Las cárceles
ocultas de Marruecos se parecen a Abu Graib.
Entrevista a Djimi El Ghalia
Sin Perrmiso 9
de Febrero de 2010
Djimi El
Ghalia (Agadir, 1961) es la vicepresidenta de la
Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones de
Derechos Humanos (ASVDH). El Ghalia denuncia el escaso
eco que tiene en el mundo el conflicto del Sáhara
Occidental y, para ejercer el derecho a decidir, pide a
los países poderosos que presionen a Marruecos. Esta
activista saharaui partidaria de las vías pacíficas de
lucha estuvo desaparecida entre 1987 y 1991, encerrada
en una cárcel negra marroquí. “Estábamos con los ojos
cerrados; no sabíamos dónde ni si sobreviviríamos, pero
no teníamos miedo ni tampoco lo tenemos ahora.” Aminatu
Haidar estuvo en la misma celda y son amigas desde
entonces. La entrevista la realizaron Ixiar Zubiaurre y
Allande Sokarros.
¿En qué situación se
encuentra ahora Haidar, después de volver a casa y de
una huelga de hambre de más de un mes?
Podría decir que está
en una situación harto difícil. En efecto, no le dejan
relacionarse con sus compañeros ni con sus familiares
que no sean directos, como por ejemplo la familia
materna. En general, las autoridades marroquíes pisotean
los derechos de Haidar y las provocaciones de los
policías que vigilan su casa ocurren cada día. También
acosan a sus vecinos. En lo tocante a su salud, se va
recuperando lentamente, pero todavía tiene muy baja la
tensión.
Según algunas
informaciones, han sido detenidas algunas personas que
han intentado relacionarse con Haidar. Concretamente,
¿qué tipo de medidas ha adoptado Marruecos para impedir
la expresión de solidaridad con Haidar?
El mensaje que
Marruecos quiere transmitir claramente es el siguiente:
“tenemos todos los medios para acosar a Haidar, aunque
tenga reconocimiento y protección internacionales como
activista pro derechos humanos”. Por ello, es cierto,
sí, que han amenazado a mucha gente que quería animar y
expresar su solidaridad a Aminatu Haidar, y a algunas
personas incluso les han golpeado. Esta violencia la han
utilizado sobre todo contra mujeres, seguramente porque
saben bien que la sociedad saharaui da a las mujeres un
lugar crucial y les tiene gran respeto.
¿Qué le parece que se
haya dado permiso a Aminatu Haidar para entrar en el
Sáhara Occidental después de una huelga de hambre que ha
durado más de un mes?
Una de las
conclusiones que puede extraerse de lo ocurrido es que,
por encima de todo, trabajar por los derechos humanos y
las vías de lucha pacíficas vencen.
¿Qué opina de la
actitud y el comportamiento de las autoridades españolas
durante la huelga de hambre de Aminatu Haidar?
No tengo en buena
consideración la actuación del Gobierno de España, la
expulsión de Aminatu Haidar, las graves vulneraciones de
sus derechos fundamentales y, en general, la postura que
ha tenido desde 1975 en lo atinente al conflicto del
Sáhara Occidental(1).
Las organizaciones de
defensa de los derechos humanos ─incluida la suya─ han
destacado que Marruecos ha aumentado el acoso al pueblo
saharaui, especialmente desde el verano de 2009. ¿Cómo
se explica esa actuación en los territorios ocupados por
Marruecos?
El acoso de Marruecos
es cotidiano, ininterrumpido. La cuestión es que,
desafortunadamente, como consecuencia de los obstáculos
impuestos por Marruecos a la difusión de información, lo
que sufrimos aquí a menudo no tiene gran repercusión en
el ámbito internacional. Si Aminatu Haidar hubiera
realizado la huelga de hambre en nuestro país, casi
nadie habría tenido noticia de ella. Prueba de ello es
que en 2005 la propia Aminatu Haidar y una miríada de
presos políticos saharauis hicieron una huelga de hambre
de 43 días en la cárcel de El Aiaun. Esta noticia,
empero, no tuvo difusión. Por tanto, debe decirse con
claridad que el acoso de Marruecos ha existido siempre y
que jamás se ha suavizado.
El mediador nombrado
por la Organización de Naciones Unidas Christopher Ross
está intentando nuevamente reactivar el proceso de
conversaciones entre el Frente Polisario y el gobierno
de Rabat. ¿Qué puede esperarse de esa iniciativa?
