El matrimonio entre personas del mismo sexo es expresión de la laicidad del siglo XXI. Del 2000 para acá se ha legalizado en los Países Bajos, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia y Portugal; y en algunas entidades de Estados Unidos como Massachusetts, Connecticut, Iowa, Vermont, New Hampshire y Washington DC. Otras figuras legales que reconocen uniones civiles en parejas del mismo sexo parecidas aunque no equiparables al matrimonio existen en: Alemania, Andorra, Australia, Austria, Dinamarca, Eslovenia, Finlandia, Francia, Hungría, Islandia, Israel, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Reino Unido, República Checa y Suiza, así como en los estados de California, Distrito de Columbia, Nueva Jersey y New Hampshire, Oregón y Washington; en América Latina estas uniones tienen validez legal en Colombia, Uruguay, la ciudad de México, el estado mexicano de Coahuila, el estado brasileño de Rio Grande do Sul y tres zonas de Argentina: Buenos Aires, Villa Carlos Paz, Río Cuarto, así como la provincia de Río Negro.
El 21 de diciembre de 2009, la ALDF aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo incluyendo el derecho a la adopción, lo cual convierte a la ciudad de México en la única entidad de este país y la primera de América Latina que aprueba este tipo de matrimonio. Se trata de la ciudad con más católicos del mundo y que, además, está gobernada por la izquierda, tal vez por eso la jerarquía eclesial (más sus correligionarios del PAN y nuevos aliados del PRI) no sólo lo ha condenado en ejercicio de su libertad de expresión, sino que ha llegado a ofender y discriminar a quienes tienen orientaciones homosexuales. Con ello, además de generar violencia social, se atenta contra el primer artículo de nuestra Constitución, un delito penado en el Distrito Federal hasta con cinco años de prisión.
La Iglesia
católica es una
institución sin
calidad moral
para opinar al
respecto, en
especial por las
innumerables
demandas por
abuso sexual de
sus ministros,
quienes han sido
protegidos por
sus autoridades
sin mostrar el
menor interés
hacia los niños,
niñas y
adolescentes
víctimas de
tales
atrocidades. Los
jerarcas
condenan a
quienes han
arrebatado la
vida de miles de
mexicanos que no
han logrado
nacer por la
práctica del
aborto
y les
preocupa que
niños huérfanos,
abandonados y no
deseados puedan
ser acogidos y
educados por una
pareja
homosexual,
negando la alta
incidencia de
violencia sexual
en sus
seminarios y en
los hogares
formados por
papá, mamá e
hijos.
Benedicto XVI
afirmó estos
días su posición
fundamentalista
al apegarse de
manera estricta
a escritos
sagrados de hace
más de 2 mil
años: el
matrimonio entre
personas del
mismo sexo, al
igual que el
cambio
climático,
amenazan la
creación
.
De ahí la gran vigencia del último texto de José Saramago, Caín (Alfaguara, 2009), en el cual el premio Nobel dibuja el verdadero rostro del Dios bíblico del Antiguo Testamento: creador iracundo y perfecto, juez del mundo entero, castigador que presume de ser imparcial; señor capaz de todo, de lo bueno, de lo malo, de lo peor, el que condenó a Eva a someterse al hombre y a parir con dolor, quien amenazó a Adán con espinas y cardos; el que ordena a un padre que mate a su propio hijo, un señor rencoroso que manda a la ruina o una enfermedad a quien le falla; para quien nada es imposible, ni un error, ni un crimen. Cuenta que ante numerosas quejas por crímenes contra natura cometidos en Sodoma y Gomorra, el Señor decidió venir aquí abajo para poner la cuestión en limpio. Abraham le cuestionó al señor: “No es posible señor, condenar a muerte al inocente junto al culpable […] tú que eres el juez del mundo entero debes ser justo en tus sentencias. A esto respondió el señor, si yo encuentro en la ciudad de Sodoma a 50 personas inocentes perdonaré a toda la ciudad en atención a ellas […] El señor empeñó su palabra. A mí no me lo ha perecido, tan cierto como que me llamo Caín [...] Sodoma será destruida, y es posible que esta misma noche. Es posible, sí, y no será sólo Sodoma, será también Gomorra, y dos o tres ciudades de la planicie donde las costumbres sexuales se han relajado por igual, los hombres con los hombres y las mujeres apartadas […] El señor hizo entonces caer azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra, destruyó ambas ciudades hasta los cimientos, así como toda la región, con todos sus habitantes y vegetación […] En cuanto a la mujer de Lot, ésta miró atrás desobedeciendo la orden recibida y quedó transformada en una estatua de sal. Hasta hoy nadie ha conseguido comprender por qué fue castigada de esa manera, cuando es tan natural que queramos saber qué pasa a nuestras espaldas. Es posible que el señor hubiera querido escarmentar la curiosidad como si se tratase de un pecado mortal, pero eso tampoco va en abono de su inteligencia […] Y Caín dijo, tengo un pensamiento que no me deja. Qué pensamiento, peguntó Abraham. Pienso que había inocentes en Sodoma, y en las otras ciudades que fueron quemadas […] Los niños, los niños eran inocentes. Dios mío, murmuró Abraham, y su voz fue como un gemido. Sí, será tu dios, pero no fue el de ellos.”