La crisis económica actual, como cualquier crisis, pone en evidencia
las deficiencias de nuestro sistema político-económico. Si alguna
ventaja tiene una crisis es que pone a prueba lo establecido, es que
nos permite aumentar la conciencia sobre lo que ocurre a nuestro
alrededor.
Obviamente, las cosas ocurren por ciertos motivos. Hay causas
"técnicas" y a su vez causas de esas causas "técnicas". Es
importante que nos demos cuenta de la relación de unas causas con
otras y de las causas con sus efectos. Todo está siempre mucho
más interrelacionado de lo que pueda parecer a primera vista. Los
problemas no se resuelven con simples parches, hay que atacar a la
raíz de los mismos, pero para ello hay que ver la raíz y no quedarse
sólo en el tronco, en la superficie.
Evidentemente, no todos los economistas se ponen de acuerdo para
explicar las causas "técnicas" de la crisis que azota al mundo
entero en la actualidad. Para algunos, es sólo una crisis más del
capitalismo provocada por el estallido de ciertas burbujas, para
otros es una crisis de cierta versión del capitalismo (llamada
neoliberalismo), para otros es una gran crisis sistémica del
capitalismo, incluso se oyen voces anunciando que estamos ante el
principio de su fin. Por supuesto, en función del diagnóstico, el
remedio propuesto es bien distinto. Para los defensores a ultranza
del modelo actual, la receta es más de lo mismo, para ellos el
problema es que no se han llevado a cabo a rajatabla los principios
del neoliberalismo. Para los defensores de un capitalismo menos
agresivo, o incluso para aquellos conscientes de que si se tira
demasiado de la cuerda ésta puede romperse, en un intento casi
desesperado por salvar al capitalismo y sus principios
fundamentales, la solución está en "refundar" el capitalismo, en
reformarlo, es decir, en regularlo, en invertir la tendencia de los
últimos lustros. Por supuesto, las voces críticas aspiran a
sustituirlo por otro sistema. Lógicamente, las ideas de Marx, el
principal estudioso y crítico del capitalismo, vuelven a ponerse de
moda.
Sólo el contraste libre de ideas y la posibilidad de ponerlas a
prueba en la práctica, pueden decirnos a ciencia cierta qué modelo
económico o social puede funcionar y cuál no.
El problema es que las ideas no fluyen libremente por la sociedad.
El control de los medios de comunicación por parte del gran capital
lo impide. El pensamiento único existe gracias a dicho control
(facilitado a su vez por experiencias fracasadas y desvirtuadas de
modelos sociales que pretendían ser alternativos y por una izquierda
incapaz, por el momento, de retomar la iniciativa). Sin una prensa
independiente es imposible que el pensamiento único deje de existir.
Afortunadamente, Internet está empezando poco a poco a romper el
monopolio de las ideas y de la información. No debe sorprendernos
los intentos de controlar, desprestigiar o banalizar a la red de
redes. El problema también es que no todas las ideas tienen las
mismas oportunidades de llevarse a la práctica, especialmente
aquellas que cuestionan lo establecido, porque son reprimidas por
los que no desean renunciar a sus privilegios.
Al margen de lo acertadas o no que puedan parecer ciertas
decisiones, de lo que no cabe duda es que la probabilidad de que
sean acertadas aumenta notablemente cuando son tomadas de forma
democrática y en base a la libre discusión. Cuando lo que afecta
a toda la sociedad es decidido por unos pocos, entonces la
probabilidad de que las decisiones tomadas sean las correctas es muy
baja. Porque cuando a la hora de tomar cierta decisión, se discute
libremente entre TODAS las opciones posibles sopesando sus ventajas
e inconvenientes, entonces aumentan las posibilidades de que la
opción elegida sea la más adecuada. La libertad es esencial.
Pero además, si dicha decisión la toman TODOS los que se verán
afectados por ella, entonces las probabilidades de que tal decisión
perjudique a la mayoría son menores que si dicha decisión la toma
sólo cierta élite. La democracia es esencial. Pero siempre
hay un límite: los derechos humanos. Por muy mayoritaria que sea una
decisión, ésta nunca debe atentar contra los derechos básicos de las
minorías o de los individuos. La democracia consiste en el gobierno
de la mayoría, pero también en la protección de las minorías
respecto de la tiranía de la mayoría. Consiste en hallar el
equilibrio entre la libertad del individuo y el de la sociedad en su
conjunto. No puede haber democracia cuando se conculcan derechos
elementales de los individuos, pero tampoco cuando las minorías se
imponen sobre las mayorías, cuando son las minorías las que
gobiernan realmente. No confundamos la democracia con la
oligocracia.
