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La honrada tradición republicana
 
Juan José López Burniol
Notario

El Periódico 16 de Abril de 2006


El presidente del Gobierno ha reivindicado, una vez más, el alto valor ejemplar de la tradición republicana, al sostener que "muchos de los objetivos, grandes aspiraciones y de las conquistas que imprimieron los mejores valores de aquella época están hoy en plena vigencia". Pues bien, en esta tradición se integra la definición de España como nación. En efecto, el Proyecto de Constitución Federal de la República (1873) abre su título I --De la Nación española-- con este precepto: "Componen la Nación española los estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Catalunya..."; y la Constitución de la Segunda República (1931), si bien define a España como "una República democrática de trabajadores de toda clase", asume la idea de nación, pues el artículo 67 establece que el presidente de la República "personifica a la Nación", y los artículos 76 y 117 se refieren, respectivamente, a "la seguridad de la Nación" y al "crédito de la Nación".

Es lógico, por tanto, que el político que mejor encarnó en los años 30 los valores republicanos --Manuel Azaña-- dijese, en el debate del Estatut de Catalunya, que "si nosotros no estuviésemos convencidos de que el votar la autonomía de Catalunya, o de otra región cualquiera, es una cosa útil para España, justa e históricamente fundada y de gran porvenir, por muchas cosas que hiciérais o que dijérais no os votaríamos la autonomía bajo ningún concepto ni pretexto". Sobre esta base, no puede extrañar tampoco que el mismo Azaña dijese que "cuando se está a la cabeza de un gran pueblo cargado de rancios e indecibles sabores, el alma más frívola se cubre de gravedad pensando en la fecundidad histórica de los aciertos y de los errores".

 

 

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