La derecha y la manipulación de la Historia
Antonio Otero
Bueno
5
de Octubre de 2005
La
única versión de la guerra civil durante los casi cuarenta años de dictadura
franquista y la posterior “transición”, fue la propagada por los
vencedores, por los sublevados contra la legalidad de la República. Esa falaz y
disparatada versión, además de tergiversaciones, manipulaciones y torticeras
interpretaciones, dio lugar a leyendas absurdas, propias de mentes disminuidas.
A
principios de los años ochenta, con unas libertades en expansión, fue
apareciendo una serie de historiadores e intelectuales –españoles
y extranjeros-, que empezaron a desmontar toda la historiografía
franquista, con un verdadero aluvión de estudios, artículos, ensayos,
conferencias y libros, documentados y basados en el rigor de las fuentes y en el
análisis, lo más objetivo posible, de los hechos. Pero todo esto, que
ocurría casi exclusivamente en los ambientes académicos y
universitarios, ya había sido previsto por la derecha española que lo intentó
contrarrestar en la calle (“La Historia
se confiesa”. Ricardo de la Cierva).
La
caída del montaje franquista, todavía no había llegado a conocimiento de la
ciudadanía en general, y no sólo por el tiempo que necesita todo proceso de
asimilación histórica, sino también, por la desidia y dejación de las
fuerzas y partidos de izquierda, instalados y acomodados en el sistema político
existente. Un sistema, por otra parte, basado en una forma de gobierno ilegítima
y contraria a sus principios teóricos e ideológicos; La monarquía.
Aún
así, la fuerza, eficacia y solidez de las argumentaciones y afirmaciones de
esta generación de intelectuales que, como en el periodo republicano, se
posicionó mayoritariamente del lado de la legalidad y la democracia, empezó a
calar, en el decenio siguiente –primeros
años noventa-, en algunos estratos de la sociedad española.
Es
paradigmático observar como, la intelectualidad digna de tal nombre, suele
estar del lado de los que defienden la igualdad, la solidaridad, la justicia y
la libertad, es decir, de los ideales teóricos de la democracia, que siempre
han sido defendidos por la izquierda de este país. Mientras,
la derecha, ha sido sustentada históricamente, por el absolutismo, el capital,
el militarismo, la iglesia y la ignorancia generalizada de la población -promovida por estas mismas estructuras-, que producen desigualdad,
injusticia, sumisión, represión, ignorancia, superstición y atraso. La
derecha suele tener “la razón de la fuerza”, y la izquierda, “la fuerza
de la razón”.
En
1999 la derecha española, entonces en el poder, y con el presidente del
gobierno a la cabeza, activó el proyecto de limpiar su maltrecha imagen histórica,
a través de reescribir la Historia de nuestro país. José Mª Aznar podía
haber encargado dicha tarea a historiadores de tendencia simplemente derechista
moderada –porque la Historia, como ciencia humana que es, es subjetiva-, pero
no lo hizo así, prefirió, al estar en su momento de máximo apogeo, asignar el
trabajo a “historiadores y pseudohistoriadores” de una extremada inclinación,
rayana en el neofascismo. Los revisionistas y propagandistas elegidos, –Pío
Moa, César Vidal, Ricardo de la Cierva, y otros- apoyados por toda la
derecha política, económica, mediática y católica, se podrían encuadrar en
la vergonzosa corriente negacionista, cuyos escritos no pasan de ser panfletos
donde se descontextualizan los hechos, y el rigor en las fuentes no existe.
