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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

 

 

Aquel 14 de abril

Víctor Casco

Digo vivir 16 Abril de 2009  

 

Mi columna semanal e Avuelapluma

Este martes 14 de abril celebramos la proclamación de la 2ª República Española. Fue aquel un acontecimiento feliz. Los hombres y mujeres, dueños de su propio destino, se echaron a la calle para proclamar pacíficamente el tránsito a una sociedad democrática, laicista, con contenidos sociales y con una fuerte apuesta por la cultura y la educación. Atrás quedaba el caciquismo y el clientelismo que habían sustentado hasta entonces la monarquía y atrás quedaba también la dictadura de Primo de Rivero, que había promovido Alfonso XIII, abuelo de nuestro actual Rey.

¿Qué significó aquel 14 de abril?

La II República fue, en palabras del catedrático José Luis de la Granja, “la primera democracia que ha tenido España”. Fue un proyecto de modernización política, económica y social, pero sobre todo fue un proyecto de los maestros para saciar - y citó aquí a Paul Preston - el hambre de cultura.

Siempre he sentido gran interés por el mundo de la cultura y la educación que promueve la República. El artículo 48 de su Constitución estipulaba que “el servicio de la cultura es atribución esencial del Estado” (en vano busquen ustedes algo así en la actual) y así lo demostró. Un solo dato ilustra lo que digo: durante sus seis años de vida efectiva se hicieron más escuelas que en 50 años anteriores de la Restauración monárquica.

Y puesto que para los gobiernos republicanos la cultura y la enseñanza eran el cemento regenerador del país pronto se hizo frente al problema del analfabetismo, se pusieron en marcha el mayor número de escuelas públicas, se dignificó la labor de los maestros y se impulsaron las misiones pedagógicas, obra de Manuel Cossío, con el objetivo de llevar la cultura a los rincones más alejados del país. Eran aquellas misiones una “escuela de la vida” donde se enseñaba durante varios días historia, derecho, filosofía y se proyectaban obras de música de Mozart y películas.

La República de los Maestros también impulsó los teatros ambulantes de Federico García Lorca - La inmortal Barraca con sus actores con mono de obreros - o el Coro y Teatro del Pueblo de Alejandro Casona y Eduardo Torner.

Y contra todo eso se alzó la Guerra Civil, el ejército franquista, la iglesia nacionalcatólica, los grandes industriales que veían peligrar sus plusvalías y que no querían trabajadores ilustrados, los latifundistas, los monárquicos… en fin: la santa alianza entre el incienso, la espada y la corona.

 


 

 

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