En 1848 Marx y Engels señalaban en el
Manifiesto del Partido Comunista que
“el proletariado se valdrá de su dominación política
para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el
capital, para centralizar todos los instrumentos de
producción en manos del Estado, es decir, del
proletariado organizado como clase dominante, y para
aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las
fuerzas productivas”. La revolución socialista está
llamada a terminar con todas las relaciones existentes
económicas y político-sociales basadas en la explotación
y opresión de las personas. Por tanto, después de
conquistado el poder, a la clase obrera se la plantean
las tareas de la transformación socialista de la
economía y la creación de la base económica y técnica
del comunismo.
Nos enseñaron Marx y Engels que el proletariado debe
realizar la socialización de los medios de producción en
primer término, nacionalizando la gran producción
capitalista. Despojando a la burguesía de la dirección
en la economía, el proletariado dirigirá la
transformación socialista de toda la economía.
Esta transformación radical de la economía bajo
principios socialistas, entonces fue una labor
singularmente complicada, como veremos a continuación.
En los primeros tiempos, el proletariado carecía aún de
experiencia para dirigir la economía, no disponía de un
aparato capaz de organizarla y, por si fuese poco, las
clases explotadoras abatidas por la revolución ofrecían
la más encarnizada resistencia.
Durante los años siguientes después del comienzo de la
1ª Guerra Mundial, los trabajadores realizaban continuas
huelgas, los campesinos pedían que terminase la cruel
sangría de hombres y los soldados se negaban en muchas
unidades a luchar en una guerra entre capitalistas. La
influencia del Partido Bolchevique se hacía notar.
Este acto decidido para acabar con la dictadura burguesa
empezó el 23 de febrero (8 de marzo) de 1917, en
Petrogrado. Estalló por una huelga revolucionaria en la
fábrica de Putilov, la mayor empresa
industrial de la capital, apoyándola por millares de
obreros de otras empresas. Por la tarde en la avenida
Nevski, aparecieron manifestantes, a los que se unieron
los estudiantes. El 25 de febrero se extendió la huelga
política y, al día siguiente, al lado de los obreros
empezaron a pasarse diversas unidades militares. El 27
de febrero casi toda la ciudad estaba ya en manos de los
sublevados. La insurrección armada triunfó. Siguiendo la
tradición revolucionaria de 1905, ese mismo día en el
Palacio de Tauride se constituyeron los soviets de
diputados obreros, campesinos y soldados Petrogrado.
Debido a que muchos de los dirigentes del Partido
bolchevique estaban entonces en la emigración,
encarcelados o deportados, los representantes de los
partidos pequeñoburgueses, fundamentalmente mencheviques
y eseristas, lograron imponerse en la dirección del
Soviet. En la noche del 28 de febrero se anunció
oficialmente la creación del Comité Provisional de la
Duma de Estado. La directiva menchevique-eserista del
Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado
dejó al Comité Provisional de la Duma la iniciativa de
formar gobierno, reservándose sólo el derecho de
controlar su política.
El 2 de marzo se formó el Gobierno provisional burgués.
El día 3 Nicolás II firmó el manifiesto de abdicación.
El 27 de marzo de 1917 Lenin salía de Suiza, donde había
permanecido desde 1914 debido a la persecución del
zarismo y regresó a la Rusia para encabezar la lucha
revolucionaria.
Como resultado del triunfo sobre el zarismo en febrero
de 1917, se dio como Lenin definió una “dualidad de
poderes”: nominalmente el poder estatal había pasado a
manos del Gobierno provisional burgués, pero las masas
populares, que habían realizado la revolución, crearon
sus propios órganos de poder, los Soviets de diputados
obreros y soldados.
El Partido Bolchevique denunció al gobierno provisional
afirmando que era contrarrevolucionario. Previno a los
trabajadores denunciando que ese gobierno burgués no
daría a los trabajadores y campesinos, ni paz, ni
tierra, ni un régimen estatal democrático y exhortaban
al proletariado y a su aliado, el campesinado, a seguir
desarrollando la revolución. Por tanto, lanzó la
consigna ¡Todo el poder a los Soviets!
En la noche del 3 de abril llegó Lenin a Petrogrado. En
la plaza de la estación de Finlandia, subido en un
blindado, pronunció un breve discurso ante la multitud
de obreros, soldados y marineros revolucionarios que
habían acudido a recibirle. Les expuso las tesis
fundamentales de su programa, que pasó a la historia con
el nombre de Tesis de Abril. Allí
indicó la consigna de ¡Todo el poder a
los Soviets! En las condiciones de entonces
significaba un llamamiento a continuar la revolución, o
sea, a terminar con la dualidad de poderes a favor de
los Soviets y a pasar de la etapa democrático-burguesa
de la lucha revolucionaria a la etapa socialista.
Las Tesis de Abril de Lenin fueron
discutidas y aprobadas en la VII Conferencia de toda
Rusia del Partido bolchevique, llamada Conferencia de
Abril. Mientras tanto con el apoyo de los mencheviques y
los socialistas revolucionarios (eseristas) el Gobierno
provisional preparó una nueva ofensiva en el frente, que
fue un fracaso. Como consecuencia, creció la influencia
de los bolcheviques entre las masas. Entonces los
dirigentes de los partidos conciliadores dieron el visto
bueno al Gobierno provisional para disparar sobre una
manifestación que tuvo lugar el 4 de julio, en el centro
de Petrogrado, bajo la consigna ¡Todo el
poder a los Soviets!
Esa fecha fue decisiva; en el país se había acabado la
dualidad de poderes, pero a favor de la burguesía. El
Gobierno provisional dio la orden de detener a Lenin,
quien tuvo que pasar por última vez a la clandestinidad,
que duró ciento doce días.
En clandestinidad el VI Congreso del Partido
Bolchevique, a propuesta de Lenin, señaló la orientación
hacia la insurrección armada, indicando que
“el nuevo auge de la revolución rusa
pondrá en el poder a los obreros y campesinos pobres
antes del triunfo de la revolución en los países
capitalistas de occidente”. (2)
En respuesta a la intentona de la burguesía de
establecer en el país una dictadura militar, los obreros
de Petrogrado empuñaron las armas y fueron apoyados por
unidades de la guarnición de la capital. A la cabeza de
las masas revolucionarias iban los bolcheviques. Bajo su
dirección inmediata fue aplastado el pronunciamiento
reaccionario del general Kornilov. El prestigio de los
bolcheviques creció. Comenzó un período de rápida
bolchevización de los Soviets.