Estos
elementos que escriben sobre nuestra historia, son capaces de publicar
“libros” en abundancia, son prolijos, escriben “historia” como si tal
cosa, mienten y lo saben, son conscientes, pero no les importa, porque además
de que esa es la única forma de intentar conseguir el fin perseguido, los
beneficios que suponen las ventas de sus catecismos histórico-políticos, son
cuantiosos, ya que son adquiridos por un elevado número de simpatizantes
derechistas ávidos de tener una “Historia” a su medida y conveniencia, además
de por otras personas, abducidas por el tremendo poder mediático de la derecha,
(El Mundo, ABC, La Razón, la COPE,
Telemadrid, revistas de información general y especializadas –“La aventura de la
Historia”-, en Internet –“Libertad DigitaL”-, etc.). Y
tampoco le importa a quienes les sustentan, pues ya contemplaban que para
conseguir el objetivo marcado, serían necesarias altas dosis de cinismo,
hipocresía y vileza. En algunos países europeos, ni estos individuos, ni la
derecha que los apoya y financia, podrían publicar sus escritos, ni siquiera
amparándose en la “libertad de
expresión”, sagrada en toda democracia, porque al tergiversar, manipular,
negar o mentir sobre los hechos históricos y hacer apología y defensa de
ideologías totalitarias, genocidas y contrarias a los derechos humanos, como el
fascismo, el nazismo o el franquismo; atentan contra los fundamentos del estado
de derecho y la dignidad de sus ciudadanos -en
nuestro caso, súbditos-.
En
este estado de cosas, apareció,
con el nacimiento del nuevo siglo y milenio, un fenómeno de fuerza inusitada,
de enormes y desconocidas proporciones hasta ahora y, denominado: “Recuperación
de la Memoria Histórica”.
Este
movimiento cívico que persigue recuperar la memoria adormecida y arrinconada,
la memoria enterrada en fosas comunes, la memoria y el reconocimiento y
dignificación de los que murieron, fueron torturados, presos, exiliados y
asesinados en las tapias de los cementerios o en las cunetas de las carreteras
por defender ideales progresistas de libertad y justicia representados por la
legalidad republicana; ha conseguido impactar, remover de tal forma los
cimientos de nuestra historia reciente y de nuestra sociedad que, ha obligado a
los partidos de izquierda del actual sistema político -para
no quedar descolgados y no tener que bajar la cabeza ante sus gentes-, a ir
asumiendo, aunque de forma lenta y desganada, esa “recuperación de la
memoria” que es también la suya, y que vergonzosamente y hasta ahora, poco o
nada han hecho por rescatar del fango.
En
estos momentos y, ante el auge, difusión e importancia que va adquiriendo la
“Recuperación de la Memoria”, la derecha ha decidido recuperar otra línea
de argumentación histórica que tenía en la recámara y, que complementa la
anterior de Moa y sus muchachos. Una línea aparentemente más equidistante,
menos escandalosa, pero igualmente falaz y sibilinamente malvada y retorcida.
Para este nuevo atentado contra la Historia de España y los pueblos que la
conforman, la derecha ha sido más inteligente y, ha optado por delegar en Pedro J. Ramírez -director
del diario “El Mundo”-, la representación de esta recuperada línea de
deformación.
En
la argumentación aznarista de Moa y los suyos -como
cuando se refiere a la denominada “Revolución de Asturias” acaecida en
octubre de 1934, y por la cual, acusa a las izquierdas de intento
de “golpe de estado contra la república”-, predomina el <<sacar
de contexto los hechos>>, <<obviar los antecedentes>>,
<<minimizar el comportamiento y actuación de las fuerzas reaccionarias
desde la instauración misma de la II República>>,
<<el análisis simple y pobre de la situación socio-económica,
cultural y política>>, <<no tener en cuenta la situación
internacional>>, <<la falta de rigor en las fuentes>> y
<<la tergiversación malintencionada de los hechos>>.
En
esta más reciente encabezada por Pedro J. Ramírez, y con la que se identifica
parte de los dirigentes de la derecha actual y un gran número de sus
simpatizantes, caracterizados por sus creencias católicas, más o menos
radicales y que, como el resto de la población, carecen, por lo general y
comprensiblemente, de conocimientos históricos; la base argumental es casi la
misma, pero ligeramente desviada hacia una falsa y elevada equidistancia
producida por una especie de mística levitación que, Pedro J. Ramírez, con su
característica y condescendiente prepotencia disfrazada de parcial
imparcialidad, y su irreprimible e hipócrita conservadurismo, encarna a la
perfección.
