Canarias: memoria histórica, retales de memoria, desmemoria y amnesia
Ramiro Rivas García -
DISENSO Nº 41- Enero 2004
Sumarios:
- En las Canarias Occidentales -Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro- hubo
unos dos mil desaparecidos, de los que más de mil seiscientos fueron asesinados
en Tenerife. los cuerpos de la mayoría, arrojados al mar o enterrados en fosas
anónimas, no han sido encontrados
- Acción Ciudadana y Falange Española fueron las organizaciones paramilitares
encargadas de la represión, de ellas salió el grueso de los integrantes de las
'Brigadas del Amanecer', cuadrillas de asesinos que fueron completadas con
miembros del Ejército y de la Guardia Civil
- Los militares rebeldes fueron el principal poder fáctico y oficial en las
Islas, sobre todo durante la guerra, por lo que fueron los máximos responsables
de lo acaecido. La Iglesia no hizo nada para detener la matanza; al contrario,
muchos de sus miembros la justificaron y alentaron
- La postura de la oligarquía canaria no se debe a una mera inercia, ya que
reflexionar sobre lo ocurrido durante la guerra civil y la larga posguerra le
llevaría a reconocer la ilegitimidad de su poder y de los beneficios que
la situación le supuso y le supone
La actuación del franquismo en Canarias durante la guerra civil y la posguerra
fue un genocidio, una guerra de exterminio, unos asesinatos masivos realizados
de forma consciente bajo una dirección política y con el objetivo de destruir
las organizaciones populares que ponían en cuestión el poder y los privilegios
de las castas gobernantes. Pero estas acciones no las realizaron sólo el
Caudillo y sus ministros, sino que contaron con la colaboración de amplios
sectores de las clases dirigentes locales, que nunca han reconocido que hubieran
cometido nada ilegítimo, ilegal e injusto. A eso se debe en gran parte el hecho
de que la memoria histórica de aquellos años terribles sea sistemáticamente
silenciada. Ramiro Rivas García es historiador, autor de la obra 'Tenerife
1936. Sublevación militar, resistencia y represión'
La recuperación de la memoria histórica de los años de la guerra civil y el
franquismo en Canarias tropieza con muchos obstáculos. El Archipiélago
constituye, a mi juicio, el área más atrasada del Estado español en
este sentido, el lugar donde se han producido y se mantienen las mayores
resistencias a avanzar y ello obedece, sin duda, a la naturaleza de los
acontecimientos a recuperar. Se ha constatado, sin embargo, que existe un ansia
popular por conocer lo que pasó. La mejor prueba es que todo lo publicado
sobre la guerra civil en Canarias ha sido un éxito de ventas, y a pesar de que
el conocimiento que se tiene sobre algunos de estos acontecimientos históricos
es disperso, fragmentario, desigual, inclusive confuso y con enormes vacíos, es
cierto que hoy se conocen bien muchos de los hechos más importantes, su
desarrollo, sus consecuencias, sus autores y sus víctimas. Aún así se
mantiene un espeso silencio oficial y hay, además, como un cierto manto de
temor e incomodidad cuando se trata de mencionar los actos más escabrosos del
período.
HEREDEROS DEL FRANQUISMO. ¿Cuáles son las razones para que se produzca,
aún hoy, el silencio, el desinterés oficial, la incomodidad incluso, de los
diversos grupos políticos que gobiernan el Archipiélago a todas las escalas
administrativas? Esta pregunta nos lleva a otra: ¿Por qué en Canarias la
investigación histórica sobre la guerra civil y la posguerra, el franquismo,
es casi inexistente, no ha habido el más mínimo interés oficial en recoger y
recuperar testimonios, memorias, documentos, imágenes? ¿Por qué siguen
cerrados algunos archivos, o son de muy restringido acceso? Creo que la
respuesta es sencilla, pero antes de darla permítanme que les cuente una anécdota:
estoy escribiendo este artículo en un municipio costero del Sur de Tenerife,
gobernado por el Partido Socialista y asentado frente al mar, al que bordea a lo
largo de la costa una avenida, con un bien remozado paseo. ¿Adivinan cómo se
llama? No les voy a hacer sufrir: su nombre es, sigue siendo, 'Generalísimo
Franco'. Son razones o motivos políticos, evidentemente, de poder y dominio a
la vez, ya que las actuales élites gobernantes en el Estado -y más en este
Archipiélago- son herederas del franquismo, con todas las connotaciones que
conlleva el término; o sea, que lo heredan todo, pues el poder se ha
transmitido casi familiarmente dentro de los mismos grupos sociales que fueron
en su día beneficiarios del golpe de Estado.
