La
Memoria Histórica, Viento del Pueblo
Pedro
A. García Bilbao
España está
viviendo en los últimos tiempos un sorprendente debate. Amparados por medios de
prensa, cadenas de radio y hasta cadenas de televisión pública, se exponen análisis
de corte neofascista que revisan nuestra historia reciente y calumnian a la República
Española de 1931 e infaman a quienes lucharon en defensa de las libertades
durante la guerra civil o fueron asesinados durante la dictadura posterior. No
hay tal debate en realidad, pues no pretenden discutir nada, sólo extender su
intoxicación entre una masa de población inerme y sin anticuerpos culturales o
formativos tras una Transición Política deficiente y patética desde un punto
de vista democrático.
No es fácil combatir estas actividades. Entre otras cosas porque los medios que
propalan el revisionismo son impermeables al discurso democrático que incluya
referencias a la Memoria Histórica. Ocurre también que explicar las cosas que
son o resultan obvias para cualquiera mínimamente bien informado es algo que
puede resultar agotador y quizás por ello muchos que debieran, saben o pueden
-unos más que otros- callan las más de las veces; tampoco hay medios de
comunicación proclives a incluir estos debates. Se puede intentar, no obstante,
pero ello exige buena intención por una y otra parte o al menos cierta
capacidad de superar prejuicios y estereotipos. No parece que sobre de esto en
los medios neofranquistas como la Cadena COPE o en el diario La Razón,.
Particularmente dolorosa está siendo la actuación de la Cadena COPE (ligada a
medios católicos), prácticamente tomada por verdaderos mensajeros del odio;
toma dolorosa para quienes sufren viendo en manos del neofranquismo más crudo,
el principal medio de comunicación de la Iglesia en España, algo que no se
corresponde -creemos- con el sentir de la mayoría de los católicos españoles.
Autotitulados como «liberales», nuestros flamantes neofranquistas (Jimenez
Losantos, Cesar Vidal, Pío Moa y algunos otros dioses menores) parecen estar
obsesionados con lo ocurrido allende el Vístula en 1917 y todo parecen juzgarlo
en función de eso; parecen funcionar con prejuicios muy asentados y no resulta
fácil entablar con ellos una conversación racional. El comunismo aparece así
como la gran excusa para todo lo sucedido en la GCE y la dictadura. Se empieza
por decir que la República cometió errores y crímenes, que no era tan democrática,
que los republicanos se llevaban mal entre ellos y que la izquierda era
izquierda y no republicana para acabar denunciando el peligro «comunista». que
acechaba en aquella época. Pero este «peligro comunista» omnipresente en sus
discursos de hoy, es de recurso más tardío, es hijo de la Guerra Fría. Históricamente,
la movilización reaccionaria contra la República se debió tanto por un
rechazo a las diferentes manifestaciones de la izquierda (de anarquistas a
comunistas) como sobre todo al peligro que suponía la consolidación de la República
de 1931 como estado democrático. Hubo más de rechazo antiliberal y
antilaicista que anticomunismo; de hecho se asimiló todo en una curiosa
amalgama reaccionaria y asesina que con la colaboración de Hitler y Mussolini y
la inacción de Francia e Inglaterra logró vencer a la República. La parte de
ataque al liberalismo político y al sistema democrático en sí mismo es
abandonada en la actualidad y se rescata solamente la faceta «anticomunista».