Todo esto que digo es obvio, a priori parecería innecesario decirlo.
Pues bien, esta obviedad es eludida por el sistema
político-económico presuntamente democrático actual. Todo ingeniero,
todo científico, sabe perfectamente que es imprescindible la libre
discusión de todas las ideas posibles, especialmente de las
opuestas, para encontrar las mejores soluciones. Todo periodista
sabe perfectamente que es imprescindible el contraste de las
informaciones para verificar su veracidad. Toda persona sabe
perfectamente que es de sentido común, antes de decidirse por cierta
opción, conocer todas las opciones posibles (o cuantas más mejor).
Normalmente, cuanto más se tenga donde elegir, de cuanta más
información se disponga, mejor será la elección. Una decisión tiene
más probabilidad de ser la acertada si es precedida por el estudio
de todas las posibilidades, si participa más gente en la búsqueda de
soluciones, si las personas aportan sus opiniones en vez de
limitarse a seguir la corriente, si no tienen miedo de expresar sus
puntos de vista, si tienen plena libertad de poder hacerlo sin
consecuencias. Todo trabajador sabe que en las empresas cada vez hay
que permanecer más callado para conservar el empleo, que hablar es
peligroso, que la crítica o la discrepancia está mal vista por la
mayoría de los jefes. Y como consecuencia de esto, también comprende
perfectamente por qué cada vez hay menos ideas originales en las
empresas, por qué los problemas no se solucionan. Sin suficiente
libertad no es posible resolver los problemas. El pensamiento
único es incompatible con la verdad y la eficiencia. Pues bien,
este principio elemental (la libre discusión, el contraste entre
opciones opuestas, el aporte de todas las tendencias, la diversidad
y pluralidad de ideas) no se aplica en la "ciencia" económica
oficial.
Las presuntas teorías económicas oficiales, en base a las cuales los
"profetas" de lo establecido pretenden justificar precisamente lo
establecido, se basan en la hipótesis de que las personas que toman
ciertas decisiones económicas, lo hacen siempre de forma totalmente
objetiva. Según dichas "teorías" económicas, las cosas hay que
hacerlas porque "científicamente" no hay más remedio. No ha lugar a
votaciones. No es necesario que se decida por mayoría. Basta con que
decidan los "sabios". Las verdades del sistema económico son
"absolutas" y no tiene sentido someterlas a votación. En toda
ciencia, toda verdad existe por sí sola, sólo puede descubrirse, no
se somete a votación. Se asume que la economía es una ciencia exacta
y como tal sólo cabe aplicar sus postulados. Pero, a diferencia de
las verdaderas ciencias, dichos postulados no son contrastados con
teorías que los cuestionen porque se impide el imprescindible debate
científico, a diferencia de otras ciencias, además, no pueden ser
cuestionados por la práctica fácilmente porque la realidad es
interpretada de forma subjetiva e interesada. La ciencia
económica, como toda ciencia humana, no es exacta. El problema es
que la ciencia económica oficial es premeditadamente muy inexacta
pero aparentemente exacta. Se camufla la naturaleza
inevitablemente inexacta de la economía (por ser una ciencia
humana), se la hace intencionadamente muy inexacta (al obviar los
intereses personales) y se le da una apariencia de exactitud
absoluta, incuestionable (para evitar perjudicar los intereses
personales de los que dominan la sociedad económicamente).
