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Morir en Madrid de Louis Delaprée

Ramón Pedregal Casanova.

UCR  24 de Diciembre de 2009

 

     "Yo inventarío las ruinas, contabilizo los muertos, peso la sangre derramada". (Louis Delaprée). 7 de Noviembre, Día de la Defensa de Madrid Antifascista.

 

         Gracias a la edición de Martin Minchon de éste Morir en Madrid recuperamos una voz de nuestra Historia.

       El editor ha sacado a la luz los artículos que Louis Delaprée, periodista del Paris Soir, mandó a su redacción desde Julio a Diciembre del 36, cuando murió. Si los primeros artículos manifiestan falta de conocimiento de la situación política y social en España y el Paris Soir los publica por distantes y ajenos a toda implicación, los siguientes, en los que  expone lo que ve con palabras que contabilizan y pesan los valores del pueblo trabajador y de los golpistas, los recorta, esconde en el periódico o no los publica.

      Martin Minchon presenta en cada artículo formatos de letra distintos para indicar lo publicado y lo que Louis Delaprée escribió. La suma de las partes de los artículos censurados, más los artículos que el periódico comunista L`Humanite le publicó, más los recogidos en una edición republicana del momento en Madrid bajo el título El Martirio de Madrid, y otros aún sin publicar, conforman este magnifico libro, que  hace honor al editado en Francia por los amigos del periodista tras su muerte y lo titularon Mort en España.

       Burgos, Toledo, Oviedo y Madrid son los escenarios por los que pasa Delaprée; su gran fuerza de escritor trabaja la realidad en imágenes, metáforas, ... pone el listón muy alto en la expresión. El libro se puede leer como una novela por la evolución del informante conforme va acercándose al suceso y vive más en el centro mismo de la guerra, hasta alcanzar un punto trágico que envuelve el conjunto. Cada artículo escrito, aun los que no se refieren a la capital, es un fragmento de lo que significa Madrid, republicano y antifascista, para la historia de la lucha de los pueblos contra sus explotadores. Su palabra muestra acontecimientos puros que impactan nuestros ojos: bombardeos antes nunca producidos en el mundo, refugios abarrotados, escapadas de los estallidos que derribaban edificios, explosiones reventando el suelo y lanzándolo en granizada, proyectiles y gases de los asesinos a los trabajadores resistentes, mujeres y hombres y niños y ancianos; la palabra de Delaprée acoge la herida lacerante, el terror de las buenas gentes, la contemplación emocionada de los combates aéreos, la costumbre horaria en los vuelos de la muerte, y hasta la risa histérica y la burla de los madrileños sobre semejantes asesinos como autodefensa.

       Delapré deja de mandar sus artículos cuando, al mismo tiempo que le censuraban, el Paris Soir distraía a los franceses de lo que sucedía en España con el tomate de amoríos y sexo de la realeza inglesa, y manda una carta a la redacción que termina así: “… no les enviaré nada más. No vale la pena. La matanza de cien niños españoles es menos interesante que un suspiro de la señora Simpson, puta real”.   

        El avión de Delaprée fue derribado en Guadalajara, y a él se le hospitaliza en Madrid muriendo a los pocos días. Calló la escritura de quien, desde el alejamiento primero, había ido haciendo una denuncia más y más demostrativa de los asesinatos fascistas, y había sido altavoz del ejemplo de valor y humanidad de los defensores de nuestra República.

        El primer bombardeo verdadero de Madrid ocurrió el 4 de Noviembre al empezar el verdadero sitio de la capital. Así arranca la narración de El contable del horror, como Delaprée se define en uno de sus artículos. (Las organizaciones  que están en torno a la Memoria Histórica recogen como fecha conmemorativa de la defensa de Madrid el día 7 de Noviembre, día en que los fascistas intentaron por primera vez la toma de la ciudad y fracasaron). Delaprée transmite las palabras de Ilsa, una internacionalista: La Brigada Internacional es la cosa más importante que ha pasado durante años en el movimiento obrero y sería una inspiración tremenda para los trabajadores de todas partes, si supieran bastante sobre ello. Y Delaprée se emplea, como dice Michon, en recursos retóricos como el de las tres afirmaciones: Arde la Puerta del Sol. Arde el mercado del Carmen. Arde el barrio de la Corredera. Yo inventarío las ruinas, cuento los muertos, peso la sangre derramada. Con la exposición literaria de los acontecimientos y sus reflexiones llega a la masa confusa de los sentimientos y hace que broten henchidos de visión y sensibilidad política presente y futura: ¡Ah, vieja Europa!, siempre ocupada en tus pequeños juegos y tus grandes intrigas. Dios quiera que toda esta sangre no te ahogue.

