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Valencia, capital de la República

 

Rafa Esteve-Casanova 

Diarios del Siglo XXI  12 de Octubre de 2006

De toda hace ya mucho tiempo. Tanto que los más jóvenes desconocen la historia, desconocen la historia de su ciudad al tiempo que ignoran su propia historia y la de sus mayores. Durante años hombres oscuros y grises nos la robaron, nos quitaron un trozo de nuestra vida, una parte importante de lo que nosotros y nuestra ciudad habíamos significado en momentos importantes para el devenir de este país. Unos pocos fuimos, paso a paso, recuperando aquello que nos era negado. Recorrimos, con los ojos abiertos, las calles de esa Valencia que se nos negaba y con el testimonio, siempre entre susurros, de los más ancianos fuimos reconstruyendo parte de aquello que la ciudad había sido. Acariciamos con los dedos las viejas paredes blanqueadas de los “refugios” en los que, al sonar las sirenas, nuestras madres, ilusionadas jóvenes en aquellos días, se guarecían de las bombas de la aviación fascista. En excursiones nocturnas, etílicas y alegres, paseamos por la calle de la Paz admirando la arquitectura modernista de sus casas y haciendo una parada obligatoria en aquel edificio en el que se habían reunido intelectuales como Octavio Paz o André Malraux entre otros en 1937 intentado llamar la atención de un mundo que cerraba los ojos ante el avance impecable del fascismo. Un día, ya con las sienes encanecidas, aprendimos que era posible perdonar pero que nunca debíamos olvidar.

Este año se cumplen siete décadas de muchas cosas. El verano que ya nos ha dicho adiós entre esas hojas ocres que comienzan a abandonar los árboles recordó que hace setenta años un grupo de generales decidió cambiar la historia de España- sus nietos ideológicos siguen intentándolo a cada instante- y estos días se cumplen también fechas en las que los primeros soldados de una abigarrada fuerza internacional comenzaron a llegar a España para defender al mundo occidental de las garras del fascismo que comenzaba a extenderse por tierras alemanas e italianas. Jóvenes de todo el mundo llegaron a la vieja piel de toro cargados de ilusiones para defender los ideales de patria y libertad. Miles de ellos quedaron para siempre en esta tierra que durante cuarenta años les relego al olvido. El resto, tiempo después, tuvo que dejar las trincheras obligados por la presión internacional mientras los italianos y alemanes aliados de Franco continuaban masacrando españoles.

Y por aquellos días Valencia- quién lo diría ahora- se convirtió en capital de la Republica. El 1 de Noviembre de 1.936 en el hemiciclo del Ayuntamiento de la capital del Turia se celebró la primera sesión de las Cortes republicanas fuera de Madrid. El sitio continua igual, tan sólo ha cambiado la foto que preside el salón de actos, hoy una foto de Juan Carlos de Borbón presidía los actos en los que en la persona de George Sossenko, viejo brigadista ucraniano, los valencianos hemos celebrado un homenaje a todos aquellos jóvenes que dejaron todo: vida, amores, trabajo..., para venir a defender las tierras de España de sus viejos demonios familiares. Entre los viejos mármoles, gastados por el uso y los años, y las rancias maderas nobles del salón de actos del Ayuntamiento de Valencia han resonado con fuerza las palabras del viejo, pero siempre joven, luchador ucraniano que sobrevivió a los ataques de los “moros” de Franco y a las penalidades de una Guerra Mundial que a muchos de ellos les llevó a los campos de exterminio nazis o a los “gulags” del padrecito Stalin.

Me he sentado justo detrás del escaño donde en su día se sentó Largo Caballero y en más de un momento, mientras escuchaba a Sessenko con su viejo acento argentino, he recordado aquella Valencia acogedora de miles de niños madrileños que llegaron aquí huyendo de la guerra. En algún momento mis ojos han mostrado indicios de humedad recordando aquel padre que nunca pudo llevarme a montar en los tiovivos de la feria, murió siendo yo muy niño victima de las penurias de las cárceles franquistas, y he llegado a pensar que en algún frente de aquella guerra fratricida estuvo codo con codo en las trincheras con el viejito que ahora nos dirigía la palabra. Teruel o Pozoblanco les pudo haber unido. Ahora, una parte de nuestra historia estaba delante mío.

Algunas cosas han faltado. Los responsables del evento han sido respetuosos con las directrices de nuestra alcaldesa y ninguna bandera tricolor ha aparecido en el acto, tan sólo en algunas solapas se han podido ver los viejos colores republicanos, y cuando desde el público alguien ha intentado lanzar vivas a la República el público se ha reprimido en sus deseos y ha ahogado los vivas con aplausos. Unos aplausos que con los asistentes en pie han durado más de cinco minutos en recuerdo de los viejos brigadistas y de aquella Valencia que un día fue capital de la Republica. Naturalmente ni nuestra Alcaldesa ni la lengua del país han hecho su aparición en el acto. Esto habrá que anotarlo en el debe de unos y otros. Mientras, el ciudadano Juan Carlos nos miraba a todos desde el cuadro colgado en la pared.

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