Los apologistas de la ciencia económica oficial eliminan el factor
subjetivo de las decisiones que son tomadas por personas concretas,
como si las personas fueran objetivas, como si no existieran los
intereses personales. En las teorías económicas oficiales, no existe
el parámetro interés (sólo existe el interés bancario, pero
no el afán de lucro, ni el egoísmo) y por tanto tampoco existe la
plusvalía ni la explotación. En dichas teorías todos los
seres humanos actúan idealmente buscando el bien común, no existen
las clases sociales, no influyen las condiciones materiales de la
existencia. Las desigualdades sociales, inevitables según dichas
teorías, son simplemente el resultado lógico de la desigualdad
natural entre los hombres. Lo que no consiguen explicar dichas
teorías, o mejor dicho de lo que no se preocupan de explicar, es la
desproporción y el crecimiento exponencial en el tiempo de las
desigualdades sociales. Resulta que dichas "teorías", que pretenden
explicar cómo se mueve el dinero por la sociedad humana, no tienen
en cuenta la naturaleza humana, no consideran que la gente en
general nunca es objetiva, no digamos ya cuando se trata de dinero.
Es decir, la economía oficial es una "ciencia" humana que no
considera el factor humano (o que lo infravalora). Ocultan la
inevitable subjetividad en toda actividad humana con una aparente
objetividad para dar rango de "ciencia exacta" a la economía. Con
esto no quiero decir que la economía no tenga rasgos de ciencia,
pero sí que en la economía oficial se obvia un parámetro clave en su
funcionamiento: las personas no actuamos objetivamente cuando se
trata de dinero. La ciencia económica dominante en el
capitalismo es poco científica porque obvia un factor clave en la
economía: el afán de lucro personal. Toda ciencia busca explicar las
leyes del universo objeto de estudio para lo cual es imprescindible
considerar todos los factores, especialmente los decisivos.
De esta manera, y ayudados por el control de la circulación de ideas
por la sociedad con los medios de comunicación, los "apóstoles" del
sistema establecido pretenden imponer a toda la sociedad SUS
recetas, SUS visiones de cómo deben hacerse las cosas, pero además
pretenden hacerlo de manera que no sea posible rebatir SUS ideas.
Dando apariencia de ciencia a lo que simplemente es la búsqueda de
SUS intereses particulares o de los amos a los que sirven, pretenden
hacernos creer que SUS decisiones son las únicas posibles, son lo
que dicta la "ciencia" económica. ¡Cuántas veces oímos la desgastada
frase de que hay que tomar una decisión "impopular", "difícil",
pero hay que hacerla, no hay otra opción! Lo extraño es que esto
sólo ocurre normalmente con decisiones que perjudican a los de
abajo, parece que nunca es necesario hacer nada que perjudique a los
de arriba. Extrañamente, en la "ciencia" económica oficial, las
decisiones a tomar casi siempre benefician a los mismos (a las
minorías privilegiadas) y casi siempre la peor parte se la llevan
los mismos (los trabajadores). Extraña ciencia ésta. Una ciencia que
en la teoría es oficialmente objetiva, pero que en la práctica es
claramente subjetiva. Una "ciencia" que, como toda ciencia, en
teoría es imparcial pero que, a diferencia de otras ciencias, en la
práctica es parcial. ¿Podríamos llamar ciencia a la física si la ley
de la gravedad no afectara por igual a todos los cuerpos? Pues esto
es lo que ocurre, en esencia, con la economía oficial. Sus "leyes"
no afectan por igual a todos los individuos, benefician a unos y
perjudican a otros. Una ciencia que en teoría la hacen exacta, pero
que "inexplicablemente" nunca produce resultados previsibles.
¿Podemos sorprendernos de que nunca se pongan de acuerdo los
"economistas" no ya sólo en lo que va a ocurrir sino que ni siquiera
en lo que ha ocurrido? ¿Los "economistas" oficiales no nos recuerdan
mucho a los chamanes de antaño? ¿Podríamos llamar ciencia a la
física si la ley de la gravedad no fuera capaz de prever la
trayectoria de los cuerpos o si no fuera capaz incluso de
explicarla?
La ciencia económica oficial es a la auténtica ciencia económica lo
que es la astrología a la astronomía.
