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V
Jornadas Republicanas. De la II a la III República
Ponencia presentada en la V Jornada Republicana de Unidad Cívica por la República en el Ateneo de Madrid el 25 y 26 de Noviembre de 2006
Medios de comunicación
Vicente Romano
El artículo 20 de la
Constitución española reconoce y protege, entre otros,
los derechos “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas
y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”.
Así como “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier
medio o difusión”.
Sin embargo, a la hora
de la verdad, estas declaraciones solemnes se suelen quedar en agua de borrajas.
Basta contrastarlas con la realidad. Con estos derechos ocurre algo parecido a
los de disponer de un trabajo o una vivienda dignos. La libertad para difundir
las opiniones y recibir información veraz se limita en la realidad a la
disposición de medios para hacerlas efectivas.
Todo lo que tiene que
ver con la información y la comunicación está relacionado también con
el poder, la impotencia y la violencia. Como se trata de medios, la
diferente posesión de los mismos constituye la desigualdad. La persona que
carece de medios, o, más exactamente, de medios de intercambio informativo, no
puede hacerse entender. Es la perjudicada en el intercambio social, si es que
llega a participar en él. Y no se trata de ninguna metáfora. Hay que
imaginarse al disminuido físico o psíquico, al ciego o al sordomudo, al
analfabeto, y compararlo el político, o el famoso,
sobre el que se concentran cámaras y micrófonos, cuyas palabras se
difunden a los cuatro vientos y penetran el pensamiento, las emociones y la acción
de la gente. Si Marx tenía razón cuando decía que la emancipación era la
reducción de las relaciones al ser humano, la investigación de los medios
resulta entonces una tarea científica emancipadora. Su material no permite más
tratamiento que el de reducir el mundo humano al mismo ser humano, ya que los
medios de información y comunicación no se conciben de otra manera.
El estudio de los
medios debe entenderse, por consiguiente, como un campo de trabajo que aspira a
una mayor precisión en la comunicación y a un conocimiento más profundo de
sus causas. Su objetivo estriba en descubrir la libertad, o falta de libertad,
concreta del ser humano en la comunicación pública.
En las condiciones de
la economía mundializada sigue ampliándose la brecha entre ricos y pobres,
hambrientos y hartos, empleados y parados. La "victoria" mundial del
capitalismo no ha resuelto la satisfacción de las necesidades humanas, ni
siquiera las más elementales. Entre éstas habría que incluir la necesidad de
información y comunicación, de relación con los otros seres humanos, de
intercambio de conocimientos y de sentimientos, del contraste de pareceres y de
adquisición de saberes para el dominio del entorno, o sea, de esta sociedad
generadora de angustias e incertidumbres.
La comunicación es,
por tanto, necesaria para el conocimiento y dominio del medio ambiente, de la
sociedad en que se vive, a fin de ser dueños y no víctimas de ella. A través
de ella se realiza el proceso de comprensión y solidaridad entre individuos y
grupos sociales, proceso que se desenvuelve con el objetivo de facilitar la
actividad social y transformadora del ser humano. Cuando la información está en manos de los pocos, éstos pueden utilizarla para el
dominio de los muchos, hurtándoles así el conocimiento de la realidad social y
sus posibilidades de modificación. Por eso se dice que la información es
poder.
La expansión de
la industria de los medios tiene por objetivo alcanzar de la forma más rápida
posible, a través de los espacios más amplios posibles, al mayor número
posible de gente. El gasto técnico para el mensaje individual se reduce
proporcionalmente cuando el mayor número posible de receptores está conectado
a la red. El telespectador cree que elige cuando aprieta el botón del
televisor. Pero lo que elige es su conexión a un sistema heterodeterminado.
Este es el principio de la economía de señales, principio que
recorre el desarrollo de los medios de comunicación desde los comienzos de la
cultura hasta hoy día. Esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de analizar el
desarrollo tecnológico. La técnica de los medios sigue este principio sin
instrumento artificial, en la comunicación primaria o del contacto elemental
humano, con instrumento en el iniciador de la comunicación, lo que se denomina
medios secundarios, y con aparatos
en el emisor y receptor, esto es, la comunicación de los medios terciarios.
