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Propuesta capitalista definitiva. Cómo terminar con el paro y la pobreza

 

Ramón Pedregal Casanova.

UCR 13 de Agosto de 2009

 

Jonathan Swift (1667-1745) fue el primer escritor satírico que André Bretón hizo constar en su libro “Antología del humor negro”. El título de Swift es muy poco conocido: “Una modesta proposición: Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público”. La sátira de Swift “Una modesta proposición: …” es un bisturí que abre el cuerpo social enfermo y deja al descubierto, ante nuestros ojos, a quien le produce el cáncer.

La monarquía, para quitarse a Swift de encima, pues su crítica persigue a los causantes de tanto mal social, lo destina a Irlanda. Una vez allí, contemplando la vida tan desdichada que los aristócratas y los capitales daban al pueblo, escribió la sátira aludida inyectada de aire comercial, toda una lección de pensamiento explotador. En su discurso hace cuentas sobre la rentabilidad de la miseria de las mujeres y hombres que tienen hijos viviendo miserablemente, mujeres y hombres que arrastran con ellos grupos de niños hambrientos, y que “se ven obligados a perder su tiempo en la vagancia, mendigando el sustento de sus desvalidos infantes: quienes apenas crecen, se hacen ladrones por falta de trabajo,…”  

Swift continua con el bisturí hablando de “El número prodigioso de niños” que son un perjuicio para madres, padres y el Reino, y argumenta lo importante que sería emplear un método, dice “razonable, económico y fácil” con el que el Reino pudiese recuperarse, y pide para el inventor de tal método la admiración pública y un monumento que le presente como “protector de la nación”.

Swift se proclama el inventor y quiere vender su invento. Habla de su dedicación al proyecto, del tiempo y esfuerzo empleado y sus diferencias con otros, a los que supera y mucho. El centro de su fórmula para mantener a la sociedad alimentada, sana y protegida de revueltas dice: “… un niño recién nacido puede ser mantenido durante un año solar por la leche materna… Y es exactamente al año de edad que… contribuirán… a la alimentación,…, de muchos miles”.   

“Hay además otra gran ventaja en mi plan, que evitará esos abortos voluntarios y esa práctica horrenda ¡cielos!, ¡demasiado frecuente entre nosotros!...  No queda más remedio que pensar rectamente en todo”. De ahí también se deduce que a continuación presente un cálculo de parejas y mujeres que pueden parir, “cuantos niños pueden morir por motivos diversos y cuántos niños pueden vivir. En este caso, y en su presente, cómo se emplean hoy hasta la edad de los seis años, que es cuando pueden empezar a robar, antes no tienen habilidad para hacerlo, y, sólo a partir de los doce se puede pensar en explotarlos haciéndolos resueltamente productivos. Doce años perdidos y que ocasionan gastos y problemas a la sociedad”. Hay que poner sobre la mesa el objetivo: “Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout”.

La realidad de todos los días es una barbaridad que bien aderezada de cinismo se come sin pensar, y es tal cual defendida por los más conspicuos conservadores: para enriquecerse más hay que despedir trabajadores, bajar salarios, trabajar más años, nada de contratos fijos, no  pagar seguros sociales, Swift dice que a los niños y jóvenes sobrantes se les coma; fin del derecho a la vida.

¿Y cómo dice Swift que esto se lleva a cabo?: las cifras sobre la mesa y a calcular el beneficio que se desea obtener: cuántos niños hay que comprar para comerse, cuántos hay que matar. Las mujeres se dedicarán a parir de año en año y por el fruto de su cuerpo se le dará unas monedas. Con la piel se pueden “hacer admirables guantes para damas y botas para caballeros elegantes”. Todo previsto, los mataderos, en qué lugares, los carniceros, los niños ha comprar vivos y “adobarlos mientras aun están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos”.

A pensar: ya que los jóvenes tienen dificultades para vivir y hay señores que echan en falta la carne de venado porque la caza como divertimento no da los resultados apetecidos, se podía destinar a un buen número de muchachos y muchachas en edad puber al despiece y a la alimentación de tales señores. En reserva un buen número de mujeres para que produzcan.

Como es necesario que se aparte de toda mente escrupulosa la idea de la crueldad, se ponen ejemplos en el mundo donde se dice que la sociedad en su conjunto se enriquece, y de esta manera los pobres se benefician y se les puede embargar si no pagan.

Las mujeres se quitarán la obligación de mantener a los hijos, dan un manjar, hacen negocio, y son un estímulo para el matrimonio, con una particularidad: “Los hombres atenderían a sus esposas durante el embarazo tanto como atienden ahora sus yeguas, sus vacas o sus puercas cuando están por parir; y no las amenazarían con golpearlas o patearlas (práctica tan frecuente) por temor a un aborto”.

¿Hay algún plan mejor?: “no me hable… de crear impuestos para nuestros desocupados; de no usar ropas ni mobiliarios que no sean producidos por nosotros; de rechazar completamente los materiales e instrumentos que fomenten el lujo exótico; de curar el derroche de engreimiento, vanidad,…”

Swift ha ocupado la cabeza de los negociantes de vidas y tras exponernos cómo son y cómo piensan de las clases trabajadoras, oímos claro y alto la verdad de sus palabras.  

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Título: Una modesta proposición: Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público. (Se encuentra en “Antología del humor negro”, de André Bretón).

Autor: Jonathan Swift.

Editorial: Anagrama.

 

 

 

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