Por supuesto, no faltan voces honradas de economistas que reclaman
un enfoque verdaderamente científico de la economía. Pero, como no
es muy difícil de comprender, la economía tiene un importante
inconveniente respecto de otras ciencias: se trata de explicar cómo
se comporta el dinero en la sociedad humana. Con el vil metal
nos topamos. A diferencia de la física o la química o la astronomía,
las leyes de la ciencia económica afectan directamente al bolsillo
de las personas. No es muy difícil comprender que aquellos que
tienen ciertos privilegios económicos harán todo lo posible para
usar su posición dominante en la sociedad para evitar que ésta
cambie y los cambios pongan en peligro su status quo. Parece muy
poco probable que se dé el premio Nóbel de economía a alguien que
cuestione lo establecido. Como decía recientemente Robert Pollin,
economista que asesora a Barak Obama, leyendo a Marx se aprende
más que del 95% de los economistas. Habiendo sido Marx, al
margen de afinidades ideológicas, uno de los pensadores más
influyentes de los últimos siglos, nunca recibió ningún
reconocimiento de las autoridades intelectuales de su época. Todo lo
contrario, fue sistemáticamente perseguido y censurado. Y sus ideas
siguen siendo marginadas en la actualidad por la economía oficial
(aunque cada vez menos, los acontecimientos, la realidad, ponen en
su sitio a todos, incluidas las ideas).
Mientras el control de la economía esté en pocas manos, no puede
esperarse que las decisiones tomadas beneficien al conjunto de la
sociedad.
Mientras la sociedad esté controlada por unos pocos, no puede
esperarse que las decisiones que se tomen sean por el bien del
conjunto de la misma. Los principales problemas de nuestra
sociedad tienen una causa común profunda: la falta de democracia.
Las decisiones que afectan a todos no son tomadas por todos.
Evidentemente, es imposible que todo el mundo decida sobre todo,
sería impracticable. La democracia directa sólo parece factible para
grupos humanos relativamente pequeños. Sin embargo, la combinación
de la democracia directa en ámbitos locales, junto con el
principio federativo para coordinar decisiones tomadas en
ámbitos pequeños para ser aplicadas en ámbitos mayores, junto con
una democracia verdaderamente representativa que
aplique sus propios principios de forma efectiva, junto con su
evolución hacia democracias participativas donde el ciudadano
no se limite exclusivamente a depositar una papeleta cada X años, sí
parece factible. No parece factible llegar a una sociedad
democrática perfecta, pero sí parece factible y deseable ir
tendiendo hacia ella gradualmente. Deberíamos preguntarnos todos por
qué no se producen avances democráticos últimamente (más bien al
contrario, estamos asistiendo a una involución democrática), por qué
no se aplican los principios en los que supuestamente se basa
nuestro sistema actual (independencia de poderes, elección de TODOS
los cargos públicos, "un hombre, un voto", etc.). La respuesta más
sencilla, y por tanto más probablemente verídica, es que no hay
voluntad para ello, es que los que controlan la sociedad no están
dispuestos a perder dicho control.
Pero esto no es sólo culpa de las élites que nos dominan, es sobre
todo culpa de los que nos dejamos dominar. Mientras nos dejemos
llevar, mientras prefiramos no ver y no pensar por nosotros mismos,
estaremos dominados por ciertas élites, sólo podremos aspirar a
cambiarlas. Mientras nos comportemos como ovejas, dependeremos de
pastores. Mientras no participemos en las decisiones que nos
afectan, mientras renunciemos a nuestra soberanía, no podremos
aspirar más que a quejarnos. Mientras antepongamos nuestra comodidad
personal a nuestros principios, mientras seamos capaces de
colaborar, incluso a sabiendas, con un sistema que inequívocamente
tiende a disminuir las libertades y los derechos que tanto costaron
lograr en el pasado, mientras no nos responsabilicemos de nuestros
actos, del granito de arena que aportamos, mientras tiremos la
piedra y escondamos la mano, estaremos condenados a una sociedad en
permanente crisis. Decía Benjamín Franklin que quienes renuncian
a la libertad esencial para obtener seguridad temporal, no merecen
ni libertad, ni seguridad. En realidad, la presente crisis no es
más que la exteriorización de una crisis social profunda, no es más
que la punta del iceberg.
La sociedad humana está en
crisis a todos los niveles, no sólo en el ámbito económico.
