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Compromiso para instaurar la Democracia Manifiesto por la III República Española
No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey» |
Regenerar la Democracia
Madrid
17 de Abril del 2.004
El Manifiesto por la III República española aprobado el 15 de Noviembre
del 2.003, y que está recibiendo miles y miles de firmas de adhesión y
compromiso, encabezaba su exposición con un mensaje de profundas consecuencias:
Regenerar la Democracia.
El desarrollo del concepto Democracia ha sufrido en su aplicación histórica
tantas y tantas desviaciones, mutilaciones, reducciones y falsificaciones que ha
devenido en un lugar común, en una mera adjetivación formularia para tramitar
el derecho al voto y la aplicación de sus resultados. De esta manera la
Democracia ha quedado circunscrita de manera exclusiva, a la participación de
la ciudadanía en los períodos reglamentados y al despliegue de las fuerzas políticas
en las instituciones resultantes.
Si reflexionamos, y observamos con detenimiento los acontecimientos de
las dos últimas décadas, llegaremos a la conclusión de que incluso esta leve
aplicación del concepto Democracia, ha ido degenerando por impulsos,
teorizaciones y justificaciones en favor de las minorías económicas y
sociales. Los sistemas electorales mayoritarios, la política como una profesión
desideologizada, la oligarquización de los medios de comunicación y su coyunda
y/o enfeudamiento político, la sustracción a los pueblos del poder de decisión
sobre materias vitales (Unión Europea, OTAN, guerras, etc), la dependencia de
los Poderes Legislativo y Judicial del Poder Ejecutivo y la subalternidad de
todos ellos a las fuerzas económicas globalizadas, han terminado por definir un
escenario en el que las distintas opciones ideológicas, políticas y sindicales
son marcas diferentes para un mismo producto y unos mismos intereses. Las
valoraciones positivas que del abstencionismo electoral hace la Trilateral son más
que esclarecedoras.
Sin embargo estamos ante una idea, unos valores y unas guías para
la conducta con un potencial de transformación extraordinario. Desde la
Grecia clásica, con su modelo restrictivo de participación, hasta la solemne
Declaración de Derechos Humanos de la ONU en la que la Universalidad geográfica
y humana de sus ámbitos de aplicación señala con rigor y sin equívocos el
ideal a conseguir, la Humanidad ha pasado por una historia de oscurantismo,
barbarie jurídica y otras, secuestro de la razón y desprecio al ser humano.
Pero hay un período histórico especial, un momento de carácter fundacional
que abre una nueva perspectiva, un nuevo enfoque y un punto de inflexión al
cual, los que nos sentimos herederos del mismo nos debemos: las revoluciones
francesa y americana de finales del siglo XVIII. Desde ese momento los
ideales y valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad constituyen nuestra
cultura y nuestro patrimonio político comunes.
El desarrollo posterior de
estos grandes ideales se ha hecho de manera restrictiva y hoy se hallan en una situación de precariedad. Esta experiencia
nos enseña que no puede haber una aplicación asimétrica de los mismos y que
los tres se incardinan en las condiciones económicas, sociales, políticas,
culturales y jurídicas de las sociedades humanas existentes. La concreción y
aplicación de las grandes ideas y valores es la condición irrenunciable para
su vigencia. Además- y en consecuencia- los y las que nos sentimos vinculados a
ellos tenemos el deber de dar testimonio mediante
una conducta personal y una práctica cívico-política que los evidencie como
referente en la transformación de la sociedad.
La Democracia, si no quiere ser una abstracción, es el marco, la meta y
el impulso permanente que cohesiona y da sentido a una sociedad de ciudadanos y
ciudadanas. El concepto de ciudadanía hace referencia a seres humanos libres,
sujetos de derechos y deberes,
conscientes en cada momento, de la situación y desarrollo de la sociedad en la
que viven y construyen conscientemente. El tránsito de súbdito a ciudadano
constituye una de las características del proceso democratizador. La Historia
ha definido al súbdito como aquel ser humano subyugado y atado a un Poder que
se decía representante de otros Poderes extra-sensoriales o sobrenaturales. En
esta época, los Poderes políticos, sociales, ideológicos-culturales y mediáticos
median, alienan y subyugan en
nombre de entes mistéricos: la mano “invisible” del Mercado, la
Competitividad, el Crecimiento Sostenido, la Confianza bursátil o lo “políticamente
correcto”. La historia oficial de la Transición, el papel estelar del Rey en
la operación, su compromiso con la Democracia, junto con el muro de silencio en
torno a la institución monárquica, forman parte del mantenimiento de una
cierta minoría de edad ciudadana entre nosotros.
En resumen: el Neoliberalismo, la Globalización capitalista, el
“Fundamentalismo del Mercado”, el Nuevo Orden imperialista, los crecientes
desequilibrios mundiales, las instituciones y organizaciones que potencian el
status, el incremento insostenible de la degradación medioambiental, son
incompatibles con los Derechos Humanos y, consecuentemente, con la Democracia.
Para nosotros y nosotras la Democracia es la capacidad de los ciudadanos y
ciudadanas, es decir de todos, para decidir sobre todo: Economía, Política,
Cultura, etc. Y dicho de otra manera: Democracia es un convenio permanente entre
seres libres e iguales para seguir permanentemente conviniendo.
Desde esta perspectiva de visión, consecuente en la práctica, con
compromisos globales y mundiales, abordamos la situación de España, del Estado
español.
