Col.lectiu Republicà Baix
Llobregat
2 de Febrero de 2009
El VIII
encuentro estatal republicano,
celebrado en Madrid el pasado 8
de febrero, ha puesto sobre la
mesa algunas cuestiones que
atañen a la situación,
características de la
coordinación estatal y la
capacidad unitaria y
dinamizadora del movimiento
socio-político republicano en el
momento actual.
Los
análisis sobre la situación del
republicanismo, estrictamente
desde la óptica de la
coordinación estatal, son,
cuando menos, contradictorios,
fluctuando entre el triunfalismo
y la sensación, compartida y
verbalizada, de estancamiento.
Esta contradicción conlleva,
intrínsecamente, una incapacidad
para analizar el qué y el
cómo de dicha situación
y las posibles salida a la
misma. La lógica que llevaría a
despejar estas cuestiones
fundamentales, para el presente
y futuro del movimiento
republicano, se substituye por
un discurso generalista que
obvia sus contradicciones
estructurales.
No nos
llamemos a engaños. Más allá de
una mesa convocante, que es un
simple telón de apariencia
unitaria, está el trasfondo de
las lógicas diferencias entre
los distintos actores políticos
que quieren mantener, o
aumentar, su cuota de poder
dentro del movimiento
republicano. Lo cual, dado el
escenario descrito, ni extraña,
ni deja de ser lógico.
Desde la
óptica del republicanismo de
izquierdas, no
institucionalizado, todos
estamos de acuerdo, en líneas
generales, en el análisis de la
actual situación económica y
sus gravísimas consecuencias
sociales y políticas. La
disensión comienza cuando se
atribuye al movimiento
republicano un papel que ni le
corresponde ni puede asumir, más
allá de su capacidad e
influencia política, en dirigir
la respuesta a la crisis, que es
responsabilidad de otros actores
sociales.
Pero es
cierta e imprescindible la
imbricación del republicanismo
radical con los movimientos
sociales de diferente signo y
características, y su presencia
activa, participativa y
solidaria en las movilizaciones
que se están llevando a cabo
contra las políticas
antisociales del gobierno y/o la
patronal, los derechos de las
diferentes naciones del estado,
la igualdad de género, el
derecho al aborto libre y
gratuito, la “indiferencia” de
las cúpulas sindicales ante la
situación económica y social, la
laicidad, la antidemocrática ley
de partidos políticos, y así un
largo etcétera. Pero, ante
todo, estableciendo una
estrategia de prioridades a la
luz de un balance de capacidades
e influencia.
De ahí se
infiere que no debemos jugar la
carta del triunfalismo a la hora
de analizar el avance de la
influencia social republicana,
organizada o no, ni la
incorporación de jóvenes al
republicanismo activo. También
hay jóvenes en los movimientos
antiglobalización, en los
ateneos antifascistas, en los
grupos independentistas o contra
las estrategias universitarias
de Bolonia.
Es
cierto, no podemos pasar por
alto, la proliferación de
entidades, asociaciones o
ateneos republicanos, cuya
creación, inducida o espontánea
supone un paso importante en la
creación de una red social en
distintos puntos del estado. Ni
tampoco el movimiento
memorialista, cuyo carácter
republicano siempre ha estado
subyacente en sus justas
reivindicaciones. Un sector
importante del mismo ha
incorporado de manera clara, sin
ambages, la III República como
un horizonte lógico en el camino
del cumplimiento de la Verdad,
Justicia y Reparación, ante la
impunidad de los crímenes de
lesa humanidad del franquismo.
Estas premisas cuestionan la
llamada transición y el
anacronismo y la legalidad de un
régimen monárquico, cuyos
orígenes son de sobra conocidos.
La demanda de anulación de pleno
derecho de todos los juicios de
la dictadura –militares o
civiles-ha puesto de manifiesto
la incapacitación política y
jurídica del estado para
enjuiciar al franquismo y sus
crímenes,consecuencia lógica de
la llamada transición.
Paralelamente a otras acciones,
los actos y concentraciones bajo
el lema “Verdad, Justicia y
Reparación- Anulación de todos
los Juicios del Franquismo”,
es un factor importante de
concienciación ciudadana que el
movimiento republicano debe
asumir prioritariamente.
Existe una
percepción de la coordinación
estatal que nos parece
destacable. La existencia de dos
corrientes, una mayoritaria,
la de los partidos políticos y
sus asociaciones, y por otro
lado la minoritaria conformada
por las entidades en las que los
partidos políticos no
participan. La salida de la
encrucijada en la que nos
encontramos en la actualidad
vendrá de este sector o no
vendrá. Significa esto negar “el
pan y la sal” a lo que
denominamos –sin ánimo
peyorativo- “entidades
asociadas”. Ni mucho menos, en
tanto en cuanto, los partidos
les doten de la suficiente
autonomía decisoria.
Los
partidos políticos, con otros
objetivos estratégicos,
coinciden en el tiempo con los
movimientos sociales
heterogéneos, pero pretenden
asumir otra función, dirigirlos
o, cuando menos, influenciarlos
decisivamente, como es el caso
del movimiento republicano, o
incluso ignorarlos por no
encajar en sus esquemas
políticos. Y ello corresponde a
una lógica que históricamente se
ha mostrado contraproducente
para el desarrollo de los
movimientos sociales y que se
traduce en un avance inicial, al
que sucede un estancamiento y a
éste una disgregación y la
construcción de plataformas
alternativas, que a su vez
estallan o avanzan al margen de
la actuación partidista. Y así
sucesivamente.
Esto no
debe interpretarse como una
negación de los partidos, como
más arriba insinuábamos, sino
llevar a la comprensión de éstos
y de sus entidades a que el
republicanismo avanzará en la
medida en que establezca su
propia dinámica socio- política
y organizativa, sencilla, sin
trabas ni ataduras de ningún
tipo.
Barcelona, febrero 2009