Desde el propio sistema, y ante las evidencias, se oyen cada vez más
voces que reconocen que lo que tenemos actualmente no son verdaderas
democracias (Los estadounidenses son siervos gobernados por
oligarcas, artículo firmado por Paul Craig Roberts, secretario
adjunto del Tesoro en el gobierno de Reagan; Rebelión, 21 de agosto
de 2009). Partiendo del reconocimiento de la naturaleza no
democrática del Estado actual, se propugna desde la derecha más
radical la eliminación del Estado para ser sustituido por un mercado
"libre" anárquico y omnipresente (capitalismo aún más salvaje)
mientras que desde la izquierda más radical se pretende la abolición
del Estado en busca de una sociedad sin clases e igualitaria (con
una transición llamada socialismo donde el Estado se intenta
primero democratizar con la esperanza de que con el tiempo se
extinga). Esto es la teoría, en la práctica, supuestos regímenes
"marxistas" lo que hicieron fue implantar dictaduras puras y duras
que poco tuvieron que ver con las ideas del socialismo (control
democrático de los medios de producción). Lo propugnado desde la
derecha, en el fondo, supone sustituir el Estado (en realidad la
política) por el gobierno de las grandes empresas, significa la
institucionalización y aceleración de un proceso que viene
ocurriendo en los últimos tiempos: el verdadero poder es el poder
económico y el poder político, que ya no tiene el poder real (si es
que alguna vez lo tuvo), ya no sirve al primero y simplemente se
quiere eliminar formalmente. Desde la izquierda se busca eliminar
las clases sociales, disminuir las desigualdades sociales. Desde la
derecha se busca consolidar las clases sociales, aumentar las
desigualdades sociales.
Desde la derecha más radical, con la excusa de proteger al
individuo, en realidad lo que se quiere hacer es pisar el acelerador
de la involución democrática que venimos viviendo en los últimos
lustros. Desde posturas neoliberales se pretende liberar de la
"opresión" del Estado actual a ciertos individuos que desean tener
aún más la posibilidad de hacer lo que les da la gana para
enriquecerse, a costa de disminuir todavía más la libertad de la
mayor parte de individuos que conforman la sociedad. El
neoliberalismo defiende la "libertad" (el libertinaje) del más
fuerte, de una minoría privilegiada, a costa de la libertad de la
mayoría de la sociedad. El neoliberalismo es la huída hacia
adelante del capitalismo. Según esta concepción de la sociedad,
hay que dejar que ésta se rija por sí sola, el Estado sobra (salvo
el Estado policial, por supuesto). Ya hemos visto los resultados de
tal filosofía del "laissez-faire": una sociedad cada vez más
parecida a una jungla. Las desigualdades sociales han aumentado en
los últimos tiempos. Los mileuristas se han convertido en mayoría.
La clase media desaparece. La sociedad se divide cada vez más en dos
clases antagónicas: una minoría cada vez más rica y poderosa, y una
mayoría cada vez más pobre y esclava.
Si la democracia degenera PORQUE el poder económico domina cada vez
más, entonces es muy poco probable que dándole aún más poder (y esto
se conseguiría dejándole campar aún más a sus anchas con la
progresiva desregulación de la economía y de la sociedad en su
conjunto) se consiga más democracia. Creo que es obvio que ocurrirá
justo lo contrario (como ya está ocurriendo). La economía está en
pocas manos y debe estar en manos de toda la sociedad. No
podemos esperar una economía que beneficie a la mayoría cuando está
dominada por una minoría, sea cual sea ésta (ya sea la burguesía en
el capitalismo o una clase burócrata en los regímenes supuestamente
"comunistas" o cualquier otra), que sólo mira, lógicamente, por sus
propios intereses.
La economía es el motor de
la sociedad y una sociedad democrática debe tener un motor
democrático.
Si queremos combatir la crisis, como decía al principio, debemos
analizar las causas profundas, no sólo las superficiales, de la
misma. Sólo con verdadera democracia será posible evitar la
degeneración que estamos sufriendo. Es imperativo invertir la
tendencia y recuperar la senda del desarrollo democrático. La
auténtica alternativa a la economía actual, a la economía basada en
la dictadura, es una economía democrática donde todo el mundo pueda
participar en las decisiones que le afectan. Por ejemplo, en las
empresas actualmente sólo deciden unos pocos y los trabajadores
acatan las órdenes que vienen de arriba. Debería tenderse hacia
empresas donde las decisiones se tomen democráticamente entre todos
los trabajadores. Ya hay antecedentes como las cooperativas, aunque
todavía son la excepción que confirma la regla. Pero la
democracia económica no es posible sin la democracia política.
