El Alcalde de Puerto
Real, en la Audiencia Nacional
por supuestas
injurias al rey
José
Luis Pitarch
UCR
3 de Junio de 2009
El tardofranquismo
contraataca, por vía combinada de un PP que mira como la mujer de Lot,
recordando con añoranza la dictadura (no todos los miembros del PP, hay
parte equiparable a la derecha liberal no fascistoide europea), y unos
jueces (tampoco todos los jueces) con fobia a investigar los
imprescriptibles crímenes de lesa humanidad del franquismo, rozando, si
no entrando, lo que podríamos llamar la “prevaricación por omisión”. Es
que el pensamiento conservador, como decía el otro día Julio Anguita en
la Universidad de Granada, tiene vocación de eliminar el pensamiento. O
sea, el análisis, la averiguación intelectual, la conciencia, si me
permiten añadir.
En estas coordenadas
tememos cabe situar el proceso judicial penal contra el Alcalde de
Puerto Real, José Antonio Barroso, y el juicio al que se le ha sometido
el día 2 de junio a las 11 horas en la Audiencia Nacional, planta
segunda. Tal proceso y juicio constituyen una muestra de las graves
insuficiencias de nuestra democracia, pues se diría que la Justicia, en
este “caso” igual que en otros conocidos casos, se mueve por motivos
políticos, esto es, viste con ropaje jurídico lo que son decisiones
políticas. Puente Ojea, desde sus colosales 85 años, cree que la
“transición” es un enorme timo histórico, trazado, determinado no por
unas Cortes de clara soberanía popular, sino por un rey puesto por el
dedo del sangriento dictador y por las fraudulentas Cortes de servidores
y paniaguados del mismo.
Se quiere castigar e
inhabilitar a Barroso --y quizá también castigar a los puertorrealeños
por haberle elegido democráticamente desde hace tres décadas-- debido a
haber reproducido lo ya escrito y publicado en libros y periódicos por
historiadores e informadores, en particular el enriquecimiento dudoso u
opaco del monarca, sin que obste a tal persecución penal el que Barroso
aporte ante el juez dichos libros y periódicos. Cuyos autores, por ende,
no han sido objeto de reproche o condena penal. Como si el Artículo 14
de la Constitución (el primerísimo del Capítulo “Derechos y libertades
fundamentales” del Título I de la misma) no consagrase la más absoluta
igualdad ante la ley, sin discriminación alguna; como si el Artículo 9.2
de la citada Ley Máxima no exigiese a los jueces “promover” las
condiciones para que la igualdad de las personas y de los grupos en que
éstas se integran sea “real y efectiva”, exigiéndoles también,
expresamente, “remover los obstáculos que lo impidan o dificulten”.
Pues ¿acaso es ésta la
misma vara de medir justicia que la aplicada cuando el diputado Joan
Tardà, en un discurso público de hace medio año, gritó “¡Muerte al
Borbón!”? ¿Tienen noticia, los dignos jueces actuantes en el caso del
alcalde gaditano, de la aberrante degradación jurídica conocida como
“Derecho penal de autor”, que pisotea el mencionado Artículo 14?
¿Y qué decir de que el
juez de la Audiencia Nacional haya admitido de plano las pruebas
alegadas por el Fiscal para acusar en juicio al Sr. Barroso, y en cambio
no admita ni la prueba documental 2ª ni la testifical que ha propuesto
Barroso para poder defenderse? Con la testifical, en particular, el
alcalde Barroso pretende que varias personas que han hecho públicas, en
libros y medios de comunicación, diversas actividades crematísticas de
Juan Carlos de Borbón, declaren en el juicio cuáles son sus bases y
fuentes de conocimiento al respecto. ¿Hay temor a estas declaraciones,
“temor político”? Da impresión de que se maneja por el juez un concepto
de prueba “pertinente” con formato de embudo.
Paralelamente, preocupa
no poco a muchos ciudadanos y ciudadanas que coincida este juicio a José
Antonio Barroso con la admisión por el Tribunal Supremo de la querella
contra el juez Garzón interpuesta por un sindicato nostálgico de la
dictadura y genocidio franquista. Dicen estos “sindicalistas”,
aplaudidos jubilosamente por el PP, que Garzón sabía que no era
competente para investigar los crímenes de lesa humanidad del
franquismo, y que, por tanto, prevaricó al considerarse competente.
El PP no da mayor
importancia a que Camps, Fabra, etcétera estén imputados como supuestos
“trincones”, incluso llama al pluriimputado castellonense “ciudadano
ejemplar” (Rajoy dixit). Pero descorcha cava si imputan a Garzón por su
honrosa labor de destapar los crímenes de lesa humanidad cometidos bajo
la batuta de personajes como su actual “presidente fundador”. Es decir,
por el intento de don Baltasar de hacer cierta la “tutela judicial
efectiva” prescrita en el Art. 24 de la Constitución. ¡Ay Baltasar, cómo
se te ocurrió decir, igual que el niño del cuento de Andersen, que el
rey va desnudo! ¿No sabes que los jueces, fiscales y gobernantes
españoles llevan décadas y décadas mirando para otro lado respecto a los
crímenes de lesa humanidad del franquismo, incluso después de que el
Estado español firmase el Estatuto de Roma que declara imprescriptibles
dichos delitos? ¡Y encima te pones a destapar las tramas de corrupción
vinculadas a la derechona política! Lo que me extraña es que no te hayan
envenenado, o algo así.
Hay, por terminar, un
sector de la judicatura muy cercano a esa derechona. Y hay unos jueces
que irían al infierno, si lo hubiese, por decir --para cerrar el paso a
la investigación judicial de Garzón-- que el golpe de estado de 1.936 y
la guerra contra el legítimo Gobierno republicano no fue un delito
contra altos organismos de la nación y contra la forma de gobierno. Son
jueces a los que gusta juzgar a perdedores, como Saddam Husein,
Milosevic, o los militares españoles vencidos por la tripleta Franco-
Hitler-Mussolini. Pero no juzgar a los ganadores. Quizá por eso el
Tribunal Supremo ha dinamitado la querella presentada por Carmen Negrín
contra los diez magistrados que hicieron descarrilar la citada
investigación garzoniana. Hay jueces y políticos, en fin, que
creen que los asesinados por los “vencedores” contra media España, y
enterrados sin nombre en fosas comunes por zanjas y barrancos, tienen,
como dice la Asociación por la Memoria y la Justicia de Salamanca, el
mismo status que los enterrados en las fosas de Atapuerca. En fin, me
viene a la cabeza que el Tribunal Supremo también intentó frenar el
acceso de periodistas con cámaras a los juicios.
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José Luis Pitarch, es
profesor de Derecho Constitucional