Efectivamente, los satélites de TV sólo tienen sentido si se encuentra gente
suficiente que compre los aparatos
que se necesitan para poder recibir el mensaje difundido por satélite. De ahí
que haya que hacer propaganda para que millones y miles de millones de receptores
teóricos se compren los aparatos receptores que permitan traducir a ganancia
la inversión de los promotores y explotadores de los satélites. Este es el
trasfondo de todas las hermosas elegías que se hacen en la actualidad acerca
del futuro de los medios: crear un público que aporte tiempo y dinero y
ponerlos a disposición de los propietarios de las nuevas tecnologías. Las
cuentas de la economía de señales sólo salen bien si un gran número de
consumidores reduce el gasto del explotador del medio para el mensaje
individual.
La economía de señales se aplica cuando el mismo mensaje
debe distribuirse a varios. Cuando uno se dirige a varias personas, las reúne a
su alrededor. Es decir, hace que otras personas entreguen una parte de su
precioso e irrecuperable biotiempo subjetivo de modo que quien las reúne no
tenga que andar detrás de cada una de ellas, lo que le costaría mucho de su
biotiempo al comunicador. Al hacer que otros acudan a él se ahorra gastos de
transmisión del mensaje.
La reducción del gasto de señales es el origen de todas las
reuniones, desde las comidas conjuntas de las familias y grupos pequeños hasta
la asamblea popular o las cortes. Pero este ahorro sólo se efectúa cuando los
otros acuden. Todo el mundo sabe que cuando se disuelve la mesa familiar, cuando
faltan los hijos, el padre o la madre, se deshace la institución de la familia.
Lo mismo ocurre cuando la agrupación local de un partido ya no puede organizar
ningún acto porque sus miembros se quedan en casa. Quien ha perdido el poder de
convocatoria carece ya de poder, pues el comienzo de todo poder de un hombre
sobre otro radica en que uno disponga del biotiempo de otros. Quien acude
reconoce el motivo, esté o no esté de acuerdo con lo que se comunica, en
virtud del tiempo que entrega.
Si se reflexiona sobre los medios actuales y los del futuro,
cada cual deberá tener claro cuánto de su precioso biotiempo quiere
dedicarle a esos medios, o mejor dicho, a sus propietarios, y cuánto está
dispuesto a pagar, pues ejercen poder sobre él.
El poder de unos seres humanos sobre otros comienza con la apropiación
del biotiempo de los muchos por parte de los pocos. El tiempo es un factor de
poder. Se suele decir que el poder es el que manda y no la opinión. Pero el
poder sólo puede imperar mientras las personas le entreguen su biotiempo y
crean que deben someter su tiempo individual a ese poder.
Un joven francés del
siglo XVI, Etienne de la Boetie, se preguntaba en el Discours
de la servitude volontaire (1548): cómo es posible que tantas personas,
aldeas, ciudades y naciones se sometan de vez en cuando a un solo tirano, que no
tiene más poder que el que se le dé, que no puede causar más males que los
que ellos le permitan.
Tiene poder quien
accede al tiempo de otros y reúne para sí el tiempo de muchas vidas humanas.
En todas las culturas que en el mundo han sido tuvo poder quien reunía a su
alrededor a muchas personas, quien disponía de muchos esclavos, de muchos
campesinos que trabajaban para él, de muchos soldados que podían matar y morir
por él. Y eso era así porque podía subordinar el biotiempo de los demás al
suyo. En este sentido originario, en poder no es más que un concepto político.
Poderoso es el rico que compra a las personas con su dinero, el capitalista que
se apropia del biotiempo de sus obreros haciendo que trabajen un determinado número
de horas diarias para él. Pero también son poderosos los medios de comunicación
y las "estrellas" y "famosos" de todo tipo que acaparan el
tiempo de miles y millones de seres humanos. Téngase en cuenta que los españoles
dedican un promedio diario de 3 horas y 41 minutos a ver televisión.
Quien posee un medio de
comunicación del que los otros carecen tiene una ventaja económica sobre
ellos. Aprovechar la ventaja de la señal que el otro no tiene es propio del
medio más móvil de todos: el dinero. Platón decía que todas las guerras se
deben al dinero, y un satírico romano, Petronio,
acuñó la expresión de que quien tiene dinero navega viento en popa.
Cierto. Pero, ¿por qué no evitar los riesgos de la guerra mediante engaños y
navegar con viento en popa?
La fabricación de
moneda falsa presupone siempre el conocimiento de los metales y sus aleaciones,
de las técnicas de grabación y acuñación. Desde que se imprime papel moneda,
las cosas se han simplificado. Con los ordenadores y la digitalización es aún
más sencillo. Se calcula que en el mundo circulan diez mil millones de dólares
falsos.