Uno de los temas recurrentes en la ofensiva neofranquista es combatir ciertos
hechos históricos, como por ejemplo el retroceso cultural sufrido por España
con la guerra civil española (GCE). Y no es una cuestión abordada con método
o rigor. De ninguna forma; es la voz misma de la propaganda fascista de hace 50
años la que volvemos a oír. Para hablar de la suerte de la cultura española
tras la guerra civil española y valorar el impacto de la GCE y del franquismo
en ella, se recurre de forma constante a la comparación con la URSS. «Comparen
la riqueza cultural de España en 1975 con la desastrosa situación de la URSS
en 1990», nos dicen. Nos preguntamos: ¿Pero qué tiene que ver la URSS con
nosotros como país y nuestros últimos doscientos años de historia? Con todas
nuestras deficiencias y retrasos históricos nuestra historia en ese periodo es
mucho más parecida a la de las naciones de nuestro entorno occidental que a la
de la Rusia histórica. La experiencia del liberalismo (las Cortes de Cádiz en
nuestro caso), la tensión entre absolutistas y liberales, la lucha entre los
integristas y los laicos por el papel de la Iglesia en la sociedad (los procesos
de secularización), la aparición del movimiento obrero, la industrialización
y sus tensiones políticas y territoriales, la batalla por la construcción de
un estado y un sistema económico moderno, las luchas agrarias por la emancipación,
el ascenso de la burguesía y su lucha por participar y controlar el estado y
construirlo según sus necesidades, la aparición de un sistema de opinión pública
y la necesaria libertad de expresión para ello, el camino hacia el sufragio
universal, podríamos seguir enumerando factores de cambio y tensión en la
modernización de las estructuras sociales que afectan al reparto del poder pero
con estos puede bastar. Pues en todos esos factores la experiencia española es
mucho más cercana a la italiana, la francesa o la alemana de lo que nunca ha
estado de la rusa. No son experiencias históricas -la rusa con la española-
que podamos asimilar tan fácilmente una con otra.
La debacle de la cultura española con la GCE con quien debe compararse es con
experiencias parecidas y de su mismo orden. El caso alemán, por ejemplo. El
italiano. La emigración forzosa de intelectuales alemanes desde la llegada de
Hitler al poder sí es comparable a la de los españoles antifranquistas. Supuso
un verdadero horror, la expulsión y persecución de disidentes «culturales»
en la Alemania de Hitler. Judíos y no judíos; los EE.UU e Inglaterra dieron
acogida a toda una generación de intelectuales y científicos que escapaban de
los nazis. Pero en proporción España perdió mucha más gente preparada -por
la vía del exilio-, entre otras cosas porque en Alemania el número de
disidentes fue menor.
Los rectores de todas las universidades españolas se exiliaron. Con ellos más
de 6.000 profesores de universidad se exiliaron o dejaron sus puestos. ¿Saben
ustedes lo que es para una Nación perder de golpe 6.000 profesores de
universidad? Y no entremos al detalle de cuantos fueron asesinados, encarcelados
o expulsados de sus cátedras.
La cultura es en primer lugar la reproducción del conocimiento. Liquide usted
el subsistema social de reproducción del conocimiento y tardará usted
generaciones en recuperar el nivel. No es sólo un problema de saber hasta donde
hemos avanzado hoy, sino de saber donde estaríamos si no se hubiera producido
la debacle. La trayectoria cultural ascendente de España desde la Restauración,
pese a todo, se truncó de forma dramática. Fue patente en la universidad....
¿Y en la Escuela?
¡¡La escuela!! La persecución contra los maestros-as nacionales permitiría
solo con eso hablar ya de genocidio. En Aragón, por citar datos recientes y
comprobados, hubo 190 maestros fusilados durante la GCE; miles y miles de
maestros de toda España asesinados, encarcelados o expulsados. Fue un plan
deliberado de llevar la destrucción a ese colectivo y aniquilar su recuerdo y
su influencia. Si el daño en la universidad resultó espantoso, el sufrido por
la educación primaria y básica no fue menor. Retroceso en los contenidos, en
la calidad de los docentes, dirigismo y manipulación, integrismo religioso, un
nacionalismo antidemocrático atroz, una falsificación de la historia hasta límites
grotescos, un predominio de la propaganda y el adoctrinamiento, fin de la
libertad de cátedra, los primeros veinte años del franquismo resultaron
abominables y explican en gran parte las taras formativas de buena parte de los
adultos actuales. Discutir sobre si individuos concretos vivieron en España o
marcharon, sobre si la novela tuvo más o menos auge (ese Cela, ese Delibes,
todas esas glorias de la novela de postguerra) es intrascendente. Los adultos de
los años 40 y 50 ¡¡¡se formaron en los años de la República o de la
Restauración!! no olviden eso.