No es posible conseguir un sistema económico plenamente democrático
si la economía no se somete a la política, en vez de al revés. Y por
supuesto no es posible la democracia política en un régimen de
partido único, pero tampoco en un bipartidismo estático. No
confundamos la democracia con la autocracia o la partitocracia.
En el caso particular de España, es necesario el debate
república-monarquía porque está íntimamente relacionado con el
desarrollo democrático. La República debe significar el inicio de
un camino de reformas continuas para aumentar y mejorar la
democracia. No se puede consentir en una democracia que alguien
esté por encima de la ley incumpliendo el principio elemental de
igualdad ante la ley de TODOS los ciudadanos, sin control y sin
transparencia. No se puede consentir que la libertad de expresión
esté coartada porque se blinde a cierto cargo público (el máximo del
Estado). Evidentemente, la posibilidad de elegir al jefe de Estado
es importante, pero sobre todo lo importante es lograr verdadera
separación de poderes (de todos los poderes, incluidos el poder de
la prensa y el poder económico), es lograr verdadera libertad de
expresión pública (sin ningún tema tabú), es lograr una ley
electoral en la que todos los votos valgan igual, etc., etc. Lo
importante es que se pueda hablar sin límites sobre cómo mejorar la
democracia y ahora mismo la monarquía supone un límite que lo
impide. La monarquía es un obstáculo para el desarrollo
democrático, pero no tanto porque lo es en sí misma (que
también) sino sobre todo porque impide el debate sin tabús sobre la
cuestión de la democracia.
Seguramente, no es casualidad que la crisis afecte de forma más
virulenta en nuestro país, no es casualidad que seamos el país con
más paro de Europa, no es casualidad que seamos los campeones de la
corrupción entre los países de nuestro entorno, no es casualidad que
seamos el único país europeo con un problema de terrorismo
"interior" sin resolver. Como decía al empezar este artículo, las
cosas ocurren por ciertos motivos. La falta de democracia está
muy relacionada con la crisis que tenemos actualmente. La falta
de democracia está muy relacionada con los problemas que padecemos
los ciudadanos cotidianamente (trabajo, vivienda, salud, seguridad,
etc.). ¿Cómo no vamos a tener problemas de desempleo, de ineficacia
en los hospitales, de acceso a la vivienda, de delincuencia, si el
sistema está globalmente corrupto y dominado por ciertas minorías
que sólo miran por ellas mismas? ¿Si en vez de tomar medidas para
beneficiar a la mayoría de la población, sólo se preocupan de
blindarse, de perpetuarse en sus privilegios injustos e ilógicos?
¿Cómo vamos a tener un gobierno que mire por el pueblo si su partido
(sea cual sea éste) es financiado por el poder económico porque no
hay separación de poderes? ¿Quién puede creerse que un empresario
financia a un político sin esperar nada a cambio? ¿Cómo va a
funcionar bien la sanidad pública si se permite que sus
profesionales hagan negocio en sus clínicas privadas, si la
prioridad es el dinero en vez de las personas? ¿Cómo no va a haber
especulación inmobiliaria (que repercute directamente en el precio
de la vivienda) si no hay control sobre la gestión de los políticos
en los ayuntamientos (democracia significa también control de lo
público por parte del pueblo o de los contrapoderes)? ¿Cómo va a
haber control mutuo entre los distintos poderes si éstos no son
independientes? Es necesario que no dejemos de ver el bosque en
general, que no nos perdamos en las ramas (que es precisamente lo
que desean los que no quieren resolver los problemas de fondo,
porque ello supondría perjudicar a las élites privilegiadas que
gobiernan en la sombra). Es necesario que veamos la relación que
existe entre las cosas, como dije al principio.
En España, la monarquía es la cabeza visible del poder establecido
(no es casualidad que el Rey esté rodeado de una corte de grandes
empresarios que le hacen numerosos y carísimos regalos), es un
símbolo del poder en la sombra y una garantía para el poder
económico de que las cosas no se deben cambiar. La monarquía
significa algo así como el corsé del sistema, pone fronteras a los
posibles cambios. Es imperativo quitar el corsé para que los
cambios sean verdaderos, para que el pueblo elija su destino
libremente y sin limitaciones. La República no es sólo una bella
palabra, no consiste sólo en poder elegir al jefe de Estado, es
sobre todo una concepción de la política, de la sociedad, donde lo
público es verdaderamente público y no está controlado por lo
privado. Res publica significa en latín la cosa pública.
