¿Me permite decir algo bueno sobre Chávez?
Deia 29 de Enero de 2010
Su
gobierno
no
pasa
desapercibido
y su
protagonismo,
tal
vez
excesivo,
ha
navegado
acorde
con
su
amplitud
de
miras
y su
sana
ambición.
Comprendo
que
debo
entrar
con
sigilo
en
estos
derroteros.
No
es
mi
pretensión
derrotar,
ni
siquiera
descalificar,
el
consenso
que
han
ido
construyendo
-cada
cual
con
sus
herramientas-
intelectuales,
tertulianos,
comentaristas
y
críticos
en
torno
a la
figura
de
Hugo
Chávez.
Ni
qué
decir
tiene
que
soy
consciente
del
terreno
en
que
me
muevo
pero,
al
margen
de
otros
detalles,
la
figura
de
Chávez
brilla
con
luz
propia
en
la
geopolítica
de
América
y
del
mundo.
Desde
luego,
no
voy
a
negar
que
las
formas
de
expresión
del
líder
venezolano
son
tan
concisas,
directas
y
hoscas
que
generan
reacciones
de
rechazo
en
quienes
las
escuchan
desde
posiciones
conservadoras
o,
incluso,
desde
las
tímidas
tribunas
progresistas,
en
las
que
se
pronuncian
quienes
dicen
ostentar
ideas
socialdemócratas
sin
pasar
de
ser
liberales.
Pero
el
empeño
de
Hugo
Chávez
es
encomiable
en
su
fin
(el
“socialismo
del
siglo
XXI”)
y
también
en
sus
medios
(solidaridad
con
su
entorno
más
inmediato:
los
países
de
América
Latina).
Por
eso
conviene
que
separemos
la
forma
y el
fondo
de
sus
actuaciones.
Y
conviene
que
cuando
valoremos
sus
comportamientos
tengamos
en
cuenta
las
condiciones
en
que
accedió
al
Gobierno
de
su
país
y
las
vicisitudes
sufridas
durante
su
permanencia
en
él.
No
ha
sido
nada
fácil
su
periplo
presidencial,
pero
sí
ha
sido
copioso
en
acciones,
consecuencias
y
anécdotas.
En
cualquier
caso,
nadie
puede
negar
a
Chávez
su
legitimidad
como
presidente
después
de
haberse
sometido
ya a
una
decena
de
controles
públicos
y
democráticos
por
medio
de
elecciones
y
refrendos.
En
todas
las
ocasiones,
salvo
en
una,
ha
sido
ratificado
en
su
cargo
e
ideas.
La
única
vez
que
no
lo
ha
sido,
-en
una
consulta
relativa
a
una
modificación
de
la
Constitución-,
desembocó
en
la
aceptación
democrática
del
resultado
adverso.
De
modo
que
no
caben
conjeturas
por
más
que
algunas
voces
recurran
a
aquel
tiempo
en
que
protagonizó
un
golpe
de
estado
(1992)
contra
el
gobierno
democrático
de
Carlos
Andrés
Pérez,
por
el
que
pagó
en
la
cárcel
hasta
ser
indultado
por
el
presidente
Caldera.
Por
cierto,
un
golpe
en
el
que
fue
ayudado
por
un
tal
Baduel,
tan
militarote
como
él,
que,
tras
abandonar
la
cárcel
con
él,
volvió
de
nuevo
a
ella
por
haber
intentado
nuevamente
la
rebelión
y
actuar
contra
la
ley
venezolana.
¿A
quién
puede
extrañar
que
las
continuas
intentonas
de
destituir
a
Chávez
o
eliminarle
hayan
dado
lugar
a
actuaciones
inmisericordes
contra
sus
autores?
Porque
atentar
contra
el
Gobierno
venezolano
de
Chávez,
como
ocurrió
en
el
golpe
de
Estado
fracasado
de
2002,
es
atentar
contra
el
sistema
y
gobierno
democráticos.
Es
cierto
que
su
acción
de
gobierno
no
ha
pasado
desapercibida
porque
él
mismo
se
ha
encargado
de
adornarla
con
guindas,
no
siempre
dulces
y
sabrosas.
Su
protagonismo,
tal
vez
excesivo,
ha
navegado
acorde
con
su
amplitud
de
miras
y su
sana
ambición.
Se
propuso
hacer
una
nueva
Constitución
que
sustituyera
a la
de
1961
y la
hizo,
y la
proclamó
tras
someterla
a
consulta
popular.
Se
propuso
después
trabajar
por
un
socialismo
profundo
para
terminar
con
tanta
injusticia,
tantos
residuos
de
las
colonizaciones
(hispana
y
norteamericana)
y
pillerías
diversas,
y se
puso
manos
a la
obra
abriendo
vías
de
relación
con
su
entorno
y
colaborando
para
que
los
países
de
su
alrededor
lograran
gobiernos
afines
a
ese
“Socialismo
del
siglo
XXI”
que
persigue.
Más
aún,
con
sus
posibilidades
estratégicas
y
económicas,
no
dudó
en
iniciar
la
constitución
de
organizaciones
alternativas
que
contrarrestaran
los
viciados
objetivos
de
las
existentes:
ALBA
mostró
sus
colmillos
al
ALCA,
y
UNASUR
empieza
a
mostrar
sus
dientes
frente
al
entramado
antiguo
que
siempre
se
comportó
con
obediencia
y
sumisión
a
EEUU
Todo
esto
lo
ha
podido
hacer
por
su
importancia
capital
como
uno
de
los
países
del
mundo
con
mayores
reservas
de
gas
y
petróleo.
