Henrique Mariño
Público
12 de Enero de 2009
El
comunista y maquis gallego Francisco Rey Balbís
fue un significado jefe de la resistencia contra
la dictadura de Franco
Ha muerto Moncho, símbolo de la lucha
contra Franco, currículo itinerante y
antifascista. El diario
Granma
anunció el fallecimiento de
Francisco Rey Balbís el pasado
nueve de enero en La Habana después de
una vida a salto de mata. Anarquista
antes que comunista, tenía 92 años,
muchos de ellos en Cuba.
Había nacido en San Ciprián, en el
ayuntamiento lucense de Cervo, donde la
fábrica de aluminio. En aquel tiempo,
año 1917, todavía no había llegado la
revolución industrial, pero el joven
Francisco ya se aferró al martillo y
comenzó a trabajar como aprendiz de
herrero, sin dejar de lado las
enseñanzas de Don Camilo. |
Moncho, junto a su compañera y su
bisnieto. |
"Fue el primero en
acercarme a las ideas de
autonomía y
revolución, semilla que ya había sembrado
en mi formación mi padre", recordaba hace dos
años y medio en una entrevista concedida a
Propuesta Comunista.
Aunque
ahora es reivindicado por los editores de esta
revista, el Partido Comunista de los Pueblos de
España, comenzó a militar en las Juventudes
Libertarias y en la Federación Anarquista
Ibérica (FAI). El PCE no estaba asentado en
Sada, población costera cercana a Coruña, por lo
que Francisco optó por las organizaciones "más
combativas". De allí también partió rumbo a la
capital de la provincia para frenar la
sublevación
militar del 36, pero le negaron las
"armas para defender la República" y tuvo que
recular.
De la cárcel al monte
Fue
fichado, buscó cobijo en la montaña, acudió a la
llamada del servicio militar, huyó a zona roja
y, finalmente, fue detenido y encarcelado. Desde
ese momento comenzó a empaparse de comunismo
mientras esperaba la hora de su muerte entre
rejas. La pena capital fue conmutada por tres
décadas de prisión en la Modelo hasta que, en
1945, pudo pisar de nuevo la calle. Tenía 27
años y, tras ingresar en 1941 en el
Partido
Comunista de la mano de Xesús Guzmán
Carreiras, no estaba dispuesto a renunciar a sus
ideas.
"Las guerrillas sobrevivieron por el arraigo
que teníamos en el pueblo"
"Pasé
mucha hambre, como todos, en la cárcel, y
sufríamos la tortura psicológica de las
sacas
[selección de reclusos que se hacían en los
lugares donde estaban detenidos para ser
fusilados en el exterior]. No me fue fácil
comenzar a trabajar y continuar con mis
actividades políticas, pero busqué a otros
comunistas y logramos organizar las primeras
células", explicaba Francisco, que en breve
pasaría a llamarse Moncho, pseudónimo y nombre
de guerra.
"Ya
contábamos con siete u ocho organizaciones de
base, aglutinamos las acciones de muchos de los
huidos y realizábamos acciones de hostigamiento
al régimen franquista", dijo entonces. "Más
tarde, el Partido envía a los camaradas Gayoso y
Seoane para encauzar el trabajo. Estuve al
frente de la IV
Agrupación de Guerrilleros y fuimos
constituyendo varios destacamentos, entre ellos,
el destacamento
Enrique Líster, que dirigiera el
inolvidable Marrofer".
El ocaso de los maquis
Marrofer, Foucellas, el propio comandante Moncho...
Los echados al monte, iconos del combate
irredento, el romanticismo y la crudeza del
maquis. Unos murieron a manos de la Guardia
Civil y los falangistas. Otros se exiliaron
cuando el PCE les dijo basta ya, caso de Moncho.
Y algunos decidieron seguir en el monte hasta
que el paso de los años consumió el apoyo
popular, pareció desteñir las ideas y terminaron
pasando por unos bandoleros.
"El pueblo gallego demostró ser
verdaderamente valiente, porque se jugaba la
vida al apoyarnos"
"Quiero dejar bien claro que las guerrillas
sobrevivieron gracias al arrojo de sus hombres y
mujeres, pero sobre todo por el inmenso arraigo
que teníamos en el pueblo. Eso generó un apoyo
sin el cual no hubiéramos podido resistir",
confesaba el comunista gallego en 2007,
consciente de la necesidad de los enlaces,
expuestos a la represión y el castigo. "El
pueblo gallego demostró ser verdaderamente
valiente, porque no era cosa de broma: todo
aquel que, de una u otra forma, nos apoyaba, se
estaba jugando la vida. Eso debe quedar bien
claro".
Tras
la promulgación en 1947 de la
Ley de represión
del bandidaje, el PCE decide cambiar de
estrategia y acuerda la retirada del monte de
las guerrillas antifranquistas. Moncho escapa a
Francia y, posteriormente, se va a Cuba, donde
había triunfando la revolución de Fidel Castro.
Allí vivió largos años, hasta que le llegó la
muerte a la edad de 92 años.
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