Vendrá un día
de membrillos al sol,
de colmenas hirvientes,
de naranjas abiertas
y puños cerrados
por última vez
contra la sien.

Vendrá un día
de cipreses ateos,
de millones de vivos,
de gozos sin sombras,
de tierra sin parias,
montañas sin nieve
y banderas arriadas.

Vendrá la memoria
de los olvidados,
se borrará el trazo
azul, negro, rojo,
de los censores.
Todo será lo que fue
en cada caso.

El tiempo fluirá,
como quería Heráclito,
en río incesante
de historias fundidas
que empezarán cada instante
sin que nadie las cuente
ni las escriba.

Vendrá una hora
fuera de horario,
habrá debate sin portavoces,
noticia sin periodistas,
saber sin profesores:
se cerrarán las fábricas
de opiniones.

Vendrán de ida las ideas,
se irán de vuelta
los idearios,
huirán las palabras
de los diccionarios
y nadie distinguirá
los solistas de los coros.