La República debe tener contenido, no debe ser sólo una nueva
etiqueta para casi el mismo contenido.
La derecha en nuestro país, viendo inevitable la idea de la Tercera
República, no pudiendo contener el desprestigio, desde luego
trabajado, de la monarquía actual, ya empieza a barajar la idea de
una República reducida a la mínima expresión. En este sentido,
nuestro actual monarca, debido a sus prácticas, no ha hecho bien su
trabajo. Sus evidentes licencias, que ya no pueden pasar
desapercibidas, han puesto en evidencia el sistema "democrático" que
tenemos en nuestro país. El disfraz de democracia en España ya no es
eficaz y necesita ser retocado por los que necesitan evitar la
verdadera democracia para perpetuar sus privilegios. No es de
extrañar que cierta parte de la derecha sea cada vez más
"republicana". Si no pueden evitar la caída de la monarquía, harán
todo lo posible para que la República que la sustituya se parezca lo
más posible a ella. Harán todo lo posible para que los cambios sean
sólo aparentes, cosméticos. Harán todo lo posible para que la
Tercera República española esté vacía de contenido, sea poca "cosa
pública". Indudablemente la República es un término desvirtuado en
casi todo el mundo. Pocas Repúblicas de nuestro alrededor pueden
decirse que no hayan degenerado en los últimos tiempos, haciendo que
la "cosa pública" sea cada vez más privada, haciendo que la
democracia sea cada vez más papel mojado. Hay que recuperar el
verdadero sentido de la palabra República. La República
debe significar la forma política de un Estado verdaderamente
democrático.
Frente a la actual crisis, no es suficiente con tomar ciertas
medidas puntuales, muchas veces simbólicas, cuando no ridículas. No
sólo hay que tomar medidas urgentes a corto plazo, también se
requieren medidas que impidan que los problemas vuelvan a surgir en
el futuro. Como decía al principio, no basta con medidas
superficiales inmediatas, también hay que sembrar el terreno para
evitar que vuelvan a crecer las malas hierbas. Si no se cambia el
modelo de la sociedad, sus cimientos, estamos condenados a crisis
cada vez más intensas y recurrentes. En realidad, la crisis es
permanente. Los momentos de las llamadas "crisis" suponen "sólo" la
intensificación de los males innatos del sistema. Son en realidad
crisis "cuantitativas". Lo que ya ocurre en circunstancias
"normales" se intensifica. Como dice Santiago Alba Rico, Los
ricos se suicidan: es que hay una crisis del capitalismo. Los pobres
se suicidan: es que hay sencillamente capitalismo. Si queremos
erradicar alguna vez el desempleo, es necesario sustituir el modelo
actual, donde las personas están al servicio de la economía, donde
el capital lo es todo, por un modelo donde lo más prioritario sean
las personas.
Por supuesto, se nos acusará de "idealistas", de "radicales", de
"utópicos", de "antisistema", de…. Pero desde lo establecido se
evitará el debate libre, con contenido y de igual a igual. Se nos
etiquetará de "rojos", de "marxistas", de "anarquistas", de
"republicanos revanchistas", de…, pero se evitará rebatir
directamente los argumentos. Como siempre, los que dominan la
sociedad, o los lacayos que los sirven, recurrirán a los prejuicios
que tanto se han trabajado. Intentarán evitar que la gente juzgue el
contenido de la botella, que ni siquiera lo pruebe, que lo rechace
por la etiqueta que ellos ponen. Intentarán monopolizar la verdad,
las ideas, las opiniones.
