Juan Modesto |
Juan Guilloto León,
Juan Modesto, nació el 24 de septiembre de 1906 «en una de las pequeñas
ciudades marineras más bellas de la tierra», como afirmó, con justicia,
en Estampas de mi infancia: el Puerto de Santa María, en Cádiz. «Hijo
y nieto de obreros por los cuatro costados», se afilió al Partido
Comunista de España en 1930. Tres años después fue nombrado responsable
nacional de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC),
antecedente del Quinto Regimiento y del propio Ejército Popular de la República.
Cuando terminó la guerra, era el único militar de origen miliciano que había
alcanzado el grado de general.
Jarama, Guadalajara,
Belchite, Teruel, Brunete. Del asalto al Cuartel de la Montaña a la
comandancia del mítico batallón «Thaelman»; desde la sierra de
Guadarrama al mando del V Cuerpo del Ejército en la batalla del Ebro. Juan
Guilloto León, comunista y español hasta el fin de sus días, murió en
Praga el 19 de abril de 1969 tras haberse opuesto a la entrada de los
tanques soviéticos en Checoslovaquia.
Mañana dejo mi casa,
dejo los bueyes y el pueblo.
-¡Salud! ¿A dónde vas, dime?
-Voy al Quinto Regimiento.
Caminar sin agua, a
pie,
monte arriba, campo abierto.
Voces de gloria y triunfo,
-¡Soy del Quinto Regimiento!
-Rafael Alberti, 1936-
(...) Después de la
subida de Hitler al poder, en 1933, sostenidos por el nazismo y el fascismo,
de quienes recibían armas, dinero y la promesa de ayuda total para
instaurar en España un régimen fascista, los generales y políticos españoles
más reaccionarios iban tejiendo la trama de la sublevación.
En los planes de las
dos potencias fascistas, España era la primera carta de la Segunda Guerra
Mundial.
Para Alemania sería,
además, el polígono de prueba de su armamento y campo de entrenamiento de
millares de cuadros militares. Sería también fuente de materias primas, de
las que estaban muy necesitados.
Durante el bienio
negro, los nazis organizaron entre los alemanes residentes su propio
partido, que contaba con más de cincuenta secciones en España. De hecho,
ya había comenzado la intervención germano-italiana. Sus embajadas y
consulados se encargaban del transporte de armas en la valija diplomática;
eran verdaderos focos subversivos. Portugal, donde conspiraba Sanjurjo,
también lo era.
El 16 de febrero de
1936, el triunfo del Frente Popular representó el fracaso del intento de
instaurar el fascismo por vía Legal. La CEDA (Gil Robles) se ofreció a los
generales (1). Anteriormente lo habían hecho Renovación Española (Calvo
Sotelo y Goicoechea) y la Comunión Tradicionalista (Lizárraga, Olázaga,
Rodezno y Fal Conde). Luego lo haría la Falange (Primo de Rivera). Ante el
triunfo de las izquierdas, Franco, que era jefe del Estado Mayor Central,
gestionó, en nombre de la reacción, cerca de Portela Valladares y de los
generales Castelló y Sebastián Pozas, ministro de la Guerra y director
general de la Guardia civil respectivamente, la proclamación del estado de
guerra, para que el Ejército tomara el poder.
El factor decisivo que
hizo abortar estos propósitos golpistas en febrero fueron las poderosas
manifestaciones populares organizadas por las fuerzas democráticas en
Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao, Asturias y muchos otros
lugares del país, bajo el signo de "Amnistía" y "Gobierno
del Frente Popular".
Al fallarles el golpe
de Estado de febrero, los partidos derrotados, instrumentos políticos de la
gran Banca, la gran burguesía industrial y comercial y los terratenientes,
pusieron rumbo a la sublevación. Dichos partidos centraron su actividad en
la desorganización de la economía, que iba desde la evasión de capitales
hasta el cierre de fábricas y la negativa a la explotación de la tierra.
Al mismo tiempo utilizaban el Parlamento, los grandes medios de propaganda
que poseían y el pistolerismo para crear el clima de guerra civil, poniendo
todo lo que eran y lo que representaban en manos de los generales facciosos
que estaban organizando el alzamiento.
Ya estaba creada la
Junta Militar. La formaban, con José Sanjurjo -emigrado en Estoril-, los
generales Emilio Mola, Manuel Goded, Francisco Franco, Andrés Saliquet,
Miguel Ponte, Luis Orgaz, Joaquín Fanjul y Enrique Varela. El último
ostentaba la representación de Sanjurjo hasta que, desplazado de Madrid, lo
sustituyó Mola. La mayoría de los generales mencionados se reunieron un día
del mes de marzo en la casa del diputado monárquico José Delgado. Entre
otros acuerdos se fijo la sublevación para el 19 de abril. También se
fijaron tres cabezas de desembarco en Cádiz, Algeciras y Málaga para las
tropas de Marruecos. Sus organizadores enfocaron el golpe previsto para el
19 de abril sobre la base de "dominar Madrid", para desde allí
conseguir la adhesión del resto de España. Varela ocuparía el Ministerio
de la Guerra; Orgaz, Capitanía, y el almirante Carranza, el Ministerio de
Marina (2).
Pero las medidas del
Gobierno eran a todas luces insuficientes y hasta improcedentes. En vez de
suspender de empleo a una docena de esos mandos, depurando el Ejército de
reaccionarios, lo que hicieron fue destituir del mando de la flota al
almirante Juan Cervera y enviar residenciados al general Varela a Cádiz y
al general Orgaz a Canarias.
Otras medidas, que
parecían concebidas para acercar los mandos más comprometidos a las bases
de partida de sublevación, consistieron en designar a Franco capitán
general de las islas Canarias y enviar a Mola a Navarra, dando a los diez
mil carlistas, desde hacía tiempo organizados en Requeté, un jefe a su
medida.
López Pinto, jefe de
la base naval y gobernador militar de Cartagena, fue destituido por
desafecto, pero enviado de gobernador militar a la plaza y provincia de Cádiz.
