Un
puñado de héroes
Malali Labrac
3-2-2004
Irak es hoy ingobernable para el imperialismo yanqui y sus satélites
colonialistas debido a la impresionante Resistencia Nacional Iraquí que
burla continuamente al ejército más poderoso de la Tierra. Una guerrilla patriótica
que es calificada por Falsimedia cómo una conjunción de Al Qaeda y leales al
capturado presidente Sadam Hussein, pero que demuestra con sus innumerables
acciones tras la detención del que ellos decían era su jefe supremo, que es
una resistencia que incluye a buena parte de la sociedad del Irak
ocupado que no acepta la injerencia imperialista. Esta gran guerrilla me ha
hecho recordar a la resistencia antifranquista, a los maquis republicanos, que
no se resignaron tras la derrota de la República por las tropas fascistas
de Franco y se enfrentaron heroicamente al recién nacido Regimén Fascista del
Generalísimo durante los años 40 y 50. Esos héroes fueron olvidados en la
Santa Transición y en la Constitución Borbónica, y son continuamente
denigrados por el PP y el actual Gobierno del Estado Español. Recordar a estos
luchadores por la libertad y la justicia social es un revival de naftalina para
los neofranquistas recalcitrantes que nos gobiernan.
Al recordar a los maquis, aquellos comunistas, anarquistas y socialistas que no
abandonaron el sueño de una España republicana, democrática y con justicia
social, recuerdo especialmente a los Quero , una familia de guerrilleros
anarquistas de la ciudad de Granada que combatió bravamente contra las fuerzas
de seguridad franquistas. Con estas líneas quiero honrar la memoria de estas
personas, a las que debemos tanto moralmente, a las que debemos recordar para
imitar su ejemplo y luchar por el fin de esta farsa democrática y por la
proclamación de la Tercera República con garantía de éxito, y también
quiero honrar a personas sencillas cómo mi bisabuelo Plácido que ayudó a la
familia Quero cuando ésta lo necesitó. Los Quero fueron un puñado de hombres
libres que se atrevió a batirse contra el fascismo en la tierra del chavico, en
la ciudad con la peor burguesía de España , cómo acertadamente apellidó
Federico García Lorca a la ciudad de la
Alhambra.
A ellos , a los Quero y a mi bisabuelo Plácido, dedicó este texto extraído de
"Apuntes en vivo" de Eduardo Pons Prades por Alberto Bru :
" "Los Quero" (Antonio, José, Pedro y Francisco Quero Robles).
El mayor de los hermanos -Antonio- participó, el 20 de julio del 36, en la
defensa del Albaicín contra las tropas sublevadas. Al ser derrotados los
obreros, tuvo que esconderse. Más tarde, con un grupo de amigos, y fingiendo
ser gitanos que iban a un bautizo, lograron cruzar varios controles de la
Guardia Civil y pasar a la zona republicana, presentándose en Guadix.
Al saberse burlada -cuenta la gente- la policía se la juró al mayor de los
Quero y, por extensión, a toda la familia, la cual, a partir de aquellas
fechas, no conocería, en años, ni un solo instante de tranquilidad. Luego,
como para redondear la cosa, el mayor de los Quero se enroló en una Compañía
de Servicios Especiales del ejército republicano -los míticos "Hijos de
la Noche"- y en varios viajes clandestinos a Granada, se llevó con él a
sus más íntimos amigos, y a su hermano José. Al principio de la guerra, a un
cuñado suyo-el marido de su hermana mayor, Rosario- lo mataron en El Fargue,
cerca de Granada. Se fue a trabajar, como todos los días, y ya no regresó a su
casa.
En Granada, el 18 de septiembre de 1976-cuarenta años después de aquellos
hechos- conseguimos localizar al maestro -al encargado- de la fábrica de pólvora
de El Fargue, donde trabajaba el cuñado de los Quero, y éste me confirmó la
exterminación sistemática de trabajadores perpetrada allí. El maestro fue
avisado a tiempo y logró escapar a la montaña y gracias a ello está hoy en
vida... y no se calla nada, cuando tiene que contar lo que pasó en El Fargue,
«en los primeros días del Glorioso Alzamiento», me recalcó.
Está
muy enfermo y cree que no va a tardar mucho en morirse. «Así que si por decir
la verdad me pasase algo tampoco se perdería gran cosa. Además, ahora ya me
muero tranquilo porque he visto morirse al Gran Matarife».
Por tanto, apurando el análisis -pero, vamos a ver, ¿quién se atreve a
arrojar la primera piedra por nuestros lares?- a los hermanos Quero -y a otros-
se les pueden reprochar excesos de todo orden. Pero estas cosas -no se olvide-
no ocurrieron antes del 18 de julio de 1936, sino después. Y a los primeros que
habría que poner en la picota sería a quienes lo pusieron todo patas arriba a
partir de esas fechas. (A menos que prosperase la teoría del somatenista
soriano de San Celoni -el que participó en la muerte de «Quico Sabaté»-, de
«que toda esa gentuza -los guerrilleros- eran asesinos en potencia... que sólo
esperaban la ocasión para empezar a cometer fechorías.)
Pues bien, al colocar a la gente-y más aún: a gente poco preparada y con
resquemores nacidos de una situación social profundamente injusta- en trance de
vida o muerte, ¿A quién podría extrañar que las aguas se salieran de sus
cauces? ¿A quién se le podría olvidar lo que ocurrió en el Albaicín, tras
el último asalto de los sitiadores franquistas -y que el mayor de los Quero, y
otros, presenciaron-, al ser aplastada la resistencia de los obreros? ¿A quiénes
van a juzgar las gentes llamadas de orden, las cuales, donde lograron imponerse,
no dejaron títere con cabeza? Y precisamente en Granada y su provincia -esto es
ya notorio desde la aparición del libro de Ian Gibson- no se quedaron cortas.