El 31 de agosto el Soviet de diputados obreros y
soldados de Petrogrado aprobó una resolución bolchevique
que incluía reivindicaciones programáticas como la paz,
la tierra y el control obrero sobre la producción. Unos
días después el Soviet de Moscú aprobó una resolución
idéntica.
Para no perder definitivamente la confianza de las
masas, los dirigentes mencheviques y eseristas se
negaron a entrar en un nuevo gobierno de los kadetes
(demócratas constitucionalistas). Entonces Lenin les
propuso romper el bloque con la burguesía y formar
inmediatamente un gobierno responsable ante los Soviets.
Lenin apoyaba la libertad de propaganda y la inmediata
aplicación de los principios de la democracia en las
próximas elecciones a los Soviets y en el funcionamiento
de los propios Soviets, así se conseguiría asegurar el
avance hacia la revolución, el paso del poder a los
Soviets.
Pero los mencheviques y eseristas, con frases diletantes
como que “la unificación de todas las
fuerzas y la entrega de todo el poder a los Soviets”
sería una traición a la revolución, obstaculizaron las
medidas de los Soviets. Es más, levantaron una nueva
charca para empantanar en discusiones a los Soviets.
Convocaron una Conferencia Democrática e invitaron a
participar en ella a los representantes de las
organizaciones de la burguesía y de los grandes
terratenientes, de los municipios reaccionarios y los
ayuntamientos urbanos, para un mínimo número de puestos
a los Soviets, los comités de fábrica y los sindicatos.
Esa Conferencia constituyó el llamado consejo
provisional de la república, o anteparlamento.
Ante ese ataque contra el organismo representativo de
las masas trabajadoras, éstas se pusieron decididamente
al lado de los bolcheviques. Lenin explicó ante el
Comité Central del Partido bolchevique:
“El descontento, la indignación y la exasperación
reinantes en el ejército, entre los campesinos y entre
los obreros van en aumento. La coalición de los
eseristas y mencheviques con la burguesía, coalición que
lo promete todo y no cumple nada, enerva a las masas,
les abre los ojos y les subleva”.
El 7 de octubre Lenin regresó clandestinamente de
Finlandia a Petrogrado. Tres días después se celebró una
histórica sesión del Comité Central del Partido
Bolchevique. En la resolución redactada por Lenin y
aprobada por el Comité Central, decía:
“El Comité Central reconoce que tanto la situación
internacional de la revolución rusa (insurrección de la
flota alemana, signo agudo de la marcha ascendente de la
revolución socialista mundial en toda Europa, luego la
amenaza de una paz entre imperialistas con el fin de
estrangular la revolución en Rusia), como la situación
militar (decisión indudable de la burguesía rusa y de
Kerenski y compañía de entregar Petrogrado a los
alemanes) y la conquista por el Partido proletario de la
mayoría dentro de los Soviets; unido todo ello a la
insurrección campesina y al viraje de la confianza del
pueblo hacia nuestro Partido (elecciones de Moscú); y,
finalmente, la preparación manifiesta de una segunda
kornilovada (evacuación de tropas de Petrogrado,
concentración de cosacos en esta capital, cerco de Minsk
por los cosacos, etc.), pone a la orden del día la
insurrección armada.
Reconociendo, pues, que la insurrección armada es
inevitable y se halla plenamente madura, el Comité
Central insta a todas las organizaciones del Partido a
guiarse por esto y a examinar y resolver desde este
punto de vista todos los problemas prácticos (Congreso
de los Soviets de la región Norte, salida de tropas de
Petrogrado, acciones en Moscú y Minsk, etc.)”.
Kamenev y Zinoviev intervinieron y votaron en contra de
la resolución. Defendían una República parlamentaria
burguesa, afirmando que la clase obrera no estaba
preparada para la revolución socialista. Trotski
presentó una enmienda para que no comenzase la
insurrección hasta la apertura del II Congreso de los
Soviets, lo que equivalía a fijar de antemano el día en
que había de estallar, poniendo en guardia al Gobierno
Provisional.
Se enviaron delegados con plenos poderes al Donetz, al
Ural, a Helsingfors, a Cronstadt, al frente
suroccidental, a Tomks, a Irkutsk, etc., para informar y
organizar todos los comités bolcheviques, informándoles
de la inevitabilidad de la insurrección, estimulandolos
a preparar y movilizar sus fuerzas para ayudar al
movimiento en Petrogrado. HOY, es un ejemplo
difícilmente superable de Centralismo Democrático para
todos los comunistas.
Se creó, por mandato del Comité Central, el Comité
Militar Revolucionario adscrito al Sovíet de Petrogrado,
que había de asumir las funciones de Estado Mayor de la
insurrección.
El Gobierno de Kerenski propuso su traslado de
Petrogrado a Moscú porque esperaba la entrega de
Petrogrado a los alemanes para atajar la insurrección en
la capital. Pero la protesta de los obreros y soldados
de Petrogrado obligó al Gobierno provisional a
permanecer allí.
El 16 de octubre, se celebró una sesión ampliada del
Comité Central del Partido bolchevique que eligió un
Centro del Partido encargado de dirigir la revolución,
con Stalin a la cabeza. Este Centro era el núcleo
dirigente del Comité Militar Revolucionario adscrito al
Soviet de Petrogrado y fue el que dirigió prácticamente
toda la insurrección.
En esta sesión del Comité Central, Zínoviev y Kamenev
volvieron a pronunciarse contra la insurrección y
combatieron abiertamente desde la prensa a la
insurrección y al Partido. El 18 de octubre, el
periódico Novaia Zhin (Vida Nueva)
publicó una declaración suya manifestando que los
bolcheviques preparaban una insurrección y que ellos la
consideraban como una aventura. Con ello, ponían en
conocimiento de los enemigos la decisión acerca del
movimiento y de su organización para una fecha de la
insurrección inmediata. Este acto era una traición.
Lenin escribió: “Kamenev y Zinoviev han
delatado a Rodzianko y a Kerenski el acuerdo del Comité
Central de su Partido sobre la insurrección armada”,
planteando ante el Comité Central la expulsión de ambos
del Partido.