Al jefe del Segundo Regimiento de Artillería de Costa, coronel Bartolomé
Feliú, se le destituyó por desafecto para nombrarle jefe de artillería de
las islas Baleares. Y el Gobierno, obsesionado por el auge del movimiento
popular, adoptó una medida tan torpe como la orden de que toda la producción
bélica fuera concentrada en Valladolid, única ciudad donde existía un
foco fascista de cierta importancia.
La UME y la UMRA
En el seno de las
Fuerzas Armadas, el enfrentamiento democracia-fascismo se manifestaba de múltiples
formas, hasta llegar a niveles de organización de reaccionarios y demócratas
en la llamada Unión Militar Española (UME), de signo reaccionario, y en la
Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), de signo democrático.
La UME, creada en
1932, organizadora de la sublevación de Sanjurjo el 10 de agosto del mismo
año, era utilizada por los generales como instrumento preparatorio de la
sublevación militar. El gran desarrollo de la UME se produjo a partir de
1934-35, cuando Gil Robles era ministro del Ejército y nombró a Franco
jefe del Estado Mayor Central.
En realidad, la UME
era una verdadera organización polítida de los cuadros de mando del Ejército,
el partido político de los generales, que actuaba en el seno de las Fuerzas
Armadas con verdadera impunidad, ya que en las guarniciones, en las
comandancias militares y capitanías generales, en los Estados Mayores y
escuelas militares, disponíasn, en la mayoría de los casos, de los puesto
clave, incluidos los máximos. Cuando no era así, ignoraban a sus jefes jerárquicos,
a los que hacían el vacío, engañaban y se aprestaban a inmolar. No en
balde se inspiraban en la frase de Mola: "No admitimos neutrales",
con la que se fraguaba el premeditado, frío y cruel asesinato de los jefes
y oficiales no comprometidos con el alzamiento militar.
Pero la UME era también
un apéndice del nazismo en España. Las susodichas cincuenta secciones del
partido nazi, creadas durante el bienio negro, se confundían con ella. La
sección local de Barcelona se movilizó el 18 de julio, pero la derrota de
los sublevados la dispersó y sus jefes se dieron a la fuga. En los demás
lugares de España se incorporaron a la sublevación.
En el mes de marzo de
1936, la UME lanzó dos circulares, en las que alentaba a sus afiliados,
después del intento fracasado de golpe de Estado de febrero, para el golpe
del 19 de abril, que tampoco se pudo dar.
La actividad
conspiradora de la UME se completaba con la realización de atentados contra
los militares leales después de las elecciones de febrero. La UME
confeccionó listas en todas las guarniciones para asesinar a militares
republicanos. En Madrid fue gravemente herido el comandante Jiménez Canito;
en Barcelona, atentaron con bombas de reglamento "Laffite" contra
el coronel Moracho.
Para contrarrestar a
la UME, a finales de 1934, un grupo de oficiales de signo genérico
republicano se reunió en Madrid, en la casa del capitán médico Palacio.
Los llevaba allí la voluntad de hacer frente a la política de fastistización
del Ejército de la República.
Los interrogantes que
traían los reunidos eran: ¿Por dónde empezar? ¿Qué organización crear?
¿Qué fines debía tener la organización?
Decidieron crear la
Unión Militar Antifascista (UMA). Como fines de la organización fijaron:
contrarrestar la actividad de la UME; prestar ayuda de todo género a los
compañeros presos; unir a los militares republicanos para que los
gobernantes tuvieran un instrumento contra la reacción.
Además, acordaron
publicar un manifiesto, que allí mismo redactó el teniente coronel
Carratalá, dirigido "a todos los compañeros antifascistas, sin
distinción de ideas políticas", basándose en que "cada militar,
cualquiera que sea el partido al que pertenezca, debe trabajar en el seno de
una organización militar, como defensor de la República en peligro, contra
el fascismo amenazante".
(…) Vencido el año
1935, se fusionaron la Unión Militar Antifascista, de iniciativa comunista,
y la Unión Militar Republicana, de iniciativa socialista, respondiendo al
impulso unitario que se desarrollaba en todo el país, lo que dio origen a
la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA). (…)
Juan Modesto y Enrique Líster |
Antesala del 18 de
julio
Al ser designado Azaña
presidente de la República el 10 de mayo de 1936, la jefatura del Gobierno
pasó el día 12 a Casares Quiroga, que siguió manteniendo en sus manos la
cartera de Guerra.
En este periodo,
antesala del 18 de julio, se mascaba el clima de guerra civil. Los cuartos
de banderas eran focos de subversión. La UME dio la directiva a todos sus
afiliados de no aceptar los permisos de verano. Las continuas advertencias
de los oficiales y jefes leales, en muchos casos postergados y perseguidos
por sus "compañeros", eran desoídas por el Gobierno. Igual
suerte corrían las denuncias hechas en las Cortes por los diputados de
izquierda sobre los preparativos de la sublevación, más señaladamente las
que con pruebas irrefutables hacían José Diaz y Dolores Ibarruri en nombre
del Partido Comunista. Los pistoleros fascistas seguían sus crímenes.
Orientados por la UME, asesinaron en Madrid, el 9 de mayo, al capitán
Faraudo; y el 12 de julio, al teniente José Castillo.
El indefensismo en el
que se encontraban los militares demócratas por parte del Gobierno, excitó
su indignación. La lenidad de aquél les hizo reaccionar con particular brío,
desarrollándose en un núcleo importante de ellos la tendencia a actuar por
su cuenta.
Al día siguiente del
asesinato del teniente Castillo, promovimos una reunión a la que asistieron
los dirigentes de las células del partido del Segundo Grupo de Asalto
(Ministerio de la Gobernación), del Ministerio de la Guerra, del Ministerio
de Marina y del Batallón Presidencial, reunión que se celebró en el
domicilio del teniente coronel José Barceló, sito en la calle Vallehermoso
(3). A esta reunión asistió, en vísperas de incorporarse a su destino en
África, el capitán de aviación Leret, uno de nuestros camaradas militares
más lúcidos, asesinado por los militares franquistas el 18 de julio en la
base de hidros de Atalayón.