Aunque
en este momento no se pueda valorar la extensa obra sobre la guerra civil que, a
partir de septiembre de 2005 publica el diario “El Mundo”, porque se
desconocen los libros y, casi todos los autores que la componen – excepto
algunos nombres, entre los que hay historiadores dignos de tal nombre, y
escritores e hispanistas de reconocido prestigio como, Ángel Bahamonde, Paul
Preston y otros.-, si podemos intuir las verdaderas intenciones que persigue
la derecha de este país con su publicación, gracias al desmedido afán de
protagonismo y pretendido liderazgo de la supuesta “intelectualidad” mediática
de la derecha liberal, de Pedro J. Ramírez, expresada en su Carta del Director:
“Cuando sólo te quedaba ser murciélago” –aparecida en el diario “El Mundo”, página 3, sección de Opinión, del domingo 4 de septiembre de 2005-.
En ella desgrana las ideas básicas, las líneas maestras sobre las que intenta
construir la estructura de esta remozada, pero igualmente prostituida,
“Historia reciente de España”, con la pretensión de que ésta, sea ya, la
versión definitiva y oficial.
El
director del diario “El Mundo”, se sitúa por encima de los hechos cuál
Padre celestial, los observa desde un contexto actual y conservador y, lanza una
andanada de dogmas falsos y maniqueos como que: <<los
dos bandos hicieron lo mismo>>, <<ambas partes tuvieron la misma
culpa>>, <<tan malos fueron unos como otros>>, etc. Con la
equiparación de ambos bandos, Pedro J. Ramírez persigue que la sociedad española
pase hoja, se olvide, dé por zanjadas las polémicas sobre la guerra civil española
de 1936-1939, que se terminen las investigaciones sobre sus responsables, sobre
sus causas y consecuencias; en definitiva, que la “Memoria Histórica”, siga
enterrada y oculta.
Pedro
J. entresaca frases de Baroja, Unamuno, Payne o Benet, según convenga a su
perversa estrategia de equiparación, <<ni
pájaro, ni ratón>>, es decir: no se considera ni una cosa ni otra;
ni chicha ni “limoná”. Se otorga, discretamente, la cualidad de juez, de
juez imparcial, no se identifica con ninguna de las dos partes en conflicto y
asume lo de <<tan Atila –tan
bárbaro- como Millán Astray, es
Pasionaria>>. Tiene la desfachatez de equiparar las actuaciones y el
comportamiento de un militar sublevado y traidor, brutal, despiadado y
carnicero, con las de una mujer de origen humilde, elegida democráticamente por
el pueblo como su representante, y diputada en el Congreso de la nación. ¿Será
que Pedro J. Ramírez nos tenía engañados y, es una de esas mentes disminuidas
que se creen las absurdas leyendas franquistas, como la que pregonaba que
Pasionaria se comía crudos a niños y monjas? ¡No!, Pedro J. no es idiota, es
engreído, maligno en sus planteamientos “históricos”, derechista hasta la
médula, pero no tonto. Lo que intenta es desprestigiar al bando republicano, al
bando que representaba la legalidad,
el progreso, la libertad, la justicia y la democracia, equiparándole, igualándole
en atrocidad, crueldad y culpabilidad con el otro bando, con el sublevado, con
el fascista, con el que se levanta en armas contra la legalidad constitucional,
con el que agrupaba a las clases privilegiadas de siempre y provoca la mayor
tragedia de la España contemporánea, para de esta forma, poder denigrar y
renegar de ambos.
