¿Revisionismo
o hacer justicia con la historia?
Raúl
Tristán
Diarios
del Siglo XXI 13
de Junio de 2006
Estamos
viviendo tiempos convulsos. Una etapa de la evolución democrática de nuestro
país a la que muchos asistimos no sólo como espectadores, sino como artesanos.
El mundo
literario y la sociedad se han dado la mano para avanzar, internándose a pecho
descubierto, en lo que ha dado en llamarse “revisisonismo”.
Y si bien con este término se pretendió, en un principio, denominar a toda una
corriente sociocultural que pretendía analizar los acontecimientos vividos en
España desde el fatídico 18 de julio del 36, hasta el advenimiento de la
democracia, incluso entrando en la etapa conocida como “la transición”, a
fecha de hoy, este término ha adquirido un marcado cariz peyorativo, alimentado
desde los sectores más conservadores de nuestra sociedad, en su particular
campaña “antirevisionismo”, e incluso de “revisionismo a la contra”.
Es de sobra conocido y admitido por todos los eruditos y hombres de cultura, que
la Historia de un pueblo la escriben los vencedores, que se apresuran a borrar
de la Historia, con celeridad inaudita, todo rastro histórico que les sea
contrario, dando tan sólo cuenta de los hechos que les son favorables, y
llegando a tergiversar los demás, sustituyendo, anulando, o inventando lo que
les sea conveniente.
Pues bien, en España vencieron unos, y perdieron otros. Y el caso es que los
vencedores no lo fueron únicamente durante el espacio temporal que va del 36 al
39, sino que lo fueron también a lo largo del periodo 1939 al 1975, e incluso
podría decirse que desde éste último año al 1982.
Los vencedores tuvieron mucho tiempo para reescribir la Historia.
Muchos años para inventar héroes, mártires y santos, para inventar asesinos y
criminales en el otro bando, y para sentar en las principales butacas del poder
a sus acólitos.
Hoy, los hijos y nietos de aquellos, siguen sentados en los puestos que sus
padres o abuelos adquirieron como pago a “los servicios prestados”.
La Transición española fue modélica, nos dicen. Pero sobre todo nos lo dicen
aquellos que amenazaban con una nueva guerra, con un nuevo enfrentamiento entre
españoles si no se hubieran aceptado sus condiciones. La transición hubo de
hacerse bajo la coacción, bajo la amenaza de una nueva destrucción, bajo el
chantaje de los que detentaban el poder en todas las esferas: el Ejército, la
Iglesia, el Estado, la Banca, la Empresa…
Uno de los pagos que hubo de hacerse a esa transición fue el pacto tácito de
asumir una no escrita ley, del estilo de las leyes “de Punto Final” que se
pretendieron instaurar en algunos países latinoamericanos como Chile o
Argentina.
Un pacto de ese tipo significa olvidar a los muertos de un solo bando, olvidar
las injusticias cometidas por uno sólo de los contendientes, enterrar a la
Justicia bajo una capa de hormigón para que los responsables de la ignominia
conserven el fruto de su ilícito enriquecimiento o la posición social que
alcanzaron y de las que tal vez hoy gocen sus vástagos.
Primer hecho histórico innegable: la República era el régimen legal y democráticamente
establecido.
Segundo hecho: se ha de admitir que se alcanzó un elevado grado de anarquía,
con una absoluta falta de control por parte el Estado, que derivó en
asesinatos, violaciones, asalto y quema de iglesias y conventos, etc…
Tercer hecho: el Alzamiento Nacional no fue tal, no fue un levantamiento
popular, ni del ejército, sino un Golpe de Estado, una acción de todo punto ilícita,
reprobable, fruto de la febril megalomanía de cuatro elegidos salva patrias. La
acción adecuada ante la situación que se vivía era la acción política, la
presión social, la actuación en las Cortes. Jamás un Golpe de Estado.
Cuarto hecho: ambos bandos tuvieron un lamentable comportamiento humano durante
la contienda. En ambas partes se dieron venganzas, asesinatos, matanzas,
violaciones, crímenes de toda índole. Ancianos, mujeres, niños, hombres
sencillos, intelectuales… ¡de ambos bandos murieron por la loca furia
desatada!.
Quinto hecho: ganada la guerra por los nacionales, los republicanos continuaron
(continúan hasta hoy) sufriendo las consecuencias de haber perdido una guerra.
Posiblemente, de haber ocurrido lo contrario, serían los nacionales los que hoy
se encontrarían en dicha situación. Campos de concentración, trabajos
forzados, juicios sumarísimos, fusilamientos, fosas comunes, desapariciones,
persecuciones, exilio…
Sexto hecho: la transición significó la llegada de la democracia, pero a un
precio. En aquel momento pagar ese precio era imprescindible: los cachorros del
franquismo dominaban todos los ámbitos del poder. Bastante se logró. Gracias a
un buen trabajo de consenso, de diplomacia, de cesiones y acuerdos, los españoles
podemos vivir hoy en paz y democracia. Debemos estar agradecidos a los padres de
la Constitución, a los artífices de la transición, a los que nos condujeron
en aquellos muy difíciles momentos por unos caminos que alumbraron una Transición
que fue modélica, y que por ello se estudia como paradigma en todo el mundo.
Séptimo hecho: han pasado treinta años, el pueblo debe conocer toda la verdad
sobre lo ocurrido. Es hora de desenterrar los cadáveres sin nombre, perdidos en
fosas dispersas por toda la geografía, para que descansen en paz; es hora de
restituir los bienes a quienes les fueron arrebatados; es hora de que la
Historia se reescriba sin cargar las tintas en un solo sentido; es hora de que
algunos apellidos vuelvan a brillar, y los de otros sean descendidos de sus
altares. Es hora de que se deje de honrar a los que no lo merecen, y que se lave
la mancha de deshonra que sobre otros se hizo caer.
No llamaremos a esto revisionismo, lo llamaremos Recuperación de la Memoria
Histórica. Lo llamaremos hacer Justicia.
Tras treinta años de democracia, va siendo hora.
Y que nadie se ampare acusando de que lo que se pretende es enfrentar a los españoles
de nuevo, esa es una falsa patraña urdida por los que están interesados en que
las cosas se dejen como están, tal vez porque tienen bastante que esconder bajo
la alfombra. No hay sombra alguna de odio, tan sólo exigencia de justicia.
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