En esta reunión de
particular tensión, los camaradas Barceló, ayudante de Casares Quiroga y
jefe del batallón del Ministerio de la Guerra; Enciso, jefe del Batallón
Presidencial; Burillo, del Grupo de Asalto, y la célula del Ministerio de
la Marina expresaron su indignación por los crímenes de los militares
fascistas y la necesidad de extremar la vigilancia para salvar a la República
en peligro. En aquella reunión se trazó la línea de conducta a seguir con
vistas a que no pudieran sorprendernos los acontecimientos en los
ministerios y en las unidades.
En este periodo, en
nombre del partido, yo estaba relacionado con el coronel Rodrigo Gil Ruiz,
jefe del Parque de Artillería de Madrid, socialista. En vísperas de la
sublevación y ante la eventualidad de que los fascistas intentaran
apoderarse de las armas del Parque y se produjera un golpe fascista, fijamos
ambos la consigna "Modesto" para la entrega de las armas a las
MAOC (4).
Notas
(1) Confederación
Española de Derechas Autónomas.
(2) Páginas 66 a 68 del libro del general F.J. Mariños.
(3) Madrid.
(4) Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas.
Julio de 1936
La sublevación
militar fascista la inició el día 17 el Ejército de Marruecos, donde
abarcó a las cuatro comandancias, más las regiones militares y la
guarnición de las Islas Canarias. En las primeras horas de la tarde del
día 18 se sublevó la guarnición de Cádiz, a la que había llegado la 5ª
Bandera del Tercio y un Tabor de Regulares de las tropas de África a bordo
del transporte «Ciudad de Cádiz» y del destructor «Churruca».
La noticia fue
conocida en Madrid y en otras partes no por conducto oficial, sino a través
de los mil hilos por los que las grandes tragedias llegan al pueblo, el cual
reaccionó con particular brío.
Sólo el 18 de julio,
en Nota Oficiosa del Ministerio de la Gobernación, radiada a las
8.30, el Gobierno decía al país:
«El Gobierno se
complace en manifestar que varios grupos de elementos leales resisten frente
a la sedición en las plazas del Protectorado, defendiendo con su prestigio
la autoridad de la República…
»En este momento, las
fuerzas de Aire, Mar y Tierra, salvo la excepción señalada, permanecen
fieles en el cumplimiento del deber y se dirigen contra los sediciosos…
»El gobierno de la
República domina la situación.»
Ocurría, por cierto,
todo lo contrario. El 18, el clima subversivo existente era manifiesto en
todas las guarniciones del Ejército de Tierra de la Península; en muchas
de ellas, la sublevación era un hecho consumado.
Pero las fuerzas
políticas obreras del Frente Popular tenían conciencia clara de la
situación y la expresaron llamando al pueblo a la defensa de la República.
Cuando el pueblo en la calle, en poderosas manifestaciones, pedía
«armas», el Gobierno respondía esta vez en una Nota Oficial,
radiada a las 15.15: «…el mejor concurso que se puede prestar es
garantizar la normalidad de la vida ciudadana para dar un ejemplo de
serenidad y confianza en los resortes del poder.»
Hacia aquellas horas,
los «resortes del poder» habían saltado en todas partes o estaban a punto
de saltar. Las ocho regiones militares, la comandancia exenta de Asturias y
las de Baleares siguieron el camino de las fuerzas armadas de Marruecos y
Canarias el día 17. El hecho consumado, saliendo a la calle y proclamando
el estado de guerra, dependió en cada sitio de diversos factores. El
principal que actuaba en beneficio de los sublevados era el empecinamiento
del Gobierno en no querer ver la trágica realidad en toda su crudeza. Sus
llamamientos al apaciguamiento tenían un eco unilateral y conducían a
contener la réplica popular y adormecer su vigilancia. Donde ocurrió así,
triunfó la sublevación militar.
Es notoria la actitud
facciosa de la Flota de Guerra, que había comenzado el transporte de tropas
de Marruecos hasta que los marinos y clases, con el apoyo de la oficialidad
de los cuerpos auxiliares de la Armada –alma y motor de los barcos-
sometieron a los mandos sublevados y ganaron para la República cuarenta y
seis unidades de las cincuenta y tres que la componían.
De las fuerzas del
Aire, con la excepción de los aeródromos de Logroño y Burgos, dominados
por los oficiales fascistas con ayuda de las guarniciones, todos los demás
y las bases de hidros se proclamaron al lado de la República.
Las fuerzas obreras,
representadas por los partidos comunista y socialista, que actuaban de
acuerdo, reclamaron la formación de un gobierno de Frente Popular dispuesto
a aplastar la sublevación. A esta exigencia, el presidente de la
República, Manuel Azaña, opuso la formación de un gobierno presidido por
Martínez Barrio, presidente de las Cortes, que rompía el marco del Frente
Popular. Igualmente fue rechazada la proposición de armar a las MAOC.
La noche del 19 al 20
de julio transcurrió bajo el signo de la lucha popular contra el gobierno
de Martínez Barrio. Éste y el general Miaja telefonearon a Mola, a quien
hicieron proposiciones, que Mola rechazó.
El pueblo, lanzado a
la calle en Madrid, Barcelona y otras ciudades, enarbolando como consignas
de lucha «Abajo Martínez Barrio», «Abajo los traidores» y «Armas»,
destrozó de un manotazo aquel gobierno de capitulación.
La formación del
nuevo gobierno fue encomendada al doctor José Giral.
Los días de julio
en Madrid
Conocido el ambiente
en los cuarteles y en los medios reaccionarios, que anunciaban la inminencia
de la sublevación militar fascista, a partir del 16 de julio las MAOC de
los distintos distritos de Madrid fueron alertadas y concentradas en los que
consideramos puntos clave para responder rápidamente a los facciosos en el
terreno y lugar donde fuera necesario. En la comarca de Villalba se
concentraron el día 17. Cada distrito de las MAOC conocía su misión.
Gozaban de la mayor iniciativa y eran estimuladas constantemente para que la
desplegaran al máximo.