       Los artículos de Delaprée, con esa carga a la que hago referencia, impactaron en Picasso, y el pintor dio un giro a su obra y puso sus herramientas al servicio de una visión artística del sufrimiento del pueblo en la guerra contra el fascismo; sus lapiceros apuntaron, dibujaron estremecidos bocetos y más bocetos, hasta cuando le fue posible construir el cuadro conocido como Guernica.

      La influencia del mensaje de Delaprée, que había calado en la multitud de sus lectores y en pintores como Picasso, también, más tarde, ha tomado el aire como cabalgadura ágil, musical y hermosa, para ser llevada a los oídos por la voz del cantante Billíe Holliday.

       Militarización urgente: Los obreros que han empuñado las armas para defender la libertad (…) han de ser soldados.

      Construcción de la defensa: Durante treinta y seis horas, los ataques más violentos de los rebeldes se han estrellado contra la línea de defensa establecida.

       Los refugios abarrotados y los que no llegan a ellos: La población civil que supera los 250 muertos y los 600 heridos día a día bajo las bombas fascistas.

       Los niños perdidos en el desastre causado: Una de las mujeres que se habían refugiado en los subterráneos de la Gran Vía, desconocía el paradero de su hijo, … La madre avanza hacia él con los brazos abiertos, pero sus ojos se agrandan y miran de una manera terriblemente fija, demencial. No es su hijo. Se queda paralizada unos largos minutos. El niño perdido le sonríe. Entonces se precipita hacia él, lo estrecha contra sí y se va con él, pensando en el crío que no ha aparecido.

        Los bombardeos sobre la ciudad mártir deja regadas de muerte casas y calles: Una ambulancia… El haz luminoso de una linterna ilumina el cadáver.

- Muerta – dice el hombre, escuetamente -. Mañana la recogerán. Primero los heridos. … Un último destello de la linterna nos muestra la pequeña cabeza infantil sobre el corazón materno y todo vuelve a sumirse en la noche.

       Y tras la lluvia de proyectiles mortíferos se producen los incendios, y los aviones fascistas acuden cargados de explosivos para lanzarlos contra los bomberos.

      Los representantes de los heroicos defensores reciben a los ilustres visitantes: En el Madrid asediado, vivimos como en una isla. Llegan diputados ingleses y tras vivir los bombardeos y sus consecuencias salen horrorizados.

      La propaganda fascista tirada desde los aviones amenaza: Madrileños, rendíos o bombardearemos la ciudad hasta que quede completamente destruida.

      Junto al mensaje que Delaprée envía al Paris Soir anunciando su vuelta para discutir con la dirección del periódico sobre el por qué de su censura, va un artículo en el que describe el estado  de ruina en que los fascistas han dejado la ciudad, y el espíritu que, aun así, mueve al pueblo de Madrid, al que él acompaña: Madrid no tiene suficiente comida. Madrid ya no duerme. Madrid quema, para calentarse, las vigas de sus casas destruidas (no es una fantasía, es la realidad), pero Madrid aguanta y aguantará.

      El 11 de diciembre de 1936 fallecía el periodista Louis Delaprée en el Madrid resistente.

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Título: Morir en Madrid.

AutorLouis Delaprée.

Edición de Martin Minchon.

Traducción de Sofía Tros de Llarduya.

Editorial: Raíces. Septiembre 2009.

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Ramón Pedregal Casanova es autor de Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios, editado por Asociación Foro por la Memoria y Fundación Domingo Malagón.

 

 

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