Olvido
de la memoria, memoria del olvido
Rafael
Cid
Rojo
y Negro 4
de abril del 2006
Durante
los 36 años de franquismo se practicó el olvido de la memoria por decreto.
Era la clave escrita con tinta simpática en que los agentes ideológicos de
la dictadura, desde las instituciones hasta la prensa, basaban el predominio
mental, cultural, afectivo y material del franquismo. Luego vino la transición,
y por otros 31 años se pusieron rejas a la memoria utilizando ahora un
encadenamiento jurídico -sin solución que continuidad- que “casa” la
“legalidad vigente” de la dictadura con el corpus normativo de la
democracia.
Por eso, ahora, cuando distintas
sensibilidades confluyen en la necesidad de pasar del olvido de la memoria a
la memoria del olvido, es urgente una amplia y contundente movilización
ciudadana para exigir una auténtica ruptura democrática.
Sólo con semejante catarsis podrá
acabarse con el sistema de desmemoria que supuso la genocida política
franquista respecto al pasado inmediato y la recepción de aquella
“legalidad vigente” en una transición que de hecho representó el
reconocimiento de una ley de punto final.
En este contexto, son muy reveladoras
las dos declaraciones hechas este mes de marzo respecto al olvido de la última
memoria histórica, al margen de otras recientes manifestaciones de distintas
personalidades y partidos. De un lado se ha producido una solemne declaración
contra el franquismo por parte de una alta institución europea.
El pasado
17 de marzo, la Asamblea Permanente del Consejo de Europa aprobó por
unanimidad la condena sin paliativos de los múltiples y graves crímenes
cometidos por la dictadura entre 1939 y 1975 (¡ojo al periodo abarcado!), al
tiempo que los representantes de los 43 países miembros solicitaban una
reparación integral para las víctimas y que desde el próximo 18 de julio la
fecha fuera declarada día de condena internacional de aquel sanguinario régimen.
Se trata,
como se ve, por la ejemplaridad de las medidas solicitadas y la rotundidad de
la condena, de una enmienda a la totalidad respecto a la política de amnesia
generalizada practicada por los partidos democráticos ungidos por la
Constitución de 1978. Conviene recordar que hasta noviembre del 2002, estando
el Partido Popular en el Gobierno, el Congreso de los Diputados se abstuvo de
cualquier expresión que supusiera una reprobación de raíz de la dictadura
franquista y del golpe militar que tumbó a la II República, dando origen a
la guerra civil.
A pesar de
que desde 1982 a 1996, durante 14 largos e ininterrumpidos años, el poder
estuvo en manos del Partido Socialista Obrero Español, una de las fuerzas
“vencidas” que sufrió la devastadora represión.
Además, la
condena del Consejo de Europa recalca que la feroz dictadura siguió hasta el
último año de vida de Franco, lo que obviamente supone implicar en su
“atestado moral” a cuantos la sirvieron, desde jueces a policías, desde
militares a políticos o periodistas, y por supuesto a aquel que el propio
Caudillo eligió digitalmente como sucesor a titulo de Rey, El segundo
manifiesto es mucho menos concluyente pero más revelador. Es más, podría
pensarse que en él late un propósito de enmienda transaccional a lo que de
radical tiene el elaborado antes por el Consejo de Europa. Se trata de una
proclama a toda página insertada como publicidad el domingo 2 de abril en el
diario El País, en donde con motivo del 75 aniversario de la II República y
bajo el título “Memoria del futuro” un numeroso elenco de personalidades
y profesionales de los más diversos ámbitos reivindican los valores
republicanos.
El texto
que sirve de banderín de enganche a los abajofirmantes rechaza los actuales
intentos revisionistas que pretenden “absolver al general Franco de la
responsabilidad del golpe de estado que interrumpió la legalidad”
republicana, afirmando que “después de 30 años de democracia resulta
vergonzoso tener que recordar aún dónde estaba la ley y dónde el delito”,
para terminar pidiendo que en los sucesivo el 14 de abril sirva como
“reconocimiento oficial a todos los ciudadanos españoles que lucharon
activamente por la libertad, la justicia y la igualdad”.