Aquella jornada y la
de los días 17, 18, 19 y 20 de julio las pasamos en plena dedicación a la
liquidación del movimiento faccioso en Madrid y en las guarniciones de su
periferia. Desbordante actividad realizaron las MAOC bajo la dirección
inmediata y en ligazón con el Comité Central y el Comité de Madrid del
Partido Comunista, bajo cuyas directivas actuábamos.
Nos habíamos
instalado en la calle Piamonte con los dirigentes de las MAOC en la capital
Agustín Lafuente y Juan Fernandez (Juanito), caído el 21 de julio al
frente de los milicianos en el asalto a las posiciones enemigas en
Somosierra; Manuel Plaza, caído en la batalla del Jarama, en su orilla
derecha, ante el puente de Titulcia, mandando el 4º batallón de la «18
Brigada Mixta»; Julio Zalamea, caído en la defensa de Madrid al mando de
un batallón de la 3ª Brigada en los combates de la Casa de Campo en el mes
de enero; y Manuel Díaz del Valle («el Tendero»), quien después de una
actuación heróica en la Segunda Guerra Mundial hasta la liberación,
combate que prosiguió en España hasta 1951, murió en Varsovia con el
nombre de Manuel Arana. Estábamos al corriente de lo que ocurría en la
ciudad a través de las MAOC de los distritos con los que teníamos enlace
permanente.
El día 18, y más
ampliamente el 19, bandas de pistoleros fascistas, desde los edificios y las
mansiones señoriales, bancos, iglesias, grandes hoteles y en el centro de
la ciudad, que dominaban sus arterias principales, comenzaron a sembrar la
muerte con el propósito de dominar el casco de la ciudad y facilitar la
salida de los militares a las calles; pero, como es bien sabido, los
acontecimientos siguieron otros derroteros.
En lo que se refiere a
las organizaciones del partido en las instituiciones de Orden Público y en
las unidades militares, desempeñaron el papel que les correspondía. Los
comunistas, unidos a sus camaradas socialistas y republicanos, o simplemente
a núcleos de militares patriotas que hicieron honor a su juramento de
soldados de España, tomaron la iniciativa político-militar en los
ministerios de la Guerra, Gobernación, Marina y en las unidades militares
donde pudieron hacerlo, y desde aquellas posiciones, ganadas para la
República a los militares facciosos, hicieron abortar la sublevación.
(…)
Madrid en el plan
de la sublevación
Después de los
primeros choques y movimientos de fuerzas realizados por los facciosos o los
leales, que llevaron a la división del país en dos zonas, aquéllos
pasaron a la defensiva en el sector oriental, realizando acciones de
importancia local en Guipúzcoa, a fin de ocupar la frontera con Francia, y
en Andalucía occidental, para asegurar una amplia zona de concentración y
despliegue de las fuerzas de África, centrando sus esfuerzos
ininterrumpidos en la conquista de Madrid.
Ello se debía a que
Madrid era considerado, con razón, el centro vital de la República y de la
España popular. Concurrían en él las circunstancias de su capitalidad, de
ser el centro dirigente nacional del movimiento popular y el principal nudo
de comunicaciones de la Península.
A conquistar Madrid,
pues, subordinaron sus planes operativos y dedicaron las fuerzas más
selectas de que disponían: españolas, marroquíes, tercio, italianas,
alemanas, portuguesas y una brigada irlandesa, así como sus mejores medios
de combate, de procedencia, como es notorio, alemana e italiana
principalmente.
Nueve meses duraron en
el tiempo la lucha y los combates directos por Madrid, combates que
comenzaron en las sierras de Guadarrama y de Gredos del Sistema Central,
siguieron en el curso medio del río Tajo, continuaron en los valles del
Jarama y del Manzanares, para terminar en la sierra de la Alcarria, al oeste
del alto Tajo.
En su desarrollo
podemos dividirlos en cinco periodos operativos:
1.º Se ensambla con
los choques armados de julio y se prolonga hasta septiembre. Se caracteriza
por la contención del enemigo en los pasos de la Sierra del Guadarrama por
las primeras unidades milicianas de las columnas enviadas sobre Madrid.
2.º Engloba los
combates de septiembre-octubre en el valle del Tajo. En su dinámica, las
tropas de choque de la sublevación, y de los intervencionistas extranjeros,
alcanzan las puertas de Madrid.
3.º Comprende las
acciones de noviembre de 1936 y enero de 1937, en las que fracasan los
ataques frontales y las maniobras de cortos vuelos tendentes al cerco de la
plaza.
4.º Operación del
Jarama, en el mes de febrero de 1937, dirigida al aislamiento de la capital.
5.º Batalla de
Guadalajara, cuya importancia político-militar y estratégica estriba en la
derrota del Cuerpo italiano, cuando se proponía el cerco y la conquista de
Madrid por Guadalajara y la destrucción del Ejército Popular del Centro.
No obstante dicha
división en periodos, la gran batalla de Madrid es un conjunto único de
pequeñas, medianas y grandes acciones que se desarrollan escalonadamente en
el tiempo y en el espacio comprendido desde los pasos de Soria, en
dirección a Guadalajara, hasta el curso medio del Tajo en Talavera. Hay que
partir de esto para apreciar las verdaderas dimensiones de la lucha en torno
a Madrid, no tanto en lo que concierne al esfuerzo de los ocupados para
ocuparlo, como a la resistencia de los leales para defenderlo. (…)
Justificar lo injustificable
Tras la derrota de la
sedición en Madrid y en las provincias de Guadalajara y Toledo, se conoció
que sobre la capital venían varias columnas procedentes del norte. Para
hacer frente a la amenaza que representaba, salieron a su encuentro, con la
misión de contenerlas en la Sierra, varias formaciones milicianas
organizadas por el Quinto Regimiento, la Casa del Pueblo y otras entidades
obreras y juveniles de signo diverso, dando origen a los combates de
julio-agosto en la Sierra.
Dichos combates se
desarrollaron por el dominio de los puertos de la Sierra del Guadarrama,
tramo medio de la barrera montañosa del Sistema Central que separa ambas
Castillas, por donde transcurren varias direcciones convergentes en Madrid.
