Colombia: La privatización de la guerra
Anncol 10 de Enero de 2010
Un civil y un militar en
Colombia, ¿cual diferencia? El
Estado colombiano, sus
instituciones, y en fin todo su
régimen político, promueve una
visión de ciudadano-soldado,
como estrategia de defensa
nacional. Para empezar, la
policía nacional que debería ser
una institución cívica, está
completamente militarizada, con
su inscripción al ministerio de
defensa, y no al ministerio del
interior, como en todo país
civilizado. Sólo basta mirar los
diferentes cursos militares que
dicta el ejército colombiano, a
empresarios, a periodistas, a
ganaderos, y otros sectores de
la sociedad colombiana, así como
también, el proyecto paramilitar
que ha sido, sin lugar a dudas
una política de Estado (Un
millón de informantes, Guarda
bosques, familias en acción,
Convivir, cooperantes). En
Colombia, el militarismo de los
civiles que integran el régimen
político-económico lo hace aún
más difícil. Esto explicaría por
qué el actual ministro de
defensa colombiano, viene de
ejercer la presidencia de un
gremio cafetero y de ahí pasa a
dirigir el ejército más
profesional, y más criminal de
América Latina. Y qué no decir
de su discurso, no sólo ha
suplantado al ministro de
exteriores, sino que opaca el
discurso mismo de los militares
activos.
El ejército en el terreno, en
las zonas de guerra invade todos
los espacios civiles, no para
proteger a los civiles como lo
dice el discurso oficial, sino
para protegerse con ellos. En
muchas zonas de orden público,
el ejército construye sus
trincheras a propósito, al lado
de escuelas, puestos de salud,
viviendas de indígenas y
campesinos, utilizándolos como
escudos humanos.
Todo este ambiente nacional hace
que, el régimen en su conjunto,
es decir todos sus
representantes y todas sus
instituciones nacionales,
departamentales o municipales
sean consideradas objetivos
militares por las fuerzas
insurgentes. Los ministros,
independientemente de la
cartera, son objetivos militares
porque participan, activamente
en la implementación de la
guerra en Colombia, sea
aprobando una ley, sea
desarrollando las políticas de
guerra y del ejercicio del
poder.
Involucrar a los civiles a
defender la patria, es la
estrategia de los patrioteros
del régimen, que cuando les
conviene, la patria es de todos,
y con ese discurso, se convoca a
los pobres de Colombia a prestar
servicio militar y hacer la
guerra, en nombre de una
supuesta patria imaginaria, que
no existe para los millones de
pobres y desplazados del país. A
la hora de repartirse el pastel
burocrático, y la riqueza de la
nación, entonces en ese momento
supremo, el círculo se cierra a
sus más cercanos y los "carne de
cañón" que hacen la guerra en su
nombre, no cuentan para las
oligarquías.
Lo peor de todo, es la derrota
del Estado, dos ejemplos
sencillos de dos aliados
estratégicos como los EEUU y
Colombia, muestran que por
alcanzar objetivos que permitan
la supremacía de los grupos de
poder correspondientes, son
capaces de sacrificar su propio
aparato de cohesión et coerción
social.
El Estado colombiano, ante la
imposibilidad de garantizar una
distribución equitativa de los
recursos, se convirtió en un
ente represivo,
instrumentalizado para aplastar
el pensamiento diferente, por
eso, todo su esqueleto
represivo-jurídico esta en
función del enemigo interno.
Desde el Estado se han gestado
todas las generaciones de
paramilitares, desde sangre
negra, chispas y otros, pájaros
y Chulavitas, pasando por los
hermanos castaño y otros de
nefasto recuerdo. Todos con el
signo macabro de extender la
represión del terrorismo de
Estado. El Estado, puso su
departamento de seguridad, DAS
al servicio paramilitar cerrando
con broche de oro, su círculo
vicioso de entregarse al
servicio de intereses nefastos.
La disolución del DAS, o su
cambio de nombre no resuelve el
problema, porque todo lo
ocurrido, es simple y llanamente
una política de Estado.
A los EEUU le está pasando lo
mismo con la CIA, central de
inteligencia mediocre y
delictiva cuyo control nadie
tiene, ni el comandante en jefe
del ejercito, el presidente
Obama.