El Gobierno provisional celebró un Consejo de ministros
secreto, en el que se acordaron las medidas de represión
contra los bolcheviques. El 19 de octubre trajeron
tropas del frente a Petrogrado; la “ojrana”, policía
zarista, comenzó a merodear por las calles, con
patrullas reforzadas; en Moscú la contrarrevolución
concentró una gran cantidad de fuerzas. El Gobierno
provisional había trazado el plan de atacar y tomar el
palacio Smolny, antigua escuela para señoritas, sede del
Comité Central del Partido bolchevique, la víspera del
día en que habían de abrirse las sesiones del II
Congreso de los Soviets y aplastar el Centro dirigente
de los bolcheviques.
Pero los días y las horas de vida del Gobierno
Provisional estaban contados. No había ya fuerza capaz
de detener la marcha arrolladora de la Revolución
socialista. No era extraño que el pueblo no viese
ninguna diferencia esencial entre la política del zar y
la de la burguesía, y transfiriese al Gobierno
provisional su odio contra el zarismo. Mientras los
socialistas revolucionarios y menchevique conservaron
cierta influencia sobre el pueblo, la burguesía pudo
atrincherarse detrás de ellos y mantener en sus manos el
poder. Pero, después de desenmascararse como agentes de
la burguesía imperialista, perdieron su influencia sobre
el pueblo; la burguesía y su Gobierno provisional
quedaron en el aire.
El 21 de octubre, fueron enviados comisarios
bolcheviques del Comité Militar Revolucionario a todas
las unidades revolucionarias de tropas. Durante los días
que precedieron a la ínsurrección, se desarrolló la
labor preparatoria de la lucha armada en el seno de las
unidades militares y en las fábricas. Se asignaron
también misiones concretas a los barcos de guerra, a los
cruceros Aurora y
Zaria Svobodi (Amanecer de la libertad).
En la sesión del Soviet de Petrogrado, Trotski se fue de
la lengua y delató al enemigo la fecha de la
insurrección, el día señalado por los bolchevíques para
desencadenar el movimiento. Para no dar al Gobierno de
Kerenski la posibilidad de hacer fracasar la
insurrección armada, el Comité Central del Partido
decidió comenzar y llevar a cabo la insurrección antes
de la fecha proyectada, la víspera del día en que habían
de abrirse las sesiones del II Congreso de los Soviets.
Kerenski comenzó a actuar en las primeras horas de la
mañana del 24 de octubre (6 de noviembre), ordenando
suspender el periódico Rabochi Put
(La Senda Obrera), órgano central del Partido
Bolchevique, y enviando los blindados de asalto al local
de la redacción del períódico y a la imprenta de los
bolcheviques. Pero, hacia las 10 de la mañana, siguiendo
instrucciones de Stalin, los guardias rojos y los
soldados revolucionarios desalojaron a los carros de
asalto y reforzaron la guardia de la imprenta y de la
redacción del periódico. Hacia las 11, salió
La Senda Obrera con un llamamiento
para derribar al Gobierno provisional.
Las fuerzas de la contrarrevolución estaban concentradas
en el centro de Petrogrado; cerca del Palacio de
Invierno, donde se encontraba el Gobierno provisional,
estaban el Estado Mayor de la región militar de
Petrogrado y el Almirantazgo.
En la noche del 24 de octubre, Lenin se trasladó al
Smolny, para hacerse cargo personalmente de la dirección
del movimiento y trazar los planes concretos para la
insurrección: cómo debían utilizarse las unidades
militares, la flota y los guardias rojos, qué puntos
decisivos era necesario ocupar en la capital para
garantizar el éxito de la insurrección, etc. El objetivo
era cercar y aislar a Petrogrado, apoderarse de la
ciudad mediante un ataque combinado de la escuadra, los
obreros y las tropas. La revolución disponía de tres
fuerzas de combate principales: los destacamentos de
guardias rojos (obreros armados) envolvían el centro de
la ciudad por el norte, el este y el sur; las unidades
revolucionarias de la guarnición de Petrogrado formaban
el segundo semicírculo interior; mientras que del oeste,
a la primera llamada del Comité militar revolucionario,
entrarían en la desembocadura del Neva las unidades de
la armada del Báltico.
Lenin dijo en
este día clave:
“La insurrección, para poder triunfar, no debe apoyarse
en una conjura, en un partido, sino en la clase de
vanguardia. Esto, en primer lugar. En segundo lugar,
debe apoyarse en el entusiasmo revolucionario del
pueblo. Y en tercer lugar, debe apoyarse en el momento
crítico de la historia de la creciente revolución en que
sea mayor la actividad de la vanguardia del pueblo, en
que sean mayores las vacilaciones en las filas de los
enemigos y en las filas de los amigos débiles,
inconsecuentes e indecisos de la revolución.”
Esta tarea se cumplió en los días 24 y 25 de octubre (6
y 7 de noviembre) de 1917.
El estruendo
de los cañones del crucero Aurora el
(25 de Octubre del antiguo calendario), 7 de Noviembre
actual, anunció la revolución socialista. Al Smolny
llegaron los destacamentos de Guardia Roja, enviándolos
al centro de la ciudad, a cercar el Palacio de Invierno,
donde se había atrincherado el Gobierno provisional,
bajo la protección de los kadetes y de los batallones de
choque. Aquella noche los obreros, soldados y marinos
revolucionarios tomaron por asalto el Palacio de
Invierno y detuvieron al Gobierno provisional. También
se apoderaron de las estaciones de ferrocarril, las
centrales de Correos y Telégrafos, los Ministerios y el
Banco del Estado. Se disolvió el anteparlamento.
La Gran
Revolución de Octubre fue uno de los hechos más
relevantes y trascendentales del Siglo XX, fue una
verdadera revolución que estremeció al mundo, donde
sobresalió el genial papel dirigente de Lenin y su
concepción genuinamente marxista que dio origen al
Partido Bolchevique.
Como dijo
Lenin en sus tesis de abril de 1917:
"Nosotros queremos transformar el mundo. Queremos poner
término a la guerra imperialista mundial, en la que se
ven envueltos centenares de millones de hombres [...] y
a la que no se podrá poner fin con una paz
verdaderamente democrática sin la más grandiosa
revolución que conoce la historia de la humanidad: la
revolución proletaria".
