SIN duda alguna, la figura
intelectual y política del almeriense Nicolás Salmerón se crece con la
perspectiva del tiempo. No hay otro personaje en todo el siglo XIX
español que pueda equipararse a él en el ejercicio de honestidad vital
y en el derroche de honrado humanismo con los que viviera, cual enseña
de su destino, el que fuera presidente de la I República española. Por
eso, sin miedo al error, la personalidad de Nicolás Salmerón es el
reflejo exacto de un hombre cabal.
En este año conmemoramos el primer centenario de su fallecimiento, que
tuvo lugar en la Villa Les Elfes de Billére, cerca de Pau, el domingo
20 de septiembre de 1909 por culpa de una bronconeumonía. Y es
oportuno precisamente el momento para que no caiga en la atroz dejadez
del olvido tan insigne hombre de la cultura española. Por eso, de la
mano de las Asociaciones de la Prensa de Almería y Granada, se ha
tenido a bien editar un texto suyo que yo descubrí a principios de los
años setenta en la madrileña Biblioteca Nacional. Hasta allí me
llevaron mis investigaciones sobre el krausismo. Y ya en el año 1978
tuve la suerte de publicar en la revista 'Tiempo de Historia', que
dirigía Eduardo Haro Tecglen, una carta desconocida de Nicolás
Salmerón dirigida al director del periódico de Baza 'El Mosaico'.
Dicho texto nada menos que adelantaba en unos años las fechas hasta
entonces manejadas por los especialistas sobre la fuerte polémica
entablada por la corriente conservadora -ultramontanismo
tradicionalista a ultranza- sobre el movimiento krausista. Polémica,
por otra parte, que es la base de esas dos Españas de las que habló
Antonio Machado. Pues bien, ahora se publica -junto a un valioso
trabajo prologal del catedrático Fernando Martínez López- 'Un caso
entre mil. La prensa y la dictadura', texto que fue el alegato de la
defensa entablada por Nicolás Salmerón del periódico madrileño 'El
Solfeo' que había aparecido por vez primera el 25 de febrero de 1875.
La publicación sufrió a lo largo de su existencia cuatro periodos de
cierre, encuadrándose en la manía persecutoria que el conservadurismo
imperante en la Restauración llevó a efecto con la prensa progresista.
Pero recuperar ahora este texto de Nicolás Salmerón no obedece a un
escrupuloso afán arqueológico, sino que constituye la aportación de un
dato crucial en el panorama contemporáneo, donde el ejercicio de
respeto a la conciencia individual y a la libertad de prensa se hallan
tan en peligro, viéndose ambas amenazadas tanto por los poderes
públicos como por las instituciones privadas en las que priman
supuestos intereses colectivos por encima de los personales.
El discurso jurídico que construye Nicolás Salmerón en este texto es
de una vigencia tan virtuosa como demoledora, sobre todo en lo tocante
a los fundamentos jurídicos de la filosofía del Derecho en que se
inspira. Todo un discurso asumible por cualquiera que, en verdad, crea
en la libertad de prensa como base de la convivencia social en
democracia. Y tal argumentación no podía salir en su transparente
lucidez de otra mente que no fuera la de Nicolás Salmerón. Ni que
decir tiene que la apuesta por publicar este texto del preclaro
almeriense ha de encuadrarse en la tan necesaria recuperación de su
figura intelectual y política, sobre todo en una coyuntura como la
nuestra que tanto necesita de verdades elementales. Y es que un hombre
cabal puede que falleciera en aquella fecha ahora centenaria, pero su
pensamiento perdura, inspirando aires de autenticidad en quienes
sinceramente crean en los valores democráticos como único emblema de
comportamiento en lo privado y en lo público.
Aún nos queda por aprender mucho de él. Acaso conociendo su obra nos
podamos acercar a la dimensión real de su mensaje. ¿Un mensaje para
todos!