(…)
Como responsable de la
organización de las milicias, participé en la organización y gestioné el
armamento de las dos primeras columnas que se formaron en el Quinto
Regimiento, y que en la tarde del 21 salieron para Somosierra y Villalba,
incorporándome a esta última. Al frente de ella íbamos el camarada Félix
Bárzana, maestro nacional, miembro del Comité Provincial de Madrid del
Partido Comunista, y yo como responsable militar.
A la anochecida
llegamos a Villalba, donde encontramos fuerzas de Ingenieros, al mando del
coronel Castillo, y del 2º Grupo de Asalto, al mando del teniente coronel
Burillo, así como otros jefes y oficiales de Madrid y milicianos de aquella
comarca. Se enviaron patrullas de reconocimiento a los puertos de Guadarrama
y Navacerrada. Los fascistas que ocupaban Guadarrama, lo abandonaron. En
Navacerrada se combatía. (…)
Al amanecer del día
22 subimos al Puerto de Navacerrada, recuperando a un grupo de campesinos y
leñadores de dicha localidad, dirigidos por Villanueva «el Tuerto» que se
habían batido con el enemigo. Este se encontraba sitiado en el gran mirador
que se alza en la divisoria de aguas del espinazo de la Sierra, límite de
las provincias de Madrid y Segovia, llamado Dos Castillas. Tomamos un
cañón del 7,5 allí emplazado y nos lanzamos adelante, bajando hacía
Balsaín y La Granja. Lo montañoso del terreno, cubierto además por el
gran pinar de Balsaín, subordinaba todo movimiento serio a la carretera.
Los obstáculos naturales, reforzados con barreras de pinos, nos obligaron a
perder el tiempo en su desmonte.
El capitán José
Fontán, con un pelotón de guardias de asalto, y yo, con un grupo de
comunistas, íbamos en vanguardia. Por mucho que nos esforzamos, no volvimos
a tomar contacto con el enemigo. Pero le impedimos retirar su artillería,
apoderándonos de otros siete cañones del 7,5 emplazados sobre la
carretera, en los lazos finales de las Siete Revueltas.
Llegamos al pueblo de
Balsaín y estando preparado el asalto a la Granja, ocupada por la Guardia
Civil, me alzanzó Bárzana, que me comunicó la orden del teniente coronel
Burillo: «Volver hacia Dos Castillas, donde hay movimiento del enemigo. Y
la cuestión se plantea así: A ver quién llega antes al alto.» Pero
Bárzana me dijo una cosa más, verdaderamente indignante:
-Mira lo que ha
pasado. Algunos han entrado en los establecimientos y han arramblado con
todo lo que han podido..
-¡No es posible! –le dije.
-Sí. Los del Asalto están indignados.
-Bueno –le respondí-, vete con ellos. De lo demás me encargo yo. Por
cierto, di al primer camión que no se mueva hasta que yo se lo diga.
Y agregué:
-Burillo y los otros
me conocen. Diles que tengan confianza.
Llegado a Balsaín se
me cayó el alma a los pies. Pero ya estaba tomada mi decisión.
Empecé a revisar los
camiones desde el último hasta el primero. Todo lo que había sido cogido
de las tiendas de comestibles fue devuelto. Sólo un caso me exigió ser
severo. Lo demás eran chiquilladas. Pero sumamente dañinas.
A uno de los
muchachos, Valeriano Hermosa, un verdadero crío, le vi con un jamón casi
mayor que él. Le pregunté como a todos:
-¿Quién te ha dado
eso?
Se turbó y se puso rojo como una amapola. Y me respondió:
-Yo nunca he comido jamón. ¡Tengo tantas ganas…!
-¡A dejarlo en su sitio!
Dejó el jamón sin
rechistar y se quedó firme. ¡Pobre Valeriano! Detrás del hombre había un
héroe. Voluntario desde el primer día de la sublevación, combatió en
todos los frentes hasta febrero de 1939, fecha en que evacuó con el
Ejército a Francia, donde hizo también toda la guerra y la resistencia
contra el hitlerismo, siendo deportado en 1951 a Argelia. Acogido en Polonia
como emigrado político, se hizo perito en Varsovia, donde ha muerto. Desde
que vieron la escena, los vecinos de Balsaín comenzaron a congregarse en
torno nuestro. Más de un centenar de personas asistían al espectáculo. Y
yo tenía que justificar lo injustificable.
Me serví del ejemplo
de Valeriano como caso más convincente y al devolverles lo que era suyo,
pedí perdón a los vecinos de Balsaín. Me lo concedieron con esa
generosidad que sólo es patrimonio del pueblo.
-Por favor, haceos
cargo de esto y devolvédselo a sus dueños.
-Vete tranquilo, muchacho –me dijeron dos personas mayores-. Somos de los
vuestros. ¡Estamos con la República!
-Muchas gracias y perdón otra vez.
Y salimos para Dos
Castillas.
La sierra de Madrid
|
En los días
siguientes [de julio] prosiguieron las acciones combativas a iniciativa
alterna, nuestra y de los sublevados, en los puertos de Somosierra y
Guadarrama, mientras que en Navacerrada el enemigo pasó a la defensiva. Aquí
la iniciativa se mantenía en manos republicanas, traduciéndose en acciones
diversionistas de corto alcance en la retaguardia enemiga. Se realizó un
intenso esfuerzo de organización, y la unidad miliciana que yo mandaba, a
la que afluyeron centenares de campesinos de Balsaín, La Granja y otros
pueblos segovianos, se transformó, a últimos de julio, en el primer batallón
de Milicias y ya una auténtica unidad militar, aun con las deficiencias
propias de la situación existente. En una reunión de la unidad fui
confirmado jefe del batallón por mis compañeros, y el teniente coronel
Burillo, jefe de la columna, me puso la estrella de comandante. En dicha
reunión se acordó por unanimidad dar a nuestra unidad el nombre de «Thaelmann»,
en homenaje al gran dirigente comunista alemán prisionero del fascismo
hitleriano, que acabó asesinándole. (…)
En Guadarrama, las
jornadas del cinco al dieciséis de agosto tuvieron particular virulencia.