El 25 de
octubre se publicó un llamamiento del Partido
Bolchevique A los ciudadanos de Rusia. En él se decía
que el Gobierno provisional burgués había sido derribado
y que el poder había pasado a manos de los Soviets.
En los
primeros días de la Revolución de Octubre, Lenin redactó
el proyecto de decreto sobre el control obrero. El
control obrero, indicaba el decreto, es necesario para
ir regulando sistemáticamente la economía. Los órganos
de control estaban obligados a establecer una norma
mínima de producción para las empresas, interesarse en
el coste de la producción y comprobar el estado de sus
finanzas. “Queda abolido el secreto
comercial. Los propietarios quedan obligados a presentar
a los órganos de control obrero todos los libros y
cuentas”, decía el decreto. La ley incluía también
puntos relacionados con los consejos locales de control
obrero. Los miembros de las comisiones de control, junto
con los propietarios de fábricas y empresas, se hacían
“responsables ante el Estado del
riguroso mantenimiento del orden, de la disciplina y de
la conservación de los bienes”. En Petrogrado se
instituyó el Consejo de Control Obrero de toda Rusia.
En manos de la
clase obrera, el decreto se transformó en un medio para
adueñarse de la industria, en un instrumento que además
de aplastar el sabotaje contribuía a incorporar a los
trabajadores a la formación de nuevas relaciones
sociales. El decreto fue utilizado inmediatamente por
los obreros de todas las ramas de la industria y de
todas las zonas del país.
El II Congreso
de los Soviets de toda Rusia abrió sus sesiones en el
Smolny a las 10’45 minutos de aquella misma noche,
cuando se hallaba en todo su apogeo la insurrección
triunfante en Petrogrado, y el poder, en la capital,
había pasado ya de hecho a manos del Soviet de la
ciudad.
Los
bolcheviques obtuvieron en este Congreso una aplastante
mayoría. Los mencheviques, los delegados del Bund y los
socialistas revolucionaríos de derecha, viendo que ya no
tenían nada que hacer allí, se retiraron del Congreso,
no sin antes declarar que renunciaban a tomar parte en
sus tareas. En esta declaración calificaban como una
conspiración militar la Revolución de Octubre. El
Congreso puso en la picota a los menchevíques y
socialistas revolucionaríos, manifestando que no sólo no
lamentaba su retirada, sino que se alegraba de ella, ya
que, gracias a su retirada, el Congreso se convertía en
un verdadero Congreso revolucionario de diputados
obreros y soldados.
En nombre del
Congreso, fue proclamado el paso de todo el poder a
manos de los Soviets. En el llamamiento del II Congreso
de los Soviets, se decía:
“Apoyándose en la voluntad de la inmensa
mayoría de los obreros, soldados y campesinos y en la
insurrección triunfante llevada a cabo por los obreros y
la guarnición de Petrogrado, el Congreso toma en sus
manos el Poder".
En cuatro
días, el poder soviético decretó la paz, confiscó las
tierras de los grandes terratenientes y las distribuyó
entre los campesinos, y reconoció el derecho de las
naciones a la autodeterminación.
Su primer
acuerdo fue aprobar el Decreto sobre la paz, donde la
guerra imperialista se declaraba el mayor crimen contra
la humanidad y se hacía una declaración dirigida a todos
los países beligerantes y sus gobiernos sobre la
decisión del Gobierno soviético de firmar inmediatamente
la paz en condiciones justas y equitativas para todos
los pueblos, una paz sin anexiones ni tributos. Al
tiempo que se dirigía a los gobiernos y a los pueblos de
todos los países beligerantes, el Congreso hacía un
llamamiento “a los obreros conscientes
de las tres naciones más adelantadas de la Humanidad y
de los tres Estados más importantes que toman parte en
la actual guerra: Inglaterra, Francía y Alemania,
instándoles a que ayudasen a llevar rápidamente a
término la causa de la paz y con ella, la causa de la
liberación de las masas trabajadoras y explotadas de
toda esclavitud y de toda explotación”.
Por el segundo
decreto del Congreso, toda la tierra pasaba a manos del
pueblo, sin indemnización alguna, aboliendo para siempre
la propiedad de los terratenientes sobre la tierra, que
pasaba a ser sustituida por la propiedad de todo el
pueblo, del Estado. Esta ley se aprobó tomando como base
un mandato campesino general, redactado con arreglo a
los 242 mandatos locales formulados por los campesinos.
Las tierras de los terratenientes, de la familia
imperial y de la Iglesia fueron entregadas en disfrute
gratuito a todos los trabajadores.
Mediante este
decreto, la Revolución entregaba a los campesinos más de
150 millones de hectáreas de tierra, que hasta entonces
habían estado en manos de los terratenientes, de la
burguesía, de la familia real, de los conventos y de la
Iglesia. Los campesinos quedaban libres del deber de
pagar las rentas a los terratenientes, rentas que
ascendían a cerca de 500 millones de rublos de oro al
año. Todas las riquezas del subsuelo (el petróleo, el
carbón y los minerales, etc.), los bosques y las aguas
pasaban también a ser propiedad del pueblo.
Fue elegido el
Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia,
órgano supremo del poder soviético entre los congresos
de los Soviets, con funciones legislativas, directivas y
de control. El 8 (21) de noviembre fue elegido
Presidente del Comité Ejecutivo Central de los Soviets,
equivalente al de Presidente de la República, el
dirigente bolchevique Jacov Sverdlov.
El Congreso
también formó el primer Gobierno soviético: el Consejo
de Comisarios del Pueblo, encabezado por Lenin.
Los
oportunistas emboscados en el Partido, Kamenev,
Zinoviev, Rikov, Shliapnikov y otros, comenzaron a
exigir la formación de un gobierno socialista homogéneo,
con participación de los mencheviques y socialistas
revolucionaríos, a quienes la Revolución acababa de
derribar. El 15 de noviembre de 1917, el Comité Central
del Partido aprobó una resolución, desechando todo
compromiso con estos partidos contrarrevolucionarios y
declarando a Kamenev y Zínoviev traidores a la
revolución. El 17 de noviembre, Kamenev, Zinoviev, Rikov
y Miliutin, disconformes con la política del Partido,
declararon que dimitían de sus puestos en el Comité
Central. El mismo día 17 de noviembre, Noguin, en su
nombre y en el de Rikov, Miliutin, Teodorovich, A.