Utiliza
la vieja mentira franquista de, “la amenaza comunista”, “la conspiración
bolchevique”, para, veladamente, justificar el golpe militar, ocultando a sus
lectores que, si bien al finalizar la guerra, la influencia del Partido
Comunista era considerable -debido a la
eficacia y disciplina demostradas durante la contienda-, y sus militantes
oscilaban en torno a los 100.000; en julio de 1936 -al
comienzo de la tragedia-, no
superaba los 10.000 afiliados, siendo la CNT (anarco-sindicalistas), con cerca
de 750.000 afiliados, y la UGT (socialistas), con unos 350.000; las fuerzas
mayoritarias con diferencia.
Toda
su argumentación tiende a convencer de que, <<todos
fueron iguales>>, <<todos fueron igual de malos, “los
hunos y los hotros”>>, <<todos igual de responsables en el
exterminio de la guerra y el odio inextinguible>>.
Califica
a los dirigentes republicanos de la burguesía de izquierdas de “irresponsables”, “temerarios”, “vanidosos”,
“soberbios”, “débiles” y “megalómanos”, y afirma que, <<aunque
el Frente Popular tenía la legitimidad, casi nunca la ejerció>>. En
todo caso, habría que decir que no le dejaron, pues se olvida Pedro J. de
mencionar que, desde el momento mismo de la instauración de la República, pero
definitivamente ya, con el triunfo de las izquierdas en las elecciones de
febrero de 1936, agrupadas en el Frente Popular; la República había sido
condenada a desaparecer por las fuerzas reaccionarias de derecha, y para ello, utilizó
una conocida y peligrosa variante táctica en su estrategia global: “La
desestabilización”.
La
desestabilización es una torticera forma de intentar conseguir objetivos,
consistente en crear un insoportable ambiente de crispación, desorden y confusión,
capaz de provocar el malestar y la inquietud en las masas ciudadanas y propiciar
la intervención “salvadora” del ejército. Y esto es lo que hizo la
derecha, sobre todo, a partir de febrero de 1936, y la desarrolló en dos
frentes, actuando en uno de ellos, con atentados y asesinatos, los pistoleros
falangistas que eran alentados y financiados por los partidos monárquicos de
ultraderecha (Renovación Española y Bloque Nacional), y, en el otro, los
propios diputados ultraderechistas (Gil Robles y el filonazi Calvo Sotelo), que
se sirvieron del Congreso de los Diputados, como caja de resonancia para lanzar
sus proclamas catastrofistas -aniquilamiento
de la familia, la educación y la fe católicas”, “la destrucción de la
patria”, etc.-, relacionadas con la espiral de violencia desatada en la
calle, y creada por ella misma. Esta táctica de desestabilización, exceptuando
el pistolerismo criminal pero con las mismas proclamas catastrofistas, es la que
hoy día, sigue utilizando la derecha española, representada por el Partido
Popular y la jerarquía de la Iglesia católica.
La
vileza de Pedro J., aflora en su máxima indignidad, cuando afirma que, <<no
encuentra distancia moral alguna entre los sublevados y los que defienden la
legalidad>>. Vuelve a equiparar un bando con otro. Vuelve a igualar a
los que provocan e inician la guerra civil, con los que defienden la legalidad
democrática de las urnas, y en un “lapsus” momentáneo, se aleja de su línea
oficial y recurre a la más extremista, falsa y consabida argumentación de Moa
sobre la revolución de Asturias de 1934, para tratar, ¡otra vez! de equiparar,
de igualar a los dos bandos y, tratar
de justificar lo injustificable.
En
otro apartado dice o asume que: <<Los
españoles se lanzaron a la guerra, por no admitir la existencia del otro bando,
y a suprimirlo por la fuerza>>. ¡No es cierto!, es un bando, el
franquista, el de las clases dominantes, el que no admite perder parte de sus
inmensos privilegios, y el que se lanza, provocando la guerra, al exterminio
total del otro bando.