El conjunto de intereses económicos e institucionales que indujeron el
consenso en torno a la Constitución de 1.978 han conseguido, veinticinco años
después, una Restauración alfonsina con las características de la de 1.876
adaptadas a la situación actual: monarquía impuesta por quién debeló la II
Republica y sus acuerdos legítimos, bipartidismo previsto desde 1.947, poder
casi omnímodo de oligarquías económicas, financieras y mediáticas, escándalos
y corrupciones, Democracia demediada y, sobre todo, la hipocresía de mantener
un texto constitucional incumplido desde su aprobación y vacío a la luz de las
nuevas realidades: mundial, europea y española.
Los ciudadanos y ciudadanas que no asumimos este orden de cosas
somos conscientes de que afrontarlas significa, en primer lugar, ligar y
asociar la lucha general con la específica
de España. Pensar globalmente y aplicar particularmente es la manera más
coherente de establecer redes y alianzas para la Regeneración de la Democracia.
En consecuencia declaramos nuestra decidida voluntad de iniciar un proceso
constituyente de carácter republicano que tenga como sujetos y protagonistas
los ciudadanos y ciudadanas de la sociedad española y los pueblos que conforman
su Estado.¿Por qué?
Para nosotros y nosotras la III República no es una simple fórmula
constitucional que contemple como único cambio (aunque importante) la
elegibilidad democrática del Jefe del Estado sino que se trata de un proceso en
el que la Democracia, la concienciación ciudadana y la consecución de los
Derechos Humanos son -a la vez- camino, método y proyecto. Se trata de una
convocatoria para un nuevo ámbito de relaciones ciudadanas , políticas y
sociales con los nuevos valores inherentes a ello. El carácter fundacional y
nuevo de este llamamiento radica en la voluntad de cambiar la situación,
cambiando simultáneamente actitudes personales y colectivas de todos los
protagonistas. La III República no viene por ella misma, la traemos nosotros y
nosotras: pero previamente a su instauración constitucional debe ser una
realidad en la conciencia y prácticas ciudadanas.
Entendemos pues que la República es la señal y el símbolo de una
conjunción de voluntades para iniciar un nuevo rumbo en la resolución de los
problemas y en el método para abordarlos. Creemos que ya no es posible esa
labor en el marco de la actual Constitución ni tampoco con las pautas de acción
política y social que con ella, como tabú formalmente
intocable, se han generado. Al convocar para una Constitución
republicana de las características expuestas, somos conscientes de que los
sujetos y fuerzas constituyentes predeterminan sus contenidos. Enumeramos las
razones y los ejes de acción ciudadana y política que informan nuestra
propuesta.
Aunque la República que propugnamos es para el siglo XXI, no conviene
hacer tabla rasa de la parte viva de una tradición republicana. La radicalidad
democrática y federal de la Primera junto con la cultura de Paz, la Laicidad y
la supremacía de lo Civil de la Segunda son -trasladadas a este tiempo-
herencias y aportaciones irrenunciables. Por otra parte es un deber de justicia
histórica y una necesidad política restablecer la legitimidad abortada por la
Dictadura.
La III República debe incorporar en su futura Constitución -junto a la
herencia antes mencionada- los valores y compromisos políticos que garanticen
la aplicación de las tres generaciones de Derechos Humanos: los sociales, los
políticos y los medioambientales. La España republicana debe ser el resultado
de un acuerdo ciudadano en torno a Derechos y Deberes; pero también entre los
pueblos que conforman el Estado. En virtud de todo ello propugnamos que la
estructura federal del Estado español conlleve el reconocimiento del Derecho de
Autodeterminación, el cual se ejercerá en el modo y forma que desarrollen con
posterioridad las leyes. El principio de Soberanía Popular implica que entre el
voto ciudadano y su correlato en la representación institucional debe mediar un
sistema electoral proporcional puro con un Colegio Nacional de Restos.
La Modernidad significa centralidad humana, prioridad a las políticas
que tengan a la ciudadanía como sujeto de Derechos y Deberes. En consecuencia,
la futura Constitución republicana debe señalar dos líneas de acción para
llevar a la práctica este compromiso: la que hace a los Poderes Públicos
garantes del Bienestar Social mediante los mecanismos de Intervención adecuados
y la que traslada a los ciudadanos y ciudadanas un protagonismo más allá de
las convocatorias electorales ordinarias. Por eso creemos necesarias tres
conjuntos de medidas que desarrollen: el Referéndum vinculante, una mayor
facilidad para la Iniciativa Legislativa Popular y una Ley- Marco para la
Participación Ciudadana.
La Austeridad debe ser una guía de comportamiento reglamentada
para las Administraciones Públicas y una virtud cívica reconocida e
incentivada a la hora de méritos,
honores y premios públicos.
La III República española debe recoger en su texto constitutivo una
especial dedicación y prioridad a la Educación, a la Formación y a las
iniciativas culturales públicas. A tenor de lo anterior habrá una atención
rigurosa a los Medios de Comunicación de titularidad pública y privada. Con
respecto a los primeros, la República establecerá mecanismos de participación
pública y control parlamentario y con respecto a los segundos se producirán
leyes y normas que impidan la concentración de la propiedad de dichos Medios.
Al convocar este acto, Unidad Cívica por la República convoca
también a un período constituyente que deberá ser evaluado
en los primeros Estados Generales de la III República a celebrar en
Abril del 2.005. El Manifiesto del 15 de Noviembre y las intervenciones aquí
producidas constituyen el material de reflexión, debate y posterior resolución
en los citados Estados Generales.
Desde
Madrid y a 17 de Abril del 2.004 renovamos nuestro compromiso por, para y con la
III República española.
Puedes enviar tus aportaciones
al documento a: ucivicaporlarepublica@nodo50.orgPlazo de admisión de aportaciones hasta el 1 de Marzo de 2005