Shliapnikov, D. Riazanov, Yurenev y Larin, que habían
entrado a formar parte del Consejo de Comisarios del
Pueblo, formuló una declaración de desacuerdo con la
política del Comité Central del Partido, anunciando que
dimitían sus cargos en el Gobierno Soviético.
En cuanto a
los socialistas revolucionarios de izquierda, deseando
no perder su influencia entre las masas campesinas, que
simpatizaban claramente con los bolcheviques, decidieron
no romper con éstos y mantener, por el momento, el
frente único con ellos. El Congreso de los Soviets
campesinos, celebrado en noviembre, reconoció todas las
conquistas de la Revolución Socialista de Octubre y los
decretos del poder soviético. Se pactó un acuerdo con
los socialistas revolucionarios de izquierda, algunos de
los cuales (Kolegaiev, Spiridonova, Proshian y
Steinberg) fueron incluidos en el Consejo de Comisarios
del Pueblo. Pero este acuerdo sólo se mantuvo en pie
hasta la firma de la paz de Brest-Litovsk y la
constitución de los Comités de campesinos pobres; la
profunda diferenciación de clases que se produjo
entonces entre los campesinos, hizo que los socialistas
revolucionarios de izquierda, cuya posición reflejaba
cada vez más acentuadamente los intereses de los kulaks,
desencadenaran una sublevación contra los bolcheviques,
siendo aplastados por el poder Soviético.
En las calles
de Moscú, donde la contrarrevolución aún disponía de
considerables fuerzas de combate (academias militares,
escuelas de oficiales y ciertas unidades regulares), se
riñeron fuertes combates durante siete días.
El 10 de
noviembre de 1917, Kerenski, concentró unidades cosacas
enviando al general Krasnov contra Petrogrado. El 11 de
noviembre de 1917, la organización contrarrevolucionaria
Comité de salvación de la patria y de la revolución,
dirigida por socialistas revolucionarios, desencadenó
una sublevación de kadetes. Al anochecer, los marinos y
guardias rojos liquidaron la sublevación y el 13 de
noviembre era derrotado el general Krasnov cerca de las
alturas de Pulkovo. Krasnov cayó prisionero y dió su
palabra de honor de que no volvería a luchar contra el
poder soviético. Se le puso en libertad bajo esta
promesa pero, algún tiempo después, traicionó su
palabra. Kerenski logró escaparse, disfrazado de mujer.
También el general Dujonin intentó promover una
sublevación en Moguilev, en el Cuartel General del
ejército.
Los delegados
del II Congreso de los soviets fueron por todo el país,
para propagar el triunfo de la revolución de los Soviets
en Petrogrado. Desde octubre de 1917 hasta enero-febrero
de 1918, la revolución soviética logró extenderse por
toda Rusia.
Para la clase
obrera el triunfo de la Revolución de Octubre es el más
importante acontecimiento de la historia reciente de la
lucha del proletariado por su emancipación. Significa la
primera gran victoria sobre el capitalismo, comienza la
era de las revoluciones socialistas que continuaran
hasta alcanzar el comunismo.
Unión
Proletaria no cejará en su empeño de conseguir que los
trabajadores creen y construyan una sociedad más
avanzada que la actual, que rompa las cadenas de la
esclavitud asalariada. Muchos bolcheviques, mujeres y
hombres nos precedieron y de nuevo los trabajadores
lucharemos por un nuevo “cañonazo de aurora”, de ese
amanecer de nuevas Revoluciones Socialistas.
¡VIVA EL 7 DE NOVIEMBRE, DIA DE LA
LIBERTAD DEL PROLETARIADO!
¡VIVA EL INTERNACIONALISMO
PROLETARIO!
¡LUCHEMOS POR LA RECONSTITUCIÓN DEL
PARTIDO COMUNISTA!
Notas.-
1.- Según Stalin:
"La importancia mundial de la Revolución de Octubre no
sólo reside en que es la gran iniciativa de un país que
ha abierto una brecha en el sistema del imperialismo y
constituye el primer foco de socialismo en medio del
océano de los países imperialistas, sino también en que
es la primera etapa de la revolución mundial y una base
potente para su desenvolvimiento sucesivo. Por eso no
sólo yerran quienes, olvidando el carácter internacional
de la Revolución de Octubre, afirman que la victoria de
la revolución en un solo país es un fenómeno pura y
exclusivamente nacional; yerran también quienes, sin
olvidar el carácter internacional de la Revolución de
Octubre, propenden a considerarla como algo pasivo,
sujeto únicamente al apoyo que pueda recibir del
exterior. La realidad es que no sólo la Revolución de
Octubre necesita del apoyo de la revolución de los otros
países, sino que también la revolución de estos países
necesita del apoyo de la Revolución de Octubre para
acelerar e impulsar el derrocamiento del imperialismo
mundial". (La revolución de Octubre
y la táctica de los comunistas rusos 17-12-1924, J.
V. Stalin, Obras. Tomo VI. Ediciones
en lenguas extranjeras. Pekín 1977.”).
2.- Es oportuno aquí ver
el texto que Stalin escribió con motivo del 10º
aniversario de Octubre, que reproducimos a continuación.
El carácter Internacional de la
Revolución de Octubre
La Revolución
de Octubre no se puede considerar sólo una revolución
circunscrita "a un marco nacional". Es, ante todo, una
revolución de carácter internacional, de carácter
mundial, pues representa un viraje radical en la
historia de la humanidad, un viraje del viejo mundo, del
mundo capitalista, al mundo nuevo, al mundo socialista.
En el pasado,
las revoluciones acababan, generalmente, con la
sustitución de un grupo de explotadores por otro grupo
de explotadores en el timón del gobierno. Cambiaban los
explotadores, pero la explotación continuaba. Así
ocurrió en la época de los movimientos libertadores de
los esclavos. Así ocurrió en el período de las
sublevaciones de los siervos. Así ocurrió en el período
de las conocidas "grandes" revoluciones de Inglaterra,
de Francia y de Alemania. No me refiero a la Comuna de
París, que fue el primer intento del proletariado —
glorioso y heroico, pero, con todo, un intento fallido —
de volver la historia contra el capitalismo.