La CIA pasó de ser una agencia
de espionaje e surtidora de
información para la toma de
decisiones políticas, a un
órgano militar que nadie
controla. La CIA es un cartel
del crimen, que cambia drogas
por armas, (caso irán-contras) y
que ha asumido, últimamente,
después de los dos Bush, un rol
operativo, son mercenarios sin
Dios ni ley. La muerte de sus
ocho terroristas en Afganistán
el miércoles 30 de diciembre
hizo sonar todas las alarmas, de
verdadera implicación de la CIA
en la parte operativa de la
guerra.
La CIA de viste de ONG’s, de
fundaciones de desarrollo, de
centros de investigación, de
mormones, de misioneros, de
oficina de mercenarios. El uso
de la USAID por parte de la CIA
se ha hecho evidente en toda
América Latina y CONVIERTE a la
USAID, sin lugar a dudas en
objetivo militar. Los EEUU
utilizan a los civiles y
contratistas que son, en
términos operativos, mercenarios
y terroristas por tanto
objetivos militares. El 15 de
diciembre, uno de estos
mercenarios fue detenido en Cuba
y se rumora, que como éste,
muchos otros se desplazan en
territorio latinoamericano, con
la fachadas de ong’s que
pregonan la paz, el desarrollo,
la ecología, y otros discursos
que sirven de cobertura legal a
sus conspiraciones y golpes de
estado.
Miremos un ejemplo puntual,
citado por la abogada, Eva
Golinger sobre Venezuela y
Bolivia:
"Desde junio 2002, la USAID
mantiene una Oficina para las
Iniciativas hacia una Transición
(OTI) en Venezuela, a través de
la cual ha canalizada millones
de dólares a la oposición contra
el Presidente Hugo Chávez. La
misma empresa activa en
Afganistán y conectada con la
CIA, Development Alternatives,
Inc. (DAI) fue contratado por la
USAID en Venezuela para manejar
el presupuesto multimillonario
con el objetivo de "apoyar a la
sociedad civil y la transición a
la democracia. Más de dos mil
páginas parcialmente
desclasificadas de la USAID
sobre sus actividades en
Venezuela evidencian la relación
entre DAI y sectores de la
oposición, con programas que
buscan "fortalecer" sus partidos
políticos, diseñar sus campañas
políticas y ayudarles consolidar
un movimiento contra el gobierno
venezolano. En Bolivia, la USAID
fue expulsada este año por los
habitantes de dos municipios,
Chapare y El Alto, bajo la
acusación de intervencionista.
En septiembre, el presidente Evo
Morales anunció la terminación
del convenio oficial con la
USAID debido al desvío de fondos
multimillonarios hacia grupos
separatistas que buscaban la
desestabilización del país".
La pregunta obligada es, éstos
empleados de la USAID son
simples civiles, o son en
potencia objetivos militares de
fuerzas insurgentes. Lo grave es
el precedente sentado por los
estados, al considerar que un
periodista crítico, un
sindicalista, o un defensor de
DDHH es un terrorista vestido de
civil, como los ha llamado Uribe
Vélez. La doble moral es
increíble, porque con esa misma
lógica con que declaran
terrorista, a todo enemigo
político, les sirve para ocultar
que en la división de trabajo
represivo, ciertos civiles
cumplen tareas militares. Un
alcalde y un gobernador, que
financian los paramilitares, que
trabajan en conjunto con los
organismos de seguridad
departamental o municipal son, a
todas luces objetivos militares,
o no?
La degradación de la guerra se
impone desde las instancias de
poder. No son los rebeldes
quienes han escogido el método
de lucha, éste se ha impuesto
desde arriba. La degradación de
la guerra nos sugiere el
imperativo ético de ponerle fin.
Dejemos ese cuentico de la
humanización de la guerra, lo
que debemos hacer todos, es
luchar por finalizar la guerra.
La privatización de la guerra por parte de los Estados, impone un discurso que transcienda la frontera moralizadora. Una práctica no puede ser buena porque se practica desde el Estado y mala porque la practican los insurgentes.