Por el enemigo participó casi una división, compuesta de cuatro batallones
de infantería, dos de falangistas y uno de requetés, dos compañías del
Regimiento de Transmisiones, dos compañias de la Guardia Civil, un batallón
de ametralladoras y un escuadrón de sables del Regimiento Farnesio,
apoyados por la 1ª, 2ª y 4ª baterías del Regimiento número 13, una
batería de 75 mm y la 2ª batería del Cuarto Regimiento de artillería
pesada, al mando del general Ponte de Zúñiga. Asumieron la defensa
distintas formaciones milicianas del Quinto Regimiento, de la Juventud
Socialista Unificada (JSU) y de las fuerzas de Navacerrada, dos compañías
de Asalto y otras dos del «Thaelmann», estas cuatro últimas trasladadas
el día cinco de Navacerrada, entrando en combate el día seis.
El ataque enemigo, en
cuyo inicio anunció Mola la toma de Madrid para el día 15, fue muy
violento. Pero la defensa republicana fue igual de firme. El día 10
alcanzaron los combates su nivel más alto. En aquella jornada fui herido
por primera vez, el mismo día que cayó el heroico capitán José Fontán.
Hoy, al escribir su nombre, le recuerdo en su sencillez y grandeza humana,
en su calidad de comunista, de combatiente, de quien tanto aprendimos sus
camaradas en la Sierra. (…)
En Peguerinos se
produjo, en los últimos días de agosto, un esfuerzo ofensivo en el que
participaron fuerzas marroquíes del ejército de África. En su inicio, el
día 30, lograron la ocupación de Peguerinos, creándose una situación de
sobresalto, ya que la brecha abierta amenazaba de revés a las defensas del
sector del Guadarrama y, en su desarrollo, podía conducir a una ruptura de
mayor alcance.
Para hacer frente a la
situación creada fueron enviadas al lugar de la ruptura algunas unidades próximas,
y con parte de las fuerzas de Navacerrada, se organizó una columna ligera
sin impedimento, compuesta por dos compañías y una sección de carabineros
del «Thaelmann» bajo mi mando, y una compañía de Asalto mandada por el
capitán Cuevas (…). Tomamos rumbo al pueblo por la misma dirección del
ataque enemigo, llevando desplegadas las fuerzas como sigue: la compañía
de Asalto, a la izquierda de la carretera, y las compañías del «Thaelmann»,
a caballo de la carretera y a su derecha. El único armamento de nuestras
fuerzas era el fusil y media dotación de cartuchos.
Los combatientes del
«Thaelmann», protegiendo su avance con los paredones de piedra que abundan
en aquel terreno, se abalanzaron sobre el pueblo, salvando el fuego de las
ametralladoras enemigas y alcanzando sin bajas sus accesos. A la entrada
fuimos detenidos, a la altura de la fuente, por una nueva barrera de fuego
de ametralladoras y un grupo de moros emboscados bajo el puentecillo próximo
a la entrada y en otros lugares a cubierto, con gran provisión de bombas de
mano.
El fuego de
ametralladoras del enemigo fue silenciado empleando contra ellas la sección
de carabineros del «Thaelmann», con fuego por salvas. Al mismo tiempo, una
escuadra de milicianos, mandada por Francisco Carro Rozas y compuesta por
Domingo, Francisco Gijón y Eduardo Ruíz, dio un rodeo enfilando el ojo del
puente, puso fuera de combate a una parte del grupo enemigo que en él se
guarecía y neutralizó a otra parte de sus componentes, que fueron hechos
prisioneros. A seguido irrumpimos en el pueblo, coronando nuestro objetivo y
aniquilando a las fuerzas enemigas que se encontraban en él y ofrecieron
resistencia.
En esta acción
cogimos los primeros prisioneros marroquíes, pertenecientes al Primer Tabor
del 4º Grupo de Regulares Indígenas de Larache. Nos apoderamos del banderín
del Tabor, de varias ametralladoras Hochkis y morteros, los primeros que
tuvo el «Thaelmann». Liberado Peguerinos, se lo entregamos al batallón
Octubre, cuyo comandante, Etelvino Vega, se hizo cargo de la población
hacia la media noche. Nosotros, los de Navacerrada, retornamos a nuestro
sector de la sierra.
Algunas enseñanzas de los combates en la sierra
En los combates del
Guadarrama, las mejores unidades peninsulares de los sublevados fueron
detenidas por los combatientes madrileños, que destruyeron los planes
iniciales fascistas de ocupar Madrid.
Este éxito de las
formaciones milicianas y de núcleos de fuerzas y mandos leales es tanto más
meritorio cuanto que fue alcanzado en condiciones de inferioridad de
organización militar, en el sentido más amplio del término.(…)
Los combates de la
Sierra fueron una gran escuela para los combatientes y, naturalmente, también
para mí. Más en ellos se puso de manifiesto que «el heroísmo no es
suficiente para ganar la guerra. Hace falta completarlo con la disciplina más
férrea y la organización más perfecta» (Páginas 66, 67 y 68 del libro
del general F. J. Mariños).
Para obtener la
victoria había que:
-organizar un Ejército
regular y asegurar su abastecimiento con el material de guerra
correspondiente;
-organizar potentes reservas y asegurar su preparación combativa;
-preparar cuadros de mando dotados del conocimiento mínimo indispensable;
-crear el comisariado de guerra para elevar al máximo las cualidades político-morales
de los combatientes sobre la base del desarrollo de su conciencia democrática,
como decía el Partido Comunista de España.
El Gobierno, los compañeros
socialistas y las demás fuerzas políticas del Frente Popular mantenían
opiniones diferentes. El curso de la guerra les hizo corregir aquella
actitud.
El Partido Comunista
fue el primero que inició la difícil tarea de organización del Ejército,
creando el Quinto Regimiento no como milicias estrechas de partido, sino
como una gran unidad de combate del Frente Popular.