LA CONTRARREVOLUCIÓN EN ACCIÓN. Pero ¿qué hechos y actos concretos se
trata de ocultar? Conocemos suficientemente los hechos del período de los que
se puede recordar algunos datos con el fin de arrojar un poco más de luz sobre
el asunto. Los hechos más evidentes de la violenta contrarrevolución en las
Canarias Occidentales -Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro- constatan de
manera nada exagerada que hubo unos 2.000 desaparecidos de los que 1.650 fueron
asesinados en Tenerife y en su inmensa mayoría sus cuerpos aún hoy no han
sido encontrados y sus familias nunca han tenido noticia de cómo transcurrieron
los últimos momentos de su vida y las circunstancias de su muerte. Además,
hubo más de 4.000 presos, la gran mayoría gubernativos que nunca se molestaron
en encausar y que pasaron los años de su encierro en las cárceles
sometidos a toda clase de torturas y sevicias, viéndose obligados una buena
parte de ellos a realizar trabajos forzados.
El universo carcelario de Tenerife fue muy profuso. No estuvo formado solamente
por los salones del empaquetado de plátanos de la compañía británica Fyffes,
en los que se hacinaban más de 2.000 presos políticos; o por la 'Prisión
Flotante' -unos pequeños mercantes situados en medio de la bahía-, en los
que intentaban sobrevivir 600 detenidos. A ellos hay que añadir los 400 presos
que estaban encerrados en la Prisión Provincial de San Miguel, ente ellos 150
mujeres, y otros cientos de presos en cuartelillos, depósitos municipales,
cines como el Atlante, en el Puerto de la Cruz, o teatros, como el Power en La
Orotava, de donde varios centenares fueron sacados para ser asesinados, unos
margullados o apotalados en el mar (en muchos casos arrojados vivos a las
aguas dentro de un saco con un peso), otros arrojados a simas volcánicas o
enterrados en montes y descampados.
El treinta y cinco por ciento de los maestros fue sancionado, diez mil personas
se vieron implicadas en actuaciones represivas sobre una población total que
apenas superaba los 300.000 habitantes. De 1939 a 1942 hubo 4.000 condenados por
el Tribunal de Responsabilidades Políticas. La represión se abatió
fundamentalmente sobre los trabajadores, tanto de la ciudad como del campo,
y sus organizaciones sindicales, afiliados y simpatizantes, especialmente
sobre aquellos que habían dado muestras de rebeldía o protesta en fincas,
empresas y tajos.
GENOCIDIO ORGANIZADO. Las consecuencias fueron catastróficas para la
sociedad tinerfeña, ya que se erradicó, clausuró y eliminó desde las
poderosas organizaciones sindicales, la hegemónica CNT, al sindicato de
maestros, la FETE-UGT, y los partidos obreros y republicanos, incautando sus
locales y sus bienes, al igual que su prensa y la prensa independiente.
Desapareció también el rico y complejo tejido asociativo popular como el
Sindicato de Inquilinos, los ateneos, casinos y librerías populares, las
escuelas racionalistas, las escuelas nocturnas, las asociaciones de mujeres y
de jóvenes, las igualas médicas... Muchas instituciones populares que todavía
aún hoy no han sido reconstruidas o sustituidas por otras.
La actuación del franquismo en las Islas durante la guerra civil y la posguerra
-dejemos de utilizar de una vez los consabidos eufemismos- fue un genocidio, una
guerra de exterminio, una matanza, unos asesinatos masivos realizados de
forma consciente, bajo una dirección política y con el claro objetivo de
destruir las organizaciones populares que ponían en cuestión el poder y los
privilegios de las castas gobernantes. Para mantenerlos había que eliminar a
los militantes y afiliados más activos y aterrorizar al resto de la población
con una represión totalizadora y prolongada, de manera que surtiera el efecto
deseado: destruir el poderoso tejido asociativo, solidario y cultural que,
principalmente el movimiento obrero, pero también algunos partidos de
izquierda, habían levantado hasta 1936.