Allí, la represión, que alcanzó también a familias ilustres, cultas y desde
siempre respetadas por todos, como Federico garcía Lorca, se desarrolló ante
el silencio, cuando no con la aquiescencia, de gentes con influencia y poder
que, de haber querido, hubieran podido detener el desbordante río de sangre que
enlutó a todos los granadinos sin excepción.
El grupo de «los Quero» fue uno de los que mayor audiencia encontró en la
prensa libertaria del exilio, que lo reivindicó como algo propio, junto al de
otro libertario granadino: Antonio Raya. Tendrían que pasar algunos años-hasta
comienzos de 1960, -cuando el grupo de «Quico Sabaté» fue exterminado- para
que en sus columnas volviera a escribirse, en torno a la muerte de hombres de
acción de la C. N. T., tan cálidos elogios.
En junio de 1940, Antonio y José se fugan de la cárcel de La Campana, de
Granada, y se reúnen con la partida del «Yatero», en la que permanecen tan sólo
unos meses. Forman entonces su propia partida: en la primavera de 1941. Su zona
de actuación es la propia capital y algunos pueblos de los alrededores: La
Zubia, Ogijares, Monachil y Huétor-Vega. Como la familia Quero poseía una
carnicería en el Albaicín -el padre apuntillaba y arreglaba reses a menudo- y
tenían muchos amigos en la ciudad y fuera de ella no les sería nada difícil
encontrar -y no ya tan sólo por afinidades ideológicas- numerosas ayudas.
Sobre todo en su barrio natal -el Albaicín-, donde siempre dispusieron de
varios puntos de apoyo seguros, y en las cuevas del Sacromonte.
Por ello su red de informadores será también muy densa y eficaz, lo que les
permitirá identificar a algunos confidentes, así como escapar sin daño de
varias emboscadas. En 1943 llega a Granada su hermano Paco, evadido de un campo
de concentración de la provincia de Córdoba, al que acompañan dos fugados de
un Batallón Disciplinario de Trabajadores de Punta Umbría (Huelva). Los tres
se reúnen con la partida de «los Quero».
Durante un tiempo la partida tiene sus bases en la Sierra de Albuñuelas, desde
donde operan por Pinos del Valle, Talará, Miguelas, Durcal y Albuñuelas. El 2
de noviembre, en un intento de secuestro, caía acribillado José Quero, en una
calle de Granada. Y en los primeros días de 1945 se incorporaba a la partida el
cuarto hermano, Pedro, recién llegado de Francia.
«Los Quero» centran de nuevo sus acciones en la capital de la provincia y el
10 de julio uno de los hermanos es localizado en una cueva de la Fuente Cuti, en
el Sacromonte. Al tratar de inspeccionarla, las fuerzas del orden
son recibidas a tiros. Conminado a rendirse, Pedro responde: «Vengan a
buscarme.» Se dinamita la entrada de la cueva, pero el guerrillero seguía
disparando, hasta que, a eso de las seis de la tarde, pidió un cigarrillo a uno
de sus familiares, que presenciaba el asedio. Y,... cuando lo consumió se pegó
un tiro.
En Granada nos han contado que a «los Quero», entre otras cosas, los unía la
promesa de no caer vivos en poder de sus enemigos. El 30 de marzo de 1946, en
uno de sus refugios granadinos, el de la Plaza de los Lobos, caía acribillado
otro de los hermanos: Paco. Y en otro tiroteo, el del 22 de mayo de 1947, en el
asedio de un punto de apoyo -el del número 7 del Camino de Ronda- moría, junto
con dos compañeros suyos, Antonio, el último de «los Quero»
guerrilleros."
Recordemos también al poeta republicano y comunista Miguel Hernández, que
sufrió cómo los Quero y otros cientos de miles de españoles la tiranía
fascista y asesina de Francisco Franco, pagando con su joven vida el horrible y
subversivo delito de haber luchado por un mundo mejor. Para ello leamos este
bellísimo poema:
Las Manos
Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras
de dedos matutinos.
Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constalan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.
Conducen herrerías, azadas y telares,
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
fábricas, pueblos, minas.
Estas sonoras manos, oscuras y lucientes,
las reviste una piel de invencible corteza,
y son inagotables y generosas fuentes
de vida y de riqueza.
Como si con los astros el polvo peleara,
como si los planetas lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora y clara
lucha con otras manos.
Feroces y reunidas en un bando sangriento,
avanzan al hundirse los cielos vespertinos
unas manos de hueso lívido y avariento,
paisaje de asesinos.
No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos,
mudamente aletean, se ciernen, se propagan.
Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos,
y blandas de ocio vagan.
Empuñan crucifijos y acaparan tesoros
que a nadie corresponden sino a quien los labora,
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros
caudales de la aurora.
Orgullo de puñales, arma de bombardeos
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña:
ejecutoras pálidas de los negros deseos
que la avaricia empuña.
¿Quién lavará estas manos que fangosas se extienden
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan?
Nadie lavará manos que en el puñal se encienden
y en el amor se apagan.
Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas
Miguel
Hernández
(Nacido en Orihuela, el 30 de octubre de 1910 y muerto en la cárcel de
Alicante, el 28 de marzo de 1942)