El Quinto Regimiento,
sus compañías y batallones fueron, por su organización, disciplina y
esfuerzo, un ejemplo en los combates de la Sierra. Aquellas características
suyas en los primeros meses de la guerra hicieron del Quinto Regimiento y de
los comunistas, que eran sus iniciadores, un ejemplo y un modelo de
capacidad combativa y de heroísmo.
Cambios en la situación
estratégica
Badajoz, 1936 (*) |
A comienzos de
septiembre, el ejército faccioso de África alcanzó el valle del Tajo. Los
antecedentes del avance enemigo se encuentran en el paso del Ejército de
Marruecos a la Península. Este paso hizo posible la intervención
nazi-fascista. A partir del 22 de julio, empezaron a llegar a Tetuán los
primeros aviones de las dos potencias. Italia se instaló en Mallorca con
sus fuerzas aéreas y navales. En el Ministerio del Aire de Berlín, el 26
de julio, se creo el Sonderstab (Estado Mayor especial) como «organismo
central de toda la ayuda en hombres y material a la España nacionalista».
La aviación
germano-italiana transportó a Sevilla las vanguardias enemigas. Eso permitió
a los sediciosos consolidar su situación en el suroeste andaluz, donde el
29 de julio ocuparon Huelva, aunque la heroica resistencia de los mineros de
Ríotinto duró más tiempo.
Más tarde, la Marina
de Guerra hitleriana entraría en juego protegiendo el paso de fuerzas más
sustanciales, paso que se verificó el 5 de agosto. El acorazado Deutschland,
con otras unidades menores, que entró en Ceuta el 1 de agosto, lo protegió.
Desde el aire lo hizo
la aviación italiana, como lo demuestran dos episodios singulares: en el
primero, atacó al destructor republicano Lepanto, que a levante del
Estrecho, frente a Ceuta, montaba la vigilancia. Aunque el navío no sufrió
pérdidas de gran consideración, se retiró a evacuar a sus muertos y
heridos a Gibraltar, comunicando a su gemelo, el Alcalá Galiano, que a
poniente vigilaba el paso rumbo a Cádiz, quedando libre el Estrecho. Cuando
el Alcalá Galiano fue a ocupar el puesto del Lepanto, ya el convoy estaba a
la vista de Algeciras. La nave republicana quiso cortarle el paso y se metió
bajo los fuegos de la artillería de costa. Incluso intentó penetrar en la
bahía de Algeciras. Mientras el cañonero Dato, que iba en el convoy, le
hacía frente, así como otros barcos artillados, lo acribilló la aviación
italiana. El Alcalá Galiano, sin defensa aérea, tuvo que retirarse.
El mismo 5 de agosto
desembarcó en Cádiz el primer contingente de tropas de la Werhmacht nazi,
pilotos en su mayoría, llegado a bordo del navío alemán Usaramo. Este
salió de Hamburgo el 1 de agosto, rumbo al Estrecho, donde lo acogieron
torpederos alemanes que lo protegieron hasta Cádiz.(…)
De hecho, Hitler y
Mussolini hacían una guerra no declarada a España. Inglaterra, Francia y
los Estados Unidos les dejaban las manos libres y subrayaron ese propósito
al proclamar el día 8 de agosto la «No intervención». Entonces comenzó
de verdad Múnich, donde se coronó la entrega de España al fascismo.
La intervención
armada del fascismo, la «No intervención» anglofrancesa y la «neutralidad»
norteamericana, cediendo a la agresividad de aquél, fueron las premisas de
la Segunda Guerra Mundial. La lucha en España era su primer episodio. (…)
Intervención y «No
intervención» eran las dos caras de una misma moneda. Chamberlain, de un
lado, Hitler y Mussolini, del otro, dictaban la política. León Blum
actuaba como doméstico del primero. Los pueblos inglés y francés tienen
con ellos la sangrienta cuenta de 1939-1945. Primero, la vergüenza del
36-39; luego, la tragedia del 39-45.
El territorio de la
vecina Portugal fue desde el comienzo de la guerra una prolongación del
franquismo. Sus novecientos y pico kilómetros de frontera era campo abierto
para las actividades de toda índole de los sublevados, y frontera enemiga
para nosotros, los republicanos.
Precisamente a la
sombra de la frontera portuguesa avanzaron por la región extremeña las
fuerzas facciosas de África que se habían concentrado en la zona de
Sevilla, de donde partieron el 3 de agosto hacia Madrid. La columna que
mandaba el teniente coronel Yagüe, y que entonces se llamaba «Columna
Madrid», estaba formada por tres agrupaciones, compuestas cada una por
cuatro unidades de tipo batallón.
Aquella gran unidad de
maniobra, bien pertrechada, progresó sin enemigo delante, ocupando Mérida
el 11 de agosto. Allí, la columna del coronel Puigdengola, formada por
guardias de Asalto y campesinos extremeños (cuatrocientos hombres) realizó
un contraataque sin éxito, replegándose a Badajoz.
La defensa de Badajoz,
que asumieron efectivos de dos batallones republicanos contra doce
batallones enemigos, fue épica. Estos necesitaron tres días para ocuparla,
consiguiéndolo al final de la jornada del 14 de agosto. Posteriormente
prosiguieron su avance. Los intentos republicanos por detenerlos en la
Sierra de Guadalupe, con la columna de Urribarri, y en Oropesa, no dieron
resultado, alcanzando el 3 de septiembre Talavera, situada en las márgenes
del río Tajo y su afluente el Alberche, sobre la carretera general
Extremadura-Madrid.
Las
vanguardias fascistas entran en la Plaza de Zocodover (Toledo).
Entre Talavera y
Santa Olalla
Al ocupar Talavera el
3 de septiembre se concentró en su comarca la masa fundamental del Ejército
de África, que tomó el nombre de Ejército del Tajo. Éste tenía ante sí
un extenso campo de maniobra, trazado al norte por las estribaciones
sudoccidentales de la Sierra de Guadarrama y las meridionales de la Sierra
de Gredos, y limitado al sur por el Tajo y los Montes de Toledo.