Las largas y profundas consecuencias de esta derrota afectaron, sobre todo, a
la vida cotidiana de la mayoría de la población, que vio durante décadas cómo
se deterioraba de una forma dramática su ya bajo nivel de vida. El poder
adquisitivo y los jornales de los asalariados tinerfeños cayeron más de un
sesenta por ciento en relación a 1936, no recuperándose los mismos niveles
hasta veinte años después. La situación de hambre, paro y miseria se
generalizó durante los veinticinco años siguientes a la terminación de la
guerra. Esto, unido a la falta de los mas mínimos derechos y a la continua
transgresión de ellos por parte de la oligarquía gobernante, hizo que miles de
isleños buscasen una nueva vida en América, iniciándose así, con la
emigración clandestina en los barcos fantasma, la trágica gran epopeya anónima
del pueblo canario, que huía de la persecución, la explotación y la opresión,
el hambre, la miseria y el sufrimiento.
NO FUERON SÓLO FRANCO Y SUS MINISTROS. Éstos son una mínima parte de
los hechos innegables, bien contrastados y conocidos. Pero estas acciones no las
realizaron sólo el Caudillo y sus ministros, sino que para llevarlas a cabo
contaron aquí con la colaboración y la ayuda necesarias. Y aquí esta el
problema, pues las clases dirigentes tinerfeñas, tanto las que participaron
directamente en los hechos como sus herederas y beneficiarias actuales, nunca
han reconocido que hayan cometido nada ilegítimo, ilegal o injusto. Ideológica
y moralmente la oligarquía isleña cree que no tiene nada que reconocer, nada
de que arrepentirse, quizás deplorar algunos y contados excesos. Por eso, en
Canarias ni siquiera se han recuperado retales de esa memoria oprobiosa,
situaciones y hechos aislados, descontextualizados, separados del conjunto,
como ha pasado en la mayoría de las comunidades del Estado.
Ante este cúmulo de hechos, la burguesía tinerfeña y sus administradores
políticos han mantenido desde hace años sin variación unas líneas de
explicación y defensa. El primer argumento a esgrimir ha sido la negación de
los hechos: las Islas siempre habían sido una Arcadia feliz. Pero ante la
contundencia abrumadora de las pruebas se pasó a una segunda línea de
defensa muy socorrida, que no es otra que las Islas, o la de Tenerife
concretamente, eran una Nivaria feliz, un paraíso de paz en el que no existía
conflicto alguno de índole económico-social, pero al estallar la guerra civil
Franco nos envió gobernantes locos que organizaron y realizaron la matazón,
ante la impotencia de las fuerzas vivas isleñas que avisaron al Generalísimo
para que pusiera coto a la matanza, lo que éste hizo. O sea, que los excesos y
su responsabilidad correspondieron a gente 'de fuera'. Ante la endeblez de estos
argumentos, se estableció una nueva línea de explicación, variante de la
anterior: el pueblo canario es noble, pero algunos sectores minoritarios de él
fueron infectados por teorías criminales y peligrosas llegadas del exterior
-anarquismo, comunismo- y dirigidos por tenebrosos agitadores foráneos que
pusieron en grave peligro la paz y el orden que fue necesario restablecer.
Entonces, Franco envió al general Dolla, que era un loco, y se cometieron
algunos excesos, producto también del turbulento período en que se vivía y
que conviene olvidar, pues no merece la pena recordarlo.
INQUILINOS OPROBIOSOS. Pero en cambio sí se recuerda de forma permanente
a los generales golpistas y a los líderes fascistas, tan golpistas como los
militares. Una buena ristra de ellos invade no sólo el callejero de la capital,
Santa Cruz de Tenerife, en donde el monumento a Franco preside una de las
principales vías de la ciudad, sino también ocupa, en reiterada repetición,
las calles y plazas de los pueblos y ciudades de las Islas, salvo algunas
excepciones, negándose las distintas autoridades municipales, con peregrinos
razonamientos, a las peticiones de remoción de tan oprobiosos inquilinos.
