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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

Soldados de la República

    

 Miguel Pastrana          

 

UCR

 

Este poema fue escrito en la primavera de 2003. Es decir:

en un momento político y circunstancias distintos a los actuales.

A día de hoy y desde entonces, se han dado pasos positivos

en la cuestión que aborda el texto, aunque aún falte -opino-

camino por recorrer. (Nota del autor)  

(Sobre la noticia de una denegación                            

 -otra de muchas- de ayudas económicas

 a veteranos del Ejército Popular de la

 República española  y el  Maquis)    

              A Juan Portela y los demás combatientes.

  Hay en los rostros de nuestros milicianos 

-hombres que van a la guerra por convicción, 

nunca como profesionales de ella- el signo 

de una  profunda y contenida reflexión 

sobre la muerte ANTONIO MACHADO

                                                                                                                               

¿Qué gobierno se acuerda de vosotros,

soldados del Gobierno que fue un día?

Porque no fue la vuestra una vistosa

misión humanitaria, con fotos entrañables

de niños sonriendo mientras comen

lo que hoy les cayó en suerte, y que luego

-idéntica sonrisa, pues idéntica suerte

proveyó- jugarán con los extraños

artefactos llovidos desde el cielo.

 

 No procurasteis gloria en remotos países

bajo pretextos varios, que haber siempre los hay;

incluso buenos. Pero no tuvisteis

que buscar muy lejos, no: la Guerra vino

un día a vuestra puerta,

y era un fusil que debía elegirse

sostener en las manos o encarar

de espaldas contra un muro.

 

 Fue preciso "matar para seguir viviendo",

como dijo un soldado de Orihuela.

 

 En vuestro corazón late una vieja

piel de toro que el tiempo ha curtido.

Aún llamean hogueras sobre su geografía:

Puente de Los Franceses, Gernika, Ebro,

Brunete, Badajoz, Madrid "rompeolas

de todas las Españas"...

 

 Rescoldos de otra época

que no siendo mejor, sí más honesta.

Las cosas se llamaban por su nombre.

La Guerra se llamaba Guerra; los muertos, muertos;

con el mudo respeto que la palabra impone,

que es vil robarle a un muerto, el que fuere,

la Verdad, en su condición resuelta

con última y sencilla nitidez.

 

 Y aunque no falten quienes ahora digan

que iguales fueron todos, pues la sangre

vertida a todos llega al fin y al cabo,

no fue igual, como no es igual

tener, que no tener.

 

 Porque la Muerte a todos nos hermana,

sí: pero es en la muerte, no en la vida.

 Ni tan siquiera -bien sabéis- en el recuerdo.

 

 Endeble han de tener el suyo quienes

también con sangre y fuego, dieron ahora

en hacer Democracia a todo coste,

aunque mejor si es lejos y rentable.

 

 Olvidan a los hombres y mujeres

que aquí la defendieron años antes;

no signifique acaso la palabra

ya lo mismo, o no gustara entonces.

 

(Triste sino el de las palabras bellas,

que es el de ser tan putas)

 

 Mas si ganaron otros la batalla,

tengan ellos la fría paz del mármol

con su losa de oprobio: no es ese vuestro sitio,

sino uno más allá de La Victoria

o la derrota, por igual terribles.

 Un lugar que es combate todavía.

  Se llama la Memoria.

 

(En Madrid. Miguel Pastrana)

 

 

 

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