La Revolución
de Octubre se distingue por principio de estas
revoluciones. Se propone como objetivo, no el que una
forma de explotación sustituya a otra forma de
explotación, que un grupo de explotadores reemplace a
otro grupo de explotadores, sino la supresión de toda
clase de explotación del hombre por el hombre, la
supresión de todos y cada uno de los grupos de
explotadores, la instauración de la dictadura del
proletariado, la instauración del Poder de la clase más
revolucionaria entre todas las clases oprimidas que han
existido hasta hoy, la organización de una nueva
sociedad, de la sociedad socialista sin clases.
Precisamente
por eso, el triunfo de la Revolución de Octubre marca un
cambio radical en la historia de la humanidad, un cambio
radical en los destinos históricos del capitalismo
mundial, un cambio radical en el movimiento de
liberación del proletariado mundial, un cambio radical
en los métodos de lucha y en las formas de organización,
en el modo de vida y en las tradiciones, en la cultura y
en la ideología de las masas explotadas del mundo
entero.
En esto reside
la razón fundamental de que la Revolución de Octubre sea
una revolución de carácter internacional, de carácter
mundial.
Y en esto
radica también la profunda simpatía que sienten las
clases oprimidas de todos los países por la Revolución
de Octubre, en la cual ven la garantía de su liberación.
Podrían
señalarse varias cuestiones fundamentales en las que la
Revolución de Octubre influye sobre el desarrollo del
movimiento revolucionario del mundo entero.
1. La
Revolución de Octubre se caracteriza, ante todo, por
haber roto el frente del imperialismo mundial, por haber
derribado la burguesía imperialista en uno de los
mayores países capitalistas y haber colocado en el Poder
al proletariado socialista.
La clase de
los asalariados, la clase de los perseguidos, la clase
de los oprimidos y de los explotados se elevó por vez
primera en la historia de la humanidad a la posición de
clase dominante, contagiando con su ejemplo a los
proletarios de todos los países.
Esto significa
que la Revolución de Octubre inició una nueva época, la
época de las revoluciones proletarias en los países del
imperialismo.
Esta
revolución desposeyó a los terratenientes y capitalistas
de los instrumentos y medios de producción,
convirtiéndolos en propiedad social y contraponiendo, de
este modo, la propiedad socialista a la propiedad
burguesa. De esta manera, puso en evidencia la mentira
de los capitalistas de que la propiedad burguesa es
inviolable, sagrada y eterna.
Esta
revolución arrancó el Poder a la burguesía, despojó de
los derechos políticos a la burguesía, destruyó la
máquina del Estado burgués y entregó el Poder a los
Soviets, contraponiendo, de este modo, al
parlamentarismo burgués, como democracia capitalista, el
Poder socialista de los Soviets, como democracia
proletaria. Tenía razón Lafargue al decir, ya en 1887,
que, al día siguiente de la revolución, "todos los
antiguos capitalistas serían privados de los derechos
electorales"[61].
De esta
manera, la Revolución de Octubre puso en evidencia la
mentira de los socialdemócratas de que hoy es posible el
tránsito pacífico al socialismo por la senda del
parlamentarismo burgués.
Pero la
Revolución de Octubre no se detuvo ni podía detenerse
aquí. Después de destruir lo viejo, lo burgués,
emprendió la edificación de lo nuevo, de lo socialista.
Los diez años de la Revolución de Octubre son diez años
de edificación del Partido, de los sindicatos, de los
Soviets, de las cooperativas, de las organizaciones
culturales del transporte, de la industria y del
Ejército Rojo. Los éxitos indiscutibles, alcanzados por
el socialismo en la U.R.S.S. en el frente de la
edificación, han demostrado claramente que el
proletariado puede gobernar con éxito el país sin
burguesía y en contra de la burguesía, puede levantar
con éxito la industria sin burguesía y en contra de la
burguesía, puede dirigir con éxito toda la economía
nacional sin burguesía y en contra de la burguesía,
puede edificar con éxito el socialismo, a pesar del
cerco capitalista.
La vieja
"teoría" de que los explotados no pueden arreglárselas
sin los explotadores, al igual que la cabeza y las otras
partes del cuerpo no pueden arreglárselas sin el
estómago, no es patrimonio exclusivo de Menenio Agripa,
célebre senador romano en la historia antigua. Esta
"teoría" es hoy la piedra angular de la "filosofía"
política de la socialdemocracia, en general, y de la
política socialdemócrata de coalición con la burguesía
imperialista, en particular. Esta "teoría", que ha
adquirido el carácter de prejuicio, es actualmente uno
de los obstáculos más graves para el desarrollo
revolucionario del proletariado de los países
capitalistas. Uno de los resultados más importantes de
la Revolución de Octubre consiste en que ha asestado el
golpe de gracia a esta falsa "teoría".
¿Acaso es
necesario todavía demostrar que estos resultados, y
otros semejantes, de la Revolución de Octubre no han
podido ni pueden dejar de ejercer gran influencia sobre
el movimiento revolucionario de la clase obrera de los
países capitalistas?
Hechos tan
notorios para todo el mundo como los progresos del
comunismo en los países capitalistas, como la creciente
simpatía de los proletarios de todos los países hacia la
clase obrera de la U.R.S.S. y, por último, la afluencia
de delegaciones obreras al País de los Soviets, indican
de un modo indiscutible que la semilla lanzada por la
Revolución de Octubre empieza ya a dar sus frutos.
2. La
Revolución de Octubre hizo cuartearse al imperialismo,
no sólo en los centros de su dominación, no sólo en las
"metrópolis". Fue también un golpe contra la retaguardia
del imperialismo, contra su periferia, minando la
dominación del imperialismo en las colonias y en los
países dependientes.
Al derrocar a
los terratenientes y a los capitalistas, la Revolución
de Octubre rompió las cadenas de la opresión nacional y
colonial y liberó de ellas a todos los pueblos oprimidos
de un vasto Estado, sin excepción. El proletariado no
puede liberarse sin liberar a los pueblos oprimidos.
Rasgo característico de la Revolución de Octubre es el
haber llevado a cabo, en la U.R.S.S., estas revoluciones
nacionales y coloniales, no bajo la bandera de la
hostilidad nacional y de los choques entre las naciones,
sino bajo la bandera de la confianza mutua y de la
amistad fraternal entre los obreros y los campesinos de
los pueblos de la U.R.S.S., no en nombre del
nacionalismo, sino en nombre del internacionalismo.