Pero si sobre estos personajes ha habido algunas propuestas de remoción,
ninguna se ha levantado sobre los héroes locales: los Santiago Cuadrado, Brotóns,
Gómez Landero, Sánchez Pinto, Francisco La Roche, Delgado Barreto..., y un
interminable etcétera de militares, curas y falangistas 'caídos por la
Patria', así como otros prebostes que tuvieron una destacada actuación en la
guerra civil o en la represión en la retaguardia y otros muchos servidores
entusiastas y decididos del criminal régimen franquista, como es el caso de
la Inspectora-Jefe de Primera Enseñanza, Susana Villavicencio, que no sólo
estuvo involucrada en la represión de los maestros, sino que fue la
entusiasta encargada de poner en marcha en la provincia tinerfeña el ideario
clerical fascista de la 'Nueva Escuela', y a la que ya en la etapa monárquica
se recuerda su memoria y se premian sus afanes dando su nombre a uno de los
colegios públicos de la capital.
Son paradigmáticos e igual de oprobiosos los casos de personajes como el capitán
auditor Rafael Díaz Llanos, fiscal acusador en los inicuos Consejos de Guerra
que condujeron a la muerte a decenas de dirigentes, autoridades republicanas y
militantes anarcosindicalistas principalmente; o el del teniente de
Intendencia Cándido Luis García San Juan, encargado, como Delegado de la
Autoridad Militar durante los primeros meses de la guerra civil, de la requisa y
recogida de oro en la provincia, ambos íntimos colaboradores del carnicero
Dolla. O, por citar a otro personaje con un papel dirigente en aquellos tiempos,
el jefe provincial de Falange de 1937 a 1940, Francisco Aguilar y Paz. Los tres
tuvieron en común haber realizado largas y fructíferas carreras personales
durante el régimen franquista y los primeros años de la monarquía, siendo
colmados de honores y reconocimiento público hasta hace pocos años: medallas
de oro de la isla, hijos adoptivos o predilectos de la ciudad... Eso sí, en
las biografías publicadas no se mencionaban los servicios prestados durante la
guerra civil. En alguno de estos casos recuerdo con lástima y vergüenza las lágrimas
de impotencia y rabia de unos ancianos supervivientes socialistas, al enterarse
y constatar que la moción de concesión de honores para uno de estos personajes
antes citados era presentada por la portavoz de su partido en el ayuntamiento
capitalino. ¿Ignorancia? ni muchísimo menos, simple amnesia feliz gracias a
la operación de lobotomía política practicada por la transición democrática.
En los últimos años hay un cambio de actitud. Seguros de su poder, se lanzan a
premiar y reconocer los servicios prestados. De ahí que a estas alturas, no sólo
no se purga el callejero de generales golpistas y de las decenas de entusiastas
y fieles servidores locales que se sublevaron con Franco, sino que, ya puestos,
los oligarcas y sus paniaguados políticos recuperan excelsas figuras fascistas,
como el rector Escobedo, que azuzó la represión y no hizo nada ante la
desaparición de unos cuantos profesores de la Universidad de La Laguna, o el
profesor Cioranescu, militante fascista rumano, miembro destacado de la Guardia
de Hierro, al que se homenajeó dando su nombre a la futura biblioteca insular
que se construye en el seno del faraónico complejo cultural Oscar Domínguez, o
por último, el presunto espía nazi Richard Melchior, al que se le rotuló una
calle en el pago lagunero de Valle Guerra.
LAS 'BRIGADAS DEL AMANECER'. Acción Ciudadana y Falange fueron las
organizaciones paramilitares encargadas de la represión, que confluyeron en
abril de 1937 en el partido único Falange Española Tradicionalista y de las
Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET-JONS). Entre sus militantes salió
el grueso de los integrantes de las infaustas 'Brigadas del Amanecer', también
conocidos popularmente como los 'falanges'. Estas cuadrillas de asesinos se
completaron con miembros del Ejército y de la Guardia Civil.