Lo cierto es que el sistema de reproducción cultural se dinamitó y se
reconstruyó sobre otras bases que ideológicamente nos aislaban y retrasaban
respecto de lo que metodológica y conceptualmente se desarrollaba en la Europa
posterior a 1945. Porque es con los países de nuestro entorno directo, con los
que convivimos e interactuamos desde hace siglos, con los que debemos
compararnos. Cualquier alemán comprende el valor simbólico de la quema de
libros de la Institución Libre de Enseñanza llevada a cabo en Madrid tras su
caída en 1939; le recordará de forma inmediata las quemas públicas que
llevaron los nazis a cabo.
Pero no, a nuestros defensores del franquismo lo que les preocupa es el «comunismo».
Ese rechazo suyo a los comunistas no se debe a que estén en contra del
totalitarismo o de los crímenes de estado, pues con naturalidad los
neofranquistas comprenden y hasta justifican los crímenes y el totalitarismo
franquista. Para poder criticar con credibilidad los crímenes cometidos por el
stalinismo -pongamos por caso- debemos empezar por casa, por aquí cerca.
Algunos lo hacemos, pero ocurre que no solamente criticamos y denunciamos los crímenes
de Stalin, también los de Hitler -empezando por su brutal guerra de exterminio
y aniquilación en la que participaron como voluntarios algunos miles de españoles
orgullosos todavía hoy de participar en aquello con el uniforme de los
verdugos- y, por supuesto, los de Franco. ¿Y los neofranquistas? ¿Quienes son
ellos para criticar nada de lo que pueda haber hecho Stalin si en realidad
practican la misma idea de que los crímenes a veces son necesarios? Eso es algo
que podemos hacer los que calificamos de crimen lo que es crimen con
independencia de quien lo realice. Y no es su caso.
Ah, claro, los neofranquistas no consideran crímenes ni el promover el golpe
del 36, ni arrastrarnos a una GC, ni el terrorismo a gran escala practicado por
los verdugos de la Falange o por el franquismo en los años 40 y 50 para
consolidarse en el poder aniquilando a una generación entera, diezmando a la
nación. ¿Qué les molesta del comunismo entonces? Sería un interesante tema
de discusión. Pero lo que sí sabemos a ciencia cierta es que estos «demócratas»
combaten la memoria democrática de la República y que si estudiamos los
discursos de la época había tantos ataques al liberalismo político como al
comunismo entre los enemigos de la república. Curiosa ideología la de estos
actuales neofranquistas.
Podríamos ampliar esta idea, debatirla, atacarla, defenderla, lo que fuera,
pero ocurre que el propósito que anima estas líneas no es analizar tal o cual
ideología política, sino exponer brevemente la relación entre franquismo y
cultura. La línea expuesta defiende que el franquismo supuso un retroceso
cultural brutal en la vida española por dos vías: la debacle humana producida
por la guerra y la dictadura posterior y la voladura de todo el sistema social
de reproducción cultural (cultural y de valores democráticos) que España había
creado desde un siglo atrás. Expuestas estas ideas, el revisionismo
neofranquista contraataca con la necesidad de combatir en aquellas fechas el
peligro «comunista» y negando tal retroceso.
Pero lo sucedido en la GCE no se explica por la existencia del comunismo como
fuerza política. ¿No me creen? Pues miren -les diríamos-, a Riego no le
asesinaron en 1823 los esbirros de Fernando VII por ser comunista ¿Saben? Fue
por ser liberal. La IIª República, por el simple hecho de ser un proyecto
democrático, laico y con un contenido de libertades y solidaridad concitaba
entre la reacción y el integrismo católico un rechazo visceral. No necesitan
ustedes acudir al fantasma del comunismo para justificar nada; entonces no lo
hicieron, hoy es un recurso de atrezzo o simple fruto de su ignorancia e
inanidad intelectual.
