Alguna vez encontramos quien dice que está cansado de
oír hablar de la República, de la guerra, de Franco;
suelen ser quienes no tienen, no han tenido
contradicciones políticas con el franquismo, no han
criticado lo que les forma diariamente, o se plantean la
vida en común con el fascismo, esos no reconocen la
herencia política y económica recibida, nunca han dudado
de nada y no han necesitado respuestas ni cambios. Y no
lo reconocen porque la mirada de que disponen se
sostiene en las instituciones, tradiciones,
convenciones, códigos de inteligibilidad creados por el
fascismo y sostenidas hoy de manera encubierta con
financiación estatal y silencio o palabras de
benevolencia de quienes se hacen llamar demócratas por
sus financiadores. Ellos mismos para eliminar posibles
dudas sobre lo que piensan hacer con el pasado, en vez
de presentar sus vínculos oscuros con bancos , cajas de
ahorros, multinacionales y los intereses de estos con el
mismo pasado, y en vez de mostrar con hechos su carácter
antifascista, hablan de otros referentes ambiguos que
cubren con el término “democrata”. Hay que preguntarse
si el fascismo ha ganado a algunas personas que se dicen
de izquierda, una izquierda que, curiosamente, defiende
el capitalismo. No hay más remedio que leer entre
líneas.
Ahora bien,
fijémonos en un aspecto, irónico, fijémonos en el modo
en el que los fascistas protegen el pasado fascista y
cómo procuran extender el nuevo fascismo: un lenguaje
adaptado a las circunstancias, un ejercicio de poder
desde las instituciones informativas, educativas,
empresariales,… que hagan mirar a otro lado, se
tergiverse el pasado o se presente el momento actual
como lo máximo a lo que podemos aspirar: el resultado es
siempre la obediencia y el miedo a la más mínima
alteración; los fascistas compran-corrompen, corrupción,
a veces ni con dinero, emplean a responsables de
instituciones y personas que tienen ante el pueblo la
apariencia de honorabilidad democrática, responsables en
cuyas manos está el mandato popular que es la negación
del fascismo; los fascistas tienen en su baraja a muchos
de esos elementos supuestamente peligrosos para ellos,
los vemos y los oímos diciendo una cosa y haciendo otra,
que ironía.
De éste lado
queda el actuar y aprender a pensar, llevar a cabo
proyectos de participación y animar el espíritu de la
República de Trabajadores, no permitir el franqueo,
desaznarnar, dejar de zapatear en los llamazares, ¿saben
que el significado de “llamazares” es “tierras
pantanosas”? y andar con energía hasta hacernos cayos,
abandonar la apatía, esa actitud y sentimiento inducidos
por quienes promocionan el olvido de la Historia.
¿Cuántos hay de los que se dicen “cansados” de oír
hablar de Franco, de la guerra, de la República, … que
viven un simulacro de vida, una vida de tarjeta postal,
una vida que no es la suya? ¿Cuántos hay que miran con
complacencia la vida de las clases ociosas, la de
quienes roban mediante plusvalías, o la vida de quienes
siendo descendientes del fascismo viven de los impuestos
del Estado? Y cómo es posible que sigan vigentes leyes
fascistas que protegen a todos estos y las pinten de
democráticas. Los imitadores son el hazmerreír de los
modelos que imitan, de esos que venden en los libros
para unos y otros la Historia de modo estético o
terriblemente deformada.
La Memoria
Historia no puede ser la defensa de una memoria
estática, no puede ser memoria estética, vacía de
contenido. Queremos el contenido que dé nombre
sustantivo, común a los responsables de los crímenes de
lesa humanidad y se haga justicia, que se ilumine el
pasado porque sólo así se verá el presente y podremos
hacer crecer la sociedad sobre principios democráticos,
de igualdad y justicia social.
¿Cansados de
hablar o leer de Franco y la República? ¿Quién?
Dos referencias
literarias: la primera, de Antón Chejov en “El
estudiante”, uno de sus cuentos, escribió: “El pasado
–pensó- y el presente están unidos por una cadena
ininterrumpida de acontecimientos que surgen unos de
otros. Y le pareció que acababa de ver los dos extremos
de una cadena: al tocar uno de ellos, vibraba el otro”.
La otra referencia literaria tiene un carácter de clase,
dice la escritora Marta Sanz en su magnífica biografía
novelada titulada “Lección de anatomía”: “La lucha de
clases es inclemente,… tiene que ver con la
invisibilidad y … con la tierra que somos capaces de
echar por encima de lo que no queremos ver, …”.