Fueron tristemente celebres algunas 'checas' o lugares de tortura, donde
actuaban estos individuos, como la del antiguo Palacio de Justicia, sito en la
plaza de San Francisco de la capital tinerfeña, que compartieron el Ejército y
la Falange y fue el mayor centro de tortura de la isla, en el que fueron sañudamente
maltratados especialmente dirigentes anarcosindicalistas; la 'checa' que
Falange estableció en el Templo masónico de la calle San Lucas de Santa Cruz
de Tenerife, donde fueron torturados muchos de los desaparecidos antes de ser
asesinados, y la que Acción Ciudadana de La Laguna instaló en la trasera del
actual Instituto de Enseñanza Secundaria de Canarias Cabrera Pinto, en la calle
de San Agustín.
Todas las familias de orden de la isla estuvieron bien representadas en Acción
Ciudadana y Falange Española, así como en el partido resultante de la fusión
de ambas. Entre sus militantes destacados, que fueron legión, citamos
algunos que al lector le pueden resultar conocidos por el papel que jugaron
durante la guerra y la posguerra. Entre ellos, José Miguel Galván Bello, jefe
de Falange de la isla de Tenerife en 1937, y los hermanos Tomás y Miguel Zerolo
Fuentes, voluntarios el 18 de julio de 1936, activos militantes falangistas y
alcalde de Santa Cruz de Tenerife, donde cuenta con una calle, el segundo de
ellos. En la Falange franquista militaron activamente muchisímos personajes de
relevante importancia en las más diversas esferas sociales de la época, como
el consignatario y terrateniente Andrés Arroyo, el arquitecto Enrique Marrero
Regalado, el ingeniero Carlos Hardisson Pizarroso, Miss Europa, Alicia Navarro
Cambronero, el director de la Refinería de CEPSA Juan Llisó Moreno, el
periodista Antonio Marti, el empresario Maximino Acea Perdomo...
EL EJÉRCITO Y LA IGLESIA. Todavía hoy dos poderosas instituciones no
han cambiado su actitud y siguen manteniendo que no tienen nada que rectificar,
nada de que arrepentirse. Son éstas el Ejército y la Iglesia Católica. Los
integrantes del primero se sublevaron, con muy pocas excepciones, el 18 de julio
de 1936. Estos militares rebeldes se convirtieron en el principal poder fáctico
y oficial en las Islas, sobre todo durante la contienda, por lo que evidentemente
son los máximos responsables de todo lo acaecido.
Pero, además de los comandantes generales nombrados por Franco, el poder real
estuvo en manos de coroneles, muchos de ellos hijos de la tierra. Entre
otros, son destacables: Anatolio Fuentes García, el primer jefe de Acción
Ciudadana; el Jefe de Estado Mayor Teódulo González Peral; el comandante
general hasta la llegada de Dolla, José Cáceres Sánchez; el coronel de
Ingenieros, José Rodrigo Vallabriga Brito; el coronel auditor de guerra, José
Samsó Henríquez, uno de los consejeros principales de Dolla; el coronel de
la Guardia Civil, Juan Vara Terán, alcalde de la capital desde el golpe militar
hasta 1938, el coronel de Artillería Julio Fuentes Serrano, que ocupó el cargo
de gobernador civil en el mismo lapso de tiempo; el coronel de Artillería Joaquín
García Pallasar, íntimo colaborador de Franco y jefe de Artillería del
Cuartel General, ennoblecido por el Caudillo con el titulo de Conde de Pallasar.
Todos ellos fueron integrantes de los tribunales en distintos Consejos de
Guerra, en los que se dictaron numerosas penas de muerte. Otros oficiales
tuvieron un papel destacado, como el comandante auditor Lorenzo Martínez Fusset,
principal consejero de Franco para asuntos jurídicos y de represión; el
comandante Alfonso Moreno Ureña, jefe operativo del golpe militar en Santa Cruz
de Tenerife; el capitán Lorenzo Machado Méndez y Fernández de Lugo y el capitán
Camilo Tocino Tolosa, que serán Jefes del Alto Estado Mayor del Ejército en
los primeros años de la monarquía; el cabo de Asalto Lucio Mardones... Todos
ellos fueron golpistas y rebeldes contra la democrática legalidad republicana.