“Un odio que todavía hoy, sigue
metiendo bulla”. No es odio lo que
sienten las gentes demócratas, de izquierdas y republicanas de este país; es
¡indignación!. Indignación por la falta de voluntad en recuperar la memoria y
no rescatar la Historia de los lodos franquistas; indignación por el
mantenimiento de las injusticias del fascismo y la perpetuación de sus
mentiras; indignación por la falta de implicación real de las instituciones
democráticas en recuperar los restos de aquellos que murieron o fueron
asesinados por defender sus mismos principios y valores; indignación por la
timidez, falta de convicción, cobardía, incluso cierta traición, de los
dirigentes de las fuerzas teóricamente progresistas, democráticas y de
izquierdas, en proclamar y exigir el reconocimiento y dignificación de las víctimas
del franquismo, de los asesinados republicanos, y de la República; y
finalmente, indignación por gente como el mismo Pedro J., que utiliza su
“formación”, su tremendo apoyo económico, y su gran poder e influencia
mediática, para “crear opinión” en una sociedad, que carece de los
conocimientos históricos necesarios; una opinión, que es la que la derecha, el
capital y la jerarquía católica quieren, una opinión consistente en el lavado
cerebral producido por la tergiversación y manipulación de los hechos.
<<¡Que envidia –dice
Pedro J.-, saber que los vencidos de otras guerras civiles, fueron, una vez
acabadas las mismas, protegidos y respetados por los vencedores!>>.
Eso se lo tendría que decir a los franquistas -a los que intenta justificar-, que siguieron asesinando-fusilando hasta mucho después de
acabada la guerra.
En
la parte última de su artículo, confiesa sus intenciones y las de los que le
apoyan, convencido de lo ecuánime, conveniente y certero de sus juicios sobre
todo lo concerniente a la guerra civil española: <<Esta
Historia de nuestra Guerra Civil, no va a gustar a quienes busquen en esa parte
del pasado motivos para sacar pecho, pretextos para homenajear a sus ancestros
políticos e incluso ardides para concentrar la culpa colectiva en uno sólo de
los dos bandos, con el propósito de anatematizar hoy a sus reales o presuntos
herederos>>. Está claro que a muchos españoles, no les va a gustar
esta “historia”, en su conjunto, y por ello, el Sr. Ramírez y toda la
derecha que le secunda, tienen que saber que, hay muchos españoles que se
sienten orgullosos y “sacan pecho” de ser republicanos y de izquierdas, que
se sienten honrados por tener los ancestros políticos y familiares que tienen,
que muchos ciudadanos -que no se
consideran súbditos-, se sienten privilegiados de poder –si
les dejan-, continuar con la imprescindible tarea de homenajear a todos los
que lucharon y dieron sus vidas por defender los principios y valores de los que
casi disfrutamos hoy - incluidos Pedro J.
y los herederos de los que, con el uso de la fuerza, los violaron y secuestraron-.
Y todo esto, dicho desde el conocimiento y el análisis –humanamente
subjetivo-, de los hechos y, realizado por los que, durante mucho tiempo, no
pudieron hacerlo.
Finalmente,
y de una forma provocativa, rabiosa, prepotente y chulesca, como si fuera a la
vez reto y sentencia divina, y rellena de hipocresía y desfachatez, afirma: <<¿No queríais Guerra Civil? Pues la vais a tener completa,
desde el principio hasta el final. Ya nunca más, se podrá alegar ignorancia o
amnesia>>. Si la mayoría de los autores de esta obra, utilizan la
misma línea argumental que Pedro J. Ramírez; no sólo se podrá seguir
alegando ignorancia, si no también, estupidez.
