena lectura, podrán descubrir un poco a cerca de la figura de Ramiro I, quién no sale muy bien parado en lo referente al trato dispensado a los astures. Pero claro, quizá sea que hay que pasar de Pelayo a Adosinda, y de ésta a Letizia olvidándonos del resto.

Y puestos a hablar de símbolos y de Asturias en clave literaria, una sugerencia más, "Románticu", de Milio Rodríguez-Cueto, novela en la que uno de los personajes hace una interesante reflexión sobre el simbolismo de la cruz de la victoria, y se atreve a proponer alguna alternativa para ella.

En Inglaterra entonan aquello de "Dios salve a la reina". Quizá en Asturias debamos entonar el "Dios salve al príncipe" como grito de esperanza colectivo. Espero que no. Aun más, espero que la sociedad española y asturiana se den cuenta pronto de la tragedia colectiva que para nosotros como sociedad está suponiendo esta boda. El paro aumenta, la censura contra las publicaciones que airean los negocios sucios de la Monarquía son implacables, el secretismo gubernamental es cada vez más inadmisible -caso Yakolev, caso Carod-Rovira, guerra de Irak, Prestige, intento de archivar la investigación de la muerte de 37 personas en Cádiz-, la criminalización de la libertad de expresión va en aumento, los espacios dedicados a la religión en las televisiones públicas se hacen cada vez más notorios y un largo etcétera de situaciones que deberían preocupar a una sociedad concienciada. Mientras todo esto sucede, los medios de comunicación han encontrado en esta boda una buena forma de alimen tar a la sociedad española con una buena ración de crónica rosa. La pedida, el sastre, las estatuas de cera, el cuento de la cenicienta como cortina de humo para la novela de la realidad. ¿Hasta cuándo los medios tradicionales de este país seguirán siendo comparsa de esta desmembración social que estamos viviendo?





 
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