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La honrada tradición republicana
El
presidente del Gobierno ha reivindicado, una vez más, el alto valor ejemplar de
la tradición republicana, al sostener que "muchos de los objetivos,
grandes aspiraciones y de las conquistas que imprimieron los mejores valores de
aquella época están hoy en plena vigencia". Pues bien, en esta tradición
se integra la definición de España como nación. En efecto, el Proyecto de
Constitución Federal de la República (1873) abre su título I --De la Nación
española-- con este precepto: "Componen la Nación española los
estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares,
Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Catalunya..."; y la
Constitución de la Segunda República (1931), si bien define a España como
"una República democrática de trabajadores de toda clase", asume la
idea de nación, pues el artículo 67 establece que el presidente de la República
"personifica a la Nación", y los artículos 76 y 117 se refieren,
respectivamente, a "la seguridad de la Nación" y al "crédito de
la Nación".
Es
lógico, por tanto, que el político que mejor encarnó en los años 30 los
valores republicanos --Manuel Azaña-- dijese, en el debate del Estatut
de Catalunya, que "si nosotros no estuviésemos convencidos de que el votar
la autonomía de Catalunya, o de otra región cualquiera, es una cosa útil para
España, justa e históricamente fundada y de gran porvenir, por muchas cosas
que hiciérais o que dijérais no os votaríamos la autonomía bajo ningún
concepto ni pretexto". Sobre esta base, no puede extrañar tampoco que el
mismo Azaña dijese que "cuando se está a la cabeza de un gran
pueblo cargado de rancios e indecibles sabores, el alma más frívola se cubre
de gravedad pensando en la fecundidad histórica de los aciertos y de los
errores".