La Iglesia Católica tinerfeña, con unas responsabilidades muy importantes
tanto en la represión como en el ejercicio del poder, sobre todo en los
primeros meses de la guerra, que fueron los momentos álgidos de la represión y
la época en la que tuvieron lugar la gran mayoría de los fusilamientos y de
las ejecuciones extrajudiciales, tampoco ha reconocido nunca sus
responsabilidades. En este período la Iglesia tinerfeña, cuya cabeza jerárquica
era el Vicario General de Tenerife, Domingo Pérez Cáceres, hasta marzo de 1937
en que regresó a la isla el obispo titular, Fray Albino González Menéndez
Reigada (firmante de la Pastoral Colectiva, junto con su colega el Obispo de Las
Palmas Pildain), fue valedora del régimen y justificó y legitimó tanto el
golpe de Estado como la guerra civil. El canónigo de la Catedral de La Laguna,
José García Ortega, y el magistral de la misma Catedral y profesor de Derecho
Canónico de la Universidad de La Laguna, Heraclio Sánchez Rodríguez, formaban
parte destacada del círculo íntimo del general Dolla, siendo el primero de
ellos su confesor y principal consejero.
La Iglesia Católica de Tenerife no hizo nada por aliviar o amortiguar la
represión y la matanza, sino muy al contrario, muchos de sus miembros no sólo
las justificaron sino que incluso las alentaron. Nunca se preocupó de los
cientos de sus feligreses presos y de las decenas de desaparecidos, ni de
sus familias, ni de sus hijos, y por su actuación directa se incrementaron en
muchos casos las penalidades de los presos políticos. Nombró a la Virgen de
Candelaria Patrona de Acción Ciudadana y la sacó en jubilosa procesión en
1939, llevándola a la capital para presidir las fiestas de 'la Victoria'. Nunca
ha pedido perdón y todavía hoy en los muros de sus templos parroquiales se
mantienen las listas de los 'Caídos por Dios y por España' de la localidad,
presididos por el 'primer caído', el líder fascista José Antonio Primo de
Rivera.
AMNESIA GENERALIZADA. De la amnesia participan más o menos por igual
todas las formaciones políticas ligadas al poder instituido, así como las más
variadas instituciones, pues en la carrera de la desmemoria el pelotón es tan
numeroso y entra tan apretado en la meta que ni siquiera la foto finish nos daría
la posibilidad de encontrar un vencedor. Permítanme solo unos pocos ejemplos.
Empecemos por el Parlamento de Canarias. En estos veinte años de existencia lo
único que ha legislado al respecto es una cicatera y restrictiva ley, a la que
no se ha dado excesiva publicidad, de compensación con una pequeña indemnización
pecuniaria, por una sola vez, a los presos del franquismo. Fuera de esto nada,
pues ni siquiera se ha ocupado de colocar una simple placa recordatoria en su
salón de sesiones, que fue utilizado como sala de plenos de los principales
Consejos de Guerra celebrados en Tenerife y que, como hemos señalado, acabaron
con el fusilamiento de decenas de inocentes.
Y si hablamos de la Universidad de La Laguna, destaca tanto por su escaso, por
no decir nulo, interés por desarrollar líneas de investigación, acopio de
documentos o recuperación de fuentes, salvo honrosas excepciones individuales,
como por no recordar cuál fue su papel y su actuación en aquella época, ni
mucho menos averiguar qué fue de sus profesores desaparecidos y evocar a
sus profesores y alumnos represaliados.
El Cabildo, que es el gobierno insular, tampoco ha impulsado un estudio riguroso
sobre su actuación y su papel durante la guerra civil y la dictadura, ni
tampoco ha habido un solo gesto público de reconocimiento hacia sus
funcionarios, trabajadores y miembros de la corporación desaparecidos y
represaliados, ni siquiera un mínimo recuerdo.
Los ayuntamientos, salvo algunos casos muy aislados, han obviado los hechos.
Destaca el de la capital, que todavía no ha tenido un gesto de reconocimiento
a su último alcalde republicano, José Carlos Schwartz, asesinado en 1936, a
sus funcionarios y trabajadores represaliados, y a sus más de ochocientos
vecinos desaparecidos, mientras en estos últimos veinticinco años ha seguido
repoblando su viario de calles y plazas con decenas de golpistas franquistas
tinerfeños.
