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Proceso constituyente

 Arturo Ferrín 

UCR   22 de Mayo de 2007

Se aproxima el día en que la monarquía intentará revalidar la sucesión al trono de Felipe Borbón. La trama de intereses urdida con los Partidos dinásticos, el Poder económico y el mediático, dispone de su estrategia para que todo siga igual. Alguien pronostica que el plan incluye un acontecimiento mitificador similar al que supuso para su padre el 23 de Febrero de 1.981.

 El pueblo español lleva muchos años sometido a servidumbre política, desde aquél período de despotismo franquista hasta su heredero representado por la presente farsa democrática. Si bien es cierto que la población ha conseguido algunas libertades, de naturaleza política insustancial, respecto a la represión de la dictadura, hoy permanece el fantasma de la impotencia para transformar la realidad.

 Esa inercia social exige el mayor esfuerzo del alma republicana para preparar una estrategia si no quiere desaprovechar la ocasión que brinda la Historia en momentos cruciales. Las fuerzas republicanas están obligadas a ofrecer a los ciudadanos una alternativa que desnude al monstruo creado por la Transición y les invite a imaginar la potencia de una sociedad moderna para resolver sus problemas con los ideales republicanos de Libertad e Igualdad.

 Libertad para elegir libremente a su representante político, no a la lista cerrada de candidatos que preparan las jefaturas de los partidos con el propósito de asegurar la más estricta sumisión de los electos a sus intereses.

 Libertad para que cualquier ciudadano pueda aspirar a representar a sus vecinos, sin claudicar de sus reivindicaciones ante consignas extrañas.

Libertad para controlar los programas presentados por los candidatos, vigilar su cumplimiento y  expulsar a los diputados o concejales que defrauden sus promesas.  

 Tan sólo lo anterior exige una revolución en las instituciones del Estado que sabemos no van a admitirla de buen grado pues son muchos los intereses que están en juego. A todas las fuerzas republicanas les ha llegado la hora de preparar programas consistentes y debatirlos sin dogmatismo ante la opinión pública. 

 La crisis de Estado es caldo de cultivo para el oportunismo. Y los primeros que militarán en él, si  aquélla se produce, son los que más tienen que perder con un cambio de régimen. Contra ellos hay que aplicar el rigor implacable  de la razón, el arma de lo que es justo, el argumento de la honradez y la fuerza de la mayoría.

 

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