En la comunicación, el
engaño no sólo se da en el ámbito de los medios primarios, sino sobre todo en
el de los medios terciarios, donde tanto uno como otro participante necesitan un
aparato para poder comunicarse. La técnica de la comunicación, acelerada a
través de las grandes distancias para grandes cantidades de receptores
dispersos, conduce a la simplificación de los signos en imágenes y
abreviaturas lingüísticas. De este modo reducen las posibilidades de
descifrarlas, al tiempo que sobrecargan con nuevas abreviaturas la percepción y
exceden la capacidad de la memoria.
En el lenguaje, la metáfora, como imagen lingüística, reduce
el discurso. La imagen lingüística puede facilitar la comprensión, pero no
contribuye en nada a la explicación, ya que la expresión gráfica introduce
otro modo de representación. Se "ve" lo que quiere decir "la
nave del Estado", pero esta imagen no dice nada acerca del Estado, sino que
transporta al oyente a una representación (gráfica) del Estado.
Puede decirse entonces
que cuanto más corta y estereotipada sea la comunicación, tanto mayor será
la violencia simbólica y el poder de
los medios, y tanto menor el significado que puede utilizar para sí mismo el
sujeto receptor.
Hoy día, la mayor
parte de la comunicación se hace a través de los llamados medios de masas,
que, como el término de "comunicación de masas", no deja de ser un
eufemismo. Como es sabido, ni las masas se comunican entre sí a través de esos
medios ni éstos son de las masas, sino de unos pocos que producen masivamente
para las masas.
Producción masiva significa producción en serie, indiferenciada,
simplificación y estereotipación. Como en la producción comunicativa se trata
de productos del pensamiento, de contenidos de conciencia, esta serialización e
indiferenciación tiene también algo que ver con la producción del pensamiento
indiferenciado, acrítico, esto es, mágico.
Los pocos
propietarios de los medios de comunicación emplean la economía de señales
para el dominio de los muchos.
La
utilización de los medios presupone siempre una manipulación, esto es, una
intervención consciente en el material comunicativo con unos intereses muy
concretos.. Cualquier proceso de producción comunicacional, desde la selección
del medio, la grabación, la mezcla, la realización y la distribución, es una
intervención en el material existente. Lo que importa no es que los medios y los mensajes de la industria de la
conciencia sean manipulados o no, sino quién los manipula y en provecho de quién,
al servicio de qué intereses.
El
primer paso para ser dueños de nuestras vidas y de nuestro futuro se inicia con
el conocimiento de las trabas interesadas que otros nos ponen en el camino para
llevarnos a su huerto. La manipulación espiritual, como comunicación orientada
al dominio ideológico, persigue adaptar todo lo posible al sistema social
vigente la conciencia y las actividades, incluidas las de su tiempo libre, de la
mayoría de la población, en contra de sus intereses objetivos y, por
consiguiente, subordinarlos a los intereses minoritarios. Los más deben someter
su imagen del mundo, su comprensión de las cosas, sus hábitos de pensamiento,
sus sentimientos, sus gustos, en suma, su forma de vida, a los intereses de los
menos. La manipulación significa la deformación espiritual del pueblo,
privarlo de sus facultades y actividades creadoras. A través de ella se
menoscaba sistemáticamente la subjetividad del individuo, esto es, su
personalidad. Manipulación significa uniformidad del espíritu, degradación de
todo el ser humano a objeto, o a simple número contable que se vende a X euros
el millón de telespectadores en las audiencias de televisión, por ejemplo. El
receptor y consumidor de los mensajes y productos de esta industria de la
conciencia y del entretenimiento no participa en la planificación, la dirección,
las decisiones ni la gestión de
esta producción. No se trata, como decía McLuhan, de que el medio sea el
mensaje, sino de que todos los medios transmiten el mismo mensaje, y hasta la
misma foto. Por eso, "lo que la gente ve, lee y escucha, lo que viste, lo
que come, los lugares adonde va, y lo que cree estar haciendo, han pasado a ser
responsabilidades de un sistema de información que fija gustos y valores en
función de sus propios criterios de mercado, los cuales, a su vez, se refuerzan
a sí mismos" (Schiller).
Para conseguir esa
uniformidad de la conciencia en una sociedad dividida por contradicciones antagónicas
se aplican métodos psicológicos que se han confirmado con éxito en la
"publicidad" comercial, en la industria del reclamo.