“Memoria
del Futuro” nada dice sobre la anulación de la “legalidad vigente” del
franquismo que está permitiendo, aquí y ahora, que los tribunales de la
democracia “casen” las procesos sumarísimos y las ejecuciones perpetradas
por la dictadura.
Ni habla
del dilatado periodo en que la maquinaria represiva impactó brutalmente
contra los disidentes. Ni insinúa la necesidad de abrir un proceso de reflexión
crítica sobre el hecho de que hayan sido necesarios 31 años y una instancia
europea - endógena y exógena, al mismo tiempo, pues somos europeos para
algunas cosas- para pedir responsabilidades a la dictadura y sus principales
colaboradores, como por otra parte nuestra Audiencia Nacional tiene predicado
con las dictaduras Argentina y Chilena. Quizá por eso, el manifiesto
“Memoria del Futuro” ha sido suscrito por gentes tan variopintas y
desmemoriadas, acogiendo generosamente a republicanos de toda la vida y
antifranquistas, pero también a personalidades dobles, como Santiago
Carrillo, Marcelino Camacho, Alfonso Guerra o Javier Pradera, que en
diferentes momentos y circunstancias justificaron la renuncia a la República
y la expresa aceptación de la Monarquía del 18 de Julio como tributo
necesario para la normalización política.
Posiblemente,
como decía Antonio Machado, confundiendo neciamente valor con precio.
Recordemos al secretario general del PCE y al de CCOO madrugando a todo el
espectro político antifranquista al adoptar -el 14 de abril de 1977- como
propia la bandera nacional durante la celebración de la legalización del
partido. A un Alfonso Guerra cediendo al primer envite el histórico
republicanismo del PSOE en los tratos de mesa camilla urdidos para perfilar la
constitución del 78.
Como
escribieron los periodistas de El País Bonifacio de la Cuadra y Soledad
Gallego-Díaz en Crónica secreta de la Constitución (Tecnos, 1989: 99),
“Santiago Carrillo no desaprovechó la oportunidad del anuncio socialista de
deponer su actitud parlamentaria antimonárquica para felicitarse de que los
compañeros del PSOE compartieran, al fin, la posición responsable mantenida
por los comunistas desde el primer momento” En fin, al otanista Javier
Pradera conmemorando, con su proverbial y brillante polisemia sintáctica, en
El País los 30 años de Monarquía y la pericia del Rey para lograr
“conservar el equilibrio siempre inestable y contradictorio entre el
principio monárquico y el principio democrático”.
Por cierto,
que en la seria fotográfica sobre La Transición publicada por el diario de
referencia (La Mirada Del Tiempo) aquella foto del 14 abril comunista no
parece, como tampoco hay imágenes de los incidentes que culminaron con los
asesinatos del 3 de marzo en Vitoria, confirmando que a veces para algunos
memorialistas de cabecera la memoria ha sido el olvido. Por eso es muy
importante, a la vez que apoyar el importantísimo proceso libertario que
anuncian los manifiestos citados, esgrimir una insobornable memoria de
elefante para rescatar también esa memoria del olvido practicada con luz y
taquígrafos durante casi tres décadas por la clase dominante surgida del
consenso y la transición.
A ellos se
debe este inexplicable anacronismo de que desde España se haya impulsado
acciones de justicia universal contra los crímenes de Videla y Pinochet
manteniendo a la par una estricta impunidad ante el horror oriundo,
infinitamente más grave en cantidad y calidad.
Y sobre
todo hay que avergonzar a esos medios que han servido durante años de papel
secante y sumidero de aquella “memoria negada”, yendo siempre -literal y
en la doble acepción del término- “detrás” de la noticia. La mejor
prueba de la eficacia de este trabajo de zapa de medios e instituciones es que
lograron anular mental y afectivamente a toda una generación.
Hasta el
punto de que han tenido que ser los “nietos” de aquellos “abuelos”
vencidos, humillados y abandonados los llamados a la titánica tarea de
destapar ese inmenso campo de calaveras oculto por la propaganda de unos, la
indecencia de otros y los intereses de casi todos.
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