Con
motivo de la presentación de las Memòries de Raimon Galí, El País
del pasado 6 de octubre reproduce e inserta el siguiente párrafo: ”Las
universidades catalanas fueron gobernadas por profesores marxistas de valía,
como Manuel Sacristán y Pierre Vilar, que durante muchas generaciones
permitieron triturar nuestra memoria histórica e impideron a la juventud
catalana ver y juzgar rectamente su pasado”. He esperado unos cuantos días
a ver si la memoria histórica de hoy funcionaba y alguien levantaba la voz
para recordar lo que pasó in illo tempore. En vano. Y, como he
esperado en vano, querría recordar desde aquí lo que debería ser obvio,
pero ya olvidado.
La
juventud catalana de hoy debe saber, en primer lugar, que Manuel Sacristán y
Pierre Vilar no “gobernaron” nunca las universidades catalanas. Al
contrario: fueron censurados y perseguidos por quienes las gobernaban in
illo tempore (y por algunos que entonces hacían la vista gorda ante la
injusticia para gobernarlas después). Y, en segundo lugar, que aquellos
marxistas no permitieron triturar nuestra memoria histórica ni impidieron
juzgar rectamente nuestro pasado. Al contrario: los jóvenes de entonces
aprendimos historia de Cataluña leyendo a escondidas (y contra los que
gobernaban de verdad) las obras de Pierre Vilar; y aprendimos a juzgar
rectamente, si es que se puede aprender una cosa así, escuchando y leyendo a
Manuel Sacristán (quien tuvo que pasar casi diez años expulsado de la
Universidad de Barcelona precisamente por ser marxista, a pesar de que todo el
mundo, en la Cataluña de entonces, reconocía su valía intelectual).
Da
vergüenza tener que volver a decirlo a estas alturas, pero ocurre que, con el
tiempo, decir lo obvio se ha convertido en lo más difícil: sin lo que
hicieron Manuel Sacristán y Piere Vilar en aquellos tiempos duros, cuando los
que gobernaban imponían silencio y tantos callaban para no comprometerse,
este país nuestro no sería lo que ha sido. Lo que ha sido no es
probablemente lo que a ellos, marxistas hoy maltratados, les hubiera gustado
que fuera. Pero si hemos de hablar de memoria histórica y de juzgar
rectamente, lo menos que puede pedirse a quienes quieren dirigirse a los jóvenes
de hoy es eso que algunos llaman un respeto. A las personas, que se lo
merecen. Y también un respeto a las palabras. ¿hay que pensar que eso del
“gobernar” es una mala traducción al castellano o es que hemos de enseñar
a los jóvenes de hoy, en nombre de la patria, que en aquellos tiempos
gobernaban los represaliados?
Francisco
Fernández Buey