Navarra
1936'. La memoria tiene precio
Diario
de Noticias - Navarra - 25/01/2004
Por Luis Miguel Escudero Ansa. Librero
Olite/Erri Berri
TORQUEMADA no lleva mechero. Ya no enciende piras de libros en mitad de la
plaza. No ajusticia autores descarriados en público, aunque por debajo les
corte las alas. Es mejor así, más moderno. Más sutil. Se ignora al libro y ya
está. Lo esencial es que el mensaje no nazca en la fértil cabeza del lector
descarriado. Los últimos inquisidores apuntan ahora a la memoria histórica. La
editorial Altaffaylla ha denunciado que la red de bibliotecas pública del
Gobierno de Navarra no ha comprado un solo ejemplar de su renovado y ampliado
trabajo, Navarra 1936, de la esperanza al
terror.
Un libro cerrado es un amigo que espera. Los responsables de Cultura de Miguel
Sanz no quieren compañeros de viaje de la editorial tafallesa, que en esta
nueva edición de su obra despiertan del olvido a 3.000 republicanos navarros
cosidos a balazos en las cunetas. El libro es un trabajo prácticamente
definitivo, corregido y aumentado, con 80 nuevos fusilados, más fotografías y
testimonios que describe, pueblo a pueblo, la represión franquista en esta
vieja tierra. Un trabajo imprescindible para la biblioteca de la memoria.
El nuevo volumen arroja datos novedosos sobre listas negras redactadas en vísperas
del golpe militar, suicidios simulados, navarros asesinados en Cantabria o Aragón,
y aragoneses acribillados en las tapias de los cementerios navarros. Por primera
vez reúne los nombres de los paisanos que cayeron alistados en el ejército
vasco, de los que se refugiaron en el estado francés tras la derrota de la República
o de los que desaparecieron en el campo de concentración nazi de Gusen.
En este trabajo los números son importantes. La mayoría de los 3.000 nombres y
apellidos de republicanos, socialistas, nacionalistas y anarquistas -300 más si
se suman los fallecidos en el fuerte de San Cristóbal- no existían en los
recuentos oficiales. Antes de que el Parlamento de Navarra avalara en marzo del
año pasado las cifras por las que había batallado Altaffaylla y la Asociación
de Familiares Asesinados Navarros (AFAN), mucho antes, el balance del requeté
Jaime del Burgo dejaba en sólo 678 el número de asesinados y, por ejemplo, el
general Salas Larrazábal los elevaba algo, hasta 1.190.
Del soberbio trabajo que hizo entonces Altaffaylla, en el que pueblo a pueblo
participaron desde humildes pastores a historiadores de la talla de José Mª
Jimeno Jurío, nos hablan las cientos de entrevistas a testigos y víctimas o el
estudio de las partidas de defunción encerradas en 168 juzgados navarros,
frente a los sólo 43 consultados por el militar Salas Larrazábal.
La combinación del trabajo de archivo y encuesta a pie de calle fue pionera.
Algunas universidades vieron un modelo a seguir en sus estudios sobre la represión
franquista. Navarra 1936 inspiró
trabajos similares en otros puntos del Estado. También recientemente su base de
datos sirvió al Gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca para tramitar las
ayudas que prometió a los antiguos republicanos represaliados.
Pero es que además de todos estos datos, testimonios escritos y gráficos, el
libro abre una brecha en el campo de la investigación futura. Plantea aspectos
no estudiados, cerrados en falso, que quizá sean los más interesantes para los
nuevos lectores. El trabajo deja abierto qué pasó tras la represión con la
usurpación de miles de propiedades, privadas y comunales, que todavía hoy no
se han restituido a los herederos de sus titulares.
Otro mito que también cercena es el de la Navarra que se levantó como un solo
hombre para combatir una republica roja y separatista, una tierra de boinas
rojas y algún falangista, que pagó con generosa sangre aquella laureada de San
Fernando regalada por Franco. Pues bien, Navarra
1936 vuelve a cuestionar esta tesis. Y, como siempre, con datos. Según este
libro rompedor, el número de navarros fusilados, más los desaparecidos en los
frentes republicanos, los fallecidos en el ejército vasco y los caídos en el
bando de Franco que verdaderamente eran republicanos forzados a luchar en campo
contrario, suman una cifra superior a los que murieron por Dios y por España.
En Navarra hubo más víctimas favorables al orden republicano que al golpe
militar. Un número de represaliados que todavía engorda más si se suman 4.000
huérfanos, los funcionarios que perdieron el empleo, los 230 maestros
sancionados, las mujeres públicamente humilladas, las multas, los trabajos
forzados o las familias enteras que fueron desterradas de sus pueblos.
Todos viven en la memoria y, rescatados, en la nueva edición del libro que los
ciudadanos no pueden encontrar en las bibliotecas del Gobierno de Navarra. Por
eso, la sociedad tiene que llegar hasta donde no lo hacen los poderes públicos.
Es necesario que librerías, asociaciones culturales e, incluso, particulares
donen este ejemplar a las bibliotecas de sus respectivas localidades. Que lo
regalen y, además, lo hagan público para escarnio del Torquemada foral. No hay
revancha. Sí memoria. El pasado es la lámpara que disipa las tinieblas que
envuelven el porvenir. Ninguna biblioteca sin Navarra 1936.