Francisco Prendes Quirós
La Nueva España 12 de Febrero
de 2009
Resulta
curioso, pero es cierto: las dos transiciones de
la Monarquía a la República que, con toda
España, vivió nuestra villa fueron asistidas y
dirigidas desde la Casa Consistorial, los días,
11-12 de febrero de 1873 y 14 de abril de 1931,
como si de un parto se tratara, por sendos
doctores en Medicina.
A la Primera la asistió, como partero
republicano, el reconocido doctor D. Eladio
Carreño Valdés, natural de Avilés y vecino de
Gijón desde 1861; a la Segunda la condujo a
feliz y pacífico alumbramiento el doctor D.
Carlos Martínez, natural de Ambás y vecino de
Gijón desde 1927. Quisiera augurar que a la
proclamación de la Tercera, de cuyo advenimiento
puede que no estemos lejos, no le faltará la
asistencia, esta vez por estar al día, de una
doctora que bien pudiera ser D.ª Sonia Laca como
veterana militante que es, a pesar de su
juventud, de la causa republicana.
Y fue necesaria la intervención médica en cada
alumbramiento porque la instauración de cada una
de las dos repúblicas, una en el XIX y otra en
el XX -y la tercera que corresponderá a este XXI,
muy posiblemente también- se debió a fulminante
crisis del sistema monárquico.
Agotose la paciencia nacional largo tiempo
probada con la gobernación caprichosa y la
conducta ligera de la señora reina doña Isabel
II, y la «Gloriosa Revolución» de 1868 vino a
poner fin a su reinado. Y la paciencia de D.
Amadeo de Saboya terminose por nuestra mala
cabeza el 11 de febrero de 1873, de ahí que la
Nación hubiera de tomar casi a la fuerza y en
una urgente Asamblea de sus representantes el
«remedio» republicano. Igual que se acabó el
crédito de Alfonso XII, tras cometer mil
tropelías contra la Constitución, la discreción
y la vergüenza, el día en que se celebraban unas
elecciones municipales no «amañadas», que sus
amigos y consejeros pensaban ganadas. Las urnas
tomaron la temperatura del reino el domingo 12
de febrero de 1931, y el remedio republicano se
aplicó sobre la «reprobada» institución el
martes 14.
Ambas proclamaciones, la de febrero y la de
abril, fueron hechas en paz y con dinástica
resignación. Con algunos apuros invernales, se
proclamó la primera; con entusiasmos
primaverales, la segunda. ¿Y la Tercera?... Pues
como las otras dos: se proclamará en paz y
también entre apuros y entusiasmos. Puede que
nazca a lo largo de esta crisis, cuya intensidad
aún comenzamos a conocer, y de cuya duración y
efectos, políticos y sociales, nadie sabe...
Por eso, a más de festejar el aniversario de la
Primera República española, deberíamos
prepararnos prudentemente en este febrero para
un posible tercer adviento de esta «forma».
Esta crisis va de afectar, ya está afectando,
muy severamente -como inesperado tumor- a la
salud y la estabilidad del tejido social del
país; por ello, no es temerario pensar que puede
llegar el momento en que el «cuerpo político»
pida el remedio habitual de las grandes
ocasiones.
De ser así, la crisis podría volver a
alumbrarnos una República con muy pocos
republicanos organizados, y ello a pesar de que
se constata la existencia de un difuso, y
todavía confuso, sentimiento republicano
extendido por amplias capas de nuestra sociedad,
más evidente en las nuevas, y no tan nuevas,
generaciones...
Si además pensamos que la derecha políticamente
organizada, aunque su organización sea tan
desorganizada y desesperanzada como es hoy la
del frágil Partido Popular, puede dudar, al
menos algunas de sus personalidades lo hacen en
privado, en cuanto a la forma de Gobierno, y que
la izquierda en el poder, por historia y
sentimiento, se ha definido, y define, en las
ocasiones solemnes como republicana, y que el
resto de las formaciones políticas a su
izquierda y, por supuesto, las sindicales se
definen ardorosamente, no cabe pensar otra cosa,
y ello a pesar de la falta de un gran partido
republicano, que podríamos estar en condiciones
de ver hecho realidad por Tercera vez el sueño
que el gijonés Melquíades Álvarez dejó expresado
en la famosa romería de «La Guía» el domingo 4
de septiembre de 1910, también en momentos de
grave crisis económica que amenazaba de ruina
nuestra economía, y en los que como hoy la
esperanza era el único remedio «ofrecible» al
pueblo, mientras se hundían los restos del
poderoso buque de nuestra bandera que fue el
Crédito Industrial Gijonés...
«En la tierra de promisión», dijo el tribuno a
la sociedad gijonesa ansiosa de futuro, pan y
trabajo, «brillará el sol de la libertad, de la
democracia y de la República...». Habían pasado
27 años de la proclamación de la Primera y
faltaban 21 para la de la Segunda... Y don
Melquíades fue muy aplaudido. Más lo hubiera
sido hoy, cuando ¡tan mal están, y peor se van a
poner, las cosas!, que creo poder decir, que
falta mucho menos... para la Tercera.