(…) La llegada del
enemigo a Talavera creó una situación difícil, ya que la República no
poseía reservas frescas para hacerles frente (…). A falta de reservas
frescas, poseíamos unidades aguerridas: las fuerzas de la Sierra. Y fueron
éstas las que recibieron la misión de cerrar el paso al enemigo, junto con
algunas formaciones milicianas de nueva planta. (…)
Los combates de
Talavera-Santa Olalla tuvieron el signo la una guerra colonial de maniobra
en campo abierto de una fuerza de invasión, mercenaria, contra un pueblo
agredido que en el curso de la agresión estaba poniendo en pie su ejército.
En ellos se
enfrentaron un ejército organizado, que comprendía las cuatro armas clásicas
-infantería, artillería, caballería y aviación-, pletórico de cuadros
de mando nacionales y extranjeros, cuyos combatientes eran soldados de
oficio, algunos con diez-quince años de profesión, dotado abundantemente
de material, contra formaciones milicianas en gran inferioridad numérica,
de las que las más hechas tenían de 7 a 8 semanas de vida, equipadas con
armamento de fortuna y poquísima munición, como regla. Las fuerzas leales
de Asalto tenían buena preparación, pero constituían una ínfima minoría.
En la misma jornada
del día 3 se estableció contacto con el enemigo. En él cayó Fernando, un
chaval de Cuatro Caminos, que fue la primera baja del «Thaelmann» en ese
sector.
El día 4 dio comienzo
el ataque enemigo. Después de varios días de combate, en los que las
fuerzas de Asalto y el «Thaelmann», reforzados con la sección de
ferroviarios, se batieron solas, el enemigo logró avanzar ligeramente en
nuestro flanco derecho (un terreno llano, cubierto de viñas de nueva
plantada y muy polvoriento) y en el centro, afianzándose la defensa a la
altura del terraplén de la [carretera] general y del camino carretero que
cruza el ferrocarril.(…)
En aquellos días, al
enfrentarse con fuerzas fogueadas que no esperaba, el enemigo recibió un
castigo serio. Esto le llevó a modificar su táctica. En lo sucesivo,
alternaría el ataque frontal, si no le daba éxito inmediatamente, con
pequeñas maniobras sobre el flanco abierto de la defensa. En ocasiones
apelaba al ataque psicológico, realizado siempre por fuerzas moras que
utilizaban el jai-pai, su grito de guerra, armando una verdadera algarabía.(…)
En la noche del 6 al 7
entró en línea en el flanco derecho de la defensa el batallón «UHP»,
bisoño, que relevó a la 1ª compañía del «Thaelmann» (…). El día 8,
muy de mañana, me visitaron en el sector del «Thaelmann», a la izquierda
de la carretera, los camaradas Francisco Antón y Carlos Contreras (Vittorio
Vidali). Fuimos juntos adonde estaba la 1ª compañía de reserva y tomamos
el café con ellos. Marchamos hacia la carretera, donde nos detuvimos
conversando sobre las incidencias de los combates. Carlos, el comisario del
Quinto, me anunció para el día siguiente la llegada de Lister con tres
compañías de Acero. En ese momento apareció una escuadrilla de Junkers,
formada en tres patrullas de a tres, cuyo bombardeo fue el primero que
realizó la aviación enemiga apoyando el ataque de sus tropas de tierra.
Cartel estadounidense contra
el embargo del gobierno de EEUU
a la República española. |
(…) Un grupo de
muchachos, que estaban sentados a la sombra de una paridera, descansando sus
cuerpos sobre el muro, fueron desnucados por la onda de aire provocada por
la explosión de una serie de bombas que cayeron a pocos metros de ellos.
Refiero estos hechos, que pueden parecer insignificantes, porque así aprendíamos
a hacer frente a las nuevas armas que empleaba el enemigo. (…)
Con esa misma tónica
prosiguieron los combates en las jornadas posteriores. En el curso de los
mismos se iba fortaleciendo la defensa con la llegada de las compañías de
«Aida Lafuente», de «Acero» y, más adelante, del batallón «Victoria»
(…). En aquel periodo, el enemigo contaba con tal superioridad de fuerzas
y medios que algunas veces alcanzaba sus objetivos con el solo movimiento de
avance, por no tener adversario delante. La aviación que le apoyaba, toda
ella hitleriana, era dueña del aire. (…) El 19 de septiembre volvimos a
Madrid, por primera vez, desde que salimos el 21 de julio para la Sierra. El
«Thaelmann» tuvo en aquellos combates un 80% de bajas (en los mandos, el
90%, entre ellos los capitanes y tenientes de las compañías).
Afortunadamente, el 75% eran heridos que se recuperaron para la unidad.
A partir de los
combates del día 4, era un hecho corriente la negativa de los heridos a ser
evacuados. Los medios de transporte del batallón, que salieron bien
completos, volvieron a Madrid sólo con tres o cuatro combatientes en cada
uno (…). Por otra parte, era ley en el «Thaelmann» no dejar un herido ni
un caído en manos del adversario. Esto surgió espontáneamente, sin orden
de nadie, desde las primeras acciones combativas del batallón en Guadarrama,
cuando al finalizar los combates íbamos por los nuestros que durante la
batalla no habíamos podido retirar. Tal práctica se afianzó cuando en
Peguerinos, en la fuente de entrada al pueblo, encontramos una veintena de
combatientes de las tropas de aviación, asesinados y alineados a los pies
del pilón.
Con un hecho de idéntica
barbarie nos tropezamos en el Casar de Escaloma, cuyas calles estaban
cubiertas de asesinados, entre ellos un sorprendente número de muchachas,
verdaderas niñas, sus caras de rosa conservando aún el calor de la vida,
agujereadas por varios disparos.
(*) El 14 de agosto de
1936, las tropas franquistas tomaron Badajoz. Entre cuatro mil y diez mil
personas fueron fusiladas. Yagüe justificó la masacre con estas palabras:
«Naturalmente que los hemos fusilado. ¿Pensaban que me llevaría conmigo a
cuatro mil rojos mientras mi columna avanzaba luchando contrarreloj? ¿Debía
dejarlos en libertad a mis espaldas, permitiéndoles que hicieran nuevamente
de Badajoz una ciudad roja?».