Precisamente
por esto, porque en nuestro país las revoluciones
nacionales y coloniales transcurrieron bajo la dirección
del proletariado y bajo la bandera del
internacionalismo, precisamente por esto, los pueblos
parias, los pueblos esclavos, se han elevado por vez
primera en la historia de la humanidad a la condición de
pueblos verdaderamente libres y verdaderamente iguales,
contagiando con su ejemplo a los pueblos oprimidos del
mundo entero.
Esto significa
que la Revolución de Octubre inició una nueva época, una
época de revoluciones coloniales, que se llevan a efecto
en los países oprimidos del mundo en alianza con el
proletariado, bajo la dirección del proletariado.
Antes, "se
admitía" que el mundo estaba dividido, desde tiempos
inmemoriales, en razas inferiores y superiores, en
negros y blancos, de los cuales los primeros no son
aptos para la civilización y están condenados a ser
objeto de explotación, mientras que los segundos son los
únicos exponentes de la civilización, llamados a
explotar a los primeros.
Hoy, esta
leyenda hay que considerarla destruida y desechada. Uno
de los resultados más importantes de la Revolución de
Octubre consiste en que ha asestado el golpe de gracia a
esta leyenda, demostrando en la práctica que los pueblos
no europeos liberados, incorporados al cauce del
desarrollo soviético, son tan capaces como los pueblos
europeos de impulsar una cultura realmente avanzada y
una civilización realmente avanzada.
Antes, "se
admitía" que el único método para liberar a los pueblos
oprimidos era el método del nacionalismo burgués, el
método de separación de las naciones unas de otras, el
método de desunirlas, el método de acentuar la
hostilidad nacional entre las masas trabajadoras de
distintas naciones.
Hoy, esta
leyenda hay que considerarla refutada. Uno de los
resultados más importantes de la Revolución de Octubre
consiste en que ha asestado el golpe de gracia a esta
leyenda, demostrando en la práctica la posibilidad y la
conveniencia del método proletario, internacionalista,
de liberación de los pueblos oprimidos, como el único
método acertado, demostrando en la práctica la
posibilidad y la conveniencia de una alianza fraternal
entre los obreros y campesinos de los más diversos
pueblos sobre los principios de voluntariedad y de
internacionalismo. La existencia de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas, prototipo de la
futura unificación de los trabajadores de todos los
países en una sola economía mundial, no puede por menos
de servir de prueba inmediata de esto.
Huelga decir
que estos resultados, y otros semejantes, de la
Revolución de Octubre no podían ni pueden dejar de
ejercer una gran influencia sobre el movimiento
revolucionario de las colonias y los países
dependientes. Hechos como el incremento del movimiento
revolucionario de los pueblos oprimidos en China, en
Indonesia, en la India, etc. y la creciente simpatía de
estos pueblos hacia la U.R.S.S. lo evidencian de modo
indiscutible.
Ha pasado la
era en que se podía explotar y oprimir con toda
tranquilidad a las colonias y a los países dependientes.
Ha comenzado
la era de las revoluciones libertadoras en las colonias
y en los países dependientes, la era del despertar del
proletariado de estos países, la era de su hegemonía en
la revolución.
3. Al arrojar
la semilla de la revolución tanto en los centros del
imperialismo como en su retaguardia, al debilitar la
potencia del imperialismo en las "metrópolis" y al hacer
vacilar su dominación en las colonias, la Revolución de
Octubre ha puesto en tela de juicio la existencia misma
del capitalismo mundial en su conjunto.
Si, bajo las
condiciones del imperialismo, el desarrollo espontáneo
del capitalismo se ha transformado -en virtud de su
desigualdad, en virtud del carácter inevitable de los
conflictos y de los choques armados y, por último, en
virtud de la carnicería imperialista sin precedentes- en
un proceso de descomposición y agonía del capitalismo,
la Revolución de Octubre y, como resultado de ella, el
desprendimiento de un país enorme del sistema mundial
del capitalismo, no podían por menos de acelerar este
proceso, socavando, paso a paso, las bases mismas del
imperialismo mundial.
Más aún. La
Revolución de Octubre, al hacer cuartearse el
imperialismo, creó, al mismo tiempo, con la primera
dictadura proletaria, una base potente y abierta para el
movimiento revolucionario mundial, base que este
movimiento no había tenido jamás antes y en la que ahora
puede apoyarse. Creó un centro potente y abierto del
movimiento revolucionario mundial, centro que no había
tenido jamás antes y en torno al cual ese movimiento
puede ahora adquirir cohesión, organizando el frente
único revolucionario de los proletarios y de los pueblos
oprimidos de todos los países contra el imperialismo.
Esto
significa, en primer lugar, que la Revolución de Octubre
infirió una herida de muerte al capitalismo mundial, de
la que éste no se repondrá jamás. Y por eso
precisamente, el capitalismo jamás recobrará el
"equilibrio" y la "estabilidad" que tenía antes de
Octubre.
El capitalismo
podrá estabilizarse parcialmente, podrá racionalizar su
producción, entregar el gobierno del país al fascismo,
reprimir temporalmente a la clase obrera, pero no
volverá jamás a disfrutar de la "tranquilidad" y la
"seguridad", del "equilibrio" y la "estabilidad" de que
hacía gala antes, pues la crisis del capitalismo mundial
ha alcanzado un grado tal de desarrollo, que la hoguera
de la revolución se encenderá inevitablemente, ya en los
centros del imperialismo, ya en la periferia, haciendo
trizas los remiendos capitalistas y aproximando, día
tras día, la caída del capitalismo. Punto por punto como
en la conocida fábula: "si saca el rabo, se le hunde el
hocico; si saca el hocico, se le hunde el rabo".
Esto
significa, en segundo lugar, que la Revolución de
Octubre elevó a cierta altura la fuerza y la
importancia, la valentía y la voluntad combativa de las
clases oprimidas del mundo entero, obligando a las
clases dominantes a tenerlas en cuenta como un factor
nuevo e importante. Hoy, ya no se puede ver en las masas
trabajadoras del mundo una "multitud ciega" que vaga en
las tinieblas y carece de horizontes, ya que la
Revolución de Octubre encendió el faro que les alumbra
el camino y les brinda perspectivas. Si antes no había
una tribuna universal pública, desde la que se pudieran
manifestar y plasmar los anhelos y las aspiraciones de
las clases oprimidas, hoy esta tribuna existe y es la
primera dictadura proletaria.