Pero yo le pregunto al lector: ¿Qué es más idealista: pensar que una
minoría altruista u objetiva va a mirar por los intereses de la
mayoría o establecer mecanismos concretos que eviten depender de
cualquier minoría, precisamente para tener en cuenta la naturaleza
real de los seres humanos? ¿Es realista pensar que la economía
oficial es una ciencia exacta cuando obvia una de las facetas más
evidentes de todos los seres humanos: su "amor" por el dinero, su
falta de objetividad respecto del mismo? ¿No es más realista,
precisamente, tener en cuenta nuestras miserias para protegernos de
ellas? ¿No es más realista pensar que las decisiones deben ser
tomadas de forma transparente y libre por todos los que son
afectadas por ellas? ¿No es utópico pensar que la economía puede ser
beneficiosa para la mayoría de la sociedad cuando la controla cierta
minoría? ¿No es idealista pensar que si no cambian las cosas,
llegará "por arte de magia" el día en que podamos tener todos una
vida digna? ¿No es poco realista pensar que los cambios vendrán
desde arriba, por la iniciativa de los que tienen privilegios
gracias a cómo son las cosas en la actualidad, de los que
precisamente necesitan evitar los cambios para mantener su posición
dominante en la sociedad? ¿No es idealista dejar que otros controlen
nuestras vidas y pensar que esto nos puede beneficiar en algún
momento? ¿No es poco realista pensar que la democracia no sirve de
nada o no nos afecta directamente? ¿No es perder de vista la
realidad el obviar las relaciones entre las causas superficiales y
las profundas, entre las causas y sus efectos? ¿Cómo es posible
conocer la realidad si al analizarla no tenemos en cuenta cómo se
interrelacionan las cosas? ¿No es ser poco realista, precisamente,
quedarse sólo en la superficie, no llegar al fondo de las
cuestiones? ¿Cómo vamos a cambiar las cosas si no llegamos a
conocerlas a fondo?
Lo realista es precisamente darse cuenta de que las cosas sólo
pueden cambiar si primero las entendemos, si nos atrevemos a
escuchar todas las opiniones, tanto las oficiales como las críticas,
si contrastamos. Lo realista es darse cuenta de que o bien la
sociedad cambia radicalmente o nos encaminamos hacia nuestra propia
autodestrucción (la naturaleza no engaña, el desastre ecológico es
muy sintomático). Lo realista es no dejar de ver a nuestro alrededor
cómo todo va degenerando. Lo realista es no taparse los ojos con la
esperanza de que a nosotros no nos toque. Lo realista es
concienciarnos de que para cambiar la realidad, es primero necesario
tenerla en cuenta tal como es, no tal como nos gustaría que fuera,
ni tal como nos la intentan vender desde el poder. Lo realista es
desconfiar de todo poder, de toda élite. Lo realista es nunca
renunciar a los idealismos. Tenemos que tender hacia una sociedad
mejor, para lo cual debemos aspirar a ella (idealismo) y debemos
considerar la que tenemos en el presente (realismo).
Si queremos tener una sociedad más justa y libre, debemos
posibilitar la igualdad de oportunidades. Y esto no es posible sin
regulación. Y no es posible una regulación que beneficie a la
mayoría, al conjunto de la sociedad, si está hecha por una minoría a
su medida. Sólo con una auténtica democracia podrá lograrse una
sociedad donde la mayoría pueda tener una vida digna. En una
verdadera democracia, en realidad, todo el mundo debe poder tener
una vida digna. Al contrario que en las "democracias" actuales, en
las verdaderas democracias del futuro (si es que logramos que el
futuro sea mejor, si es que conseguimos cambiar la actual
tendencia), no habrá privilegios, todos tendrán los mismos derechos,
nadie estará por encima de los demás. Los únicos que pierden con las
posibles democracias del futuro son los que ahora tienen privilegios
injustos. En las "democracias" actuales, perdemos la mayoría
derechos elementales, en las futuras, sólo pierden ciertas minorías
ciertos privilegios, no derechos. Con una auténtica democracia no
deben existir minorías dominantes. En una democracia quien debe
dominar es la mayoría, es toda la sociedad, no sólo una parte de
ella. En la jungla domina siempre el más fuerte. La jungla es la
antítesis de la democracia. La civilización humana no tiene futuro
si no se vuelve de una vez por todas civilizada. La conquista de
la democracia es el salto evolutivo de la humanidad de la jungla a
la civilización. ¡Ya va siendo hora de que demos dicho salto!
Una sociedad cada vez más inhumana es una sociedad en crisis
existencial. Una sociedad donde se pretende asumir leyes
antisociales (la ley del más fuerte) es por sí misma contradictoria
y está condenada a estar en permanente crisis. Las crisis siempre
suponen el estallido de profundas contradicciones internas.
Contra
la crisis de la humanidad, democracia.
José
López Agosto
de 2009 joselopezsanchez.wordpress.com