En la IIª República el PCE existió como un partido más -y no de los más
fuertes- de los encuadrados en su época en la Internacional, pero el golpe
fascista contra la República situó a los comunistas españoles en primera línea
en la heroica lucha del pueblo español contra esa agresión a sus libertades y
esperanzas de emancipación social bajo el régimen republicano. No tiene nada
de raro, es algo que tiene que ver con el enorme caudal de sacrificio, humanidad
y solidaridad y de respeto por la dignidad humana que caracteriza a la mayoría
de la militancia comunista. Los comunistas españoles combatieron en las filas
republicanas y su entrega y disciplina ayudó enormemente a organizar la
resistencia contra la variante hispana del fascismo que en los años 30 sofocaba
a media Europa y sólo encontró resistencia en España. También en la IIª
Guerra Mundial comunistas y aliados occidentales combatieron juntos a los
nazi-fascistas. La unidad de acción militar y política de la Guerra Mundial
contra el Eje tuvo su primera manifestación en España con protagonistas españoles.
No se atreven todavía nuestros neofranquistas a criticar a los aliados
abiertamente y la experiencia histórica de la Guerra Mundial; hacerlo sería
mostrar que su análisis básico coincide con el hitleriano y su estrategia
principal pasa pretenderse «demócratas y liberales» anticomunistas, eso sí.
Tampoco lo necesitan, añadimos, pues mucha gente está tan acostumbrada a
pensar que la historia propia funciona en circuito cerrado y que lo ocurrido
durante la GCE es algo al margen de la corriente general de la historia que las
intoxicaciones a veces logran prender.
Recordar que la GCE fue en el ámbito español un antecedente de a alianza entre
democracias occidentales y la URSS durante la Guerra Mundial implica que
inmediatamente el neofranquista de guardia nos recuerda el Pacto Germano Soviético,
tema interesante sin duda. ¡La URSS pactó con la Alemania nazi! nos gritan...
Pero olvidan o desconocen la historia; la diplomacia soviética intentó lograr
una alianza con Londres y Paris en los años 35 al 38 sin éxito; asistieron, ¿con
sorpresa?, a la entrega de las democracias española y checoslovaca a los
chacales fascistas por parte de Londres y un atribulado París. Después de
aquello Moscú actuó en consecuencia, la guerra será inevitable, los
occidentales pretenden orientar a la Alemania nazi contra nosotros ¡debemos
ganar tiempo! Lo hicieron. Pero lo cierto es que al poco de atacar Hitler a la
URSS, Winston Churchill en persona voló a Moscú para consolidar la alianza con
los soviéticos. Le comprendemos; afortunadamente lo hizo y salió bien. Eso es
lo que cuenta, que el nazismo fuera derrotado. No se interpreten estas palabras
como reconocimiento a Stalin de alguna forma; nada más lejos de nuestra intención.
Stalin entre otros crímenes contra la humanidad ¡apoyó a Franco! al no
declararle la guerra cuando el envío de la División Azul al frente ruso,
facilitando así su supervivencia política tras la derrota del Eje.
Para orientarse respecto de la GCE sólo se necesita responder a una preguntar:
¿En que bando luchaban los nazis? Respuesta: en el de los enemigos de la República,
de la democracia y de la libertad; y del comunismo también, claro, añadiríamos.
Pues entonces es fácil: los demócratas no pueden luchar al lado de los nazis
¿O sí pueden? Curiosamente lo que si pueden es hacerlo al lado de los
comunistas. Es más, dificilmente los aliados hubieran vencido a Hitler sin el
inmenso sacrificio llevado a cabo por la Unión Sovietica y su heroico pueblo.
Pese a Stalin y sus crímenes, los soviéticos lograron aniquilar a la mayoría
de las divisiones del ejército nazi, un detalle histórico de gran importancia.
