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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

¡Despertad!

Javier Parra

La República 14 de abril de 2009

 

a P.F

Conseguir inculcar el miedo a pensar es el principal logro de cualquier forma de fascismo. Un miedo a pensar que nos agarrota los músculos, las mentes, las almas, los dientes, los puños. Que nos hace olvidarnos de lo que somos y de lo que fuimos, y nos transforma en lo que nunca quisimos convertirnos.

Recuerdo una escena de Novecento en la que por una calle desierta alguien gritaba “¡Despertad!” a una ciudad aterrorizada por el fascismo. Hoy mismo haría falta que en cada calle de cada pueblo y de cada ciudad alguien gritase “¡Despertad!”. Que consiguieramos sacar del letargo y el miedo a quienes tienen la mente agarrotada por el miedo fruto de la labor del aparato mediático y económico de un sistema que hoy, herido de muerte, pretende resucitar de la mano de los mismos responsables de su debacle.

Políticos corruptos, sistemas corruptos. Políticos inútiles, sistemas impotentes. Echar un vistazo, por ejemplo, al hemiciclo del Congreso es deslumbrarse por la gran cantidad de diputados inútiles e ignorantes que gobiernan un sistema corrompido hasta la médula, muchos de los cuales no tienen ni idea de la realidad del país ni del mundo en el que viven. Muchos profesionales – en el peor sentido – de la política que no saben hacer política, pero pisan cuellos y lamen culos como nadie, y que ni han sufrido ni sufrirán las dificultades de los millones de personas que les votan en el fondo porque no tienen otra opción que la de meter una pataleta en una urna cada cuatro años.

Las cosas han de ser cambiadas con la política o con la Revolución (que también es política). Para que del cambio no se ocupe la Revolución ya han venido trabajando durante años las lavadoras de cerebros correspondientes. De que tampoco la política cambie las cosas se están ocupando los prostíbulos ideológicos en los que se han convertido la mayor parte de las organizaciones políticas.

De la derecha, no me ocupo, como mucho me preocupo. Al fin y al cabo sus organizaciones se ocupan de defender una serie de miserables y antidemocráticos intereses. Y en la izquierda, pues sufrimos la gran desgracia de contar con un gran prostíbulo ideológico autodenominado “socialista” pero sin serlo, mientras luchamos por reconstruir una izquierda transformadora para las batallas que estamos empezando a librar.

Sobre el prostíbulo ideológico “socialista” diré que es una pena en lo que se ha convertido el histórico Partido Socialista Obrero Español. En lo que concretamente lo convirtió Felipe y los suyos, a las ordenes siempre del “amigo americano”, para lo cual no le importó ni le importa traicionar a quien hiciera o haga falta. Ya sea a su propia militancia, a sus principios fundadores, o a un pueblo entero.

De la izquierda en reconstrucción, dije, digo y diré que será mas fuerte en función de que quienes en él militamos hagamos más grande y fuerte el Partido Comunista de España, la única organización política que nunca ha dejado de estar al servicio de la transformación social, con sus aciertos y sus errores, con sus miserias y sus epopeyas.

Y esa izquierda transformadora fuerte y unida por reconstruir será con la que tendremos afrontar una crisis que solo tiene dos salidas. Una, la de una forma sutil y peligrosa de neofascismo, que es la que empieza a adoptar peligrosamente Europa, y donde Italia ya ha sido conquistada. Otra salida es la de la transformación, cuyos focos principales están en Latinoamérica.

Y es que si algo debemos tener claro es que la batalla que se avecina es a muerte, y no estamos aún todos para librarla. Tendremos que saber despertar a los dormidos y a los aterrorrizados. Enfrentar el miedo con la ilusión de luchar por la libertad y el socialismo. Decirles: “¡Despertad! Y descubrid que no estáis solos!. ¡Despertad! Porque formáis parte de una lucha que ya dura siglos. ¡Despertad! e indignaos por lo que quieren hacer con nosotros. ¡Despertad!, y devorad a quienes os pretendan arrancar las uñas y los puños. ¡Despertad!, para destruirlos y tirarlos por el sumidero de la Historia.

 

 

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