Con los recursos científicos
de las disciplinas más diversas (sociología, estudios de opinión, psicología,
politología, relaciones públicas, estudios del comportamiento y de las
motivaciones, teoría de la comunicación, etc.) se obtiene un pensamiento en
modelos preformados. Una manera de pensar que, además, refuerza la apariencia
de que se actúa libremente. Bajo el manto de una supuesta libertad de expresión,
los pocos que realmente disfrutan de ella, es decir, los pocos que disponen de
los medios para expresarla, intentan moldear sistemáticamente las conciencias
de millones de personas, los condenan a la minoría de edad intelectual, los
educan para ser dóciles, para soportar, sin críticas, el sistema de dominio y
explotación vigente, y para considerar como propios los ideales falsos de este
sistema. Las actuaciones y conductas resultantes se presentan como decisiones
"libres", autodeterminadas, cuando en realidad son inducidas,
heterodeterminadas.
Como fenómeno típico
de la vida espiritual en esta autodenominada "sociedad libre de
mercado", el dominio de las conciencias parte, entre otras,
de las siguientes condiciones previas:
1) La concentración
sin precedentes del capital en los sectores clave y, al mismo tiempo, la
reciente caída de la tasa de beneficios.
2) El consiguiente
problema de la valorización del capital y la búsqueda de nuevas inversiones.
3) El desarrollo del
sector terciario, de servicios.
4) La eliminación de
las fronteras nacionales por necesidades de expansión del capital, aunque, por
otro lado, se estén creando continuamente nuevas fronteras y conflictos étnicos.
5) La agudización de
las contradicciones del capitalismo, especialmente entre el Norte y el Sur,
entre pobres y ricos.
6) La existencia de
medios técnicos modernos y conocimientos científicos, eso que se suele
englobar en el concepto de "nuevas tecnologías", que permiten el
ejercicio unitario del poder económico e ideológico sobre toda la sociedad.
7) Una oferta masiva de
mercancías que estimula el consumo como ideal deseable.
8) El progresivo
abandono de la idea de "lo público", lo que ha llevado a la marginación
de los servicios públicos en cuanto organización y modo de regulación del
sistema.
9) El consiguiente
proceso de desregulación y privatización, la implantación de criterios de
rentabilidad financiera, en vez de criterios de rentabilidad social.
10) La comercialización
de todos los aspectos de la vida material y espiritual de los ciudadanos, lo que
lleva, necesariamente, a que el producto barato, esto es, el producto
indiferenciado, uniforme, determine la producción y los programas. El efecto
final de la comercialización es, como se sabe, el entretenimiento de productos
fabricados en serie y guarnecidos de reclamos comerciales.
11) Lo que se impone es
el valor de cambio de la información
y del entretenimiento como mercancía destinada a compensar ilusoriamente las
carencias afectivas de la mayoría de la población, y no el valor de uso
12) La industria de la
comunicación y de la conciencia, principal instrumento de dominio y sumisión,
se ha convertido en un sector estratégico en lo económico, lo político y lo
cultural.
El dominio va dirigido
al pensamiento, los sentimientos, las acciones (y omisiones), a toda la persona.
Desde la esfera íntima hasta la presentación pública en el trabajo, en la
escuela o en la política, no queda un solo aspecto, una sola esfera de la vida
que no reciba su influencia. El objetivo final es la pasividad y la sumisión.
El dominio de las mentes es una guerra psicológica planificada, dirigida con
conocimientos científicos, contra el desarrollo progresista, esto es, solidario
y cooperativo, del ser humano, o lo que es lo mismo, contra el progreso social.
En lo que se llama
"sociedad libre de mercado", el cometido de la industria de la
comunicación, como el de cualquier industria, estriba en producir beneficio, más
aún, en estimularlo y, sobre todo, en manipular a la mayoría de la población
de manera que no emprendan acciones contra el sistema de economía privada, sino
que lo apoyen y extiendan. La razón de ser de esta estrategia se fundamenta en
las leyes que rigen la economía de mercado. Por eso hay quien la califica de
"instrumento de conquista" como hace Paulo Freire en su libro Pedagogía
del oprimido. La manipulación, dice este católico brasileño, es uno de
los recursos mediante los cuales "las elites dominantes tratan de hacer que
las masas se amolden a sus objetivos." Valiéndose de mitos que explican,
justifican y hasta embellecen las condiciones existentes de vida, los pocos que
disponen de los medios vuelcan el apoyo en favor de un orden social que no sirve
a los intereses de la mayoría. Si la manipulación tiene éxito, la gente no
piensa en otros ordenamientos sociales ni, por consiguiente, se decide a cambiar el orden existente.