Es curiosa esta aversión al comunismo pero no lo es tanto si reparamos en que
esa es la forma actual en la que la reacción ha modernizado su rechazo visceral
al sistema liberal. Lo mismo que dicen del comunismo se decía de los jacobinos,
primero, y de los liberales de Cádiz, después. Con ese rechazo de un enemigo
al que se tilda de diabólico lo que se logra es anular el debate. ¿Quiénes
planearon un golpe de estado contra la república y emplearon el terror y el
asesinato sistemático para implantar sus fines? Los fascistas de julio del 36.
¿Quienes lograron traer a la Península a un ejercito colonial mercenario e
iniciar con ello una espantosa guerra civil? Los fascistas. ¿Quién les ayudó
de forma decisiva en esa tarea y en fecha tan temprana como el julio del 36?
Hitler en persona tomó la decisión de ayudarles. ¿Alguien necesita saber
alguna otra cosa para orientarse?
Lo diré de otra forma. Cada piloto nazi derribado sobre el cielo de Madrid
entre 1936 y 1939 fue un enemigo menos en la Batalla de Inglaterra en 1940.
Los hechos son los que son. La IIª República fue destruida por quienes estaban
preocupados por su condición de estado democrático, capaz de socavar las bases
físicas e ideológicas de la dominación tradicional en España; fue un
movimiento reaccionario, contra la fracción democrática y laica de la
burguesia, y en paralelo contra el movimiento obrero organizado. Ese discurso de
que todo fue porque la República tuvo sus deficiencias como estado democrático
es falaz. En la República de Weimar en Alemania hubo inestabilidad, terrorismo,
conflictos callejeros, milicias de los partidos obreros luchando en las calles
con los matones nazis, diferencias entre la clase política, paro y otras
situaciones de ese tipo... ¿Significa eso que la toma del poder por Hitler
estaba justificada o era algo deseable? La respuesta de todo demócrata es clara
¡¡de ningún modo!! Pues en España, con una conflictividad entonces mucho
menor, los neofranquistas hoy se dedican a enumerar las dificultades por las que
la República atravesó para desprestigiarla y abrir así paso insidioso a la
idea de que la GCE «fue necesaria». Por el contrario, la República contó con
un importante apoyo social y buena prueba de ello la encontramos en el
aplastamiento electoral del falangismo, humillado en las elecciones de Febrero
de 1936 y que situó en la marginalidad a este movimiento. Su rápida y
vocacional deriva hacia el terrorismo contra la izquierda y las instituciones
republicanas fue rápida y de forma repugnante se incluye en el debe de la república.
¡Había terrorismo! Nos dicen. Claro, terrorismo fascista, que deseaba destruir
la estabilidad republicana.
Otro tema favorito del revisionismo es Octubre del 34. Los hechos son conocidos.
La deriva fascista del partido mayoritario de la derecha, en el gobierno en
coalición, alerta a todo el bloque social republicano, pero sobre todo al
movimiento obrero. España no es la Italia de 1921 que asistió a la marcha
sobre Roma y a la toma del poder de Mussolini sin reaccionar colectivamente;
tampoco es la Alemania de Hitler, donde desde dentro de las instituciones
republicanas el nazismo logró hacerse con el poder sin apenas oposición. En
Febrero de 1934, los sindicatos austriacos tomaron las calles de Viena para
intentar derrotar el ascenso del nazismo en su país; esa acción estaba penada
por la Ley de la república austriaca, es cierto... ¿Pero puede condenarles
moralmente un demócrata? Cuando se manifiesta el fascismo y está a punto de
tomar el poder ¿Hay que estarse quieto? ¿Esperar al Hitler de turno en casa?
En absoluto. Equivocados o no, los obreros austriacos de febrero del 34 lucharon
heroicamente contra el destino fatal que se imponía a su país; les aplastaron
a cañonazos, pero su sacrificio es un ejemplo para todos los pueblos de Europa
en la lucha por la dignidad humana frente a la amenaza fascista. España será
Austria en octubre del 34; se declara una Huelga general Revolucionaria que
deriva hacia una insurrección en Asturias. La República envía al ejército y
tras duros combates se aplasta la insurrección, pero el gobierno reaccionario
amparará una posterior represión absolutamente brutal y perderá la batalla de
la opinión pública, pues pronto el clamor popular para lograr la amnistía de
los miles de presos de Octubre es inmenso. ¿Estuvo justificado Octubre del 34?
