Las fotografías de la
guerra civil que Agustí
Centelles escondió
durante casi 40 años en
Francia han acabado
vendidas por sus
herederos al Ministerio
de Cultura con destino
al Archivo de Salamanca,
donde al fotógrafo se le
cerraron las puertas
cuando quiso comprobar
si estaban allí las
muchas otras imágenes
que no pudo salvar del
expolio franquista: es
el final sorprendente de
una larga historia
cargada tanto de
amargura como de
enconados regateos.
Centelles, inhabilitado
por el franquismo, solo
recuperó sus 10.000
negativos exiliados
en 1976. Dio a conocer
su obra y se ganó la
admiración de las nuevas
generaciones pero no los
reconocimientos de la
Catalunya oficial a este
masón y militante del
PSUC que, dolido, vio la
mano de Jordi Pujol tras
este silencio: ni una
Creu de Sant Jordi, ni
una exposición
antológica, que solo se
celebró en 1988, tres
años después de su
muerte, gracias a Caixa
Catalunya, y en el año
2006, con mucha mayor
ambición, a cuenta del
Ayuntamiento de
Barcelona.
Lograr el reconocimiento
que no acabó de recibir
en vida fue una tarea
pendiente que asumieron
sus hijos, Sergi y
Octavi. Y en los dos
últimos años parecía que
habían conseguido su
objetivo: desde diversas
instancias de la
Generalitat (la
Conselleria de Cultura,
el Institut Ramon Llull,
Santa Mònica y el Palau
Robert) se organizaron y
apoyaron exposiciones en
México, París y
Barcelona y se propuso
la compra del archivo
Centelles con destino al
Arxiu Nacional por
500.000 euros, junto con
la organización de una
muestra en Nueva York. |
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Detalle de la
exposición
‘L’atzar i la
memòria’,
dedicada por EL
PERIÓDICO a
Centelles en el
2008. Foto:
Xavier González
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Los hermanos
Sergi y Octavi
Centelles. Al
fondo, imagen de
la antológica
dedicada a
Centelles en el
año 2006 en la
Virreina. Foto:
Xavier
González
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