Todavía existen ciertos pudores inconfesables en la sociedad
española, después de tantos años de democracia. Y creo que es
hora de desnudarse. La República se demonizó en exceso por parte
de la dictadura. Después, la monarquía parlamentaria se
convirtió en la mejor solución posible para salir de cuarenta
años de espantosa represión en todos los órdenes sociales. Todo
el mundo habla de Juan Carlos I como garante de que todo esto no
se vaya al traste y destacan su papel aquel 23 de febrero en el
que el ruido de sables llegó a las casas de todos los españoles
a través de la radio y la televisión. Ultimamente, ésta se ha
llenado de biotopics que parecen un publirreportaje diseñado por
la propia Casa Real.
Excelente. No voy a negar ese papel representativo y
ese trabajo realizado por el rey Juan Carlos. Pero lo cierto es
que hoy, 14 de abril, conmemoración de la República Española,
quisiera reivindicar una sociedad en la que la cúspide de la
representación de todos no esté ocupada por alguien por derechos
de sangre y otros cuentos. La república, simplemente, es otro
sistema de organizar las cosas en el que al frente está alguien
elegido por todos. No es ni mejor ni peor, pero yo lo prefiero.
Recuerdo cuando el rey vino a la exposición de los 100 años de
Caja de Extremadura y casi le di dos veces la mano en el
encuentro informal con la prensa, de lo nervioso que estaba.
Algún otro se bebió, por despiste, la copa de vino que le traían
al monarca. Y es que lo de la monarquía nos nubla la razón a
todos, hasta a los republicanos. Refrán: Un republicano educado
hasta al rey le da la mano.