La respuesta es que no, no lo estuvo; fue esa la percepción subjetiva de muchos
entonces, pues incluso en aquellos días buena parte de la izquierda y los
republicanos, de los cuadros y militantes y de la opinión pública estuvieron
en contra. Hoy el análisis que se hace en la izquierda también lo considera un
error, explicable pero un error. Lo repugnante es que quienes critican a octubre
del 34 para legitimar el golpe y la GCE hablan de los crímenes del 34, ¡pero
comprendiendo y legitimando los del alzamiento fascista! Es claro que no
critican el 34 por los crímenes que pudieron cometerse, sino por lo que tuvo
esa insurrección de acción defensiva de la clase obrera frente al peligro
fascista. Un demócrata puro verdadero diría que la obligación del estado
republicano hubiera sido combatir el 34, como se hizo, y también el golpe de
julio del 36, como se hizo. Pero quienes emplean el 34 para condenar a la república
no son demócratas de ese tipo, son fascistas.
La República vino en el 31 sin revueltas ni cambios bruscos, traída por la
esperanza y la ilusión de la mayoría; el temor a la involución fascista
provocó el 34, la perdida total de credibilidad del gobierno conservador les
acarrea la pérdida de las elecciones en Febrero del 36 y la llegada al gobierno
de una amplia coalición que fue desde los republicanos hasta los anarquistas
pasando por socialistas y comunistas. El bloque republicano fue muy plural, pero
hubo unidad en una cosa, no habría vuelta atrás, la República como régimen
democrático unió su destino al del pueblo español. Solo una guerra y una
brutal intervención extranjera logró doblegar esa alianza.
Ese recuerdo histórico de la unión entre pueblo y república es la que hoy el
neofranquismo desea combatir. Lo hacen vestidos de liberales. Riego y Arguelles
se deben estar revolviendo en su tumba. Es indudable que aquel periodo sigue
levantando pasiones. Los mensajeros del odio siguen ahí, con voz renovada en
los medios de comunicación en esta España en la que el gobierno del Partido
Popular se niega a dar un homenaje en el día de la Constitución a quienes
lucharon contra la dictadura. Parece increible, pero es así. El PSOE se
sorprende de la fortaleza de la derecha y de su deriva extrema, no debieran,
pues en los años en que gobernaron destruyeron los restos de la Memoria Histórica
democrática e impidieron la articulación de un bloque social y cultural de
izquierda. Si estamos como estamos, es entre otras cosas por la forma de
proceder del PSOE en los últimos años. Izquierda Unida sigue sin lograr
quitarse de encima la sombra del carrillismo que propició la Transición que
nos dejó un Rey escogido por Franco y tras la salida de su dirección de Julio
Anguita se percibe con claridad su satelitización por el PSOE. La batalla por
la memoria histórica en cambio, une de forma transversal a personas y
organizaciones de izquierda o independientes que están hartos de la losa de
silencio de la Transición y desean llamar a las cosas por su nombre y están
orgullosas de nuestra tradición democrática y antifascista. Cada vez más
aislados de su base social militante, las direcciones del PSOE y de IU asisten
estupefactos al ascenso del neofranquismo del Partido Popular que ellos mismo
han propiciado. En esta batalla cultural y política en la que estamos inmersos,
la Memoria Histórica de la República Española es elemento clave para lograr
la necesaria regeneración democrática y la estamos llevando a cabo pese a los
partidos mayoritarios y sus aparatos, pese a los medios de comunicación
hostiles y a un gobierno involucionista. Pero no podrán pararla, la Memoria
Histórica es un Viento del Pueblo, como dijera Miguel Hernández. Por eso la
combaten...