Pero
Pedro J., no actúa sólo por motivaciones ideológicas y políticas, sino también,
economicistas y de mercado. No le interesa que se investigue y remueva el pasado
de nuestro país, quiere -en este terreno
tan sensible-, la calma, la amnesia de la sociedad, la tranquilidad que
necesita toda economía capitalista para poder desarrollarse sin sobresaltos, y
seguir reportándole beneficios a él, y a sus amigos. Desea, fervientemente,
que todo continúe como hasta hace poco, mantener el “status quo”, como si
nada hubiera pasado, y para ello, necesita “convencer”, aunque sea
torticeramente, de que ninguno de los dos bandos se merecen que los españoles
nos enfrentemos en tales disputas guerracivilistas. La camaleónica personalidad
de Pedro J., su estrategia de “palo y zanahoria”, sus mezclas de verdades y
falacias en un “totum revolotum” en el que no se salva nadie, excepto,
<<los hombres buenos>>; le auto-permiten reivindicarse
como defensor de los indefensos, de los pobres, de los humildes, como un
“Santo Padre”, todo ecuanimidad, certeza, equilibrio y moderación.
Pero
Pedro J., intenta ser algo más. Quiere aparentar, no sólo mesura, sino también,
conocimiento. Por eso no se define, porque hacerlo, <<es de pedantes y
tontos, eso está bien para los simples y superficiales; pero cuando uno no es
tonto, definirse es más difícil>> (Baroja). Esta frase, sacada del
contexto de donde y cuando se produjo, es utilizada y asumida por Pedro J., sin
darse cuenta que, también sirve para desenmascararle y descubrir su faceta de
oportunista, de persona, aparentemente, “no comprometida”. Podría pasar,
sin grandes problemas y en un corto espacio de tiempo, de monárquico a
republicano –republicano de derechas, ¡claro!-; no le importaría demasiado que
el país cambiara de forma de gobierno, siempre y cuando, el sistema capitalista
actual siguiera vigente, es decir, que la “economía”, su economía, le
permitiera seguir manteniendo su status.
En
definitiva, habría que recordarle a Pedro J. Ramírez -si
es que alguna vez lo supo-, a
la derecha, y a la ciudadanía en general; algunos hechos básicos referidos a
la guerra civil, o en su defecto, instruirles para que se conozcan:
1-
Sin el intento de golpe de estado
de julio de 1936, ¡no se hubiera producido la guerra civil!, habrían sucedido
otros hechos, otras cosas, ¡pero nunca, una guerra civil!, por lo tanto, los
responsables, los que provocaron, los que iniciaron la guerra civil; fueron los
sublevados del bando franquista.
2-
No fueron iguales los dos bandos.
Uno, el republicano; fue el agredido. El otro, el fascista; el agresor.
3-
Un bando, el republicano,
representaba la voluntad de pueblo elegida libremente en las urnas, y por tanto,
la legalidad y la legitimidad. El otro, el fascista, representaba a los
sublevados, a los traidores, a los que defendían a los privilegiados y a las
clases oligárquicas y dominantes de siempre, a los que violaron la voluntad del
pueblo, y por tanto, representaba
la ilegalidad y la ilegitimidad.
4-
Las matanzas de civiles, incluidas
las de retaguardia, las inició el bando fascista sublevado -siguiendo
las consignas del general Emilio Mola-, en los primeros días de la guerra
(julio y agosto de 1936). Dos militares de este bando sublevado, destacaron
sobremanera como matarifes en este primer periodo, por sus espeluznantes y
masivos asesinatos: El general Gonzalo Queipo de Llano, en Sevilla y su comarca
y, en Huelva y su cuenca minera; y el entonces coronel, Juan Yagüe Blanco, en
Badajoz y su comarca.
Estas
matanzas, cuando fueron conocidas en zona republicana, provocaron,
desgraciadamente, la consiguiente venganza de las masas populares.
5-
No mataron igual los dos bandos.
Sin tener en cuenta los caídos en el campo de batalla, los republicanos de toda
clase y condición, asesinados por el bando rebelde durante la guerra civil de
1936-1939, se aproximan actualmente a las 68.000 personas -entre
ellas, las por ahora 37.000 “desaparecidas en fosas comunes anónimas”-,
aunque las investigaciones en marcha, continúan aumentando esta cifra.