¿Acaso puede
dudarse de que si esta tribuna fuese destruida, sobre la
vida político-social de los "países adelantados" se
abatirían para largo tiempo las tinieblas de una negra y
desenfrenada reacción? No puede negarse que el simple
hecho de la existencia del "Estado bolchevique" pone un
freno a las negras fuerzas de la reacción y facilita a
las clases oprimidas la lucha por su liberación. Y esto
es precisamente lo que explica ese odio bestial que los
explotadores de todos los países sienten hacia los
bolcheviques.
La historia se
repite, aunque sobre bases nuevas. Lo mismo que
antiguamente, en la época de la caída del feudalismo, la
palabra "jacobino" provocaba en los aristócratas de
todos los países horror y repugnancia, también hoy, en
la época de la caída del capitalismo, la palabra
"bolchevique" provoca horror y repugnancia en la
burguesía de todos los países. Y a la inversa: así como
antes el asilo y la escuela de los representantes
revolucionarios de la burguesía ascensional era París,
hoy el refugio y la escuela de los representantes
revolucionarios del proletariado ascensional es Moscú.
El odio a los jacobinos no salvó al feudalismo del
derrumbamiento. ¿Acaso puede dudarse de que el odio a
los bolcheviques no salvará tampoco al capitalismo de su
caída inevitable?
Ha pasado la
era de la "estabilidad" del capitalismo, arrastrando
consigo la leyenda de la inamovilidad del orden burgués.
Ha comenzado
la era del hundimiento del capitalismo.
4. No se debe
considerar que la Revolución de Octubre es sólo una
revolución en el campo de las relaciones económicas y
político-sociales. Es, al mismo tiempo, una revolución
en los cerebros, una revolución en la ideología de la
clase obrera. La Revolución de Octubre surgió y se
consolidó bajo la bandera del marxismo, bajo la bandera
de la idea de la dictadura del proletariado, bajo la
bandera del leninismo, que es el marxismo de la época
del imperialismo y de las revoluciones proletarias.
Representa, por tanto, el triunfo del marxismo sobre el
reformismo, el triunfo del leninismo sobre el
socialdemocratismo, el triunfo de la III Internacional
sobre la II Internacional.
La Revolución
de Octubre abrió un abismo infranqueable entre el
marxismo y la ideología socialdemócrata, entre la
política del leninismo y la política de la
socialdemocracia.
Antes, hasta
el triunfo de la dictadura del proletariado, la
socialdemocracia podía alardear con la bandera del
marxismo, sin negar abiertamente la idea de la dictadura
del proletariado, pero sin hacer tampoco nada,
absolutamente nada, por acercar la realización de esta
idea; se comprende que esta actitud de la
socialdemocracia no suponía amenaza alguna para el
capitalismo. Entonces, en aquel período, la
socialdemocracia se identificaba formalmente, o casi se
identificaba, con el marxismo.
Hoy, después
del triunfo de la dictadura del proletariado, cuando
todo el mundo ha visto con claridad meridiana a dónde
conduce el marxismo y qué puede significar su triunfo,
la socialdemocracia ya no puede alardear con la bandera
del marxismo, ya no puede coquetear con la idea de la
dictadura del proletariado, sin crear cierto peligro
para el capitalismo. Después de haber roto hace ya mucho
con el espíritu del marxismo, se ha visto obligada a
romper también con la bandera del marxismo,
enfrentándose abierta y francamente contra la obra del
marxismo, contra la Revolución de Octubre, contra la
primera dictadura del proletariado habida en el mundo.
Ahora tenía que desentenderse y se desentendió, en
efecto, del marxismo, ya que, en las condiciones
actuales, no es posible llamarse marxista sin apoyar
abierta y abnegadamente la primera dictadura proletaria
del mundo, sin librar una lucha revolucionaria contra la
propia burguesía, sin crear las condiciones para el
triunfo de la dictadura del proletariado en el propio
país.
Entre la
socialdemocracia y el marxismo se ha abierto un abismo.
Desde ahora, el único portador y baluarte del marxismo
es el leninismo, el comunismo.
Pero las cosas
no han parado aquí. Después de deslindar los campos
entre la socialdemocracia y el marxismo, la Revolución
de Octubre fue más allá, arrojando a la primera al campo
de los defensores directos del capitalismo contra la
primera dictadura proletaria habida en el mundo. Cuando
señores como los Adler y Bauer, los Wels y Levi, los
Longuet y Blum difaman al "régimen soviético",
ensalzando la "democracia" parlamentaria, quieren decir
con ello que luchan y seguirán luchando en pro de la
restauración del orden capitalista en la U.R.S.S., en
pro del mantenimiento de la esclavitud capitalista en
los Estados "civilizados".
La actual
ideología socialdemócrata es el puntal ideológico del
capitalismo. Lenin tenía mil veces razón al decir que
los actuales políticos socialdemócratas son "verdaderos
agentes de la burguesía en el seno del movimiento
obrero, lugartenientes obreros de la clase de los
capitalistas" y que, en "la guerra civil entre el
proletariado y la burguesía", se colocarán
inevitablemente "al lado de los ’versalleses’ contra los
’comuneros’".[62]
No se puede
acabar con el capitalismo sin acabar con el
socialdemocratismo en el movimiento obrero. Por eso, la
era de la agonía del capitalismo es, al mismo tiempo, la
era de la agonía del socialdemocratismo en el movimiento
obrero.
La gran
importancia de la Revolución de Octubre reside, entre
otras cosas, en que anuncia el triunfo inevitable del
leninismo sobre el socialdemocratismo en el movimiento
obrero mundial.
Ha terminado
la era de la dominación de la II Internacional del
socialdemocratismo en el movimiento obrero.
Ha comenzado
la era de la dominación del leninismo y de la III
Internacional.
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J. V. Stalin.
Obras, t. X. En el 10º aniversario de Octubre. Publicado
el 6 y el 7 de noviembre de 1927 en el num. 255 de
Pravda.
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