Se acaba de
cumplir el 50.º
aniversario de la
visita a la España
franquista del
trigésimo cuarto
presidente americano
«Ike» Eisenhower.
Aquella fría tarde
del 21 de diciembre
de 1959 se le
adelantó un día «el
Gordo» al general
Franco cuando el
mandatario americano
descendió de la
escalinata del
Boeing 407 en la
base de Torrejón
después de una gira
de 35.000 kilómetros
por once países.
Las relaciones bilaterales con «el amigo
americano» iniciadas
ya en 1953 y que
dieron lugar a las
bases americanas de
Torrejón, Rota,
Morón y Zaragoza
culminaban cuando
Ike ponía pie en
tierra firme
americana (Torrejón
de Ardoz). Ironías
de la vida, o mejor
dicho intereses
estratégicos puros y
duros, el que fuera
máximo estratega del
desembarco de
Normandía en la II
Guerra Mundial daba
el espaldarazo
definitivo al que
hiciera tan buenas
migas con Hitler y
Mussolini.
El aparato franquista, al más puro estilo «Berlanguiano»
y seis años después
del rodaje de la
extraordinaria
película, ponía en
escenario real y no
de ficción la
recepción de aquel
«plan Marshall»
impulsado por EE UU
para reconstruir la
Europa de la
posguerra y del que
España quedó al
margen: 60.000
banderas, 20.000
retratos de ambos
mandatarios,
1.000.0000 de
bombillas, 360
proyectores de
iluminación y
centenares de arcos
del triunfo florales
se utilizaron en el
apartado decorativo,
a lo que hay que
sumar el millón de
«extras» que
ovacionaban a los
protagonistas al
paso del coche
descubierto. Como
regalos del
anfitrión al
visitante: el título
de alcalde
honorífico de
Marbella y el del
miembro de honor de
la Federación de
Béisbol.
La otra cara de la moneda la ponía aquel
Gobierno de la
República en el
exilio encabezado
por Félix Gordón
Ordás, decepcionado
ya por la no
intervención aliada
tras la II Guerra
Mundial, pero
tímidamente
esperanzado por la
condena que en 1945
la ONU hizo de la
España del dictador.
Una esperanza que se
desvaneció cuando
esta organización
miró para otro lado
en diciembre de 1955
tras la bendición de
la democracia
americana a la
dictadura. Aquella
visita, cuatro años
más tarde, supuso
rubricar aquel hecho
y para los
republicanos, el
exilio del exilio,
el más duro quizás,
el camino del
ostracismo
definitivo: el
olvido.
Cincuenta años después, los republicanos siguen
olvidados y siguen
en su exilio
particular. El hecho
de no dejar que
ninguna fuerza
netamente
republicana se
presentase en las
primeras elecciones
del 77 exilió por
tercera vez, con el
beneplácito del PSOE
y del PCE, a los
liberales
republicanos.
Republicanos en
esencia como dicen
en Galicia,
«haberlos haylos»:
unos están cansados,
otros esperando en
sus tribunas el gran
torrente
republicano, los
menos se atreven a
clamar en el
desierto de esta
partitocrática
democracia y otros
dicen serlo mientras
se cobijan en el
posibilismo de
partidos que rinden
pleitesía
monárquica. Mientras
tanto, el exilio
continúa y el 50.º
aniversario de la
visita de Ike
Eisenhower, nos lo
recuerda.
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Miguel Bernardo
es Secretario
General de Izquierda
Republicana