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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

Aborto y Religiones.
 

Ulises Casas Jerez

Escuela ideológica   24 de Octubre de 2009.

 

   Todas las religiones reprimen la propiedad individual del cuerpo humano porque lo consideran creación de los dioses o del dios único, en el monoteísmo. Disponer de nuestro cuerpo, en libertad, sería la negación de esa creación.

       Con ocasión de la legislación colombiana que permite interrumpir el embarazo en determinados y específicos casos ( violación, deformación genética y peligro de muerte en la madre), las iglesias de toda clase existentes en Colombia se manifestaron en contra de esa normatividad.

    Al unísono con esa reacción del clero de todos los matices, quienes pertenecen a esas religiones, y ejercen la medicina, vienen alegando una supuesta “objeción de conciencia” para negarse a practicar el aborto en aquellas mujeres que lo solicitan sustentando su voluntad en la ley colombiana. Determinados entes hospitalarios y muchos médicos rechazan a las mujeres que acuden allí para ejercer su derecho al aborto.

     Ahora, se ha pronunciado la Corte Constitucional en el sentido de ordenar que en los colegios se lleve a cabo una educación en el terreno de la sexualidad a fin de hacer claridad entre los jóvenes sobre la naturaleza del aborto y las normas que lo contemplan. Esto con el fin de llevar al conocimiento de ellos la naturaleza de este fenómeno social y cultural cuya ignorancia lleva a infinidad de problemas tanto sociales como de cada una de las mujeres que no desean tener hijos, no solamente por las razones que contempla le ley sino porque se consideran dueñas de sus vidas y sus cuerpos. Cuando escribimos “Nuestra Vida es Nuestra Vida, Nuestra Muerte es Nuestra Muerte” profundizamos en el fenómeno de la vida humana como una forma elevada de la evolución de la naturaleza en nuestro planeta.

     Nuestras concepciones filosóficas, de carácter materialista dialéctico, nos afirman en el criterio de ser la vida algo que nos pertenece y de la cual podemos disponer sin pedir permiso alguno a persona o institución determinada. En el análisis de este fenómeno entran a mediar las dos concepciones filosóficas que la Humanidad conoce a partir del momento en el cual el humano inició su proceso del pensar: la concepción idealista y la concepción materialista del Ser. Quienes creen en seres espirituales, consideran que el humano fue creado por alguno de esos seres no materiales, los dioses y, en consecuencia, su vida no les pertenece; en esas condiciones, para ellos, el acto de la procreación sexual entra en los designios de ese ser supremo o dios de los creyentes; algunos hablan de un “depósito de almas“ del cual su dios dispone cada vez que una pareja ejerce el acto de la reproducción, es decir, el acto sexual; incluso se ordena que ese acto solo debe llevarse a cabo para engendrar no para el placer; el placer sexual es considerado como “pecado” si no está “santificado” por el “sacramento” del matrimonio.

     Quienes nos encontramos en el campo del materialismo filosófico afirmamos la pertenencia de nuestro cuerpo; en consecuencia, podemos hacer lo que consideremos conveniente para vivir de tal manera que disfrutemos de la vida; que poseamos determinadas características que nos distinguen del resto de los seres vivos del planeta no significa, para nosotros, que hayamos sido creados por seres de más allá de lo puramente material de la existencia universal. Los dogmas impuestos por la ignorancia en un comienzo y luego sostenidos para mantener el dominio de las castas que se apoderaron y siguen apoderándose de los recursos naturales del planeta en beneficio propio, no van con nosotros y por ello los denunciamos en cada momento que sea conveniente y necesario.

     No podemos condenar a una mujer a parir una criatura y liquidar su vida; si hoy hay mujeres jóvenes que paren y con ello pierden el derecho a vivir dignamente porque se encuentran solas en un momento determinado, no podemos generalizar ese fenómeno; el individualismo, producto del capitalismo, pervierte lo que puede ser una persona que, al parir un nuevo ser, lo considera como feliz acontecimiento; en la sociedad capitalista la mujer se esclaviza en el mismo momento de engendrar: no solo el tiempo que lleva dentro de sí el producto viviente sino los años de su crianza; cuando ese hijo llega a la edad mayor, la deja en la soledad y solo la recuerda llamándola o visitándola de cuando en vez. En la sociedad capitalista los padres educan a sus hijos para que se vayan de la casa a buscar mejores condiciones de vida y aquellos quedan en la soledad de la vejez. Nosotros hemos superado esta situación en el colectivismo. Solo dentro de formas colectivas una joven puede ser feliz siendo madre; en estos espacios se comparte la nueva vida y la nueva vida se ve rodeada no solo de una madre y un padre, sino de muchas madres y muchos padres, los que forman el colectivo; el niño se desarrolla integralmente y sus padres nunca lo verán alejarse porque la estructura colectiva le da el piso sobre el cual crecerá y se integrará a la productividad social. Esa experiencia ya lo hemos tenido aunque parcialmente, pero esperamos que se logre en el futuro. Lo que venimos viviendo y construyendo colectivamente es la real transformación de la sociedad; la retórica de quienes combaten verbalmente el capitalismo no pasa del discurso demagógico porque ellos viven dentro de su estructura y de ella se alimentan.

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 Ulises Casas Jerez casasulises@hotmail.com

 

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