Sindicatos y partidos de izquierda, integrados en el sistema de poder, tampoco
han mostrado el mayor interés, ni siquiera por recuperar su propia memoria ni
reivindicar las figuras de sus líderes y afiliados, que pagaron con su vida o
largos años de reclusión y torturas su militancia. Se mueven estas
organizaciones entre el desinterés y la preocupación en cuanto se les plantea
el tema, por si interfiere en la reconciliación que permite a sus burocracias
disfrutar de las parcelas de poder que les han correspondido en el reparto.
Las organizaciones y grupos nacionalistas independentistas y la izquierda no
ligada al poder se mueven entre la ignorancia y/o la amnesia. Con respecto a los
primeros se sienten molestos con el tema, como si lo ocurrido durante la guerra
civil y la posguerra en las Islas no fuera con ellos, y fuese cosa de
extranjeros o un problema de la metrópoli. Pues ni lo uno ni lo otro, ya que
fue el pueblo canario el masacrado y quien participó y seleccionó a las
personas que se deberían incluir en las razzias no fueron otros que los
conspicuos integrantes de la oligarquía isleña, tanto burgueses como 'coburgos'
(expresión popular que se utiliza para referirse a terratenientes y
aguamangantes que presumen de una heráldica generalmente impostada). Queremos
creer que es por ignorancia por lo que estos sectores siguen loando la figura de
Tomás Déniz, el estilista del juego del palo, conocido integrante de las
'Brigadas del Amanecer', o los elogios que muchos nacionalistas realizan al
profesor de Latín Juan Álvarez Delgado, al que consideran uno de sus
referentes intelectuales. Quizá ignoren que el mentado profesor fue jefe de
Falange de La Palma en 1937, en plena época represiva y de ejecuciones
extrajudiciales contra los alzados en el monte, que fue miembro en los primeros
años '40 de la comisión de depuración del profesorado y que, según me han
contado, hasta entrados los años '50 llegaba a clase de uniforme (falangista
claro), con correaje y pistola.
Permítanme todavía una perla que nos señala más el limbo de amnesia e
ignorancia en el que nos han dejado el franquismo y sus herederos. En las
movilizaciones pasadas contra la guerra de Iraq, una de las plataformas más
activas, impulsada por la izquierda extraparlamentaria y colectivos
populares en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, llevaba por nombre 'Acción
Ciudadana'.
LA RAZÓN DE LA DESMEMORIA. ¿Alguien mínimamente inteligente y que no
sea muy ingenuo puede creer que los poderes fácticos y políticos de Canarias
quieren rescatar la memoria del franquismo, hacer balance de los hechos
acaecidos, reconocer los crímenes y el genocidio cometidos por la burguesía y
los 'coburgos' locales contra los trabajadores y las clases subalternas del
Archipiélago? La postura de la oligarquía canaria no se debe a una mera
inercia, ya que reflexionar sobre lo sucedido durante la guerra civil y la larga
posguerra le llevaría a reconocer la ilegitimidad de su poder y de los
beneficios de toda índole que la situación le supuso y le supone. Son los
herederos y beneficiarios de aquella masacre organizada, ordenada y realizada
por sus parientes, amigos y socios. Pero, además, la mayoría de sus
integrantes están convencidos de que esas actuaciones eran del todo necesarias,
dolorosas quizás, pero indispensable profilaxis social, como diría algún
bienpensante liberal representante de esa oligarquía gobernante. No tienen
ningún interés en que se conozcan los detalles del genocidio, les repugna pero
sobre todo les molesta e inquieta, no tienen el más mínimo interés en que se
vuelva a recordar o en que se sepa quién organizó y participó en la represión
franquista. Ni siquiera están demasiado interesados en blanquear o falsear los
hechos, lo que les conviene es el silencio y el olvido.
Ésta y no otra es la razón de la desmemoria. Luego las actitudes, opiniones,
justificaciones de la inacción pueden variar, pero todos tienen muy claro que
ni les interesa ni ganan nada en airear los crímenes del franquismo y la
responsabilidad de las élites a la que pertenecen. Esta dificultad no quiere
decir que no les exijamos que lo hagan, pero teniendo claro que si queremos que
se rescate algo más de esa memoria, que es nuestra, lo tenemos que seguir
haciendo nosotros mismos.