Apoyamos los
esfuerzos realizados por el señor Ross y siempre
esperamos que algo pueda obtenerse de ellos. Sin
embargo, sin la intervención sincera de las grandes
potencias mundiales, esto es, mientras la resolución del
conflicto del Sáhara no esté en su agenda estratégica,
no habrá soluciones justas. No obstante, la vía de
solución es muy clara, a saber, dar la palabra al Sáhara
Occidental para que decida su futuro.
Si en fechas próximas
no hubiere un referéndum sobre el derecho a decidir,
¿cuáles serían las vías alternativas que contemplan para
resolver el conflicto del Sáhara?
El referéndum es la
vía adecuada, esto es, la que dará la verdadera
oportunidad de que el pueblo del Sáhara Occidental elija
la proclamación de independencia o la petición de
autonomía. Sólo el propio pueblo tiene el derecho a
decidir, sin que nadie le imponga una vía.
A su juicio, ¿debería
intervenir en algo la comunidad internacional?
En tanto activista
pro derechos humanos, yo misma he impulsado siempre las
vías pacíficas a fin de dar solución a este conflicto.
No obstante, la comunidad internacional debe actuar con
firmeza y claridad para que ambas partes cumplan la
legalidad internacional y detener las consecuencias del
conflicto que está sufriendo la población. A este
respecto, la comunidad internacional debe intervenir en
las tareas de pacificación de esta región y en el camino
al desarrollo del Gran Magreb, de los países del Magreb.
Usted misma
también ha pagado caro su compromiso con la solución, ya
que estuvo recluida en una
cárcel negra.
Ésa es la acción más
inhumana. En las cárceles ocultas de Marruecos se sufre
la misma situación que la que aparece en las famosas
fotografías de la cárcel de Abu Graib, pero sin
repercusión en los medios de comunicación. Centenares de
familias saharauis hemos sufrido el dolor de las
desapariciones. En lo que a mí me atañe, por ejemplo, mi
abuela materna está desaparecida desde el 4 de abril de
1984. Desde entonces no hemos tenido noticia suya
alguna.
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N. del t.:
(1) El 16 de octubre de 1975 el Tribunal Internacional de
Justicia se pronunció en favor del ejercicio del derecho
de autodeterminación para el Sáhara Occidental, a la
sazón colonia española. No obstante, ante el anuncio del
rey de Marruecos, Hassan II, de una marcha de súbditos
sobre el Sáhara, y ante la grave descomposición que
sufría en aquella época el régimen franquista, el
gobierno español optó por la evacuación de la colonia
sin presentar la menor resistencia a la invasión
marroquí. El 21 de octubre, el ministro secretario
general del Movimiento del gobierno franquista, José
Solís, mantuvo una entrevista con el monarca marroquí,
durante la cual admitió que “España quiere salir a toda
costa del Sáhara”, “queremos salir en paz y por encima
de todo seguir en buenas relaciones con Marruecos”, se
comprometió a “ayudar a Marruecos para que éste sea
quien acabe incorporándose el Sáhara”, así como proclamó
“solemnemente ante V. M. que no queremos la
independencia [del Sáhara], que lo que necesitamos es
cubrir las formas y salvar nuestros compromisos y que
estamos de acuerdo en que el Sáhara sea para Marruecos”.
El 3 de noviembre el primer ministro marroquí, Osman, y
el gobierno franquista acordaron la retirada del
ejército español de una zona fronteriza de diez
kilómetros, cosa que permitía la irrupción de los
colonos marroquíes en territorio saharaui. El día 14 los
gobiernos franquista, marroquí y mauritano firmaron los
Acuerdos de Madrid, por los cuales los firmantes se
otorgaban a sí mismos la administración del territorio
colonial hasta el final de la evacuación de tropas
españolas (fijado para el 28 de febrero de 1976), que
supuso la cesión de facto de ésta a Marruecos. A cambio,
el reino alauita reconocía a España derechos de pesca en
aguas saharauis. A causa de la ocupación marroquí, la
asamblea autónoma saharaui, la Yemáa, fue inmediatamente
disuelta y tan sólo entre diciembre de 1975 y enero de
1976 huyeron del país cerca de 40.000 saharauis.
Citaciones y datos extraídos de Javier Tusell y Genoveva
G. Queipo de Llano: Tiempo de incertidumbre. Carlos
Arias Navarro entre el franquismo y la Transición
(1973-1976), Barcelona: Crítica, 2003, pp. 226-231.