Dicho en otros términos,
la función primordial de la industria de la comunicación, la conciencia,
el entretenimiento o como quiera que se la denomine, en la sociedad
capitalista estriba en desorganizar y desmoralizar a los sometidos. Neutraliza a
los dominados, por un lado, y consolida, por otro, la solidaridad con la clase
dominante y sus intereses. Al fin y
al cabo, "los ricos también lloran", tienen problemas con sus hijos,
etc. Los modelos de conducta que presentan se basan en el éxito personal, el
individualismo, el asilamiento y la fragmentación social. Lo colectivo no
conduce a ninguna parte.
Una de las técnicas más
desapercibidas y eficaces para conseguir este poder sobre las conciencias de los
consumidores consiste en seleccionar y difundir las informaciones y
conocimientos que mejor satisfacen los intereses y objetivos de los productores.
Hacer objeciones a esta selección equivaldría, según los pocos que
seleccionan y deciden para los muchos, un atentado a la libertad de expresión,
de comercio, de creación, etc. etc.
Cierto, la información
es, por su naturaleza, selectiva. No se puede publicar todo lo que acontece. Los
periódicos y revistas tienen un espacio, un número de páginas, limitado. Otro
tanto ocurre con los espacios y tiempos de la radio y la televisión. Por eso
hay que seleccionar entre el flujo incesante que sale de los corresponsales y
agencias, se criba en éstas, se envía a las redacciones que, a su vez, vuelven
a seleccionar, de modo que, al final, apenas se publica un 1% de lo que
originariamente se produjo. Se trata de un despilfarro enorme que valdría la
pena analizar.
Como es lógico
suponer, cada uno selecciona de acuerdo con sus gustos,
educación, ideología, intereses, necesidades, etc. En la formación
social que se denomina de "libre mercado", es decir, en el
capitalismo, se selecciona lo que se cree que se va a vender mejor y a más
gente.
Sea como fuere, debido
a la concentración existente en esta industria de la conciencia, o del
entretenimiento como la llaman otros, la verdad es que sobran los dedos de una
mano para contar las agencias internacionales que seleccionan los
acontecimientos y las imágenes que vemos en la mayor parte del mundo. Otro
tanto vale decir con la producción de películas o series televisivas, libros
de texto, etc. Baste recordar la información sobre la Guerra del Golfo
efectuada en exclusiva por la cadena norteamericana CNN, o la de Yugoslavia,
retransmitida en condiciones muy parecidas,
y los periodistas previamente cribados e informados por los militares del
Pentágono, que el 95% de las imágenes
difundidas por los medios de comunicación las suministra una agencia yanqui o
que el 90% de los conocimientos almacenados en los bancos de datos del mundo son
de propiedad privada usamericna.
En suma, que estos
pocos tienen el poder de definir la realidad para los muchos, de decirles lo que
pasa, lo que es bueno y malo, lo que hay que hacer y no hacer, cómo hacerlo,
etc. Este poder de fijar el programa social de cualquier comunidad es la clave
del control social. Lord Nordcliffe, dueño de uno de los consorcios más
poderosos de periódicos de principios de siglo pasado, lo explicaba así, sin
pelos en la lengua: "Dios enseñó a los hombres la lectura para que yo
pueda decirles a quién deben amar, a quién deben odiar y lo que deben
pensar."
Y lo que nos cuentan
suele ser casi siempre la historia de los otros, no la nuestra. Y si estamos
ocupados en vivir la historia de los demás no tenemos tiempo de preocuparnos de
la vida propia. Pues si nos ocupásemos de ella y descubriéramos cómo la
determinan otros, no nos quedaríamos de brazos cruzados e intentaríamos
cambiarla a mejor.
Lo opuesto a esta
comunicación para el dominio es la formación de conciencia crítica y voluntad
democrática para el desarrollo multilateral de la personalidad humana. Para eso
se requiere, entre otras cosas, la transformación del sistema de producción
material y espiritual, del sistema de enseñanza, la creación de condiciones
reales de acceso que permitan la libertad concreta de expresión para todos, la
supresión de las medidas estatales que limitan estas libertades, el freno y la
anulación de la influencia de los monopolios y oligopolios en la formación de
la opinión pública y en la cultura. Habría que convertir a las mayorías, al
pueblo, en protagonistas de los medios, utilizando para la formación de su
opinión los ejemplos y modelos vivos, concretos, en todos los aspectos de la
vida. El pueblo como protagonista implica que las mayorías trabajadoras
elaboren sus noticias y las discutan.
Madrid
25 noviembre 2006