Los
opositores
venezolanos
le
echan
en
cara
que
no
utilice
sus
riquezas
en
exclusiva
para
su
país,
criticando
sus
medidas
de
colaboración
con
los
países
y
gentes
de
su
entorno
siempre
en
aras
a
mitigar
sus
carencias.
Es
decir,
socialismo
sin
fronteras
insolidarias.
Un
político
conservador
español
se
permitió
criticarle:
“Chávez
sin
petróleo
no
es
nada”.
Pero
se
puede
afirmar
igualmente
que
con
petróleo
también
podría
comportarse
de
otra
manera.
Es
preciso,
además,
salir
al
paso
de
quienes
repiten
hasta
la
extenuación
que
su
sistema
es
ultracomunista
y
está
basado
en
el
intervencionismo
más
brutal.
En
la
Marcha
Mundial
Contra
Chávez
celebrada
a
través
de
internet,
convocada
mediante
Facebook
y
Twitter
(junto
a
medios
de
comunicación
del
mundo
entero),
ha
circulado
un
eslogan
desatinado:
“¡No
más
Chávez,
No
más
Comunismo!”.
Como
expresa
el
periodista
Alejandro
Ruiz,
este
tipo
de
eslóganes
forman
parte
de
“ese
placer
patológico
del
anticomunismo
de
la
derecha”.
Sirvan
dos
ejemplos
para
probar
la
falsedad
del
eslogan.
Una
la
recoge
el
mismo
periodista:
“Si
Chávez
aprueba
una
reformada
Ley
de
Educación
ya
es
calificada
por
la
derecha
opositora
como
la
Ley
Comunista
de
Educación;
aunque
el
Estado
siga
garantizando,
no
sólo
la
existencia
de
la
educación
privada,
sino
el
subsidio
público
al
negocio
de
la
educación
privada,
controlada
mayoritariamente
por
sectores
opositores
de
la
Iglesia
Católica”.
Otra
tiene
que
ver
con
el
descubrimiento
de
una
bolsa
gigante
de
gas
por
parte
de
la
empresa
Repsol
en
el
subsuelo
venezolano,
que
va a
ser
explotada,
a
partes
iguales,
por
tres
empresas
de
las
que
sólo
una
es
de
Venezuela.
Para
ir
terminando
es
necesario
subrayar
los
importantes
avances
en
la
política
social
desarrollada
en
su
país.
Encontró
un
país
con
un
porcentaje
de
pobres
superior
al
55%
y
rebajó
ese
porcentaje
al
27%
en
el
año
2007.
Los
crecimientos
económicos
han
sido
superiores
al
10%
hasta
la
llegada
de
la
actual
crisis,
ello
a
pesar
de
las
huelgas
patronales
que
se
desencadenaron
tras
el
fallido
golpe
de
Estado
del
empresario
Carmona.
El
gasto
público
social
pasó
con
él
en
el
Gobierno
del
8,2%
del
PIB
a
más
del
13,6%
en
el
año
2007.
Y
pasó
del
5%
al
10%
el
gasto
en
sanidad,
educación
y
vivienda.
El
parámetro
que
mide
las
desigualdades
ha
disminuido
en
su
tiempo
de
gobierno
en
más
de
cinco
puntos.
Vicenç
Navarro
pone
colofón
a
estas
cifras
con
una
aseveración:
“Puede
concluirse
que
el
diagnóstico
de
fracaso
e
insensibilidad
social
del
Gobierno
Chávez
no
es
sostenible.
Antes
lo
contrario,
es
un
experimento
que
no
carece
de
notables
éxitos
que
permanecen
silenciados
en
los
medios
de
persuasión
(comunicación)
españoles”.
A partir de aquí que cada cual aplique adjetivos y desarrolle
sus
teorías.
Me
permitirán
que
recuerde
algunos,
los
que
tienen
que
ver
más
con
mis
tesis,
pues
no
faltan
las
contrarias
a
ellas.
El
escritor
e
intelectual
Noam
Chomsky
resume
el
fenómeno
así:
“Lo
emocionante
es
ver
en
Venezuela
cómo
se
está
construyendo
ese
otro
mundo
posible
y
ver
ese
hombre
que
ha
inspirado
esa
situación”.
Menos
comedido
aún,
Oliver
Stone
dijo
al
presentar
en
Venecia
su
documental
sobre
el
líder
venezolano
que
“Europa
necesita
docenas
de
Chávez
“, y
ya
en
plena
euforia
se
desbordó:
“El
mandatario
venezolano
es
un
héroe
latinoamericano”.
Puede
ser
que
el
asunto
no
sea
para
tanto,
pero
las
estridencias
laudatorias
responden
a
las
desaforadas
reprobaciones
que
le
dedican
quienes
temen
que
el
“Socialismo
del
siglo
XXI”
llegue
a
calar
hondo
en
aquella
sociedad,
la
latinoamericana,
atribulada
por
los
abusos
de
las
sucesivas
colonizaciones
sufridas
(para
lo
cual
es
importante
leer
el
libro
que
Chávez
regaló
a
Obama,
Las
Venas
abiertas
de
América
Latina,
de
Eduardo
Galeano)
y la
codicia
impertinente
de
los
nuevos
conquistadores,
yanquis
en
su
gran
mayoría,
que
acuden
amparados
por
esa
cruel
globalización
neoliberal.