Los
derechistas asesinados por el bando republicano en este mismo periodo de tiempo,
suman una cifra de víctimas cercana a las 30.000 personas, entre ellas, 10.000
religiosos; pero su número apenas puede aumentar, pues Franco ya se encargó de
contabilizar e identificar a todos los suyos (“Causa General”).
6-
La quiebra del Estado, es decir, de
la República, lo provoca la insurrección militar de julio de 1936. Es la
sublevación fascista, la causante de que el gobierno legítimo de la Republica
pierda el control de las masas populares al principio de la guerra, y no lo
recupere hasta principios de 1937, donde aprueba leyes y crea tribunales para
impedir los asesinatos indiscriminados de simpatizantes derechistas, bajo
fuertes penas de cárcel para los que las incumplieren. Por
contra, en el bando rebelde no hubo nunca, ni siquiera atisbo, de algo
parecido, más bien, todo lo contrario –consignas
de Mola-.
7-
Los muertos del bando rebelde, “autodenominado nacional”, enseguida
fueron exhumados y homenajeados por la dictadura franquista -calles
y plazas-, y por la Iglesia católica -cruces
y nombres de los “caídos por Dios y por España”, en las fachadas de casi
todas las iglesias del país-, y su familias, recompensadas de una u otra
forma. Mientras tanto, los muertos del otro bando, el republicano, siguen
enterrados como perros, en las ciento, quizá miles, de fosas comunes anónimas
que pueblan los campos, las tapias de los cementerios y las cunetas de nuestras
carreteras. Sus familias fueron, durante muchos años, objeto de burla,
escarnio, expoliación, represión, marginación, explotación, miseria y
hambre, y sus muertos; ahí siguen, sin ser exhumados, ni identificados, ni
reconocidos, ni homenajeados; sólo olvidados. Ellos, que lucharon y dieron su
vida por defender los derechos y libertades de los que hoy disfrutamos todos;
continúan olvidados.
8-
El caso de España, es único en
Europa. En los países democráticos es impensable tener calles, plazas,
pueblos, monumentos, colegios u otros edificios –incluidas las academias
militares-, que recuerden u homenajeen a individuos o instituciones de la trilogía
totalitaria –fascismo, nazismo y
franquismo-, genocidas, traidores
a su pueblo y contrarios a los derechos humanos. En España, todavía y
vergonzosamente, si.
9-
Franco y su régimen dictatorial,
también supuso un caso horrendo y único. Una vez acabada la guerra civil con
la victoria de los sublevados; no sobrevino la paz, sino el exterminio
generalizado. La más cruenta represión política habida en Europa, se cernió
sobre los cientos de miles de prisioneros republicanos, indefensos y hacinados
en las cárceles y campos de concentración franquistas. Aunque los
fusilamientos de presos fueron decreciendo con los años, se calcula que entre
1939 y 1947, se asesinó a unos 185. 000 republicanos –los
llamados “rojos”-, según afirmaciones de Juan March -amigo y banquero de Franco-.
10-
La Iglesia católica, no sólo intrigó, apoyó y colaboró activamente para el
derrocamiento de la República, desde el mismo momento de su instauración en
abril de 1931, sino que participó de forma notable, en la ejecución del golpe
de estado fascista. Desde los púlpitos, utilizó su tremenda influencia y poder
de siglos, sobre grandes capas de una población ignorante e inculta, puso
elevadas sumas de dinero a disposición de los insurrectos y, contribuyó, físicamente
en el frente de batalla, con sacerdotes y seminaristas, que con fusiles al
hombro, engrosaban, mayoritariamente, las filas de los requetés navarros. La
Iglesia “bendijo la sublevación militar”, a la que catalogó de
“cruzada” y, “bendijo también, cañones y demás armas, destinadas a
matar rojos ateos”. Por otro
lado, muchos sacerdotes, traicionaron su “sagrado secreto de confesión
cristiana”, y denunciaron, ante los verdugos de Falange, a muchos de sus
feligreses republicanos, que por ello, serían asesinados-fusilados.
Antonio
Otero Bueno